"Los lobbistas me hacen entender un problema en diez minutos mientras que mis colaboradores
tardan tres días."
John Fitzgerald Kennedy
Si bien esta frase no resume el contenido de la asignatura Lobbismo y grupos de influencia, sí que compendia el espíritu de las páginas que siguen: ofreceros los conocimientos
suficientes para saber diseñar y, llegado el caso, implantar una estrategia de lobbismo,
elaborando una argumentación tan convincente como eficaz para influir en la toma de
decisiones de los poderes públicos.
En efecto, la asignatura Lobbismo y grupos de influencia analiza una parte esencial de las relaciones institucionales –a su vez, sector de
las relaciones públicas–, como es el proceso de establecimiento, mantenimiento y/o
modificación de las relaciones entre las organizaciones y los poderes públicos. Este
proceso se estructura con los mismos elementos que las relaciones públicas y, por
consiguiente, a pesar de su dimensión persuasiva, debe implementarse bajo la bandera de los más
altos estándares éticos.
El nombre de la asignatura se refiere a dos fenómenos indefectiblemente unidos: el
lobbismo (lobbying, en inglés), en tanto que estrategia comunicativa, y los grupos de influencia, en
tanto que promotores-emisores de este proceso. Pero ¿por qué centrarse en elemento
emisor del lobbismo y no en aquel que precisamente los categoriza como forma específica
de las relaciones públicas: los poderes públicos? Dos son las razones para ello.
En primer lugar, porque los poderes públicos son los públicos objetivo del lobbismo
y su función es más estática que dinámica en el proceso estratégico, en contraposición
a las organizaciones que los promueven, los grupos de influencia, que no son únicamente
los dinamizadores del proceso, sino que su naturaleza de organización con capacidad
de influencia es consustancial con el ejercicio del lobbismo. Y ésta es, precisamente,
la segunda y principal razón: el lobbismo es ejercido por los grupos de influencia,
constante o circunstancialmente, en función de la idiosincrasia de cada grupo, y los
grupos que se denominan "de influencia" lo son porque, regular o puntualmente, emprenden
estrategias de lobbismo. Grupos de influencia y lobbismo son, así, las dos caras de
una misma moneda: la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones o,
dicho en otras palabras, la democracia participativa.
Por este motivo, y antes de seguir, queremos dejar claro qué entendemos por grupos
de influencia y por lobbismo. Aunque en los módulos respectivos se analizarán estos
conceptos, queremos dejar claro desde el principio de qué estamos hablando, con el
fin de orientaros de entrada, antes de adentraros en las descripciones más académicas
de ambos fenómenos.
Un grupo de influencia es una estructura social que representa los intereses de una
porción específica de la sociedad y que influye en el espacio público. Este concepto genérico implica que cuando hablamos de "grupo de influencia" no sólo
nos referimos a los tradicionales grupos de presión, es decir, agrupaciones de personas
u organizaciones para la defensa de un interés común. En la actualidad, un grupo de
influencia puede ser, y de hecho en muchos casos es, una empresa, normalmente una
gran compañía, cuyo poder es en muchas ocasiones superior al de ciertos estados. Así,
nadie dudará de que la influencia de una compañía como Endesa o Repsol sea superior
a la de una asociación para la defensa de los animales, por ejemplo. Y, en cambio,
según la teoría clásica, sólo esta última encajaría en la definición de grupo de interés
o de presión.
Por su parte, el lobbismo es el proceso estratégico (de relaciones públicas) de un grupo de influencia
dirigido a los poderes públicos con el fin de conseguir la adhesión de éstos a su(s)
tesis para que orienten su toma de decisiones en el sentido deseado y favorable a
los intereses de dicho grupo. Para influir sobre los poderes públicos, el lobbismo es la vía comunicativa que
permite conseguirlo. Naturalmente, el concepto de poderes públicos excluye al poder
judicial, que ya tiene establecidos los cauces formales a través de los cuales dirigirse
a él para dirimir conflictos de intereses, los procedimientos judiciales, y los actores
que intervienen en él, abogados y procuradores.
Por todos estos motivos, el fenómeno de los grupos de influencia puede enfocarse,
como hacemos en esta asignatura, desde la perspectiva de las relaciones públicas.
Desde esta óptica, hemos evitado, en la medida de lo posible, que los dos primeros
módulos contuvieran exclusivamente enseñanzas propias de la ciencia política y del
derecho comunitario europeo que podéis encontrar en asignaturas de otros estudios
universitarios, como Derecho o Ciencias Políticas y de la Administración.
Desde el ángulo de las relaciones públicas, en las situaciones de controversias públicas
diferentes actores pueden ser llamados a hacer valer sus puntos de vista, recurriendo
a distintas técnicas de influencia sobre los poderes públicos, incluidas las presiones
en el espacio público, como formas de comunicación, utilizando la retórica en el sentido
expuesto por la moderna teoría de las relaciones públicas; es decir, la retórica como
el uso del discurso para incitar a partes en conflicto a adoptar una postura mutuamente
satisfactoria; como diálogo que permite mejorar la sociedad procediendo a un examen
minucioso de los hechos, de las demandas y de los valores de nuestra sociedad.
De hecho, la alimentación de los debates públicos puede considerarse como un indicio
de salud democrática a través de la expresión plural de las opiniones en nuestras
sociedades, en el sentido en el que lo entendían Aristóteles y Platón. Pero, además,
es necesario que estas comunicaciones se ejerzan sin lesionar el derecho de los ciudadanos
y de los gobiernos a recibir una información veraz. El recurso a la propaganda, en
el sentido de difusión de una información falsa o manipulada, está todavía asociado
a la acción de los grupos de influencia y del lobbismo.
Desde la óptica de las relaciones públicas, un público es un grupo de individuos que comparten un interés común y cuyas actividades influyen
en la organización, y/o al que influye las actividades de la organización. Por tanto,
los grupos de influencia son estructuras inherentes a la teoría y práctica de las
relaciones públicas, hasta el punto que han dado lugar a todo un cuerpo de conocimiento
en torno a los llamados "grupos activistas".
Los públicos calificados como activistas son, sin embargo, actores sociales importantes
en la elaboración del discurso público. Así lo contempla también la doctrina actual
de las relaciones públicas. Además de estudiar cómo las organizaciones reaccionan
ante los grupos activistas, debemos estudiar el modo como estos grupos practican sus
relaciones públicas. Por sus habilidades de relaciones públicas los grupos activistas
se han convertido en potentes adversarios de las potencias financieras y políticas,
así como de otras grandes organizaciones.
Podemos entonces considerar estas actividades de relaciones como el conjunto de actividades
comunicativas desplegadas por todo tipo de organizaciones (excepto los partidos políticos,
aunque con las reservas que expondremos en su momento), desde los grupos de interés
hasta las empresas, pasando por organismos públicos y organizaciones no lucrativas,
con el fin de influir en las decisiones de gobiernos, de modificar leyes, de hacer
que se aprueben otras, o simplemente de hacer que los representantes políticos se
adhieran a sus tesis.
Llegados a este punto, es el momento de ver la estructura de la asignatura, que se
compone de cuatro módulos didácticos.
El primero os introduce en el mundo de los grupos de influencia, analizando qué son,
qué tipologías incluye, su legitimidad democrática y cuáles son sus principales elementos.
Asimismo, se analizan figuras afines que, con una dimensión de influencia innegable,
no siempre han sido considerados como tales. La especial atención a los think tanks y advocacy tanks, principales actores del llamado "marketing de las ideas", se debe a que están convirtiéndose
en los más destacados aliados, voluntarios o involuntarios, de los grupos de influencia
a la hora de legitimar los argumentos que éstos transmiten a los decisores públicos
en defensa de sus intereses, cuando no actúan ellos mismos, especialmente los advocacy tanks, a través de iniciativas de lobbismo.
Los grupos de influencia desarrollaron un papel crucial en la construcción europea
y en la actualidad son protagonistas de la toma de decisiones de las instituciones
de la Unión Europea. El complejo sistema decisorio comunitario, participado por multitud
de actores e instancias político-administrativas que, a su manera, compiten entre
sí, lo convierte en un escenario idóneo para una activa representación de intereses
públicos y privados. De ahí que el lobbismo no sólo sea una parte importante de las
relaciones públicas, sino que hoy en día constituye el mayor ejemplo de la práctica
de las relaciones públicas en contextos internacionales. Por estas razones, el segundo
módulo se destina a analizar el papel de los grupos de influencia en la construcción
e integración europeas, así como las diferentes vías de acceso de los grupos de influencia
a las instituciones comunitarias.
Los dos últimos módulos se centran en el lobbismo (módulo 3) y su estrategia (módulo
4). El tercero aborda su definición, funciones, estructura profesional y legitimidad,
acordando un significativo espacio a la cuestión de su regulación jurídica y deontológica,
seguramente el tema más debatido cuando se trata de analizar el lobbismo. Su percepción
peyorativa, que suele asemejarlo al tráfico de influencias, ha propiciado el debate
y algunas iniciativas en ese sentido, entre las que destacan las de Estados Unidos,
Canadá y la Unión Europea. El lobbismo es una actividad legítima si se practica desde
su función informativa, es decir, como estrategia de información a los poderes públicos
para que tomen las decisiones más justas posibles; pero la información no excluye
la persuasión: se trata de influir informando de la bondad de nuestros intereses con
informaciones creíbles y veraces. Cualquier otro comportamiento debe rechazarse dentro
del lobbismo.
Finalmente, el último módulo se centra en el proceso estratégico del lobbismo, es
decir, en la gestión de relaciones estratégicas con los poderes públicos. En tanto
que estrategia de relaciones públicas, la exposición se estructura de acuerdo con
el método IPEE (investigación, planificación, ejecución, evaluación) estudiado en la asignatura Teoría y técnicas de las relaciones públicas I, con las peculiaridades propias de su estructura. No se incluyen las estrategias
de relaciones con los medios de comunicación, muy relevantes en la práctica del lobbismo,
por constituir una parte esencial de la asignatura Teoría y técnicas de las relaciones públicas II. Lo mismo ocurre con otras técnicas, como la organización de eventos.
A pesar de que el lobbismo puede practicarse, y de hecho se practica, ante cualquier
tipo de autoridad pública, su estudio se ha centrado principalmente en su operatividad
ante las instituciones comunitarias, que constituyen el contexto primordial en el
que los futuros lobbistas de los Estados miembros de la Unión Europea van a desarrollar
su actividad.
En cada módulo se presenta además una bibliografía que trata de recoger los textos
básicos sobre cada contenido. No es fácil encontrar libros escritos en castellano
sobre este tema. De hecho, en España sólo se han escrito tres, el primero en 1995
(Alonso Pelegrín: El Lobby en la Unión Europea), el segundo en 1998 (Xifra Triadú: Lobbying: Cómo influir eficazmente en las decisiones de las instituciones públicas) y el último, el más actual, en el 2006 (Martins Lampreia: Lobby: ética, técnica y aplicación). Los tres son recomendables salvando las distancias de la fecha en la que fueron
escritos los dos primeros, especialmente en lo que se refiere a los cambios sufridos
por los sistemas nacional y europeo de toma de decisiones. La bibliografía es, pues,
eminentemente anglófona y francesa, tal y como reflejan las referencias que se hallan
en el texto y en las bibliografías básica y complementaria; a pesar de todo, la mayoría
de manuales generales de relaciones públicas dedican un capítulo a las relaciones
institucionales y al lobbismo.