La paz y la guerra eternas Código:  M5.176    :  5
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Este es el plan docente de la asignatura para el segundo semestre del curso 2023-2024. Podéis consultar si la asignatura se ofrece este semestre en el espacio del campus Más UOC / La universidad / Planes de estudios). Una vez empiece la docencia, tenéis que consultarlo en el aula. El plan docente puede estar sujeto a cambios.

El mismo título de la asignatura es a la vez una declaración de principios y un resumen exacto de lo que se quiere dar a conocer al alumnado sobre el tema de las Guerras y de la Paz. Los seres humanos han perseguido a lo largo de la historia la tranquilidad, tanto individual como colectiva. O al menos así se ha manifestado desde los puntos de vista de lo políticamente correcto durante la contemporaneidad. La Guerra ha sido denigrada y condenada de todas las formas posibles, pero, paradójicamente, ha sido en numerosísimas ocasiones el recurso imprescindible para obtener la paz, o así se ha creído o se le ha querido hacer creer a la opinión pública.

En rigor, después de cualquier conflicto, el primer trabajo que han abordado los Estados (protagonistas mayoritarios de los conflictos armados) ha sido la negociación sobre cómo vertebrar el nuevo orden o el sistema internacional que debería regir la consiguiente paz. Señalamos que los estados son los protagonistas mayoritarios, pero no los absolutos. En buena parte de los conflictos del siglo XX, los movimientos nacionalistas, organizaciones armadas de tipo internacional (no necesariamente asociadas a un estado, quizás vertebradas a una red de individuos o de corporaciones independientes o autónomas) también han participado en todo tipo de conflictos. Durante la Gran Guerra fueron actores indiscutibles del conflicto organizaciones como el IRA, la Legión Árabe bajo control británico, los salafistas de Abd el Krim protegidos por Alemania contra Francia. En la Segunda Guerra Mundial se construyeron estados títeres filoalemanes en Europa (el Estado Ustacha de Croacia, el Estado Francés de Pétain) o filojaponeses en las antiguas colonias europeas del Sudeste asiático.

De lo que no tratará la materia, aunque implícitamente estará presente, es sobre los movimientos pacifistas y antimilitaristas. Esto es otro gran tema. Aquí nos interesa analizar y exponer cómo las ideas de Paz y de Guerra ayudaron a modelar los sistemas de relaciones internacionales y por tanto la lucha utópica por la seguridad internacional y de cómo se llegaron a construir organismos de cariz internacional que tuvieran como misión exclusiva la Paz en el Mundo, eslogan políticamente correcto que, entre los años setenta y noventa del siglo XX, las candidatas a Miss América utilizaron sistemáticamente y con todo vacío conceptual como vía para conquistar el cariño del público y del jurado en su aspiración a ser reconocida como la mujer más guapa de los EE.UU.

En este sentido, la asignatura realizará todo un recorrido histórico a lo largo del siglo y el primer tercio del siglo XXI, analizando las diferentes teorías y tesis sobre conceptos como Orden Mundial, Sistema Internacional o Relaciones Internacionales. De esta forma, se apuntarán los orígenes de los órdenes regional y mundial del ochocientos y los cambios en la estructura de poder a finales del siglo XIX. Asimismo, serán objeto de análisis las consecuencias que tuvieron sobre el sistema internacional el ascenso y declive de diferentes potencias durante la primera parte del siglo XX -Alemania, Rusia, Japón, Reino Unido o Estados Unidos-.

También analizaremos en profundidad los orígenes y las consecuencias del advenimiento del sistema bipolar en el orden internacional (conflictos, descolonización, hegemonía, etc.) y cómo la Guerra Fría, el mismo concepto de ésta, reformuló las ideas de Paz o de Guerra. De repente, la imagen de la Guerra como algo intrínsecamente violento (en recuerdo de lo que fueron las primeras guerras filmadas y fotografiadas masivamente y que aportaron pruebas evidentes de su destrucción material y especialmente humana como la Gran Guerra o la Segunda Guerra Mundial) dio paso a la idea de la Guerra como una amenaza latente y presente en la vida cotidiana de las personas: se habló de la Paz Simulada, de la ilusión de la Paz; pero la Guerra dejó de ser exclusivamente "caliente" para convertirse en "Fría". Y ésta daba más miedo en la medida en que se interpretaba como una Guerra Definitiva al ser o creer que sería de "destrucción total". Así, la saga de ciencia ficción más emblemática de la cinematografía mundial construyó los miedos de los sistemas mundiales de 1945-2022 con lemas/títulos como "Guerra de las Galaxias" o "Amenaza Fantasma".

Por último, la asignatura analizará el ya largo período de la posguerra fría que ha normalizado el concepto de "Guerra Fría" para definir los múltiples conflictos regionales y mundiales, así como culturales marcados por la tensión política entre bloques del más diverso talante (Rusia- China hacia EE.UU y la Unión Europea; Irán-Arabia Saudí; ¿Israel-Mundo Árabe?; Islam-Cristiandad; Islam-Islamismos; Cristiandad-Cristianismos.

Esta multipolaridad y multiculturalidad nos permite entender por qué, después de más de veinte años desde el fin de la Guerra Fría, todavía no hemos sido capaces de definir el período que nos ocupa más allá de la etiqueta de "posguerra fría". El debate existente hasta el inicio del siglo XXI sobre si el momento bipolar daría paso a un sistema unipolar hegemónico capitalizado por EE.UU ha periclitado y ha dado paso a uno multipolar caracterizado por el declive de Europa y Japón (que tuvo el momento álgido en los años noventa del siglo pasado), el imparable ascenso de China e India o los efectos del 11-S sobre la seguridad internacional serán algunas de las cuestiones que abordaremos en esta última parte del curso.

Amunt

Ésta es una asignatura optativa que complementa la materia llamada Historia Política: La Promesa Moderna. Por su carácter netamente contemporáneo, algunos de los recursos docentes se ofrecen en inglés, aunque lógicamente el alumnado debe entregar sus ejercicios no en inglés, sino en la lengua docente del aula.

Amunt

Objetivos:

* Identificar y reconocer críticamente los acontecimientos, perspectivas y marcos teóricos y conceptuales que nos ayuden a interpretar y comprender los procesos históricos regionales y globales más recientes a través de las relaciones diplomáticas, la guerra y la aspiración universal de la paz.

* Definir e identificar en toda su complejidad los conceptos de guerra, paz, relaciones diplomáticas y sistemas y órdenes internacionales.

* Saber distinguir entre sistema/as y orden/es internacional/les.

* Relacionar los diferentes sistemas y órdenes internacionales con sus correspondientes coyunturas históricas.

* Situar las diferentes alternativas políticas e ideológicas de la contemporaneidad en relación con los diferentes sistemas y órdenes internacionales, estableciendo qué papel jugaron en su definición.

 

Competencias:

CG1 - Formular preguntas de investigación adecuadas a los temas estudiados a partir de la familiaridad con el estado actual de los debates y problemáticas relevantes en el seno de la historia.

CT1 - Actuar de manera honesta, ética, sostenible, socialmente responsable y respetuosa con los derechos humanos y la diversidad, ya sea en la práctica académica como en la profesional, y diseñar soluciones para la mejora de estas prácticas.

CE1 - Identificar y reconocer críticamente los acontecimientos, marcos y perspectivas teóricas y conceptuales, que nos ayuden a interpretar y comprender los procesos históricos regionales y globales más recientes.

Amunt

Reto 1: Introducción

Los seres humanos han estado obsesionados en todas las épocas de la humanidad por su bienestar. La supervivencia individual o grupal ha puesto de manifiesto la necesidad de construir órdenes o sistemas de relación entre las personas. En su sentido más positivo, esto se ha traducido en redes de solidaridad, mientras que la dificultad para diseñar estas ha facilitado el estallido de conflictos armados. Porque si bien el ser humano es capaz de ser solidario, también tiene la facultad de ser extraordinariamente destructivo.

Aristóteles afirmaba que el hombre era sociable por naturaleza y que su marco natural de relación era la ciudad, en la que se dotó de los mecanismos e instituciones necesarios para su organización. Platón, algo mayor en edad, también estableció, en su obra La República, que la organización básica de los hombres se encontraba en ciudad. Era lógico que ambos pensaran de este modo, pues la Grecia de los siglos V-IV a. C. hay que entenderla como un sistema de ciudades independientes que, en distintos momentos y de distintas formas, podían crear alianzas comerciales, políticas, pero también militares. De hecho, Platón, en su diseño de la ciudad ideal no se olvidó de un factor fundamental: la defensa de ésta. Y entendía que debía existir un grupo de privilegiados, filósofos y militares a la vez, los Guardianes, que llevaran a cabo una misión que Platón consideraba sumamente compleja. Por eso, el Guardián no sólo debía ser alguien hábil físicamente en el combate, sino que también debía ser inteligente.

Platón hablaba de defensa, no de agresión. Y este matiz es básico para empezar a trabajar esta materia. El ser humano, a lo largo de su Historia, ha transitado con muchas dificultades entre la voluntad y necesidad de vivir en paz consigo mismo y sus congéneres, pero, al mismo tiempo, se ha visto abocado, por razones de supervivencia o de egoísmo supremo, a hacer uso de la Guerra.

A finales del siglo XVII, el filósofo inglés John Locke escribió un libro fundamental en la historia del pensamiento político titulado Ensayo sobre el gobierno civil, donde afirmaba que el hombre era libre por naturaleza. Que ni siquiera debía someterse a la autoridad del padre. Sin embargo, como la naturaleza del hombre era voluble, las sociedades podían sufrir graves trastornos como, por ejemplo, la agresión de un enemigo exterior. En ese caso, Locke afirmaba que los hombres, de mutuo acuerdo, podían facilitar la construcción de una sociedad entre iguales jurídicamente con el fin de defenderse. Dicho de otra forma, Locke señalaba que si los hombres y las sociedades se veían abocados a una guerra ésta sólo era justificable si era de defensa.

Locke estaba poniendo las bases intelectuales de las sociedades liberales de la contemporaneidad. De hecho, las tesis de Locke sirvieron a la Entente Cordiale para presentarse como los estandartes de la paz, dado que intervenían en la Gran Guerra en defensa de las pequeñas naciones que, como Bélgica y Serbia, habían sido agredidas por el militarismo prusiano.

Pero al igual que Locke reflexionó sobre la Paz y la Guerra, Immanuel Kant, filósofo ilustrado alemán del siglo XVIII, introdujo el concepto de solidaridad internacional apostando por crear una gran federación de estados y naciones unidas en defensa de la Paz. De hecho, Kant también estaba sentando las bases de un eslogan que tomaría mucha fuerza a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y hasta nuestros días, que es nada más y nada menos que el de "Guerra a la Guerra".

Todas estas consideraciones del mundo de los filósofos eran netamente políticas y contribuyeron a la tarea de construir sistemas y órdenes internacionales que pusieran sentido común a las derrotas provocadas por las guerras creando los mecanismos necesarios para mantener una paz difícilmente conseguida. Se suele señalar la Paz de Westfalia (1648) como el punto de partida de la idea de construir sistemas y órdenes de relaciones internacionales. Fue en un momento en que se salía de la larga y compleja Guerra de los Treinta Años (1618-1648).

Sin embargo, el orden político surgido de la Paz de Westfalia no debió de ser lo suficientemente perfecto en la medida en que, como se ha señalado, Locke en 1689 y Kant en la segunda mitad del XVIII tuvieron que hacer extensas reflexiones sobre cómo podía mantenerse perpetuamente la paz. Y así hasta el presente. De hecho, el sistema westfaliano tampoco surgió de la nada. Sólo hay que pensar cómo en el mundo cristiano de la Edad Media se extendieron las llamadas Asambleas de la Paz y la Tregua de Dios diseñadas, entre otros motivos, para establecer las normas y reglas que debían regir las relaciones entre soberanos y vasallos, entre soberanos y el Papado y entre los distintos órdenes sociales que conformaban las sociedades feudales.

Así, en esta introducción, se encontrarán toda una serie de lecturas que explican el sentido de las relaciones internacionales y sus diferentes formas como mecanismos de conquista de la paz y, si no de evitar la guerra, al menos minimizar sus efectos destructivos.

 

Reto 2: 1900-1945: Guerras Mundiales y Paces Armadas e Ilusorias

El período que ocupa la primera mitad del siglo XX está marcado por las rivalidades imperialistas forjadas a lo largo del siglo XIX, y, especialmente, durante su segunda mitad. Sin embargo, estas rivalidades imperiales no pueden explicarse sin dos fenómenos capitales de la vida política y económica de Europa y América: la construcción de los estados liberales-nacionales y el impacto del capitalismo comercial e industrial que, a raíz del modelo de modernización económica inglés (su famosa industrialización), se extendió por el conjunto de Europa y América con mayor o menor éxito.

Estos modelos de construcción nacional y económica de esencia estrictamente occidental fueron copiados de una manera muy particular por aquellos estados orientales que, deseosos de cambiar sus estructuras tradicionales de poder, vieron en la modernidad occidental una vía óptima para introducirse en el juego de rivalidades imperiales protagonizadas por las potencias europeas.

De hecho, las reglas del juego imperialista fueron diseñadas de forma oficial en la Conferencia de Berlín de 1884-1885. Fue un reparto territorial en toda regla cuyo objetivo era evitar un permanente estado de guerra entre las supuestas grandes potencias del momento. Era un reparto del mercado, de áreas de influencia política y militar de patronazgo estrictamente europeo, pero del que no querían quedarse al margen ni EE.UU ni el Imperio Meiji de Japón. De hecho, estadounidenses y nipones construyeron sus propias áreas de influencia: los primeros en el conjunto de América (rivalizando con los ingleses) y los segundos en Extremo Oriente y sudeste asiático.

No todo el mundo entre los participantes y los no participantes en la Conferencia de Berlín quedó satisfecho con el juego imperial diseñado. Por esta razón, las tensiones lejos de quedar apaciguadas y mortecinas, más bien se mantuvieron en permanente estado de alarma: la crisis de Fashoda, las Guerras Boers, la rebelión de los Boxers, las crisis marroquíes y las guerras balcánicas fueron señales en el camino que apuntaban, según los más pesimistas, hacia una posible conflagración bélica mundial.

Todas estas crisis se desarrollaron bajo un sistema de alianzas internacionales que, los politólogos del momento definieron como el sistema bismarckiano (en referencia al canciller de hierro alemán, Otto von Bismarck).

Ciertamente, en el verano de 1914, el diseño de expansión imperialista definido en Berlín en 1884-1885 y el sistema bismarckiano de alianzas fueron causas directas del estallido de la que en un primer momento se llamó Guerra Europea, y que, dada su mundialización y extensa participación humana, fue conocida como Gran Guerra para, a posteriori, ser definida como Primera Guerra Mundial.

La importancia de la Primera Guerra Mundial fue tal que muchos de sus protagonistas la definieron como una revolución que debía cambiar el mapa del mundo. Y, sin duda, la implicación de EE.UU en el conflicto de la mano del presidente Woodrow Wilson, implicó la introducción en el juego del sistema de estados internacional de los conceptos de "nacionalismo" y "derecho de las naciones a decidir por ellas mismas". Las dos revoluciones rusas de 1917 y el posterior Tratado de Brest-Litovsk de marzo de 1918 se fundamentaron en este planteamiento. Tanto éste como los posteriores tratados de Versalles, Sevres y Neully (1919-1921) elevaron a la categoría de derecho y justicia universal la disolución de los Imperios para dar paso a la construcción de numerosos y nuevos pequeños estados nacionales.

Para ratificar esta idea se creó la Sociedad de Naciones bajo inspiración del demócrata sureño Woodrow Wilson. La idea era proteger a las soberanías nacionales y el derecho de las minorías en los estados plurinacionales, así como poner límites a las ambiciones imperialistas.

Pero estas buenas intenciones (que se definieron como wilsonianas) entraron en crisis de forma inmediata. El país del promotor de la SDN, EE.UU., votó en contra de su incorporación en la nueva institución de carácter supranacional. Esto dejaba a la SDN como un instrumento de poder de los intereses de Francia y Gran Bretaña. O, al menos, así se entendió en el concierto de las naciones o en el orden internacional surgido en la posguerra.

El nuevo mundo de los estados-nacionales, supuestamente democrático e igualitario, se pervirtió ante una interpretación racial y étnica de los presupuestos ideológicos wilsonianos: buena parte de las delegaciones que confeccionaron el mapa de Europa y del mundo de la posguerra identificaron al estado -nacional como étnicamente homogéneo. Fue el caso de Pal Teleki, primer ministro de Hungría en diferentes momentos a lo largo de los años veinte y treinta, que exigía un estado magyar puro en el que había que magyarizar eslovacos y otras minorías nacionales ubicadas en su territorio nacional.

La cuestión racial y étnica diseñó la mayor parte de los movimientos nacionalistas del período de entreguerras, siendo el caso más paradigmático y conocido el del nacional-socialismo alemán. Aunque estas conjeturas también fueron propias de los espacios de izquierdas: así, en lugares tan alejados geográficamente entre sí como Polonia o Argentina, convivían el Partido Socialista Polaco o Argentino con los correspondientes Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia (conocido por BUND) o el Partido Sionista Socialista de Argentina.

En definitiva, el período de entreguerras se convulsionó ante la multiplicidad de conflictos nacionales e interraciales que se extendieron por todo el mundo y que, ante su más que difícil solución, acabaron jugando un papel determinante en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, las pretensiones de reunificación nacional de la política gubernamental del nacional-socialismo alemán condujeron a una política de expansión territorial de Alemania por Centro-Europa y Europa del este. Y, por otro lado, Japón potenció una política de expansión imperialista por el continente asiático que, paradójicamente, se justificó a partir de una retórica antiimperialista de apoyo a los pueblos colonizados por las grandes potencias europeas occidentales, mostrando a Francia y Gran Bretaña, principalmente, como los grandes enemigos imperialistas a abatir.

La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto el fracaso de la Paz firmada en los tratados de Versalles, Sevres y Neully. También constató en buena parte de la opinión pública mundial la incapacidad de la SDN para gestionar la paz en el mundo. Una incapacidad que tenía un defecto de origen: la Sociedad de Naciones no fue interpretada como una Sociedad de todas las Naciones, ya que los derrotados militarmente (como Alemania) y simbólicos (como Italia, Japón o la URSS) de la Gran Guerra dieron la espalda a la SDN en diferentes momentos del período de entreguerras.

En rigor, las lecturas que acompañan a esta presentación inciden y ayudan a entender las dificultades de sustituir los sistemas bismarckianos y las rivalidades coloniales e imperiales en un sistema tendente a consolidar la paz mundial.

 

Reto 3: 1945-1990: La Paz Incierta de la Guerra Fría

Hay quien define a la Guerra Fría como un modelo de relaciones internacionales. Sin embargo, este largo periodo que siguió a finales de la Segunda Guerra Mundial fue mucho más complejo. De entrada, cabe afirmar que la Segunda Guerra Mundial fue una coyuntura en la que se intentaron diseñar e imponer varios modelos de orden internacional. Por un lado, aquel que giró en torno a las potencias del Eje y sus aliadas; y por otro, la que se fue configurando a partir de lo que se conoció como el bando de los Aliados.

Tanto la Alemania nacional-socialista como el Imperio japonés fundamentaron su política de expansión militar y territorial con un discurso dual que justificaba las diferentes conquistas militares como acciones de liberación nacional: la rendición de Francia, en junio de 1940, condujo a la creación de la "État Français", conocido popularmente como el Régimen de Vichy; la caída de Checoslovaquia comportó el establecimiento del Slovenská republika o República Eslovaca; o la Nezavisna Dr¿ava Hrvatska (NDH) o Estado Independiente de Croacia. Todos ellos aliados, obviamente, de la Alemania Hitleriana.

Así, en lo que respecta al Imperio Japonés, éste explicitó su estrategia imperialista de conquista de Asia a partir de una retórica, paradójicamente, antiimperialista. Llamaron a diferentes movimientos anticolonialistas a sublevarse contra los amos coloniales europeos occidentales: Francia, Gran Bretaña, Portugal y Países Bajos. Movimientos como el indonesio aceptaron los cánticos de sirena de los nipones y pusieron la semilla del proceso de descolonización que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, descompuso los diferentes imperios occidentales en Asia: Indonesia (1945-1949), India-Pakistán (1947-1948), Birmania (1948) o Indochina (1954) entre otros.

La derrota del Eje, por tanto, desmontó una tentativa de orden internacional o mundial de corte autoritario, ultranacionalista y etnicista. Hay que tener presente que los japoneses, a pesar de su retórica antiimperialista, mantuvieron un duro racismo frente a chinos, coreanos y otros pueblos del sudeste asiático a los que definían como inferiores.

Así, si bien, en Asia, los japoneses pusieron la semilla de la descolonización de las décadas de 1940 a 1972, la Guerra contra el III Reich en el Viejo Continente puso la semilla, bajo el patronazgo de la URSS, de la liberación anti-capitalista y nacional obrerista de la Europa del Este, mientras que en Europa Occidental, británicos y estadounidenses se esforzaron en reeditar el viejo eslogan wilsoniano de construir un mundo de democracias.

En rigor, la victoria Aliada en todo el mundo no fue políticamente homogénea. Y más complicado: no supuso volver a lo ya existente antes de la Guerra. En Reino Unido, a pesar de la victoria, el electorado castigó al Partido Conservador de Churchill y dio el gobierno del Imperio a los laboristas. En Francia, los partidos de la preguerra se descompusieron a excepción de los socialistas y los comunistas, pero todos tuvieron que bailar al son marcado por el héroe del momento: el General Charles de Gaulle. Pero ni los demás pudieron mantener sus imperios. Ni la Commonwealth ni la Unión Francesa, creada en 1947, lograron disimular bajo un barniz de federalismo lo que eran realmente: unos imperios coloniales.

El hundimiento progresivo de Gran Bretaña y Francia como árbitros de la política mundial fue paralelo a la aparición y consolidación de dos nuevos Imperios, que fueron los que al fin y al cabo habían derrotado de verdad al Eje: el Imperio Estadounidense y el Imperio Soviético. Esta nueva rivalidad concretó lo que es el tema básico de esta unidad: la Guerra Fría.

Pero en el momento de iniciarse (1947-1949) la Guerra Fría, los ganadores de la Segunda Guerra Mundial ya habían puesto en funcionamiento un nuevo marco de relaciones internacionales que tenía por objetivo resolver los conflictos entre estados a través del diálogo y la razón, y para ello constituyeron la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. El concepto Naciones Unidas fue planteado, en 1942, por el presidente de EE.UU. Franklin Delano Roosevelt para definir el conjunto de países que se habían aliado para luchar contra los estados del Eje.

Sin embargo, la trayectoria de la ONU fue difícil y compleja, porque los ganadores de la Segunda Guerra Mundial rápidamente pusieron en evidencia sus diferencias políticas y estratégicas. La Guerra Fría parecía un conflicto entre capitalistas y comunistas, en lo que era un reduccionismo notorio de una realidad mucho más compleja: Ni Gran Bretaña, ni mucho menos Francia aceptaron completamente el liderazgo estadounidense. Y en el bloque comunista, Yugoslavia y China pusieron de manifiesto que la supuesta comunión ideológica implicara compartir los mismos objetivos políticos. Así, China y Yugoslavia compitieron por liderar lo que conocemos como Movimiento de los Países No-Alineados, que, a su manera, intentó construir un sistema internacional alternativo al de los dos bloques hegemónicos.

La descolonización, por tanto, jugó un papel capital en la Guerra Fría, pero los actores que intervinieron no actuaron con la total lealtad que el binomio capitalismo-comunismo podía comportar: EE.UU sustituyó neocolonialmente a Francia en Indochina. La Sudáfrica del Apartheid estuvo anatematizada por Gran Bretaña, pero las convicciones marxistas del Congreso Nacional Africano (CNA) condujeron a EE.UU a tolerar el anticomunista régimen Afrikaner, que recordaba la realidad de los estados del sur de EE.UU.

Por último, resaltar que todo este contexto de rivalidades imperiales o neoimperialistas estaba condicionado por una realidad bélica angustiosa: las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, lanzadas por EE.UU en agosto de 1945, y que facilitaron el fin de la Guerra en el Pacífico, iniciaron lo que se llamó la Era Nuclear. Pero también condicionó el sentido de la guerra: ésta ya no iba a librarse exclusivamente entre ejércitos regulares o entre ejércitos irregulares como las guerrillas anticolonialistas. Ahora, la amenaza de la Bomba debía condicionar la política de bloques y el orden mundial concretado en la ONU. Y esta amenaza dio paso a dos organizaciones militares internacionales: la OTAN y el Pacto de Varsovia.

En definitiva, la Guerra Fría potenció y modernizó el espionaje, las carreras espacial y armamentista (con la colaboración y utilización, tanto por parte de soviéticos como de estadounidenses, de ingenieros y científicos de pasado nazi. Así, a pesar de la fuerte carga ideológica del conflicto, la razón de estado se mantuvo por encima de cualquier razonamiento político: los EE.UU. acabaron por establecer relaciones con la República Popular China, dado que compartían un enemigo común: la URSS.

La guerra fría terminó en 1991 con el desmembramiento de la URSS y la caída de los regímenes comunistas de la Europa del Este a raíz de un hecho simbólico de primera magnitud: la caída del Muro de Berlín en 1989.

Las lecturas que acompañan a este Reto/Actividad describen y analizan el orden y los sistemas de relaciones internacionales que dominaron el contexto de la Guerra Fría y que ayudan a elaborar la PAC correspondiente a esta unidad.

 

Reto 4: 1990-2022: El ¿desorden? del orden. Regionalización o multiplicidad de centralidades

El fuerte contenido ideológico de la Guerra Fría permitió acotar de forma clara y obvia la existencia de dos bandos: el comunista y el capitalista con sus pertinentes aliados. Incluso, el Movimiento de los Países No alineados permitió ver dentro de un mismo saco a aquellos países que no querían comprometerse con las dos grandes potencias armamentísticas y nucleares del período.

La claridad de este conflicto binario de "buenos" y "malos" que supuso la Guerra Fría, es lo que hizo y ha hecho que el Nuevo Orden Mundial surgido de ésta haya sido contemplado como un período de conflictos de todos contra todos y donde los enemigos de un día son los amigos del siguiente y así continuamente.

Lo cierto fue que los intelectuales conservadores del mundo occidental creyeron que el fin de la Guerra Fría había supuesto el Fin de la Historia: desde un punto de vista norteamericano era el triunfo de la democracia, el liberalismo económico y de la hegemonía mundial sin discusiones de EE.UU. Por tanto, éstos creyeron que el nuevo orden mundial giraría a su alrededor, tanto por lo que respecta a las grandes instituciones de tipo internacional, como la ONU, el FMI, la OTAN y tantas otras, como por lo que suponía en el terreno político: de repente, se creía que los enemigos habían desaparecido, porque el gran enemigo había sido la URSS, y, a partir de ese momento, su heredera, Rusia, se había rendido a los designios estadounidenses, o por lo menos esto se creyó en los años que la Federación Rusa estuvo presidida por Boris Yeltsin.

El ascenso de un político que había formado parte de la función pública soviética (porque los servicios secretos formaban parte del Estado obviamente), Vladimir Putin, dio un giro a la situación de unipolaridad que EEUU había querido imponer a raíz de la caída de la URSS.

Sin embargo, no fue sólo Rusia quien empezó a cuestionar la unipolaridad estadounidense. La República Popular China llevó a cabo un proceso de vertiginosa industrialización desde los años setenta del siglo XX que, en la actualidad, ha sido capaz de desterrar a Japón, del que se creía, al menos durante los años noventa, que sería el eterno dominador económico del continente asiático y que marcaría las pautas económicas y digitales en el mundo occidental. La consolidación de los dragones asiáticos, como Corea del Sur entre los más destacados, puso de manifiesto que la fuerza económica mundial estaba oscilando hacia el Lejano Oriente.

Lo que estaban evidenciando estos movimientos económicos era precisamente que la economía estaba ganando la partida a la ideología. Ya no había comunistas y capitalistas (a pesar de la existencia nominativa de repúblicas Socialistas como Cuba, Corea del Norte o la propia China), sino que el juego económico se jugaba en el terreno de juego del capitalismo global más ultraliberal y agresivo. Y esto hacía más difícil crear una dinámica política basada en la existencia de unos "buenos" democráticos y unos "malos" agresivos y sanguinarios.

En este sentido, tanto EE.UU, como la Rusia de Vladimir Putin encontraron en el mundo árabe-islámico la tabla de salvamento ideológica: Irak de Sadam Hussein (1991 y 2003-2011), Afganistán de los Talibanes (2001- 2021) o el Al Qaeda de Usama Bin Laden por los estadounidenses, o los rebeldes chechenos (1999-2009) para Rusia fueron el enemigo óptimo para reconstruir sus respectivos discursos nacionales. Nacionalismo y cristianismo (protestante los unos y ortodoxo los otros) fueron los elementos discursivos que sustituyeron a la vieja retórica de la Guerra Fría. Tanto EE.UU, como Rusia, pero también los integrantes de la Unión Europea, sufrieron los efectos de la eclosión de los fundamentalismos islámicos armados. La confrontación Occidente-Oriente ya no era la de los bloques Occidental capitalista y Oriental comunista. Ahora Occidente también era Rusia y el Oriente "malo" era el Islam.

Sin embargo, las primaveras árabes (2010-2012) demostraron que el enemigo de "Oriente" no representaba a todo Oriente Próximo y Medio. Las sociedades árabes e islámicas eran mucho más complejas. De entrada, existía una rivalidad de cariz religioso que contraponía a chiíes y suníes, que, en cierta forma se tradujo en una Guerra Fría entre Irán y Arabia Saudí. Y, curiosamente, esta Guerra Fría volvió a redefinir, bien entrado el siglo XXI, el posicionamiento en bandos distintos de EE.UU y Rusia. Los primeros cercanos a la monarquía saudí y los segundos a Irán (pero más bien por su apoyo a la Siria de Bashir el Asad en la guerra civil Siria donde EE.UU. apoyaba a los rivales del jefe de estado sirio).

De repente, el orden mundial volvía a redefinirse en un breve espacio de tiempo. Pero ahora ya marcado por un fenómeno mundial: la imposición de la tecnología y las redes digitales como vía básica de las relaciones sociales y económicas. Pero también extraordinariamente útiles en el ámbito del espionaje y la guerra. Es más, las guerras de África (a menudo olvidadas por los medios de comunicación occidentales) tienen por objetivo controlar los centros de recursos minerales que permiten el buen funcionamiento de los aparatos y tecnologías digitales.

La epidemia mundial del cóvid-19, que ha transformado completamente el mundo de los negocios y del trabajo, dando paso a una ola de salvaje ultraliberalismo económico que ha descompuesto las tradicionales ideologías hegemónicas del siglo XX como la democracia-cristiana, el socialismo o el comunismo, y que ha reconvertido al fascismo estatalista e intervencionista en ultranacionalismo neoliberal capaz de recoger el malestar de los sectores obreros del mundo occidental. Un discurso alternativo que ha sabido y sabe competir con la retórica ecologista antineoliberal.

Las lecturas de este reto recogen de forma esmerada y extensa cada uno de los aspectos expuestos y analizan con profundización las dificultades de crear un orden mundial ordenado que supere el "todos contra todos" que domina las relaciones internacionales y que la Guerra Russo-Ucrania (2022) parece que ha ayudado a definir.

Amunt

Reto 1: Introducción

Referencias básicas:

Lawson, George. "The rise of modern international order". En: John Baylis et al.. The Globalization of World Politics. Oxford University Press, 2020. p. 39-53. ISBN 9780198825548

Kissinger, H. "Europa. El orden internacional pluralista". En: Kissinger, H. Orden Mundial. Barcelona : Debate, 2016. p. 23-58. ISBN 9788499925714        

Kissinger, Henry. "El sistema europeo de equilibrio de poder y su fin". En: Kissinger, Henry. Orden Mundial. Barcelona : Debate, 2016. p. 59-103. ISBN 9788499925714

Barbé, Esther. "Hechos e ideas: los paradigmas o mapas mentales del teórico". En: Barbé, Esther. Relaciones Internacionales. Madrid: Tecnos, 2020. p. 56-72. ISBN 9788430945535  

 

Reto 2: 1900-1945: Guerras Mundiales y Paces Armadas e Ilusorias

Referencias básicas:

Antony Best et alli. "Cap 1. Great power rivalry and the world war, 1900-17". En: Antony Best et alli. International History of the Twentieth Century and Beyond. Oxon ; New York: Routledge, 2015. p. 6-32. ISBN 9780415656429

 

Antony Best et alli. "Cap 2. The search for european stability, 1917-29". En: Antony Best et alli. International History of the Twentieth Century and Beyond . Oxon ; New York : Routledge, 2015. p. 35-59. ISBN 9780415656429

Antony Best et alli. "Cap 7. The path to european war, 1930-39". En: Antony Best et alli. International History of the Twentieth Century and Beyond. Oxon ; New York : Routledge, 2015. p. 165-196. ISBN 9780415656429

Watson, Adam. "The European systems becomes worldwide". En: Watson, Adam. The Evolution of International Society: A Comparative Historical Analysis. New York : Routledge, 2009. p. 265-276. ISBN 9780415452106

 

Kegley, Charles W.; Blanton, Shannon Lindsey. "Cap 3. Great Powers Rivalries and Relations". En: Kegley, Charles W.; Blanton, Shannon Lindsey. World Politics. Trend and Transformation . Boston, MA : Cengage Learning, 2011. p. 64-99. ISBN 9780495906551

 

José Luís Neila Hernández. "La paz de París y la configuración del nuevo sistema internacional (1919-1923)". En: Juan Carlos Pereira Castañares. Historia de las Relaciones Internacionales Contemporáneas. Barcelona: Ariel, 2009. p. 319-347. ISBN 9788434418356

Martínez Lillo, Pedro Antonio. "La Paz Ilusoria: La seguridad colectiva en los años veinte, 1923-1933". En: Pereira Castañares, Juan Carlos. Historia de las Relaciones Internacionales Contemporáneas. Barcelona: Ariel, 2009. p. 349-366. ISBN 9788434418356

 

Reto 3: 1945-1990: La Paz Incierta de la Guerra Fría

Referencias básicas:

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  1. Keylor, William . "Cap 12. The Resurgence of the East-West Tensión, 1975-1985". En: R. Keylor, William . The Twentieth-Century World and Beyond. New York : Oxford University Press, 2006. p. 352-364. ISBN 9780195168433

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Reto 4: 1990-2022: El ¿desorden? del orden. Regionalización o multiplicidad de centralidades

Referencias básicas

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Michael Cox. "Cap 4. From the end of the cold war to a new world dis-order?". En: John Baylis et al.. The Globalization of world politics : an introduction to international relations. Oxford University Press, 2020. p. 70-83. ISBN 9780198825548

Mazower, Mark. "Cap 13. La ley de la humanidad". En: Mazower, Mark. Gobernar el mundo: historia de una idea desde 1815. Valencia: Barlin Libros, 2018. p. 477-508. ISBN 9788494668364

William R. Keylor. "Epilogue: A World of Nations in a Gobalization Era". En: Keylor, William R. A World of Nations: the international order since 1945. New York : Oxford University Press, 2009. p. 449-459. ISBN 9780195337570

Amunt

El proceso de evaluación se fundamenta en el trabajo personal del estudiante y presupone la autenticidad de la autoría y la originalidad de los ejercicios realizados.

La falta de autenticidad en la autoría o de originalidad de las pruebas de evaluación; la copia o el plagio; el intento fraudulento de obtener un resultado académico mejor; la colaboración, el encubrimiento o el favorecimiento de la copia, o la utilización de material, software o dispositivos no autorizados durante la evaluación, entre otras, son conductas irregulares en la evaluación que pueden tener consecuencias académicas y disciplinarias graves.

Estas conductas irregulares pueden comportar el suspenso (D/0) en las actividades evaluables que se definan en el plan docente -incluidas las pruebas finales- o en la calificación final de la asignatura, sea porque se han utilizado materiales, software o dispositivos no autorizados durante las pruebas, como por ejemplo redes sociales o buscadores de información en internet, porque se han copiado fragmentos de texto de una fuente externa (internet, apuntes, libros, artículos, trabajos o pruebas de otros estudiantes, etc.) sin la citación correspondiente, o porque se ha llevado a cabo cualquier otra conducta irregular.

Así mismo, y de acuerdo con la normativa académica, las conductas irregulares en la evaluación también pueden dar lugar a la incoación de un procedimiento disciplinario y a la aplicación, si procede, de la sanción que corresponda, de conformidad con lo establecido en la normativa de convivencia de la UOC.

En el marco del proceso de evaluación, la UOC se reserva la potestad de:

  • Solicitar al estudiante que acredite su identidad según lo establecido en la normativa académica.
  • Solicitar al estudiante que acredite la autoría de su trabajo a lo largo de todo el proceso de evaluación, tanto evaluación continua como evaluación final, por medio de una prueba oral o los medios síncronos o asíncronos que establezca la universidad. Estos medios tendrán por objeto verificar los conocimientos y las competencias que garanticen la autoría; en ningún caso implicarán una segunda evaluación. Si no es posible garantizar la autoría del estudiante, la prueba será calificada con D, en el caso de la evaluación continua, o con un Suspenso, en el caso de la evaluación final.

    A estos efectos, la UOC puede exigir al estudiante el uso de un micrófono, una cámara u otras herramientas durante la evaluación; será responsabilidad del estudiante asegurar que tales dispositivos funcionan correctamente.

Amunt

La asignatura solo puede aprobarse con el seguimiento y la superación de la evaluación continua (EC). La calificación final de la asignatura es la nota obtenida en la EC.

 

Amunt