Relaciones estratégicas con los poderes públicos

  • Jordi Xifra Triadú

     Jordi Xifra Triadú

    Doctor en Publicidad y Relaciones Públicas. Profesor titular de Estrategias de relaciones públicas y comunicación corporativa del Departamento de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), donde lidera la línea de investigación sobre comunicación y grupos de influencia de la Unidad de Investigación en Comunicación Audiovisual (UNICA).

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Índice

Introducción

Las etapas del proceso estratégico del lobbismo, como el de las relaciones públicas (de las cuales forma parte), son las del método IPEE y componen las unidades de este módulo:
1) investigación,
2) planificación,
3) ejecución (comunicación), y
4) pevaluación.
Cada una de ellas incluye las actividades propias de todo proyecto de relaciones públicas más las específicas para el establecimiento, el mantenimiento o la modificación de las relaciones con los poderes públicos.
Algunos lobbistas, como Martins (2006), distinguen entre los proyectos de lobbismo, las acciones, los programas y las campañas. Aunque desde el punto de vista teórico todos ellos sean proyectos de lobbismo, en la práctica profesional cada una de estas formas de actuación tiene sus propias características.
Las acciones de lobbismo son actividades puntuales ante públicos concretos, como un diputado o un alto funcionario, con el propósito, por regla general, de lograr un objetivo de manera inmediata o a corto plazo. Este rasgo de inmediatez es incompatible con objetivos complejos, polémicos o ambiciosos. Son acciones, por ejemplo, el envío de un correo electrónico a un eurodiputado, la celebración de una reunión con un director general, o el envío de un position paper (una técnica consustancial del lobbismo que analizaremos con detenimiento más adelante) a un determinado órgano colegiado (una comisión parlamentaria, sin ir más lejos) para dar a conocer el posicionamiento de un grupo de influencia.
Los programas de lobbismo constituyen un conjunto de actividades que se pueden aplicar tanto en el lobbismo directo como, paralelamente, en el lobbismo de base (grassroots lobbying) o en el de altura (grasstop lobbying) para llegar a un público bastante más amplio. A diferencia de las acciones de lobbismo, cuya duración máxima es de dos o tres semanas, la duración de los programas de lobbismo puede prolongarse varios meses.
Las campañas de lobbismo, por su parte, están enfocadas a influir sobre decisiones importantes. Martins (2006) las perfila con las siguientes características:
  • Larga duración: algunas campañas se prolongan durante dos o tres años.

  • Alcance y repercusión transnacional: la mayoría se implementan en varios países simultáneamente.

  • Conjugan estrategias de grassroots, grasstop y lobbismo directo.

  • Recurre a la colaboración de otros representantes activos (coalition building), a aliados naturales y potenciales, a través de otros grupos de influencia y ONG.

  • En ocasiones se intenta movilizar directamente a la opinión pública solicitando a los ciudadanos que se manifiesten de manera activa mediante el envío de correos electrónicos o cartas a los responsables de la toma de decisiones, con solicitudes colectivas, peticiones e incluso por medio de manifestaciones públicas.

  • En general, siempre tiene una gran repercusión a causa del uso simultáneo o sucesivo de los medios de comunicación, de Internet y, en ocasiones, de la pega de carteles y otras actividades análogas.

Sea cual fuere su naturaleza, las acciones, los programas y las campañas son proyectos de lobbismo, es decir, proyectos de relaciones con los poderes públicos. En este sentido, un proyecto de lobbismo es cualquier acción, programa o campaña para resolver problemas u oportunidades de una organización que tienen su origen en sus relaciones con los poderes públicos. Así, el lobbista debe utilizar un proceso de planificación de proyectos para cualquier actividad de lobbismo, desde la más específica a la más amplia y compleja.
Este proceso de planificación estratégica responde a las fases de cualquier proyecto de relaciones públicas, con las peculiaridades que cada uno quiera, pero siempre en el marco procesal establecido por el método IPEE. Así, por ejemplo, Martins (2006) ofrece las siguientes etapas:
  • Investigación y análisis para la recogida de datos y la identificación de los aspectos más importantes, que pueden ser una fuente de oportunidades o de amenazas.

  • Definición de los objetivos que se pretenden lograr.

  • Establecimiento de la estrategia, que implica la identificación de los principales artífices del proceso, del modo de intervención (mediante acciones, programas o campañas, es decir, a través de proyectos), de la estrategia adecuada, así como de las alianzas posibles (coalition building).

  • Planteamiento de las actividades, definición del mensaje y selección de los soportes (medios de difusión).

  • Implementación y coordinación general de la acción, esto es, ejecución y supervisión de las actividades planeadas.

  • Análisis de los resultados y valoración de la acción con sus respectivos seguimientos.

Como se comprobará, este proceso de seis fases sigue escrupulosamente las etapas del método IPEE de las relaciones públicas, aunque convierta alguna de las subetapas de éste en etapas propias del proceso. De este proceso, aunque planteado de manera sensiblemente distinta, trata el presente módulo, y muy especialmente del lobbismo que se ejerce ante las instituciones de la UE, en tanto que contexto político primordial de nuestra práctica profesional; no obstante, los principios generales son aplicables a cualquier entorno de toma de decisiones públicas.
Por último, conviene señalar que –al ser el concepto grupo de influencia un concepto amplio y que va más allá de los grupos de interés, que abarca empresas y estructuras sociales afines a dichos grupos– en este módulo nos referiremos genéricamente a los sujetos promotores de las relaciones con los poderes públicos, utilizando a menudo el término organización u organizaciones.

Objetivos

Los objetivos que el estudiante debe alcanzar con este módulo didáctico son los siguientes:
  1. Entender el lobbismo como un proceso estratégico de relaciones con los poderes públicos.

  2. Conocer la importancia de la investigación en la planificación estratégica del lobbismo, así como su dinámica y sus herramientas.

  3. Asimilar la dimensión relacional del lobbismo, conociendo la necesidad de trabajar en una red de contactos.

  4. Ser capaz de planificar una campaña de lobbismo, identificando a los públicos, determinando los objetivos, articulando los mensajes y eligiendo las técnicas adecuadas.

  5. Adquirir las competencias básicas para implantar y evaluar una campaña de lobbismo.

1.Investigación

Las organizaciones suelen introducirse en el mundo de las relaciones institucionales o con los poderes públicos cuando una necesidad interior se asocia con una política, tema o problemática específicas del debate público que suele preceder a la toma de decisiones, o proceder de ésta.
El lobbismo consiste en relacionarse estratégicamente con los poderes públicos para conseguir una decisión favorable a los intereses de nuestra organización. Por consiguiente, elegir una estrategia adecuada está condicionado a las actitudes que la organización adopte respecto a éstos. Por lo demás, y sea cual sea la estrategia seleccionada, son necesarios varios requisitos o exigencias para optimizar las posibilidades de éxito. Estos imperativos afectan tanto a los comportamientos de los cuadros directivos implicados en la puesta en práctica del lobbismo, como a su conocimiento del funcionamiento del proceso de toma de decisiones públicas. Estos requisitos y las actitudes de la dirección de la organización respecto a los poderes públicos actúan como condicionantes en el proceso de selección de una opción estratégica particular.
Tratándose del proceso de decisión política, sin un conocimiento práctico de los procesos y centros de toma de decisiones de los poderes públicos, es imposible proyectar la puesta en práctica de una estrategia coherente y de un conjunto de técnicas lobbísticas apropiadas para una situación determinada. Uno de los principales problemas de esta materia es que se trata, muy a menudo, de un universo en permanente evolución, variado y complejo. Conviene pues reciclarse frecuentemente y no dar nada por sabido. Por otra parte, el problema se acentúa en el caso de las empresas transeuropeas, que operan a diferentes niveles: el de su propio Gobierno y, eventualmente, el de otros países miembros, por un lado, y el de Bruselas y Estrasburgo, por otro.
El otro condicionante a la hora de elegir entre una u otra estrategia de lobbismo es la actitud de la dirección de la organización respecto a los poderes públicos. Independientemente de su tamaño (factor crucial de su poder de influencia), su sector de actividad y la naturaleza de sus operaciones, operan dos condicionantes más:
  • los valores, las convicciones y las percepciones de los responsables de las relaciones con los poderes públicos, que influyen en la determinación de los objetivos perseguidos; es decir, el grado de implicación en la cultura empresarial de las relaciones institucionales y del lobbismo, y

  • la experiencia de la empresa en materia de políticas públicas.

A partir de estos parámetros, Farnel (1994) establece tres posibles actitudes de las empresas ante los poderes públicos:
a) La actitud pasiva: la organización se limita a reaccionar a las iniciativas gubernamentales y legislativas cuando éstas se manifiestan.
b) La actitud de anticipación: la organización intenta identificar, con anterioridad a su manifestación, las iniciativas estatales, con el fin de minimizar las implicaciones negativas o de maximizar las positivas, pero sin pretender influir en su elaboración.
c) La actitud activa: la empresa pretende influir en la toma de decisiones en materia de políticas públicas para intentar modificarlas en beneficio propio, dotándose de un programa activo de relaciones institucionales y lobbismo. Esencialmente, en este caso la empresa se prepara para iniciar acciones de lobbismo.
La estrategia de lobbismo debe combinar la actitud de anticipación con la activa. En la primera, desempeña un rol esencial la gestión de conflictos potenciales, que se convierte así en lobbismo anticipatorio (Xifra, 2004).

1.1.Análisis e identificación de las necesidades de la organización

Las cuestiones gubernamentales que más comúnmente pueden afectar a las empresas son aquellas que aumentan el coste y la dificultad de la gestión. Algunas provienen de leyes o reglamentaciones existentes; otras, de propuestas futuras de la acción gubernamental.
Estas problemáticas suelen traducirse, entre otras, en quejas del siguiente tenor:
  • ¿Por qué hemos de soportar tal o cual regulación injusta?

  • ¿Por qué tienen previsto implantar un nuevo impuesto?

  • ¿Por qué los planes del gobierno nos situarán en desventaja con nuestros competidores?

  • ¿Por qué debemos cumplir con tal o cual requisito de salud pública, medio ambiente o defensa de los consumidores?

Este conjunto de preguntas debe contestarse con otra: ¿qué podemos hacer al respecto?
Para poner en marcha una estrategia de lobbismo frente a lo que se esté preparando en los ámbitos legislativo y gubernamental, los directivos empresariales o de grupos de interés deberán evaluar sus necesidades con respecto a las políticas públicas. Esta identificación se construye a partir de investigaciones e informaciones sobre problemáticas públicas, que deben aclarar las siguientes cuestiones:
  • Qué tendencias en la elaboración de políticas públicas pueden afectar a la organización.

  • Qué propuestas han considerado los poderes públicos a la hora de aplicar medidas más gravosas económicamente, o de limitar el marco de nuestras operaciones (en pocas palabras, investigar los orígenes de los frenos gubernamentales a la rentabilidad de la organización).

  • Qué cambios sobre las exigencias normativas podrían rebajar estos costes o restricciones.

  • Qué modificaciones, si las hay, previstas a corto, medio o largo plazo pueden afectar positiva o negativamente a la organización.

  • Qué cambios en la normativa permitirán abrir mercados o productos y servicios hoy inviables.

  • Qué cambios nos facilitarán satisfacer los objetivos propuestos en otros ámbitos, como el no lucrativo.

Con todo, una cosa es definir las necesidades y otra bastante distinta es satisfacerlas. Para cada necesidad existe una problemática, potencial o real, que la organización debe definir interna, clara y cuidadosamente (Mack, 1989).

1.2.Definición e investigación de las problemáticas públicas

Una vez definidas las necesidades, hay que relacionarlas con los temas, las cuestiones, las problemáticas, los asuntos públicos (o los temas potencialmente conflictivos) que las satisfagan o las desafíen.
Una problemática pública puede ser, en sentido estricto, por ejemplo, toda legislación que pretenda restringir la comercialización de los productos de una empresa. Así la podrían definir, por ejemplo, las compañías tabaqueras. Ahora bien, también pueden ser más concretas: una proposición que disminuya la velocidad máxima de los automóviles o que prohíba el paso de camiones por el centro de una ciudad (obligándolos a utilizar vía de pago). En sentido amplio, se considera problemática pública cualquier cuestión de carácter público o social (medio ambiente, salud pública, seguridad vial, etc.).
La investigación de las problemáticas públicas se articula sobre la base de tres elementos: formular las preguntas para conseguir la información necesaria, saber cómo y dónde obtener las respuestas, y analizar e interpretar los resultados considerando las necesidades de la organización.
Se trata, en definitiva, de apuntar (investigar) antes de disparar (actuar). En materia de lobbismo, apuntar significa averiguar qué está ocurriendo en el terreno de los poderes públicos (agenda pública) y por qué; y si el impacto puede ser o es interno (sobre los empleados) y/o externo (competencia o posibles aliados).
Para el desarrollo de la investigación de las políticas actuales, el responsable de relaciones institucionales deberá centrar su labor de averiguación en los siguientes ámbitos:
  • Qué proyectos normativos existen al respecto, y cuál es su contenido y su incidencia.

  • Quiénes son sus impulsores; esto es, qué grupos de interés, empresas o alianzas los promueven o podrían sumarse a su promoción.

  • Cuál es la razón subyacente de la propuesta y cuáles son las motivaciones de sus partidarios.

  • Quiénes son sus oponentes reales y potenciales, y cuáles son sus motivaciones.

  • Qué informes relevantes del gobierno, dictámenes universitarios o documentación pertinente de otro tipo existe sobre el asunto, si es que los hay.

  • Qué expectativas de éxito tiene la propuesta.

  • Qué implicaciones políticas existen.

  • Hasta qué punto es parte importante de la estrategia legislativa del Gobierno.

  • Cuál es el calendario probable de la iniciativa legislativa.

  • Cuáles son las implicaciones estratégicas y a largo plazo de la problemática para la organización.

Esta investigación ha de ser permanente y requiere ser llevada al día, pero teniendo muy en cuenta que el entorno político, legislativo y reglamentario puede modificarse rápidamente.

1.3.Análisis de la efectividad

Una vez conocidas las necesidades y cuestiones que pueden afectar a la organización, hay que analizar las posibilidades de éxito. Indica Clamen (2005) que deben considerarse varios factores:
1) El estado de la decisión deseada:
  • más o menos avanzada;

  • más o menos influenciable;

  • responde, más o menos, a una expectativa de la opinión pública;

  • más o menos onerosa para las finanzas públicas.

2) El estado de las fuerzas:
  • grupos de influencia favorables a nuestra posición;

  • posibilidad de alianzas;

  • grupos desfavorables a la posición;

  • conformidad de la decisión esperada con la doctrina general de la Administración en esa materia;

  • posibilidad de contenciosos (en caso de éxito, plantearse si otros grupos pueden acudir a los tribunales de justicia).

3) Posibles consecuencias:
  • en términos de reputación: ¿la posición adoptada por la organización valorará o minusvalorará su reputación?;

  • en términos de relaciones: ¿la acción dará lugar a nuevos contactos útiles o nuevas alianzas?

1.4.La anticipación

Lo expuesto hasta ahora no refleja más que las etapas que debe seguir el lobbista si realmente quiere cumplir con la regla de oro del lobbismo: la anticipación. No hay que olvidar que será el momento en el que se detecta o descubre la aparición de la problemática el que dictará la estrategia que deberá diseñarse (lobbismo ofensivo o defensivo).
Según Ducatte (1998), la anticipación permite lo siguiente:
  • disponer del tiempo suficiente para encontrar el buen posicionamiento, para identificar todos los actores concernidos y los que son creíbles;

  • establecer una coalición y testarla antes de convertirla en operativa;

  • preparar argumentos pertinentes, dirigidos a los públicos objetivo, de los que se desprenda una plusvalía social colectiva;

  • preparar el terreno y el espíritu antes de la acción;

  • entrar en el debate y en las consultas (siempre que se sea reconocido como interlocutor válido) antes de la toma de la decisión en cuestión: es el momento privilegiado para influir sobre el proceso decisorio, pero también, llegado el caso, para anticipar el desarrollo de problemáticas mayores que pongan en peligro nuestros intereses, y

  • cerrar rápidamente un expediente como intercambio de compensaciones satisfactorias para todos los protagonistas.

Pero quizá el mayor valor de la anticipación es que ofrece el tiempo necesario y suficiente del que se carece actuando de urgencia. Las prisas, en lobbismo, también son malas –muy malas– consejeras.

1.5.Fuentes de información

Para poder anticiparse, el lobbista debe, sobre todo, identificar las fuentes adecuadas para que su estrategia sea eficaz. Antes de analizar las principales fuentes de información de los lobbistas, incidiremos en cómo debe enfrentarse a su selección.
1.5.1.Selección de las fuentes
Lo primero que cabe destacar es que las fuentes son cuantiosas. Cada información buscada es susceptible de suscitar nuevas y numerosas fuentes. Las principales herramientas son, por una parte, la red de contactos (el lobbismo tiene una dimensión de "agenda" innegable) y, por otra, las nuevas tecnologías, pero sin que deban monopolizar la atención del lobbista.
Habida cuenta de los rumores e informaciones poco fidedignas que suelen circular en los medios políticos y administrativos, es indispensable seleccionar y eliminar las desinformaciones, en especial las que pueden encontrarse en Internet. Asimismo, es importante encontrar "atajos" informativos. Por ejemplo, algunos medios nacionales están muy al corriente de lo que ocurre en Bruselas.
Por consiguiente, el lobbista debe considerar varias fuentes informativas:
  • Las instituciones, que a la vez son fuentes múltiples (contemplar varios ministerios, varias direcciones generales, varios servicios jurídicos, etc.).

  • Los profesionales, algunos de los cuales son incluso competidores o defensores de tesis adversas. Es, por ejemplo, el rol de los sindicatos o de las patronales de un mismo sector de actividad, que son una plataforma de información, aunque con las limitaciones propias del enfoque que dan al interés defendido.

  • Las entidades asociativas y las ONG, a las que hay que acercarse con cierta prudencia dada su alta implicación en los temas que les afectan.

  • Los partidos políticos, cuyas sectoriales –coincidentes, en su mayoría, en nombre con la estructura ministerial del gobierno cuando está en el poder– son el primer estadio de la fijación de políticas públicas de las que se derivarán decisiones político-burocráticas.

  • Los medios de comunicación social, con quienes es indispensable tener relaciones mutuamente beneficiosas (los periodistas suelen saber más cosas de las que escriben).

Ahora bien, la recogida de información requiere tiempo. Hay que ser rápido y tener la información lo antes posible; sobre todo, antes que aquellos a quienes nuestros intereses afectan negativamente. Esto supone, paralelamente, haber de recurrir a:
  • La lectura en cualquier soporte, pero no influenciada por un excesivo escepticismo.

  • La prensa, fuente de informaciones considerable, aunque algunas sólo estén fundadas en parte.

  • El contacto verbal, que es una técnica insustituible: una red de contactos personales es una herramienta clave de todo lobbista.

La busca de la información debe ir acompañada de una selección de aquellos datos o revelaciones que realmente debemos retener. En especial:
  • Las intenciones de los decisores. En este punto son muy importantes las reacciones precoces. Para intervenir en los más altos niveles jerárquicos del proceso de toma de decisiones, es necesario llevar a cabo un seguimiento y una vigilancia de la calidad de las intenciones desde que se manifiestan. Así, las declaraciones de política general incluyen principios o intenciones a largo plazo que, con posterioridad, se plasmarán en la agenda política mediante políticas concretas.

  • Los anuarios, los organigramas, los movimientos de personas. Las bases de una decisión se encuentran en los documentos públicos, pero deben a menudo completarse o actualizarse a través de lo que circula de boca en boca. Los cambios de personas en determinados puestos pueden ofrecer oportunidades para el lobbista.

  • Los calendarios de trabajo son indispensables para seguir la evolución de las actividades y conocer la urgencia de los expedientes.

  • La posición y los argumentos de los actores, y especialmente de los adversarios, para estar así informados de las influencias y presiones ejercidas por otros grupos. Es también el modo de preparar alianzas y un argumentario.

  • Las posibles iniciativas para la organización representada. El seguimiento y la vigilancia implica ir más allá de las acciones meramente defensivas. En efecto, informado de las posibilidades de actuación, el lobbista puede considerar invertir la tendencia.

1.5.2.Principales fuentes de información
Aunque no se trata de ofrecer una lista interminable de documentos, bases y otros soportes informativos sobre la toma de decisiones públicas en los diferentes ámbitos geográfico-políticos –en los que el lobbista irá adentrándose a medida que desarrolle su carrera–, sí que exponemos las principales fuentes de información desde una perspectiva general.
En términos técnicos, Internet es actualmente la principal fuente. Desde hace algunos años, la Red ha suplantado a la documentación escrita tradicional. Una exploración sistemática de los sitios web con ayuda de los buscadores es una de las mayores tareas de los lobbistas de hoy en día. Y se ha convertido en la principal labor de los lobbistas júnior encargados del seguimiento y la vigilancia del entorno político y social.
Aun así, por muy potentes que sean, las nuevas tecnologías no son la panacea de la fase de investigación del proceso de relaciones estratégicas con los poderes públicos. A menudo, con dos llamadas telefónicas se puede tener acceso más rápidamente a la información deseada, cuya busca en Internet nos llevaría mucho más tiempo.
Fuentes oficiales
Las fuentes oficiales son normalmente escritas, aunque también deben considerarse las orales. Los organigramas, a pesar de ser documentos internos, no son secretos. Los sitios web de algunas administraciones públicas contienen detallados organigramas con indicación no sólo de los responsables políticos y administrativos, sino que también contienen una relación pormenorizada de todas sus competencias. Pero en caso de carecer de este sistema de información, un funcionario con el que se mantienen buenas relaciones puede suministrarnos el organigrama escrito con la delimitación de las funciones.
Estos primeros datos son absolutamente necesarios, aunque también insuficientes, pues no informan de lo esencial: el estado de un expediente, de una decisión, las posturas adversas que genera, etc.
La principal fuente oficial de información para todo lobbista que actúe ante las instituciones europeas es la Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas (OPOCE), que es la encargada de elaborar y distribuir las publicaciones de la UE en todos los formatos y por todos los medios, incluido el Diario Oficial de la Unión Europea.
Desde 2012, existe el Portal de datos abiertos de la Unión Europea, que permite buscar fácilmente datos almacenados en las páginas web de las instituciones y agencias europeas a través de un catálogo de metadatos, es decir, de datos que sirven para dar contexto o información adicional sobre otros datos. Por ejemplo, sobre un determinado documento encontraremos una breve descripción, quién lo ha publicado y cómo contactarlo, entre otros.
Respecto a los informes y estudios de la Comisión Europea, el lobbista debe prestar mucha atención a los folletos y documentos que recapitulan claramente los principales datos de políticas públicas y su programa anual de trabajo (disponible en enero).
Por su parte, las direcciones generales de la Comisión publican sus documentos, publicaciones, discursos y artículos en sus respectivas páginas web.
En nuestro país, las publicaciones del Congreso de los Diputados son el Boletín Oficial de las Cortes Generales, Sección Congreso de los Diputados y el Diario de Sesiones del Pleno de la Cámara, de la Diputación Permanente y de las Comisiones. En el Diario de Sesiones se reproducen íntegramente, dejando constancia de los incidentes producidos, todas las intervenciones y acuerdos adoptados en sesiones del Pleno, en la Diputación Permanente y de las Comisiones que no tengan carácter secreto. En el Boletín Oficial de las Cortes Generales se publican los textos y documentos cuya publicación sea requerida por el Reglamento del Congreso.
En el ámbito de la Administración del Estado, nuestro país no es ejemplo de transparencia. En efecto, si bien es cierto que la Constitución establece el derecho de acceso de los ciudadanos a archivos y registros administrativos (artículo 105.b), la legislación administrativa que desarrolla la norma constitucional es muy restrictiva al respecto, ya que el artículo 37 de la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común garantiza el derecho de acceso a documentos de un expediente "siempre que tales expedientes correspondan a procedimientos terminados en la fecha de solicitud". El lobbismo, precisamente, tiene su razón de ser en coexistir a la toma de decisiones y no a posteriori.
Los sitios web de los ministerios suelen ser una óptima fuente de información de documentos, publicaciones, discursos y declaraciones de los ministros y altos funcionarios.
Otras fuentes oficiales de información, tanto del ámbito comunitario como del español, son las siguientes:
  • Las publicaciones de la propia Administración.

  • Las publicaciones de los partidos políticos que, como sus órganos de expresión, pueden ofrecer al lector más que indicios de por dónde puede encaminarse una determinada legislación. Es una fuente muy útil para prever problemáticas a largo plazo.

  • Las bases de datos legislativas, cada día más presentes y accesibles gracias a los avances tecnológicos (vosotros tenéis acceso a las principales desde la Biblioteca Virtual de la UOC). Se trata más de una fuente de documentación histórica, ya que recogen textos ya adoptados. Sin embargo, la investigación histórica supone una preciosa fuente de información sobre el ecosistema normativo de la postura o los intereses a cuyo servicio se actúa en lobbismo. Es de destacar la base EUR-lex, que contiene toda la normativa comunitaria así como la documentación de sus trabajos preparatorios.

Finalmente, en lo que atañe a las bases de datos de personas y cargos que desempeñan, es una herramienta indispensable para los lobbistas con sede en Bruselas o Estrasburgo la base de datos en línea EU Whoiswho, cuya dirección URL es: https://europa.eu/whoiswho/public/index.cfm?lang=es. En los ámbitos nacional, autonómico, provincial o local, los sitios web de los poderes públicos son la principal fuente de información del "quién es quién" administrativo.
Fuentes no oficiales
El lobbista debe también acudir a las fuentes no oficiales en los primeros estadios de su tarea investigadora. Tal y como hemos apuntado anteriormente al tratar de la selección de fuentes, las oficiosas se obtienen en contextos profesionales o a través de contactos con los políticos y sus ayudantes, así como con la prensa y las redes sociales.
En el caso de que los contactos fueran insuficientes, se plantean dos preguntas:
  • ¿Quién posee la información?

  • ¿Quién es el portavoz?

En la esfera pública, hay muchos iniciados. Los políticos y altos funcionarios son los diseñadores de las decisiones. Otros funcionarios o personal adjunto están informados de los procesos, especialmente los portavoces. Pero existen también personalidades consultadas, como los miembros de comités o de órganos consultivos, expertos reputados, etc., que no son exactamente los protagonistas principales del proceso decisorio. Por consiguiente, estos iniciados deben consultarse salvando las distancias y, en cualquier caso, contrarrestando sus informaciones con las fuentes oficiales.
La busca de información es ante todo una práctica basada en la experiencia. La tarea no es nada baladí, pues viene a representar el 50% de la actividad de los lobbies. Las fuentes se utilizan de manera distinta en función de los objetivos: anticiparse, completar el análisis de un expediente concreto o asegurarse de que lo que se ha logrado no esté amenazado.
Entre las fuentes no oficiales de información destacamos:
  • Los medios de comunicación social, ya sea a través de su examen directo o mediante agencias especializadas en elaborar press-books relacionados con el asunto en cuestión (clipping).

  • Las redes sociales, como por ejemplo Facebook, Twitter e Instagram, ya sea por las publicaciones de los propios partidos políticos y de sus líderes, como de personalidades o grupos destacados por marcar tendencia y, por tanto, con un alto número de seguidores.

  • Los documentos, informes y publicaciones de grupos de influencia y, especialmente, de think tanks.

  • Las publicaciones directa o indirectamente vinculadas con los partidos políticos, sin ser propias de los think tanks, como por ejemplo, EnClave Socialista.

  • Los resultados de investigaciones cuantitativas y, sobre todo, cualitativas que hayan sido publicados sobre el estado de opinión pública en relación con la problemática que nos ocupa u otras similares.

  • Las publicaciones de organizaciones comerciales, como las Cámaras de Comercio o federaciones locales o nacionales de organizaciones empresariales, que suelen poner al día de las tendencias legislativas que afectan a los diferentes sectores. En la UE son de gran utilidad los boletines editados por instituciones dedicadas a ofrecer información sobre los trabajos de las instituciones europeas.

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1.6.La estrategia investigadora

La investigación y, más concretamente, la recogida de información, constituye una ocasión para reducir las incertidumbres, por lo que es fundamental saber situarse en el estadio de la estrategia investigadora en el que estemos. En tanto que práctica cotidiana del lobbista, basada en la experiencia, la investigación supone invertir mucho tiempo dependiendo siempre del contexto. Sus técnicas son varias.
1.6.1.El seguimiento
La primera función del lobbismo es el seguimiento del proceso decisorio. Los acontecimientos se producen sin avisar, por lo que el seguimiento consiste en saber –a través de la observación y de la deducción– y no en actuar; aunque el seguimiento permitirá planificar y ejecutar la acción, prevenir ciertas intenciones y corregir posibles efectos.
Por tanto, el seguimiento consiste en lo siguiente:
  • Identificar las fuentes de información accesibles: los interlocutores ante los cuales podremos emprender las acciones.

  • Identificar los programas y las novedades públicas que puedan afectar a nuestra organización.

  • Estar informados de la evolución de estos datos y del desarrollo de los debates entre los poderes públicos y sus colaboradores.

Asimismo, con el seguimiento, a través de sus primeros contactos, el lobbista emprende la acción de trasmitir su identidad de interlocutor creíble, que está al corriente de los expedientes y de su actualidad.
Si los actores públicos son el público objetivo, los diferentes grupos que se expresan sobre el tema concernido constituyen, a su vez, fuentes de información. El seguimiento de un expediente es, así, una escucha activa que se sitúa en diferentes niveles:
  • La simple recopilación de documentos (es el primer nivel de seguimiento).

  • La vigilancia de los contextos político y administrativo.

  • La vigilancia más amplia, la de otros grupos y organizaciones.

Lo primero que hay que hacer es establecer una relación estable y duradera con los decisores, evitando así contactos urgentes que, sin un "historial relacional" con nuestro interlocutor, acabarán por ser infructuosos. La anticipación en las relaciones genera confianza: un lobbista fideliza a una fuente de información de la misma manera que un vendedor fideliza a un cliente.
De este modo, el seguimiento tiene tres funciones: informarse observando, difundir señales de alarma y crear o mantener una agenda de contactos. Sin embargo, esto no siempre se concibe así. En la práctica del lobbismo, el seguimiento consiste en consultar cientos de páginas de documentos y en realizar decenas de llamadas antes de descubrir el hecho significativo que iniciará las actividades de lobbismo. Se trata pues de una tarea sistemática que conlleva el peligro de caer en la rutina (en el sentido peyorativo del término). De ahí que muchos lobbies subcontraten este servicio de seguimiento diario a empresas especializadas.
El proceso de toma de decisiones es evolutivo, en el sentido de que el contexto de un informe puede variar de la noche a la mañana. Por consiguiente, el seguimiento y la vigilancia de este entorno debe ser permanente, y el lobbista debe estar atento en todos los estadios del proceso decisorio.
Decíamos que una de las funciones del seguimiento es difundir señales de alarma. Y es que las informaciones que nos suministra el seguimiento son de naturaleza alarmista. Cuando nos centramos en un expediente concreto, los datos obtenidos no nos permiten establecer un plan de intervención operativo. Éste sólo es posible en la fase de complementación de la información. Emprender una planificación eficaz de una campaña de lobbismo implica:
  • Confirmar estas investigaciones, con el fin de no comunicar informaciones inexactas.

  • Completarlas para conocer más a fondo el procedimiento, el contexto político y a los decisores.

  • Formalizarlas. En este punto recomendamos elaborar una memoria interna que nos recordará y situará cada asunto en su contexto y que evolucionará con el avance del proceso de toma de decisiones.

En consecuencia, sea cual fuere el enfoque elegido, planificar un proyecto de lobbismo implica organizar un conjunto de informaciones, no todas disponibles de inmediato. A esta etapa de seguimiento, por lo tanto, le sigue otra de análisis.
1.6.2.Los análisis situacionales
Una vez recogidas y validadas las informaciones, hay que gestionarlas. Los métodos para tal tarea son propios de cada lobbista, aunque, como mínimo, estos análisis deben versar sobre los datos jurídicos y sobre los posibles impactos sobre la organización.
El análisis jurídico
En el módulo "Lobbismo" destacamos la importancia del papel del derecho en el lobbismo. A ello hay que añadir que, a pesar de los aspectos técnicos, económicos y sociales, las decisiones públicas tienen una base jurídica. Por este motivo, a la hora de completar la información obtenida en la fase de seguimiento y vigilancia, es necesario recurrir a un análisis jurídico.
Evaluar un expediente supone no sólo situarse en el desarrollo (el procedimiento estructura la cronología), sino estimar las posibilidades de éxito, de manera que evaluarlo correctamente en el plano jurídico permite aportar algunos elementos muy útiles.
El primero de ellos es valorar el contexto. El expediente de una futura decisión circula por toda una serie de actores institucionales. Analizar este proceso permite comprender mejor el rol de cada uno en su futura toma. Por ejemplo, una decisión que deba tomarse por mayoría será evidentemente más fácil de adoptar que una decisión que requiera la unanimidad, donde sólo es necesario, en caso de querer obstaculizarla, asegurarse el apoyo de una de las partes que intervienen en la toma final.
La aplicación de este principio al lobbismo parlamentario español, tanto a escala nacional como autonómica –salvando las distancias que establecen los reglamentos de las cámaras autonómicas–, implica las siguientes consideraciones que deben tener en cuenta los lobbistas:
  • La disciplina de partido, muy férrea en nuestro sistema político, es difícil de romper en favor de unas demandas, no ya sectoriales, sino territoriales. El parlamentario español, salvo excepciones, pasa de postularse como el representante de los electores de su circunscripción (durante la campaña electoral) a ser un mandatario de su partido en el ejercicio político y la ejecución del programa electoral (una vez elegido). Los miembros del Congreso pertenecientes a la mayoría no suelen oponerse a la política del Gobierno o de su partido, excepto en casos especiales en los que se vea afectada su circunscripción o en las situaciones en las que hayan organizado un bloque o facción de opinión.

  • El poder del Gobierno depende de la mayoría con la que cuente en el Parlamento. Una coalición gobernante o apoyos pactados de gobierno, sin mayorías absolutas, dan más juego a la participación de los intereses privados en la elaboración legislativa, al no depender exclusivamente del criterio o la concepción del interés público propios de un único partido político mayoritario.

  • La práctica del lobbismo parlamentario difícilmente puede tener éxito sin la correspondiente acción ante los órganos del Ejecutivo correspondientes. La iniciativa legislativa compartida, pero protagonizada, por el Gobierno. Además, cuanto más primario sea el estado de elaboración de una ley, más sensible será a presiones externas y más influenciable. El grado de eficacia del lobbismo es, en general, inversamente proporcional al grado de elaboración de una norma jurídica.

  • En un sistema como el nuestro, donde predominan los grupos parlamentarios sobre los diputados –que mantienen una relación de dependencia y sumisión con sus respectivos partidos–, las enmiendas a un proyecto pueden ser un vehículo idóneo de las demandas de los grupos de influencia. Las enmiendas pueden ser propuestas por los parlamentarios individualmente. Numerosas estrategias de lobbismo tienen su razón de ser en un determinado artículo o precepto recogido en el proyecto legislativo y no en su globalidad.

Enmiendas
Las enmiendas al articulado de un proyecto legislativo pueden ser de supresión, modificación o adición. En los dos últimos supuestos, la enmienda deberá contener el texto concreto que se proponga. No obstante, la presentación de enmiendas por un diputado no es libre, ya que debe llevar la firma de conocimiento del portavoz del grupo parlamentario, si bien su omisión puede subsanarse antes del comienzo de la discusión en comisión. Este trámite, junto con el de votos particulares, es tan o más importante en el Senado.
  • Hay que contar con que no todas las votaciones son el reflejo de los votos del Gobierno contra los de la oposición, y viceversa. Son numerosas las normativas aprobadas por los dos grupos mayoritarios de la Cámara. No obstante, es preferible que el parlamentario o parlamentarios objetivo del lobbismo no sea favorable a nuestros argumentos, a que estén en contra. Este principio es básico si el lobbismo pretende orientar a su favor la postura del legislador a través de las enmiendas transaccionales previstas en el artículo 118.3 del Reglamento del Congreso de los Diputados. Éstas tienden a conseguir una aproximación entre las posiciones diferentes y a dotar, por tanto, al precepto enmendado de un más amplio consenso. Su uso es habitual y, en comisión, su admisión es automática. La Mesa podrá admitir a trámite nuevas enmiendas que se presenten en este momento por escrito por un miembro de la Comisión siempre que tiendan a alcanzar un acuerdo por aproximación entre las enmiendas ya formuladas y el texto del artículo. Pero en el Pleno del Congreso es necesario, además, que ningún grupo parlamentario se oponga a su admisión y ésta suponga la retirada de las enmiendas respecto a las que se transige.

  • Habida cuenta de la complejidad de algunas leyes, los diputados aceptan, normalmente casi sin modificaciones, las propuestas de los grupos de influencia sobre materias muy específicas y de escaso contenido político (Castillo, 2001). No hay que olvidar que la formación de los diputados no suele ser acorde con los asuntos que su grupo parlamentario o partido político le ha encargado dentro de sus competencias parlamentarias, por lo que agradece toda la información que el lobbismo le pueda aportar.

En relación con el lobbismo ante el poder ejecutivo español, la valoración del contexto implica unas reglas de actuación, alejadas de ciertos síndromes muy propios de nuestro país:
  • Evitar el síndrome de "los-amigos-en-altos-cargos": antes de utilizar contactos, se debe contar con un caso que sea defendible y poseer un conocimiento perfecto de cuáles son los procedimientos de la toma de decisiones.

  • Evitar el síndrome de "esto-se-resuelve-con-una-comida": los intereses defendidos deben ser presentados correctamente a través de un informe (position paper) con la información y documentación que los respalden. Asimismo, deben razonarse inteligente y sutilmente.

  • Evitar el síndrome de "intervenir-ahora-y-pensar-después": debe realizarse siempre un trabajo exhaustivo de investigación, en el sentido de ser capaz de prever las reacciones de la Administración.

Atendiendo a la estructura del poder ejecutivo, deben considerarse los siguientes aspectos:
  • El poder real de la Administración pública reside mucho más abajo de la cadena jerárquica de lo que habitualmente se cree.

  • Las decisiones ministeriales suelen ratificar las iniciativas avanzadas por los miembros de sus equipos. Estamos en lo mismo; el proceso de formulación de políticas concretas se inicia desde arriba mucho menos de lo que se piensa.

  • Las decisiones administrativas raras veces son unívocas. Son fruto de decisiones y alianzas complejas que involucran a varios ministerios, comisiones interministeriales, el Parlamento, la opinión pública, el Gabinete de la Presidencia del Gobierno y el partido gobernante.

Comisiones interministeriales
Las comisiones interministeriales son comisiones mixtas formadas por funcionarios o responsables adscritos a distintos ministerios para, de manera permanente u ocasional, preparar documentos o estudios que sirvan para la adopción de una resolución por parte del Consejo de Ministros. Estas comisiones son en la práctica tan o más influyentes que el mismo Gobierno, por lo que su papel en el proceso decisorio debe ser muy tenido en cuenta por los lobbistas.
El segundo elemento que se deriva de un correcto análisis jurídico es que posibilita renovar la argumentación. Algunas decisiones comunitarias de relevancia, como la implantación de la televisión de alta definición, satisficieron los intereses de algunas de las partes gracias a argumentos basados en sólidas consideraciones jurídicas, y no comerciales o financieras.
Finalmente, el análisis jurídico permite reformular el procedimiento a diferentes niveles: modalidades de la decisión, estatuto previsto para el texto final, pertinencia del decisor, o nivel institucional. Por ejemplo, un grupo de influencia puede recusar la legitimidad de una instancia decisoria de la misma manera que un abogado puede hacerlo respecto a un tribunal.
La publicidad del tabaco
Así, la prohibición de la publicidad del tabaco dividió a los países de la UE y a grupos de influencia del sector. Este conflicto representó ocho años de dificultades y de reenvío del expediente de una institución a otra. Cuando el expediente llegó por enésima vez al Parlamento Europeo, lo hizo ante la Comisión de Salud Pública. A través de europarlamentarios, los grupos de influencia protabaco recusaron la competencia de esta comisión. Según ellos, prohibir la publicidad del tabaco o los patrocinios deportivos es un atentado a las libertades, lo que supone que el tema debe ser debatido en la comisión responsable de las libertades. Resultado: el expediente se retrasó cuatro meses más.
La idea de la base jurídica es, pues, esencial, especialmente en el Derecho comunitario. Por lo tanto, cuando se emprende el estudio de un expediente no hay que descuidar los siguientes puntos:
  • el proceso de decisión con su base jurídica, su cronología y el rol de cada uno de los actores institucionales,

  • las posibles alternativas, y

  • la dimensión jurídica de la argumentación.

A partir de este enfoque, los beneficios que pueden obtenerse cuando la base jurídica es favorable a nuestra tesis son principalmente:
  • La obtención de una moratoria. El debate jurídico puede durar tiempo, pero lo más importante es que cuando nuevas razones jurídicas aparecen en un proyecto decisorio, éste empieza un camino de más de una ida y vuelta entre las instituciones.

  • Unas decisiones más favorables y menos limitativas.

  • Unos decisores más favorables, pues se amplia el abanico de nuevos interlocutores.

  • Una desestabilización de expedientes o tesis adversas, que permite contraactuar en otro terreno, con la ventaja de renovar el lenguaje y redefinir el argumentario.

Sin embargo, la argumentación jurídica no debe ser excluyente, pues centrar los argumentos en cuestiones basadas exclusivamente en el ordenamiento jurídico convierte al lobbista en abogado, y un fracaso en los razonamientos jurídicos desprestigia notablemente el argumentario.
El análisis de los impactos
En el marco de la UE, como apunta Alonso Pelegrín (1995), antes de iniciar el proceso estratégico del lobbismo debe procederse a analizar los efectos de las decisiones de Bruselas en el desarrollo de la actividad de la empresa, así como su posición competitiva en el mercado. Esto implica, por un lado, un análisis de las fortalezas y debilidades de la empresa en el contexto del mercado único; y, luego, la decisión de tomar parte activa en el desarrollo de las diferentes políticas de la UE y la organización práctica de las actividades de lobbismo por parte de la empresa.
El análisis de los impactos trata de analizar lo que está en juego; es decir, determinar los impactos de la decisión objeto de la estrategia de lobbismo sobre nuestros intereses y los de la competencia, lo que suministra elementos de comprensión y de defensa. Cada actor, público o privado, tiene una idea de lo que se juega con la futura toma de una decisión. Puede ser, por ejemplo, evitar las limitaciones de una reglamentación (lobbismo defensivo) o que estas limitaciones se impongan a otros grupos (lobbismo ofensivo). O pueden ser intereses financieros, como ocurre con las colectividades territoriales respecto a la obtención de fondos estructurales en Bruselas. El abanico es muy amplio y las preocupaciones de los actores del lobbismo pueden serlo también.
La necesidad del análisis de los posibles impactos vinculados a una decisión deriva de que tales impactos no son siempre evidentes al inicio del proceso, especialmente aquellos de naturaleza no financiera.
En resumen, la investigación exige mantener una disciplina en la obtención de los siguientes datos:
¿Quién hace qué?
Mantenimiento al día de una lista de gestores públicos o políticos, así como de sus responsabilidades.
¿Qué están haciendo?
Seguimiento detallado del proceso de formulación política en las áreas de interés: legislación, cambios de política, informes, documentos ministeriales, discursos, publicaciones, etc.
¿Por qué lo están haciendo?
Evaluación de las actitudes de los gestores públicos o políticos ante los asuntos de su responsabilidad y de las razones que justifican sus posicionamientos ante dichos asuntos.

1.7.Instrumentos de la investigación

Para poder contestar a las preguntas que cerraban el anterior epígrafe, es necesario que el lobbista, o la empresa especializada que haya contratado, recurra a herramientas específicas para la obtención de la información necesaria para su estrategia de lobbismo.
1.7.1.Seguimiento y vigilancia de Internet
Ya hemos indicado que se trata de una función primordial de la investigación. En la actualidad, la mayoría de las instituciones de los poderes públicos publica aquellas informaciones necesarias para la tarea investigadora del lobbista en sus respectivos sitios web, muy completos y eficazmente actualizados. Así, Internet ha sustituido la investigación presencial de antaño, costosa y farragosa, por la investigación en línea.
Sin embargo, se trata de un proceso de agilización en la recogida de datos, pero no de todos los datos. Emprender una investigación sobre un expediente implicará otras actividades e informaciones que no pueden sustanciarse a través de la Red. La investigación en línea no puede hacernos perder de vista:
  • Que es necesaria la validación de las informaciones. Los datos de origen institucional son, evidentemente, fiables, pero exigen ser interpretados. Las informaciones de origen privado son menos seguras, incluso aquellas que provienen de agentes sociales próximos a las instituciones, como los medios de comunicación. Hay que tomarlas con precaución.

  • Que Internet es también una importante arma de comunicación y de desinformación. En este sentido, en nuestra actividad de seguimiento hemos de incorporar medios de defensa para: en primer lugar, conocer mejor los argumentos adversos, identificando aquéllos con más repercusión en línea; en segundo lugar, detectar en los grupos de noticias, foros, blogs, wikis y otras formas de comunicación electrónica, aquellos mensajes negativos que afectan a nuestra organización y/o a nuestros puntos de vista, y, por último, descubrir, desde el principio, las campañas de opinión promovidas para apoyar tesis adversas.

1.7.2.La agenda de contactos
El lobbismo es una profesión de contactos, de relaciones. La compleja esfera pública está animada por numerosos individuos. Para poder informarse, hay que establecer con ellos un diálogo. Sin que sea necesario conocerlos a todos, saber siempre a quien dirigirnos es una necesidad. Hay que saber quiénes pueden ser nuestros públicos objetivo en las estrategias de lobbismo que emprenderemos a lo largo de nuestra carrera profesional. Para ello es imprescindible que todo lobbista disponga de una agenda completa de quién es quién y de quién hace qué en el seno de los poderes públicos.
La agenda contiene todos los interlocutores susceptibles de participar algún día en la toma de decisiones. Más allá de los públicos clave –parlamentarios y altos funcionarios– también incluye a los representantes de órganos consultivos o técnicos que envuelven a los poderes públicos, a los círculos profesionales, a los círculos asociativos, y a los medios de comunicación, además de sus respectivos representantes con sus responsabilidades perfectamente asignadas. Cada grupo de interlocutores es una mina de nombres potenciales para la agenda. Por consiguiente, hay que censarlos a todos, porque la agenda es esto, un censo actualizado de contactos.
Para el lobbista, una buena agenda representa, para cada expediente:
  • Conocer al hombre o mujer ad hoc. Es decir, ser capaz de localizar en la esfera pública quién se hará cargo del expediente de una futura decisión. Si es posible, saber más sobre su poder real, sobre sus ideas, sobre cómo responde a una iniciativa de influencia. Frecuentemente, un lobby establece, a través de la compilación de sucesivos organigramas, la trayectoria profesional de cada potencial interlocutor, con lo que puede así responder a posibles preguntas de sus clientes en tiempo real.

  • Conocer los canales de información. La agenda tiene sus limitaciones, por lo que hay que disponer de intermediarios. Una buena agenda supone también, en número suficiente, personas capaces de informar sobre los decisores que no conocemos directamente. Estos informadores son contactos relevo.

Crear una agenda es un trabajo costoso en tiempo. Una agenda debe estar actualizada; si no, no servirá para nada, excepto para fracasar estrepitosamente. En las grandes instituciones se producen cambios periódicos en los cargos. Hay que estar pues muy pendientes y alertados de estos cambios.
En la práctica, la agenda de contactos adquiere la forma de un anuario personalizado, que es básicamente el resultado de la compilación de tarjetas de visita intercambiadas con motivo de los primeros encuentros o recibidas adjuntas a documentos. Este intercambio de tarjetas, verdadero ritual en países como Japón, se ha convertido en práctica habitual en los círculos empresariales. Un lobbista no puede salir a la calle sin sus tarjetas de visita, que deberían ser sobrias, clásicas, en formato pequeño y bilingües para las relaciones internacionales.
En la práctica del lobbismo, no puede despreciarse esta cómoda vía de información. Las tarjetas de visita deben archivarse de manera metódica, anotándolas para memorizar los encuentros, clasificándolas de dos maneras, alfabética y temáticamente. La informática puede ser de utilidad siempre que no se infrinja la normativa sobre privacidad de datos.
La agenda es, pues, un tesoro para el lobbista. Y como cualquier tesoro, debe estar bien protegida –en términos informáticos– y no debe divulgarse jamás.
Si alguien aparece en la agenda no es simplemente porque lo conozcamos personalmente. Debe también ser susceptible, llegado el día, de sernos útil en nuestra actividad lobbística. Esto significa:
  • Informarse a través de los contactos relevo, es decir, de aquellos individuos que poseen informaciones sobre los decisores públicos que no forman parte de la red de contactos del lobbista. Estas personas deben ser de plena confianza para poder responder al lobbista sobre cuestiones externas a sus competencias. Este tipo de contactos pueden ser representantes que el propio lobby haya situado en puntos estratégicos de los circuitos informativos.

  • Participar en las coaliciones. Los aliados eventuales son fruto de un conocimiento previo.

Una variante de la agenda, derivada del auge de las nuevas tecnologías, son los llamados "lobby-sites". De hecho, se trata de una variante de las matrices locales que fueron diseñadas por compañías industriales con delegaciones en un amplio territorio y que censaban de manera precisa las personalidades próximas a sus fábricas. A diferencia de estas matrices, los lobby-sites no se apoyan en las delegaciones de una sola compañía, sino sobre la geografía vinculada a un problema legislativo.
La lista de los lobby-sites
Los riesgos de catástrofes industriales llevaron a los poderes públicos a aislar cada vez más las actividades peligrosas y, especialmente, los lugares de producción de productos químicos. Existen sistemas de vigilancia, como los fijados en la directiva SEVESO de la UE, que en opinión de muchos industriales son difíciles de soportar. Algunas asociaciones profesionales han considerado útil inventariar los lugares (sites) más "amenazados" por las regulaciones de este tipo. La lista de los lobby-sites con los datos de las personalidades geográficamente próximas constituye, desde esta perspectiva, una base de datos de futuros públicos objetivo.
Los lobbies disponen de estas listas actualizadas, que ponen a disposición de sus clientes o venden a otros actores afectados.
1.7.3.Establecimiento y mantenimiento de relaciones personales
Los vínculos entre el lobbismo y las relaciones públicas no son únicamente ontológicas –el lobbismo es (parte de las) relaciones públicas–, sino que las técnicas de creación y mantenimiento de relaciones son una herramienta de la investigación.
En efecto, cuando los datos no son de dominio público, acceder a ellos es un empeño tan interesante como eficaz. Es entonces fundamental poder recurrir a una red de interlocutores; es decir, conocer, pero sobre todo ser conocido. A menudo, el lobbista sólo obtiene informaciones útiles a través de contactos relevo, lo que implica una red de relaciones personales que se concretan en la agenda.
Los lobbistas se sitúan en varias redes; posición que les permite beneficiarse de distintas colaboraciones:
  • El acceso a una información precoz. Los indicios más preciosos de lo que va a ocurrir, lo que algunos denominan signos débiles, provienen básicamente de la red de contactos.

  • Posibilidades de intercambio. No estamos solos buscando información. Otros poseen los datos que estamos esperando y quizá están pesquisando informaciones que para nosotros son banales. Hemos de intentar intercambiarlas.

Siemens
Un ejemplo de las posibilidades de intercambio lo aporta el grupo Siemens, cuya oficina de Bruselas envía las informaciones que recoge no sólo a la central, sino también, en función del tema del que se trate, a numerosas entidades del interior y del exterior: filiales, administraciones públicas federales o locales, organismos profesionales e incluso a empresas ajenas al grupo. Por su parte, el grupo de influencia de los centros de investigación alemanes (la Oficina de Coordinación de las Organizaciones Científicas) utiliza una mensajería muy eficaz y poco costosa que lo relaciona, tanto en Alemania como en el extranjero, con los ministerios (en especial con el de Asuntos Exteriores), la mayoría de las administraciones públicas federales y locales, las organizaciones profesionales, las grandes compañías y las universidades. Consecuencia: cualquier mensaje, en materia de investigación europea, puede ser transmitido en tiempo real a cualquier punto de la red.
El ejemplo muestra que el intercambio puede o, mejor dicho, debería sobrepasar el ámbito de una única organización o grupo de influencia. En consecuencia, el establecimiento de una red de contactos debería incluir a los representantes en otros países. Por tres motivos:
  • El concurso de nacionalidades múltiples, determinante cuando la decisión perseguida por el promotor del lobbismo afecta a distintos países. Lo mejor en estos casos es adoptar la táctica del camaleón.

Táctica del camaleón
La táctica del camaleón tiene lugar cuando los poderes públicos son multinacionales y consiste en designar como portavoz a una persona de la misma nacionalidad del decisor al que se quiere llegar. Un grupo que defienda los intereses españoles en Bruselas no debe cometer el error de tener o contratar a un equipo integrado exclusivamente por españoles. Es imprescindible tener a un italiano, pues la red italiana es impresionante, a un alemán o a un británico. Esto, sin duda, eleva el coste, pero la eficacia está garantizada. Ésta es una de las fortalezas de los grandes lobbies.
  • La información proviene de varias capitales. Tener representantes en los principales centros de decisión en el extranjero permite a menudo lograr informaciones que, de otro modo, serían difíciles de obtener.

  • El concurso, excepcional, de personalidades fuera de lo común. Estos personajes, por su nombre y su extraordinaria agenda de relaciones, pueden abrir puertas o desbloquear sistemas allí donde otros fracasarían.

Un lobby ante ministros y comisarios
Con motivo de las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC, antiguo GATT), un sindicato del sector agroalimentario era el blanco de las exigencias norteamericanas: su traducción en el acuerdo comercial global haría perder a los productos una parte de su competitividad. Era necesario explicarlo a los decisores europeos: comisarios de la Unión y ministros de Agricultura de los principales Países miembros. Nada mejor que solicitar, a través de un lobby, los servicios de un antiguo ministro de Agricultura. Bien presentado, es capaz de discutir de igual a igual con sus ex colegas y homólogos, transmitiendo la impresión de que sabe de lo que habla. La eficacia, en estos casos, está garantizada, por lo que los honorarios del lobby son proporcionales.
Las relaciones no sólo deben establecerse, sino también mantenerse. Y más en este entorno político-burocrático donde quien estuvo en el poder hace poco y parece que estará alejado de él durante mucho tiempo o para siempre reaparece al cabo de nada con un poder de decisión más fuerte si cabe. Por consiguiente, habrá de prestarle servicio cuando nos requiera para ello y deberemos agradecerle en cualquier caso los servicios prestados. Estos dos comportamientos pueden parecer perogrulladas, pero la realidad es que no siempre se atienden y, en cambio, son de extrema eficacia.

2.Planificación

Como en todo proyecto de relaciones públicas, la planificación de una estrategia de lobbismo pretende encontrar una solución al problema o satisfacer la oportunidad que justifica la estrategia de lobbismo.
Un problema de relaciones públicas suele ser una carencia, por parte de un público, de información sobre la organización, sus políticas, sus productos o servicios, o temas que represente o lidere. Las estrategias de lobbismo se emprenden porque existe una carencia de información sobre la organización y sus intereses por parte del público, es decir, los poderes públicos. Dicho de otra manera, existe una distancia entre las expectativas de la organización respecto a los poderes públicos y la actuación de éstos.
Por su parte, una oportunidad de relaciones públicas es la identificación de una coyuntura de eventos y objetivos que ofrece un escaparate óptimo para utilizar estrategias de comunicación con el objetivo de mejorar las relaciones internas y/o externas de una organización y, por ende, sus fines. Por consiguiente, también puede emprenderse una estrategia de lobbismo para satisfacer la oportunidad ofrecida por el proyecto de una futura decisión favorable a los intereses de la organización.
Así pues, una vez completados la recogida y el análisis de datos de la fase de investigación, el lobbista dispone de la información suficiente para iniciar una campaña o un plan estratégico de relaciones con los poderes públicos que aborde los problemas y/o oportunidades identificados. No obstante, como sucede en todo proyecto de relaciones públicas, deber tenerse en cuenta que la investigación puede volver a ser necesaria en cualquiera de las fases de la planificación estratégica (siempre que surja nueva información inexistente o inaccesible al inicio del proceso).
Los cuatro elementos clave de la fase de planificación son los siguientes:
  • Definición de los objetivos.

  • Selección de los públicos objetivo.

  • Selección del momento de intervención.

  • Elaboración de los mensajes, con especial consideración a la construcción de los argumentos subyacentes.

  • Diseño de las formas de intervención.

2.1.Definición de los objetivos

Una vez diagnosticada la situación y sacadas las conclusiones, deben fijarse y priorizarse los objetivos de la estrategia de lobbismo.
Estos objetivos, además de poseer los rasgos de todo objetivo de relaciones públicas, deben caracterizarse por los aspectos siguientes:
  • Su realismo. Es el atributo primordial, pues intentar lograr lo imposible, perder el tiempo. Intentar, por ejemplo, modificar la evolución de las normas sobre la contaminación atmosférica es sinónimo de fracaso. No se puede ir a contracorriente. El grado de realismo no viene determinado por la naturaleza del interés, sino por circunstancias sociopolíticas. De otro modo, por ejemplo, los grupos antiabortistas que apoyan su postura en el interés por la protección del derecho a la vida tendrían siempre la partida ganada de antemano. De ahí, el resto de características que deben poseer los objetivos de un proyecto de relaciones estratégicas con los poderes públicos.

  • Su adaptación al contexto. El objetivo depende del equilibrio de fuerzas, del estado de los expedientes, de la sensibilidad de la Administración.

  • Su adaptación a las tendencias políticas. Un objetivo tendrá más garantías de éxito cuanto más coincida o parezca coincidir con las intenciones de los decisores públicos. El grado de vinculación del objetivo al interés público es proporcional al de su consecución.

  • Su flexibilidad. Durante la fase de planificación el objetivo debe ser lo suficientemente amoldable a cualquier cambio de rumbo en el proceso de toma de decisiones. La evolución de los expedientes suele generar revisiones de posicionamientos. En ocasiones será necesario renunciar a una parte del objetivo propuesto sin por ello renunciar al todo, aunque sea para ganarse la confianza y conseguir el apoyo de nuevos socios de acción e incluso la creación de alianzas con ellos.

  • Su dinamismo. Lo ideal es que el objetivo se traduzca en una estrategia ofensiva y no defensiva, de tal manera que el objetivo no sea tanto el defender una norma demasiado imperativa, como el obtener una norma que obligue a los demás.

En materia de relaciones con los poderes públicos, el realismo de un objetivo puede parecer más difícil de calibrar al encontrarse la empresa o grupo de influencia en la posición más débil en la relación de poder existente al inicio del proceso estratégico. Por este motivo, podemos establecer los siguientes tipos de objetivos en función de su realismo: los objetivos mínimos, los de sustitución, los de flexibilización, los colectivos y los objetivos en cascada.
Cuando se fijan objetivos mínimos evitamos emprender una batalla a cualquier precio y nos limitamos a conseguir un objetivo más sencillo. Cuando no es realista luchar contra un proyecto en su conjunto, es preferible suavizarlo intentando eliminar aquellos aspectos que verdaderamente afectan a nuestros intereses. En estos casos, la táctica es no discutir sobre la doctrina, sino buscar un ajuste, por muy limitado que sea, por ejemplo, en las modalidades de aplicación que sean más favorables. Así, es más difícil lograr que no prospere un proyecto legislativo que retrasar su aprobación durante una par de años.
En el caso de que el fracaso sea probable, es mejor no obstinarse y pedir compensaciones en otro terreno (a menudo financiero). Esto es un objetivo de sustitución. Las tabaqueras estadounidenses lo han tenido muy claro. Ante la batalla perdida de la promulgación de normativas contra el consumo de tabaco, sus esfuerzos (entre los que se encuentran la financiación de las candidaturas demócrata y republicana a la presidencia del país) se han dirigido a una rebaja de la presión fiscal.
En materia de legislación, el campo de aplicación de la norma puede ser el objetivo para ajustarlo a los intereses representados. En este supuesto estamos ante un objetivo de flexibilización. Por ejemplo, la lucha contra los deshechos de vehículos con motivo de un proyecto comunitario denominado VHU supuso también la obligación de reciclaje de los diferentes componentes de los automóviles, lo cual planteaba un problema a los fabricantes de materiales plásticos al no ser fácilmente recuperables y al ser muy elevados los costes de reciclaje. En lugar de pretender lograr el rechazo del proyecto, su estrategia de lobbismo se fijó un objetivo más realista: revisar el concepto de reciclaje, incluyendo también la recuperación de energía por combustión, lo cual permitiría rebajar los costes previstos. Una enmienda en este sentido fue aprobada por el Parlamento Europeo en el trámite parlamentario del proyecto.
El propósito de un objetivo colectivo es presentar como una reivindicación categórica un interés particular. Este tipo de objetivos es muy común en el lobbismo, pues muchas asociaciones empresariales emprenden actividades de influencia en referencia a un interés particular de uno de sus miembros.
Finalmente, con un objetivo en cascada se busca, una vez conseguido el objetivo de la campaña, reiniciarla con un objetivo más ambicioso. Por ejemplo, el BEUC (Oficina Europea de Uniones de Consumidores) es muy sensible desde hace años a las diferencias de precio de los automóviles en los diferentes estados de la UE. Su objetivo: obtener la publicación periódica de los precios. En julio de 1993 obtuvo satisfacción. Inmediatamente, renovó su estrategia buscando que se condenaran las diferencias importantes de precio. Luego, el objetivo de una nueva estrategia se centró en la distribución de los vehículos.
Para optimizar los objetivos hay que definirlos de manera precisa, lo que implica varios imperativos:
  • Centrarse en lo esencial. No se trata de volver a redactar un texto normativo, sino de inflexionarlo a nuestro favor. Cuanto mayor sea la proximidad de nuestra contrapropuesta al proyecto inicial, más posibilidades tendrá de ser aceptada por sus redactores.

  • Ser constructivos. La elección de los lobbistas se limita a menudo a oponerse a la propuesta o a contribuir a ella. Sólo esta última posición tiene la ventaja de añadir aspectos positivos o de acentuarlos. El realismo lleva a aceptar limitaciones inevitables y a sacar partido a nuestra tesis, suavizando nuestras pretensiones, aceptando soluciones medias y medidas transitorias (incluidas las ayudas financieras). Estos "compromisos de buena voluntad" (Clamen, 2005) exigen escuchar los objetivos de las otras partes y actuar con creatividad.

  • Situarse respecto a las estrategias públicas. Al lobbista le interesa, en la medida de lo posible, ir en el sentido que desean los poderes públicos. Si no es posible, entonces la mejor solución es no oponerse frontalmente. El lobbista, como profesional de las relaciones públicas, debe ser ante todo un colaborador, aunque, eso sí, prudente.

  • Pensar en términos de coste-efectividad. El objetivo no puede disociarse del coste de las acciones programadas ni de sus posibilidades de éxito.

Estas posibilidades de éxito dependen de la principal característica de los objetivos de un proyecto de lobbismo: su realismo. Los objetivos deben ser factibles. Antes de emprender una estrategia de lobbismo para lograr uno o varios objetivos, el lobbista debe interesarse por su factibilidad.
La factibilidad depende muy especialmente de los siguientes factores:
  • De la decisión en sí misma, más o menos avanzada, más o menos influenciable. Entre los servicios públicos, a menudo divididos, algunos serán favorables a la propuesta del grupo de influencia. Un elemento importante es el coste de esta propuesta para las finanzas públicas.

  • De las tendencias a largo plazo. Las decisiones serán más fáciles de tomar cuanto más coincidan con la doctrina o las orientaciones públicas, o bien con tendencias sociales (ecología, consumismo, freno al cambio climático, etc.).

  • De la opinión pública y de sus expectativas, sobre todo si son cubiertas por los medios de comunicación.

  • De la solidaridad profesional. ¿Cuáles son los grupos favorables? ¿Y los antagonistas? ¿Podemos calcular su peso en términos de influencia sobre la toma de decisiones? ¿Es posible aliarse? Las respuestas a estas preguntas exigen conocer los objetivos de terceros y pueden suponer replantearnos los nuestros.

  • De la reputación. Un objetivo no puede desvincularse de la reputación de aquel que lo persigue. Los banqueros son ricos, la industria del petróleo contamina. Por muy discutibles y reduccionistas que sean estos estereotipos, deben estar presentes en los miembros de estos colectivos a la hora de emprender una actividad de lobbismo: ¿cómo pedir una subvención o una derogación relativa al medio ambiente sin tenerlos en cuenta?

2.2.Selección de los públicos

El lobbismo puede ser definido como el proceso estratégico de relaciones públicas con un público específico (los poderes públicos), con un objeto preciso (uno o varios intereses de una organización) y con una meta también concreta (que tomen una decisión favorable a dichos intereses). Por consiguiente, el público en la estrategia de lobbismo está constituido por los poderes públicos.
El ámbito de actuación de estos públicos –unidades organizacionales o individuos– puede situarse tanto en la estructura burocrática como en la política. Sin embargo, habida cuenta de que el lobbismo es un proceso de comunicación relacional, no debemos incluir en su proceso estratégico en sentido estricto la fase de identificación de los públicos tal y como aparece en la dirección de proyectos de relaciones públicas. En efecto, la identificación de los públicos en la metodología del lobbismo está en el origen de la misma y viene predeterminada por la priorización que del público "actores de la toma de decisiones" se realiza como paso previo, o "fase cero", de la metodología del proceso comunicativo del lobbismo. En otras palabras, y por consiguiente, esta atomización del público "poderes públicos" que estamos proponiendo suele ser, cuando menos, simultánea, si no sucesiva a la definición de los objetivos de la etapa estratégica.
Por tanto, en la fase de investigación el lobbista, al examinar el lugar de la organización en el entorno político-burocrático, debe indefectiblemente percibir lo que los miembros de este grupo pretenden, lo que están dispuestos aceptar, cómo utilizarán su poder. Este cometido se materializa a medida que va elaborando su agenda de contactos.
Cada estrategia de lobbismo debe identificar aquellos decisores públicos objetivo entre una amplia lista de posibilidades. En efecto, esta lista (de cuyo contenido surgen los públicos objetivo identificados) debe sistemáticamente incluir lo siguiente:
  • Las instituciones decisorias. En España: Gobierno, ministerios, Congreso de los Diputados, Senado, comisiones interministeriales y otros órganos especializados. En la UE: Comisión, Consejo y Parlamento.

  • Los órganos consultivos: En España: el Consejo Económico y Social, por ejemplo. En la UE: el COREPER, el CES o el CR, por ejemplo.

  • Terceros países implicados, sean decisorios o no. Se trata de identificar a posibles contendientes o de encontrar aliados que, una vez movilizados, intervendrán por la vía diplomática.

  • Los círculos regionales o locales.

  • Los círculos empresariales: empresas, asociaciones empresariales, proveedores, clientes, etc. Cualquiera de las partes que intervienen en el proceso de producción, distribución y comercialización.

  • Los círculos sociales: empleados y sindicatos.

  • Las organizaciones sin ánimo de lucro: ONG, grupos ecologistas, de consumidores, etc.

Para ser útil, la lista debe ser precisa y exacta, y para ello es necesario acudir a las fuentes y seguir las pautas dadas en la fase de investigación. Las fuentes de información son simples: recortes de prensa, bases de datos, mensajes institucionales (conferencias de prensa, posicionamientos públicos). Respecto a los textos oficiales, no son tan necesarios en este estadio, aunque también es cierto que el seguimiento, por ejemplo, del Boletín Oficial del Estado (BOE) implica conocer los ceses y nombramientos de altos cargos y decisores, pues deben publicarse en esta publicación oficial.
En la fase de planificación, se trata de identificar, en el ámbito de los poderes públicos, cuáles son las estructuras y sus responsables que intervendrán directamente en la elaboración de la decisión, priorizándolos tanto por el grado de participación como por su jerarquía en el proceso; es decir, aplicando una (sexista) máxima inglesa, the right man in the right place.
Pero con una peculiaridad: en general su importancia es inversamente proporcional a su grado jerárquico. El funcionario tenderá a ser más decisivo para el éxito del lobbismo cuanto más al inicio del proceso de decisorio intervenga.
La eficacia del lobbismo depende en gran parte de la correcta y certera selección de aquellos que realmente toman las decisiones, de ahí la importancia de esa selección. Para ello, el lobbista debe elaborar un documento en el que incluya:
  • La presentación de la decisión que se debe tomar, en forma de alternativa.

  • La relación de todos los actores interesados, o susceptibles de estarlo. Cada uno se clasificará en función de dos criterios: su posición en la alternativa y su dinamismo, mayor o menor, sobre el tema.

  • La formalización de una cartografía cuya finalidad es dividir los actores en universos que se deben tratar diferentemente: implicar, neutralizar, etc.

A la hora de seleccionar los públicos objetivo, es decir, aquellos actores que participan en la toma de decisiones, hay que tener en cuenta los siguientes factores relacionados con el proceso decisorio: la pluralidad de actores y de opiniones, las relaciones con los opositores y la determinación del peso de cada uno en la decisión.
Las decisiones públicas son pluricéfalas, por lo que la planificación de las estrategias de lobbismo debe adaptarse a la siguiente realidad: todos los expedientes aparecen, en un momento u otro, ante cada interlocutor. Un buen lobbista debe, por consiguiente, estar en todas partes (y, además, en el momento justo, con argumentos adaptados), relacionándose con personas en todos los niveles jerárquicos, en ocasiones modestos, otras muy formales y jurídicos, ya sea en el Parlamento o ante el poder ejecutivo.
Cuando se defiende un tema concreto o controvertido, hay que tener claro el mapa de todos los actores y de sus opiniones. Es el momento de elaborar la citada cartografía, en tanto que base visual de las convergencias. Esta aproximación permite igualmente subrayar:
  • Los matices entre los diferentes servicios públicos que, lejos de lo que pueda pensarse desde fuera del aparato burocrático, no son monolíticos ni unívocos.

  • Los intereses ocultos, a menudo asociativos. Hay que contar con aquellos actores menos aparentes que pueden tener un peso importante en la toma de decisiones.

El análisis de los actores es un eficaz medio de constatar (o suponer) los posicionamientos de cada uno:
  • Entre los protagonistas, ¿quién nos ayudará? Reunirse con los decisores que comparten nuestra tesis puede ser agradable, pero poco productivo. Se trata ante todo de verificar su posición y de que confirmen su apoyo. En el caso de los parlamentarios, este apoyo implica su presencia en el debate, por lo que hay que tener cuidado con el absentismo.

  • ¿Qué actores no tienen todavía una opinión? Estos actores neutros son, a menudo en la práctica, los más importantes. Lo más razonable será encontrarse con ellos antes de que se hayan posicionado.

  • ¿Quién se opondrá? En general, se percibe claramente. Pero ¿cómo tratarlos? Se trata de uno de los temas más debatidos: ¿hay que avisarlos o hay que ignorarlos?

Encontrarse con los actores totalmente opuestos no es indispensable, pues esto no les hará cambiar de opinión. Pero tampoco se trata de que en el seno de las instituciones públicas, altos funcionarios puedan argumentar la falta de contacto. Paradójicamente, solicitar una reunión sin conseguirla puede ser una solución aceptable. Por ejemplo, si el Comisario responsable de la competencia es reticente a una fusión empresarial y nos es imposible reunirnos con él, es inútil insistir. Este rechazo no tiene importancia en el proceso. Se trata de haberle pedido audiencia con tal de evitar que nos tachen de negligentes.
Por otro lado, la táctica de no avisarles puede ser útil respecto a los decisores oponentes a nuestra tesis.
El comisario europeo responsable de Medio Ambiente preparaba un proyecto que no gustaba a los industriales europeos. Pero en lugar de dirigirse a él directamente, eligieron una vía alternativa. Con motivo de una intervención de otro comisario en un acto en Londres, su gabinete recibió la visita de un miembro del BCI (British Council of Industry) para solicitarle una entrevista. La solicitud era superflua, pues la agenda del comisario en Londres estaba cerrada desde hacía tiempo. Sin embargo, el solicitante, al final de la conversación, indicó incidentalmente las reservas del BCI respecto al proyecto medioambiental y entregó un sucinto position paper, bien redactado y muy crítico.
Los demás comisarios recibieron, bajo un pretexto u otro, de una avocación empresarial u otra, una visita similar. Todos, menos el de Medio Ambiente. Cuando la cuestión se debatió en el Colegio de Comisarios, el responsable de Medio Ambiente expuso sus intenciones a las que se opuso el resto. El proyecto fue abandonado.
El lobbista debe asimismo conocer el peso real de cada persona que interviene en la decisión. Es en este punto donde el conocimiento de los mecanismos jurídicos y prácticos es preciso.
El grupo de influencia canadiense de los productores de pieles intentó que se autorizara la importación de pieles en la UE. Pero un reglamento británico ya la limitaba basándose en la protección de los animales. Mal informado, en lugar de presentar sus argumentos ante el comité de expertos ad hoc, el grupo de influencia mantuvo una reunión con los parlamentarios verdes, extremadamente opuestos a la caza. El resultado fue que las restricciones británicas fueron aplicadas a toda la UE.
En un expediente complejo ante la UE, preparar con esmero los contactos que deben establecerse supone erigir una lista de entre veinte y cuarenta personas, en función de la complejidad y de los niveles administrativos y políticos con los que relacionarse; pues se trata de seleccionar no sólo a los individuos en función de su rol en la decisión, sino también en función de sus características personales.
En la práctica, las relaciones diferirán atendiendo a si se tratará de personas favorables, desfavorables o neutras: ¿qué esperamos?, ¿un cambio de opinión?, ¿un apoyo?, ¿un relevo?

2.3.Selección del momento de intervención

La selección del momento de intervención es, como hemos visto en el módulo "Grupos de influencia y construcción europea" respecto al acceso de las instituciones europeas, fundamental en la estrategia de lobbismo. Intervenir tarde equivale a fracasar. De ahí la necesidad ya apuntada de un conocimiento puntilloso de los procesos y actores que participan en los procesos de formulación de decisiones.
Una regla de oro se impone: actuar en los primeros estadios del proceso normativo; es decir, cuando los poderes públicos están definiendo la problemática o el asunto en cuestión. Es más fácil moldear y orientar las intenciones públicas cuando éstas están cuajando que cuando ya han adquirido una base motivacional de compleja reorientación. En este sentido, entre las actividades de un lobby eficaz debe incluirse la gestión de conflictos potenciales.
En las decisiones públicas suelen intervenir en primera instancia burócratas y posteriormente, cuando la normativa lo requiere, los políticos. De ahí que una estrategia de lobbismo se manifiesta más eficaz cuando se desarrolla en el seno del proceso burocrático, ya que interviene antes de que el poder político se haya posicionado en favor de una determinada opinión. Cuando un gobierno se ha comprometido, más o menos públicamente, a llevar a cabo una reforma o una nueva legislación para la que ha necesitado una orientación, le es difícil dar marcha atrás. Puede introducir modificaciones, pero le es mucho más delicado cambiar radicalmente de postura sin que su credibilidad política se vea afectada.
En el proceso decisorio español, donde interviene el Consejo de Ministros, ya sea como última instancia o como iniciador del proceso legislativo mediante una propuesta de legislación, podemos diferenciar tres niveles posibles de actuación.
El nivel de la burocracia intermediaria, cuando aún nada está decidido y todo es discutible. La intervención es aquí ideal, especialmente ante las asesorías jurídicas adscritas a las direcciones generales de los ministerios, que son las encargadas de elaborar los anteproyectos normativos. No son pocas las ocasiones en las que la redacción salida de la asesoría jurídica es la que se aprueba, sin ninguna modificación. El conocimiento de la organización y del personal de una dirección general, y en especial de su asesoría jurídica –sea de la Administración central, autonómica o local–, es requisito sine qua non de todo buen lobbista.
El nivel superior, el de los altos funcionarios, antes de que el proyecto sea objeto de un informe definitivo sobre sus motivos y oportunidad. El éxito del lobbismo será más arduo.
El del Consejo de Ministros. Entre éste y el nivel anterior, el lobbismo debe dirigirse al ministro o los ministros ponentes del proyecto normativo, aunque las garantías de éxito sean mínimas. Llegados a este nivel de madurez legislativa, es preferible dirigirse a los miembros de las comisiones interministeriales.

2.4.La argumentación

La estrategia de lobbismo tiene una finalidad persuasiva, en el sentido noble del término. Su contenido es informativo y su sustrato es argumental. El mensaje basa toda su fuerza en la argumentación y ésta será más sólida si está refrendada por expertos en la materia.
Para el lobbista lo importante es argumentar en el sentido estricto de la palabra, empleando todas las técnicas posibles para tener así en cuenta la diversidad de interlocutores y afianzar al máximo su opinión.
2.4.1.Tipología
Siguiendo a Breton (2001), proponemos cinco categorías de argumentación, si bien existe una amplia gama de tipos de argumentos que pueden utilizarse a la hora de forjar un argumentario.
Los argumentos de autoridad. Son los que se basan en una autoridad conocida y respetada por el auditorio. Pueden ser positivos o negativos, dependiendo de si pretenden apoyar o descalificar una opinión o una propuesta.
Ejemplo de argumento de autoridad positivo: "Tal y como demuestra el reciente informe de la OCU...".
Ejemplo de argumento de autoridad negativo: "Recordemos que Franco también tenía esta visión de España...".
El argumento de autoridad puede fundarse en la propia experiencia del lobbista o en testimonios, hechos, estudios o sondeos.
Los argumentos de comunidad. Este argumento recurre a valores, opiniones, proverbios o creencias compartidas por un auditorio. Pueden basarse en citas o discursos de miembros del ejecutivo o legislativo, documentos administrativos o, incluso, refranes.
Algunos ejemplos de argumentos de comunidad serían los siguientes:
"Tal y como dijo el ministro el pasado 10 de mayo, España es una sociedad moderna. Es necesario, pues, que su sistema universitario sea un reflejo de ello".
"Todo el mundo está de acuerdo en que una medida que frena los efectos del cambio climático es una buena medida, pero es necesario que esté bien aplicada".
"Hay un momento para todo, señor director general, y pensamos que ha llegado; pero esto no se observa en su propuesta".
"Todos sabemos que no se pueden matar moscas a cañonazos, como pretende hacer el Gobierno".
Los argumentos de encuadre. Son aquellos que permiten enfatizar ciertos aspectos y relativizar otros. Lo que se pretende es introducir alguna novedad sobre la que, sin nuestras palabras, el interlocutor no hubiese pensado.
Si queremos denunciar las igualdades en la vivienda social de Madrid: "Los sin techo se concentran en la zona este y las nuevas viviendas, en el oeste".
Un argumento de encuadre también puede adquirir la forma de una definición:
"Este proyecto de ley quiere restablecer la equidad. ¿Qué es la equidad? La equidad es permitir al conjunto de la población tener acceso a las mismas atenciones, a los mismos servicios sanitarios, sin importar su cuenta bancaria".
O presentarse como una expolición, es decir, repetir una misma idea en los mismos términos o en términos distintos.
Un lobbista antitabaco que quisiera denunciar el infierno de la dependencia de la nicotina, podría expresarse como sigue:
"La nicotina crea adicción a quienes la consumen regularmente, eliminando toda voluntad. Estamos absolutamente sometidos a ella. Es ella la que manda; no podemos desengancharnos".
Los argumentos de analogía. Buscan un elemento o una situación exterior que no tiene más que algún vínculo lejano con el interés defendido. También pueden consistir en recordar un hecho conocido y elevarlo a un plano general.
En el marco de un proyecto sobre transportes que intenta instaurar la figura de un comisionado con altos poderes de control: "En esta ley, el comisario se convierte en una verdadero jefe de la Gestapo" (como se habrá observado, se trata también de un argumento de autoridad negativo).
O si queremos decir que en Cataluña todo el mundo puede triunfar: "Todos pueden triunfar en Cataluña; Montilla llegó con una familia humilde de inmigrantes y se ha convertido en presidente".
El argumento de analogía también puede presentarse como un argumento mediante el ejemplo. También busca un elemento ajeno a la opinión emitida, pero lo relaciona con ella de manera más directa y simple. Sin embargo, debe utilizarse con mucho cuidado, pues puede ser contradicho fácilmente.
"Con este plan urbanístico, el desarrollo de la ciudad puede convertirla en una nueva Marbella".
Contradicción: "A diferencia de Marbella, este plan de ordenación cumple estrictamente con la legislación del suelo".
Los argumentos casi lógicos. Este tipo de argumentos pueden ser casi una demostración: Los amigos de mis enemigos son mis enemigos. O ser de tipo causal, es decir, que suponen una demostración de causa a efecto.
2.4.2.Funciones y objetivos
Las funciones y objetivos de la argumentación son los siguientes:
  • Informar, inspirar confianza, seducir y convencer. Estas cuatro funciones indisociables dependen del cumplimiento de los objetivos que desarrollamos a continuación.

  • Exponer la tesis. La argumentación presenta las razones que justifican la postura adoptada, lo que hay que cambiar en la ley o proyecto y por qué. Es fundamental exponer los efectos negativos que la toma de la decisión, o su omisión, puede provocar a la organización.

  • Transmitir una identidad. La argumentación no sólo debe ser transmisora de un mensaje, sino de una idea de seriedad, credibilidad y confianza. No es suficiente con tener relaciones, hay que ser creíble, por lo que la argumentación está en la base misma de la creación de una confianza mutua lobbista-interlocutor.

  • Colaborar con los decisores, aportando un punto de vista sólidamente argumentado. De esta manera, las decisiones serán lo más fundadas posible.

  • Elegir el escenario del debate. El expediente normativo tiene varias facetas; algunas más favorables que otras para el lobbista. No hay razón alguna para quedarse con las que los decisores o los adversarios hayan elegido. Por ejemplo: limitar la publicidad del tabaco está en consonancia con el interés público de defensa de la salud, pero puede ser enfocado como un atentado a las libertades públicas y a valores superiores como la tolerancia. Trasladar el debate a otros ámbitos se ha convertido en una de las principales tácticas del lobbismo.

  • Oponerse a las argumentaciones adversas. La utilización de contraargumentos para contrarrestar posturas contrarias a la nuestra, demostrando sus debilidades y límites, es de gran utilidad para el legislador. Pero esto requiere conocer los argumentos adversos, ya sea directamente o a través de sus proclamas escritas.

No existen argumentos modelo ni el mejor argumento es aquel que nos viene el primero a la cabeza. Los argumentos suelen encontrarse en varias fuentes:
  • Los argumentos emitidos anteriormente por otros actores. Por ejemplo, los medios de comunicación vehiculan muchos argumentos, aunque de desigual valor. Asimismo, el lobbista debe prestar mucha atención a los debates legislativos o normativos donde los representantes de los poderes públicos se posicionan y argumentan sus posicionamientos.

  • Las concordancias con orientaciones estratégicas de los poderes públicos. Son muy útiles, pues será mucho más fácil convencerlos si nos basamos en la doctrina pública y contribuimos –al menos aparentemente– a objetivos públicos.

  • El producto de los análisis, ya que muchos argumentos surgen de estos resultados de manera casi mecánica.

  • El análisis de argumentos adversos. Se trata de no subestimar a los adversarios. La mejor manera de encontrarlos es escuchar, recibiéndolos a través de diferentes fuentes: lo que circula de boca en boca, las asociaciones empresariales o la lectura de comunicados de prensa, de las cuestiones parlamentarias y de sus respuestas.

  • Los "argumentos objetivos clásicos". Algunos argumentos se han convertido en verdaderos leitmotiv.

Entre los argumentos "objetivos" positivos más empleados se cuentan:
  • Conformidad con la política general: grandes principios (libertades, igualdad, justicia, etc.), tratados y acuerdos internacionales, y orientaciones de los partidos en el poder.

  • Conformidad con compromisos anteriores: promesas electorales, anuncios públicos y compromisos internacionales.

  • Participación en objetivos de interés general: sanidad, seguridad, medio ambiente, empleo y condiciones laborales, tendencias sociales (derechos humanos, calidad de vida, costumbres).

  • Respuesta a demandas de grupos de influencia representativos: ONG, asociaciones sin ánimo de lucro.

  • Efectos positivo o neutro sobre las finanzas públicas.

También puede recurrirse a argumentos "objetivos" negativos que sirven principalmente para oponerse a un proyecto, pero que en ocasiones pueden volverse en nuestra contra.
  • Imposibilidades. Se trata de demostrar que el proyecto es irrealizable. La imposibilidad puede ser técnica: imposible implantarlo, calibrarlo, controlarlo, etc. Estos argumentos pueden basarse en experiencias anteriores que han fracasado o en datos que evidencien que su coste será demasiado elevado. La imposibilidad puede ser jurídica, es decir, sería una opción ilegítima: no conforme a los textos fundamentales (Constitución, tratados); atentatorios a los derechos fundamentales, a las libertades, a la igualdad entre ciudadanos, a la libre circulación, etc., u objeto de procesos impugnables (competencia de las instituciones, base jurídica, etc.). Por último, la imposibilidad puede ser también política: inaceptable para la opinión pública, dificultades para explicarlo y justificarlo, contradicción entre las diferentes apreciaciones "culturales" de los países miembros, las tesis defendidas son contrarias a los proyectos políticos de los decidores.

  • Inutilidad. Se trata de mostrar que el proyecto no es necesario: se basa en ideas falsas, los hechos que lo motivan no están fundados, se puede alcanzar el mismo resultado a través de otras vías, en otros foros político-burocráticos se sustancian estos temas de manera distinta.

  • Ineficacia. Se trata de probar que el proyecto será inoperante: la norma prevista no cubre todas las situaciones; omite casos relevantes; la regla general prevista es buena, pero para situaciones excepcionales; habrá efectos inducidos, pero no tenidos en cuenta, que serán contrarios a los pretendidos.

  • Peligros, efectos negativos. En este caso no se trata de rebatir la medida propiamente dicha, sino que se subrayan las consecuencias que la convierten en inaceptable: costes inducidos para las finanzas públicas; costes inducidos para los actores económicos en términos de competitividad (especialmente para las exportaciones), de amenazas para el empleo, insuficiencia de inversiones, deslocalizaciones, aumento de precios, etc.; efectos negativos para los consumidores, sobre la sanidad, sobre las condiciones de trabajo, etc.; efectos negativos sobre el medio ambiente, la protección de los animales, la ordenación del territorio; efectos negativos sobre la cultura, la protección de las lenguas nacionales, la creación artística, etc.

En los argumentarios basados en términos de costes económicos y financieros, los datos numéricos desempeñan un papel fundamental.
2.4.3.Concepción y validación
La concepción del argumentario es un acto a la vez táctico y comunicativo, cuya calidad depende del fondo y de las percepciones. Así, un argumentario de lobbismo debe:
  • Inspirar confianza, por su representatividad y por su seriedad.

  • Informar, aportando elementos factuales que aclaran y apoyan la tesis defendida.

  • Desmentir o neutralizar la argumentación adversa.

  • Seducir, generando al decisor ganas de saber más sobre el asunto, de encontrarse o reencontrarse con los defensores de la tesis.

  • Convencer a través de la lógica del razonamiento, aunque esto es también el resultado de los puntos anteriores.

La consecución de estos objetivos depende mucho del contenido y de la forma de la argumentación. En cuanto al primero, más que recomendaciones, éstas se deducen por aquellas trampas o tentaciones que el lobbista deberá evitar a toda costa. Entre las primeras: hablar demasiado de sí mismo, falta de seguridad en los datos, evocar continuamente el interés general (es parcela de los gestores públicos, por lo que recelan de aquel que parezca quererlos suplantar), pensar improvisadamente en recurrir a los medios de comunicación y subestimar los argumentos adversos. Las tentaciones en las que más comúnmente se cae son las siguientes: la exageración (cuanta mayor moderación, mayor poder de convicción), la crítica a la actuación de los poderes públicos, la crítica no constructiva y la amenaza.
Otra de las tentaciones que se debe evitar, aunque parezca paradójico, es ser demasiado objetivo. Queremos decir que si bien es necesario, para ser creíble, que el aspecto formal se corresponda con la realidad, no es indispensable explicarlo todo. El buen argumentario de lobbismo, como el argumentario de un buen abogado, es aquel que sabe, sin deformar los hechos, presentarlos en el sentido de la tesis defendida, silenciando, cuando convenga, aquellos que la contradicen. Se trata de un planteamiento asimétrico, pero no tiene por qué no ser ético.
La forma de la argumentación, cuando es escrita, debe caracterizarse por:
  • Identificación inmediata de la decisión objeto del lobbismo, del lobbista, de la organización.

  • Presentación clara y sobria, esencialmente informativa. Texto de fácil comprensión y de lectura agradable: frases cortas (tres o cuatro líneas como máximo), lo mismo que los párrafos (de diez a doce líneas) y aún más la conclusión (cuatro o cinco líneas).

  • Desarrollo lógico: plan claro. Ejemplo: situación actual, inconvenientes, medidas propuestas, ventajas esperadas y, como conclusión, una propuesta.

  • Precisión: cifrar, cuantificar, aportar informaciones de hechos, otorgar más peso a la tesis que a las declaraciones de principios.

  • Brevedad: la longitud no debería superar una página, si bien se pueden adjuntar anexos también cortos (dos o tres páginas cada uno). Para el caso de presentar dictámenes o propuestas de legislación alternativa, lo ideal es no pasar de las treinta páginas. No hay que aburrir a los decisores ni confiar en que dedicarán mucho tiempo a nuestras propuestas.

  • Adaptación a cada destinatario: no es lo mismo enviar un informe a un parlamentario, a un gestor público o a los medios de comunicación. Ante un burócrata, el lobbista deberá seducir al funcionario haciéndole percibir su contribución al trabajo burocrático, mientras que en la esfera política se trata más de demostrar que las intenciones del legislador coinciden con la tesis del lobbismo, lo que generará una plusvalía de imagen pública para aquél.

La evidencia científica como apoyo a los argumentos está cada vez siendo más considerada por los decisores públicos. Así, el 64% de los eurodiputados la considera muy importante y el 32%, bastante importante (Burson-Marsteller, 2002). Esta relevancia está condicionada a la fuente de los datos científicos: prácticamente la mitad de los diputados del Parlamento Europeo considera que los informes y dictámenes de científicos independientes son los mejores medios para comunicar evidencias científicas.
Finalmente, una vez elaborado el argumentario, éste debe testarse y, si procede, validarse. Esto supone controlar su eficacia y, para ello, los redactores no son las personas más indicadas. La verificación de la eficiencia del argumentario se basa en algunas acciones simples como:
  • Hacerlo leer a una persona de confianza, externa a la problemática.

  • Reformularse preguntas sobre su coherencia: ¿el lenguaje es acorde con el que usamos habitualmente?

  • Volver al objetivo inicial: con estos argumentos, ¿realmente lograremos lo que pretendemos?

En una segunda fase, el argumentario sirve de base a documentos elaborados por el lobby en los que expresará su posición: es indispensable escribir para convencer. Posteriormente, hay que saber cómo han sido recibidos y qué impresión han dejado estos documentos derivados del argumentario. A menudo, deben revisarse muy deprisa en función de las reacciones suscitadas.
2.4.4.El recurso a los expertos
El recurso a los expertos es una técnica del lobbismo al servicio del argumentario. La argumentación es, por su naturaleza persuasiva, parcial, por lo que su credibilidad se verá reforzada por un apoyo externo por parte de la opinión o información de expertos en la materia en cuestión. Los grupos de influencia afianzan a menudo sus tesis mediante opiniones técnicas independientes, más o menos autorizadas.
Esto resulta aún más cierto si el ámbito de actuación lobbística es la UE. Las instituciones europeas recurren a cantidad de expertos y, sin embargo, no existe ninguna definición precisa. El término designa situaciones muy distintas, vinculadas con dos realidades:
  • el dispositivo comunitario deja un amplio lugar a las consultas de personas que, sin tomar parte decisivamente en la decisión, emiten una opinión a título personal, colectivo o, incluso, institucional;

  • sin poseer poderes formales, estas personas tienen informaciones útiles y, a menudo, capacidad de influencia.

En la realidad cotidiana, se trata de participantes en los comités ad hoc, previstos en los tratados y constituidos por funcionarios nacionales, o de personas de orígenes variados, reunidas a instancia de la Comisión y bajo su única responsabilidad. Además, la carencia de medios obliga a la Comisión a reclutar expertos a tiempo completo (normalmente de la función pública de los países miembros) o a consultores externos para completar el trabajo de sus estructuras. Todos ellos son expertos, frecuentemente reunidos en comités. Así, en función del grado de iniciativa de la Comisión o del nivel de las personas consultadas, nos encontramos con situaciones distintas. En la práctica, los comités se diferencian por su poder definido por la comitología, pero también por el origen de los individuos que agrupan: agentes designados en función de su rol nacional (por ejemplo, en materia de competencia o de energía) o altos funcionarios nacionales.
La elección de un experto no debe aparentar ser parcial. Para ello, el elemento esencial es la credibilidad, que exige adecuarse a los valores de los poderes públicos y acomodarse a sus usos.
Para ser considerado, hay que encontrar las condiciones que los poderes públicos aprecian en los expertos: competencia, notoriedad, independencia (incluida la financiera), etc. o su apariencia. Respecto a la independencia, el experto no debe presentarse como defensor de los intereses particulares del grupo de influencia. Es necesario pues eliminar cualquier vínculo aparente entre los intereses defendidos en la estrategia de lobbismo y el experto; en los temas internacionales, hay que excluir incluso el vínculo de la nacionalidad.
En relación con la notoriedad, ésta supone una ventaja, especialmente si hemos contemplado una cobertura mediática de las opiniones del experto. Sin haber de caer en el espectáculo, el apoyo de personalidades respetadas puede ser determinante.
Apoyo de personalidades
Con motivo de la discusión sobre los organismos genéticamente modificados (OGM), el Parlamento Europeo, como reacción a un proyecto de la Comisión, preparó una moratoria que podía bloquear las investigaciones que sobre el tema se estaban llevando a cabo. Los defensores del proyecto crearon una red de contactos que incluía a 16 premios Nobel de diferentes países que firmaron una declaración e hicieron comprender a la comisión parlamentaria de Medio Ambiente que no dominaba precisamente el tema.
Cuando los poderes públicos actúan mediante afirmaciones técnicas, nada impide cuestionarlas, aportando las de un experto que las contradiga. El objetivo, en este caso, es formular, ante una posición técnica ya expresada, una contradicción de peso suficiente. Con frecuencia, se trata de oponerse a expertos empleados por la propia Administración (la Comisión Europea, por ejemplo). En estos casos, sin embargo, hay que estar muy seguros de uno mismo y tener los medios para disponer de un experto de alta calidad.
Practicadas con rigor intelectual, las técnicas de la experiencia son absolutamente legítimas. Pero hay ciertas prácticas éticamente reprobables. La primera es la del "experto comprado". El riesgo de desprestigio que puede correr un experto por opinar en falso a cambio de una remuneración provoca que esta práctica sea muy rara. La segunda es la del "experto espontáneo". Aquí el experto interviene como por casualidad y sin relación aparente con el grupo de influencia en cuestión. A pesar de esta dimensión "milagrosa", es bastante difícil en estos casos demostrar que no se trata de una coincidencia. La tercera es el recurso a los tribunales. Ya hemos dicho que el lobbismo no procede ante el poder judicial; sin embargo, podemos considerar a un tribunal como un experto que indica a todos (incluidas las administraciones) el camino que se debe seguir. Luego, nada impide utilizar sus resultados, la jurisprudencia, que –por qué no– podemos haber colaborado a crear.
Un experto espontáneo
Al comienzo de la guerra del Golfo, el Parlamento Europeo emprendió resoluciones al respecto. Entre otras, solicitó a la Comisión que prohibiera los juguetes bélicos. Esta resolución no era más que un deseo, sin valor jurídico ni aplicación práctica. Pero inquietó a los fabricantes de juguetes, que, sintiéndose comercialmente amenazados, protestaron a través de los medios de comunicación. En la radio, psiquiatras infantiles demostraron talentosamente las virtudes de los juguetes bélicos. Sólo estos juguetes, decían, permiten a los niños exteriorizar su agresividad, por lo que limitar su uso sería un error dado que son indispensables para la educación infantil. Sin posicionarse sobre el fondo de la cuestión, es evidentemente que se trataba de un recurso a la experiencia: participante independiente, creíble, especialista; argumentación científica, hábil y además convincente. Para el grupo de influencia, este posicionamiento le fue como anillo al dedo. ¿Es esto lobbismo? ¿Quién puede probarlo?
Una de las fuentes más importantes de expertos son los think tanks y advocacy tanks. Aunque –como vimos en el módulo "Grupos de influencia"– se trata de un fenómeno estadounidense, su desarrollo en Europa provoca que los lobbies cuenten con ellos a la hora de reforzar sus argumentos. No obstante, su cada vez menor independencia los hace protagonistas de estrategias tan discutibles como algunas de las que acabamos de exponer.

2.5.El diseño de los modos de intervención

El diseño de los modos de intervención consiste en determinar las tácticas y sus correspondientes técnicas de actuación. Esta etapa está directamente relacionada con los puntos anteriores, pues la elección de la táctica está íntimamente conectada con el momento normativo en el que se actúe y, por consiguiente, con el interlocutor sobre el que se actuará.
La influencia indirecta sobre los poderes públicos se concreta principalmente en la acción sobre la opinión pública, a través de los medios de comunicación. En este modo de actuación, el grupo de influencia o la empresa cuenta con la opinión pública para focalizar la atención de los decisores. Los medios de comunicación actúan como transmisores. No deja de ser una alianza específica. En cualquier caso, la función de este tipo de estrategia no es la de sustituir a las tácticas de lobbismo directo, sino de complementarlas para reforzar nuestras tesis y, por tanto, la influencia que garantice la consecución de la orientación de la decisión pública en el sentido deseado.
2.5.1.El lobbismo directo
La vía clásica de traducción de una estrategia de lobbismo directo es la negociación, a través de la cual se vehicula la argumentación. El tipo de negociación puede ser oficial u oficiosa, pública o secreta, solemne o latente. En cuanto a la temporalidad de las negociaciones, esto es, al tiempo de concreción de las consultas, podemos distinguir dos momentos: en la fase de elaboración del proyecto o texto, y una vez que se ha elaborado para ver cómo puede aplicarse (la mayor parte de las leyes necesitan un reglamento de desarrollo).
2.5.2.El lobbismo de base
La estrategia del lobbismo de base (grassroots lobbying o, también, lobbismo de movilización de las bases populares) consiste en una acción deslocalizada, que pretende sensibilizar a terceros con el uso de técnicas de marketing directo (correos electrónicos, cartas, llamadas telefónicas, telegramas, tarjetas postales, peticiones, etc.) dirigidas a los decisores públicos y a los medios de comunicación social.
Es decir, el lobbismo de base utiliza a los ciudadanos-electores como intermediarios del público objetivo y los medios de comunicación social para hacer valer una postura o un interés ante los poderes públicos. Este proceso se estructura normalmente en dos etapas: acciones de comunicación de la organización con el objetivo de movilizar a los ciudadanos y acciones de influencia de los ciudadanos sobre los políticos.
La primera etapa implica la puesta en práctica de una campaña de relaciones públicas, donde la utilización de los grandes medios de comunicación y la gestión de la información es esencial. En Estados Unidos, los grupos de influencia participan en las campañas electorales, en la formación de los comités de acción política (PAC), así como en la organización de movilizaciones. Estas actividades sirven de plataforma para la segunda etapa, durante la cual se producen acciones de protesta. Ello acaba traduciéndose en contactos directos con los parlamentarios a través del teléfono, del correo ordinario o electrónico para influir sobre sus decisiones. En Estados Unidos, el Congreso está más abierto hoy a las peticiones y a la opinión pública que antaño. Esto se explica por la aceleración de la rotación del personal legislativo y por la debilidad del sistema de partidos.
Los grupos de interés privado estadounidense, como las asociaciones profesionales, practican el lobbismo directamente o utilizando redes de acceso ya establecidas, como las audiencias públicas de las comisiones del Congreso o los contactos personales. Los grupos de interés público, por el contrario, deben utilizar a menudo la presión de los electores para tener un impacto sobre el proceso legislativo.
La comunicación con el público es uno de los objetivos principales de las organizaciones. El uso de las relaciones públicas es evidente. Los estudios indican que el 80% de las organizaciones utiliza la estrategia del lobbismo de base. Aun así, algunas organizaciones con pocos conflictos y estrechas relaciones con organismos gubernamentales prefieren practicar el lobbismo directo en lugar de esforzarse por cambiar la opinión pública o concienciarla.
Por su parte, los grupos de interés europeos no son tan proclives a practicar el lobbismo de base. En sistemas donde los miembros de los parlamentos están sometidos a una rígida disciplina de partido, la movilización de la ciudadanía difícilmente tiene éxito. En Europa, las organizaciones intentan presionar sobre el Parlamento influyendo a la opinión pública a través de relaciones directas con los medios de comunicación.
Otra cosa es el sistema político de la UE, libre de las ataduras de la disciplina de partido y donde el interés nacional prima sobre la tenue ideología de los partidos del Parlamento Europeo. La similitud, salvando las distancias, con el modelo estadounidense convierte al lobbismo de base en una técnica vigente.
La función del lobbismo de base es la consecución de una apariencia de espontaneidad en las notificaciones a favor de una acción concreta. En efecto, como señala Castillo (2001), si la persona que ha de tomar la decisión empieza a recibir todo tipo de mensajes remitidos por personas individuales, parecerá que una importante cantidad de sujetos piden un posicionamiento público determinado.
Actualmente, este tipo de lobbismo indirecto adolece de espontaneidad, puesto que las llamadas a la movilización opinante suelen canalizarse a través de los medios de comunicación, encartando o publicando los soportes (donde se concretarán las demandas particulares) cuya unidad formal descubre su naturaleza de campaña orquestada, lo que la sitúa a medio camino entre el lobbismo y la recogida de firmas para legitimar una iniciativa legislativa popular. Efectivamente, hoy en día los políticos son plenamente conscientes de que detrás de este tipo de campañas existe una orientación estratégica perfectamente planificada.
Sí que, en cambio, es necesario para la eficacia del lobbismo de base que las demandas sean coherentes con el objetivo perseguido. La organización ha de tener muy claro que sus peticiones han de ser objetivamente asumibles.
Para planificar apropiada y estratégicamente el lobbismo de base, es conveniente tener claras las respuestas a un determinado número de preguntas que el lobbista debe formularse:
  • ¿Quién, más allá de nuestra propia organización, puede estar afectado financieramente?

  • ¿Quién toma la decisión?

  • ¿Cuál es el proceso de decisión?

  • ¿Quién puede contactar con los decisores? ¿Quién aconsejará a los decisores?

  • ¿Cuáles son las personalidades de confianza de los decisores? ¿Por qué confían en ellos?

  • ¿Qué tipo de mensajes, de argumentos puede convencer a un decisor o modificar su decisión?

  • ¿Cómo reaccionan los otros actores implicados? ¿Hacen valer sus puntos de vista?

  • ¿Cómo podemos formar una coalición? ¿Qué podemos exigir de cada miembro de la coalición?

  • ¿Qué podemos realmente hacer para desestimar, enmendar o retrasar una proposición?

  • ¿Cómo podría afectar a la comunidad una decisión de la parte adversaria?

  • ¿Cómo podemos alertar a la comunidad sobre las consecuencias de las acciones de los adversarios?

  • ¿Cómo podemos llamar la atención de los decisores en caso de descontento colectivo?

  • ¿Cómo podemos atraer el interés de los medios de comunicación sobre la problemática? ¿Cómo podemos hacer que intervengan?

  • ¿La decisión afecta a una necesidad percibida o real? Si es sólo percibida, ¿cómo podemos presentar el expediente de manera que la prensa, nuestra coalición y sus simpatizantes se unan a nuestros intereses?

Posteriormente, el lobbista emprende una estrategia presidida por las siguientes directrices (Wilcox, Cameron y Xifra, 2006):
  • Seleccionar los objetivos. Ninguna campaña de lobbismo requiere acceder a todos los congresistas o legisladores.

  • Centrarse en los públicos persuadibles. Es mejor limitar al público concentrándose en los indecisos.

  • Crear coaliciones basadas en el interés económico propio. Conviene centrarse en aquellos individuos y organizaciones que puedan ver sus intereses económicos afectados por la decisión en cuestión.

  • Pensar políticamente. Encontrar a aquellas personas que conozcan personalmente o tengan alguna conexión con los decisores clave (contactos relevo).

  • Las cartas son el mejor método. Las cartas personales son las más eficaces, mucho más que las postales, los envíos masivos de correos electrónicos y las peticiones de firmas. Las mejores cartas son cortas y sencillas. Evidentemente, en el soporte que más convenga: electrónico o tradicional.

  • Facilitar la cooperación. Conviene suministrar un borrador de la carta. Si se opta por el correo ordinario, también es preferible suministrar papel, bolígrafos e incluso sellos.

  • Organizar reuniones. En una estrategia de lobbismo parlamentario de base, la mejor vía de comunicación es organizar una reunión en el distrito electoral de procedencia del legislador en cuestión con un grupo de electores involucrados.

  • Evitar las tácticas furtivas. Si uno no puede decir abiertamente qué, en nombre de quién y por qué promueve los intereses, conviene replantearse si la campaña vale la pena.

En España, el Gobierno puede proponer sus reformas de dos modos: una proposición o un proyecto de ley. El proyecto de ley se prepara por el Gobierno y lleva aparejado en su tramitación una disciplina de partido contra la que es muy difícil luchar si no se ha actuado antes en la fase de elaboración por parte de los funcionarios del poder ejecutivo. En contraste, en el marco de una proposición de ley, el debate es mucho más abierto, con lo que se dan las condiciones para que el enfoque grassroots sea posible. Contando con los actores que son favorables al interés defendido, formando una coalición, presentando alternativas a la proposición inicial ante interlocutores adecuados y con buenos argumentos, es razonable pensar que se puedan alcanzar los objetivos.
Dado el altísimo contenido comunicativo del lobbismo de base, son muy variadas las técnicas de comunicación que conforman su operativa: busca de información legislativa; correos electrónicos u ordinarios, espontáneos u orquestados, emitidos por los ciudadanos; correos de otros responsables políticos, de directores de medios de comunicación o de líderes de opinión; visitas de ciudadanos, de representantes de empresas o de grupos de influencia, o de lobbistas a parlamentarios; llamadas telefónicas de esos mismos actores; editoriales o artículos de opinión en prensa; programas televisivos o radiofónicos de información; debates en televisión y radio; sondeos de opinión, etc. entre los más destacados.
Carta dirigida a representantes políticos en una campaña de lobbismo de base
Carta dirigida a representantes políticos en una campaña de lobbismo de base

3.Ejecución

Con la ejecución se trata de poner en práctica, de implantar, la estrategia diseñada. Las tres maneras más relevantes, y no excluyentes, de implementación son: lobbismo directo, lobbismo indirecto y el establecimiento de coaliciones o alianzas. Esta última es una opción estratégica aplicable a las dos primeras.

3.1.Técnicas de lobbismo directo

Los principales métodos y técnicas para tratar directamente con el decisor son más propios de la negociación que de la comunicación o información. En los siguientes subapartados distinguiremos las más significativas, siguiendo la división de Martins (2006).
3.1.1.El position paper
Position paper es una expresión inglesa que designa el documento en el que se exponen las razones y los argumentos de la organización sobre un tema determinado.
El position paper debe ser conciso y estar redactado en un lenguaje persuasivo. Se dirige primordialmente a:
  • Los legisladores y las comisiones parlamentarias.

  • Los ayudantes o asistentes de los parlamentarios.

  • Los responsables de organismos ejecutivos y reglamentarios.

  • Los medios de comunicación social.

  • Las asociaciones profesionales o los aliados potenciales.

  • Todos aquellos actores que participan en estrategias de lobbismo de base y el conjunto de personas que tienen un interés en la organización promotora.

  • Los miembros de la organización promotora del lobbismo.

Un position paper debe centrarse en los hechos y ser razonable y moderado en sus propósitos. Si la firmeza y la persuasión son recomendables en la redacción de un position paper, la vehemencia y las amenazas deben ser proscritas de este tipo de documento. La credibilidad del position paper se basa en los siguientes criterios:
  • La representatividad de los portavoces. El position paper debe indicar primero el peso, en términos de influencia, de la organización que se expresa a través de él. A menos que se trate de un grupo o una compañía muy notoria, debe probar en sus primeras líneas la representatividad de lo que está en juego, evidenciando la dimensión general del tema, su incidencia sobre todo un sector de actividad, todo un sector profesional, toda una región. Los argumentos de los grandes grupos empresariales europeos suelen empezar por: "Agrupamos a X compañías que representan Y puestos de trabajo en N países de Europa". Incluso Business Europe, a pesar de su poder de influencia, inicia sus position papers como sigue: "Business Europe, la voz de los círculos empresariales de Europa,...".

  • La seriedad. Este criterio está ligado a la calidad de la experiencia. Los position papers deben basarse en estudios, sondeos y afirmaciones de personalidades incuestionables.

  • El uso de distintos registros. El argumentario debe sobrepasar la lógica. Si es bueno que contenga deducciones en el sentido matemático del término, no debe reducirse a este registro. Los mejores argumentarios apelan también al registro emocional, pero sin excederse: el 30% de los diputados del Parlamento Europeo vincula la ineficacia del lobbismo parlamentario a argumentos demasiado agresivos y emocionales (Burson-Marsteller, 2002).

En relación con la formulación de un position paper, el texto será mejor considerado si formula los puntos clave de la manera más positiva posible, transformándolos en una contribución al interés general. A este cometido contribuyen:
  • La presentación de la tesis. La tesis debe formularse de manera que sea aceptada por los decisores. Por ejemplo, ante una normativa que pretendía prohibir el uso de ciertas sustancias en la fabricación de pinturas, el grupo de fabricantes centró su tesis en el daño que se hacía a la creación artística y no en el que afectaba a la propia pintura como producto.

  • Tener en cuenta los prejuicios y los estereotipos. Los poderes públicos tienen una imagen formada de los intereses defendidos a través del lobbismo. El lobbismo debe conocerla y considerarla. Ya hemos indicado cómo los banqueros o las petroleras sufren estas percepciones.

  • La personalización. El registro lingüístico debe recurrir, sin excederse, al lenguaje propio del interlocutor: parlamentarios, altos funcionarios, opinión pública, bases populares, etc., y de sus preocupaciones.

En cuanto a su presentación, el position paper suele aparecer bajo la forma de un texto breve pero muy trabajado. No debe superar las dos páginas. Ello no obsta para que pueda remitir a anexos como declaraciones realizadas con motivo de una audiencia pública, discursos, comunicados de prensa, recortes de prensa que incluyan artículos de opinión de reputados especialistas en la materia, resultados de sondeos de opinión, estudios científicos, publicaciones internas de la organización y otros medios similares. Se trata de una remisión a estos documentos, no de adjuntarlos, pues estaríamos ante un dosier y no ante un position paper.
Con relación a su estructura, un position paper debe contener, en principio, los siguientes elementos:
  • Un título que afirma la posición del grupo de influencia.

  • La presentación del emisor que fije claramente su importancia y representatividad.

  • Un resumen en pocas líneas de la problemática abordada y un enunciado de la solución propuesta.

  • Una presentación del posicionamiento de la organización respecto a la problemática, acompañada en su caso de una refutación de los argumentos de la(s) parte(s) adversa(s). Cuando sea posible, no hay que dudar en redactar un argumentario referido directamente a la equidad y a la moral. Esta presentación no debe superar los tres párrafos.

  • Una evidencia del impacto de la problemática sobre las actividades de la organización o de sus miembros (aumento o pérdida de empleos, fiscalidad, efectos sobre la comunidad, incidencia sobre los proveedores, etc.). Deben privilegiarse los argumentos que no se contentan sólo con mencionar las pérdidas de volumen de negocio o de beneficios, y jugar con lo afectivo sin excederse.

  • Una muestra de apoyo de terceras partes. La confirmación de argumentos presentados por terceros a la sociedad o a la organización tiene a menudo más valor que sus propias afirmaciones. Si esta confirmación procede de organizaciones de gran notoriedad y/o con una reputación de neutralidad (por ejemplo, una universidad o un organismo público), aún mejor.

  • El impacto sobre los consumidores o el público en general. Siempre es importante demostrar que los ciudadanos y/o consumidores comparten nuestro interés. Una vez más, si es posible, es eficaz mostrar el apoyo de estos argumentos por terceros.

  • Una conclusión aislada que recuerde la posición del grupo de influencia y evoque los resultados esperados, lo más positivamente posible.

En cuanto a su contenido, hay que seguir las pautas expuestas al tratar de la argumentación, pues el position paper es el principal canal escrito de nuestros argumentos. Aun así, conviene que se estructure lógicamente, es decir, que el posicionamiento se afirme claramente, que los argumentos se encadenen por demostración, así como que la conclusión pueda comprenderse sin recurrir a lo que la precede.
El estilo redaccional debe ser natural y directo. Por ejemplo, si utilizamos acrónimos sobradamente conocidos por nuestro interlocutor (SGAE, UNICEF, etc.), no debemos desarrollarlos entre paréntesis. Las frases deben ser cortas (menos de tres líneas), al igual que los párrafos (de cinco a ocho líneas). Ya hemos dicho que el position paper no debe superar las dos páginas, aunque que quepa en una sola nos beneficiará. En cuanto al uso de cifras y ejemplos, son recomendables pero no hay que abusar de ellos: sólo hay que aportar los realmente necesarios. Lo mismo ocurre con las citas.
A la hora de elaborar un position paper el lobbista debe evitar todo aquello que pueda asimilarse a una presión. Aunque los decisores son perfectamente conscientes de que se trata de influir en ellos, la evocación expresa de presiones está mal vista. Si se recurre, por ejemplo, al referente argumental de la pérdida de puestos trabajo, según cómo se formule, puede ser interpretado como un problema social por resolver o como una especie chantaje.
3.1.2.Los contactos mediados
La eficacia de esta técnica depende de la perfecta elección del destinatario. Los contactos mediados se establecen y mantienen a través de la correspondencia privada (ordinaria y electrónica), los faxes (cada día menos utilizados) y las llamadas telefónicas.
En el uso de la correspondencia privada (incluidos telefax y correo electrónico) deben tenerse en cuenta los aspectos siguientes:
  • Cartas y correos electrónicos cortos y directos: el tiempo es precioso y una carta o un correo electrónico conciso será mejor atendido.

  • El mensaje debe ser preciso, basarse en hechos y cifras y no exagerar.

  • Hay que indicar claramente en el encabezado el nombre y cargo del destinatario y la referencia del proyecto normativo concernido.

  • No intimidar ni amenazar, y menos aún pretender dar clases al decisor: sólo valen los hechos y una opinión honesta.

  • Coherencia en el argumento escrito: si se tiene una idea particular sobre la cuestión, hay que presentarla de manera lógica.

  • Utilizar un lenguaje propio, ya que utilizar cartas proforma produce reacciones negativas en el decisor.

  • Una correcta expresión escrita.

  • Intentar centrarse en las cuestiones más importantes, ya que tratarlas todas puede disminuir el impacto del mensaje.

  • Agradecer al decisor la atención prestada, independientemente del posicionamiento que haya tomado acerca de los intereses en juego: lo cortés no quita lo valiente.

Evidentemente, todas estas reglas, con las particularidades y diferencias correspondientes al canal oral, también son de aplicación en las reuniones cara a cara y en las conversaciones telefónicas, que, aunque parezcan poco efectivas por ser un medio frío, no hay que descartar. Sin embargo, no todos los miembros de un mismo poder público están de acuerdo en este punto. Así, los resultados de la encuesta promovida por Burson-Marsteller ante los funcionarios de la Comisión Europea (Burson-Marsteller, 2003) demuestran que el contacto telefónico –en general poco apreciado– es valorado diferentemente según cuál sea la Dirección General, por ejemplo, los funcionarios competentes en temas de Empleo y Asuntos Sociales son los que más rehúsan el teléfono como canal comunicativo con los lobbistas.
Por otro lado, las cartas dirigidas a una alta personalidad deben reservarse únicamente para las grandes ocasiones. Es cierto que para el grupo de influencia su interés es siempre esencial, pero no siempre lo es ante los ojos del resto de actores. Llegado el caso, hay que describir los intereses sin exagerar, pero con firmeza. Además, es muy recomendable acompañar la carta con otros documentos de apoyo firmados por gente de prestigio (un premio Nobel, una personalidad de la sociedad civil, un ex alto mandatario, etc.). Cuando se dirige una carta a un ministro o a un comisario europeo, el envío debe ponerse en conocimiento, vía telefónica o a través de una breve nota, de su gabinete o de algún colaborador próximo. Una vez recibida, hay que concertar una reunión con algún colaborador para llevar a cabo el seguimiento del asunto.
3.1.3.Los encuentros con decisores
Un europarlamentario español manifestó que prefería tener el más amplio contacto humano posible, al considerar fríos los contactos telefónicos o por correo electrónico (Burson-Marsteller, 2002). El contacto personal es la técnica preferida por los decisores para obtener la información del lobbista. A través de estos encuentros se desarrolla la confidencia mutua, ya que se propicia el comportamiento abierto y honesto. Se trata, en definitiva, de la técnica bidireccional simétrica por excelencia del lobbismo directo.
Las reuniones formales con representantes de los poderes públicos tienen lugar casi siempre en su despacho u oficina de trabajo, previa solicitud. Su función es presentar y discutir los contenidos reflejados en el position paper.
En estos encuentros, el grupo de influencia es representado por varias personas, entre dos y cinco lobbistas como máximo (Martins, 2006).
En cualquier encuentro con un decisor es esencial que aquellos que se van a reunir con él estén lo más ampliamente informados sobre la persona con la que se comunicarán. Por este motivo, es aconsejable elaborar un breve documento previo que incluya lo siguiente:
  • El timing previsto: cómo se desarrollará la reunión.

  • Las preguntas que se piensan plantear: así se maximizan las posibilidades de un resultado favorable.

  • Una indicación clara de qué pretendemos con la reunión: esto es crucial, pues si la meta de la reunión no está clara, el encuentro no tiene sentido alguno.

  • Un breve currículo del interlocutor.

Los principios básicos que deben inspirar el lenguaje verbal de las reuniones formales son los que describimos a continuación:
  • Unicidad de portavoz para evitar equívocos, ya que los argumentos deben ser claros y unívocos: si se asiste con expertos técnicos o jurídicos, su función será la de asistir al lobbista y no para sustituirle.

  • Brevedad, ya que el tiempo de los políticos y cargos públicos es precioso y, a mayor esquematismo, mayor probabilidad de memorización. Los altos funcionarios y los parlamentarios suelen disponer, como máximo, de entre 30 y 45 minutos.

  • Cuidado con las ironías, ya que el sentido del humor no es universal.

En cuanto a las pautas de actuación, éstas se centran en la elección del interlocutor, en las recomendaciones y en el desarrollo de la reunión.
Antes de solicitar una reunión, el lobbista debe elegir a su interlocutor más involucrado con la decisión, en función de los aspectos siguientes:
  • La geografía. Por ejemplo: para encontrar el apoyo de un eurodiputado, hay que buscar, entre los españoles, aquel que está vinculado a la región que está especialmente afectada por la decisión.

  • La comisión a la que pertenece y, eventualmente, su especialidad profesional. Si se actúa en el ámbito de la sanidad, tendremos interés en reunirnos con un decisor que sea médico.

A la hora de concertar una reunión no debe abusarse de las recomendaciones. Pueden ayudar, ciertamente, pero constituyen un arma de doble filo, especialmente en el ámbito burocrático.
Durante la reunión, hay que crear un buen ambiente. Para ello, el lobbista debe caracterizarse por lo siguiente:
  • Amable. Los encuentros personales ganan efectividad si son distendidos. Siendo amable, se hacen respetar las informaciones y los puntos de vista.

  • Puntual. Los representantes de los poderes públicos tienen unas agendas muy llenas. El lobbista debe no sólo ser puntual, sino ser tolerante con los retrasos de sus interlocutores.

  • Breve. Ya hemos indicado que las reuniones no suelen durar más de 45 minutos, y es media hora la duración habitual, excepto que se trate de un trabajo muy técnico con un funcionario. La dinámica debería ser: rápido intercambio de tarjetas (si se trata de una primera visita), exposición del tema (cinco o seis minutos), respuesta a las preguntas que formule el decisor. Para ser breve hay que centrar la exposición en los puntos clave y relativizar el resto.

  • Atento, cooperativo. El lobbista debe tomar nota de todo lo que se diga en la reunión y no fiarse de su memoria. Debe anotar especialmente toda solicitud de información complementaria por parte del decisor y transmitirla lo antes posible. También debe ser capaz de suscitarla ("¿quiere que le enviemos una breve nota al respecto?").

  • Concluyente. Le corresponde a nuestro interlocutor mostrar que la entrevista ha finalizado. Pero, cuando nos levantemos, podemos resumir lo esencial en una frase: nuestra representatividad y nuestras expectativas. Con esto el interlocutor –que no nos recibe únicamente a nosotros– puede acordarse mejor, incluso memorizar, nuestra posición. Es entonces el momento de librarle el position paper, si no se ha enviado antes, ya que si se le entrega al principio pasará la mayor parte de la reunión leyéndolo, con lo que se minimizan los efectos positivos del encuentro. Es evidente que si nos solicita el documento al inicio del encuentro, se lo entregaremos.

Otro tipo de encuentros con representantes de los poderes públicos son las visitas y los viajes organizados para los miembros de los poderes públicos. Se pueden dividir en tres clases: el viaje de estudio, la reunión informativa y la reunión preparada.
La ventaja del viaje de estudio es llevar a altos funcionarios y en ocasiones a parlamentarios sobre el terreno de la materia de los expedientes que gestionan para constatar las consecuencias de las decisiones que están preparando. Se trata normalmente de visitar una fábrica, unos almacenes, una explotación agrícola, etc. Los funcionarios aceptan con agrado este tipo de invitación puesto que supone una ocasión de perfeccionar sus conocimientos.
Cuando la Comisión Europea quiso elaborar, a instancias de grupos de influencia alemanes, una reglamentación que limitaba la ionización como método de conservación de los alimentos, los profesionales franceses del sector agroalimentario (que utilizaban este método) invitaron a altos funcionarios a visitar durante tres días sus instalaciones para demostrarles que la ionización está lejos de constituir un proceso próximo a lo nuclear. A través de numerosas presentaciones técnicas y demostraciones sobre el terreno, los ganaderos franceses convencieron a los burócratas comunitarios de la bondad e higiene de la ionización.
Las reuniones de información consisten en invitar a los decisores públicos a una sesión de debate y reflexión de una decena de personas, organizada por un lobby y que suelen celebrarse en las sedes de asociaciones o fundaciones. Es una ocasión para que los decisores escuchen los argumentos y para que constaten el alcance de los defensores de distintas tesis.
Las pautas de actuación de estas reuniones no responden a criterios precisos, aunque conviene tener en cuenta que las intervenciones deben realizarse bajo la forma de exposiciones informativas breves (no más de 20 minutos), escrupulosamente preparadas. Asimismo, el lobbista debe prever aquellos temas sensibles. Un dossier de síntesis (un equivalente al dossier de prensa que se entrega a los periodistas) debe entregarse a los decisores.
Finalmente, las reuniones preparadas son encuentros que el lobby organiza con una mayoría de asistentes favorables a la tesis defendida, con lo que se crea así la sensación de unanimidad en un determinado sector profesional.
Aunque algunos lobbistas aprovechan la ocasión para invitar también a la prensa, es preferible no mezclar a ambos públicos, pues los decisores pueden ver en esta actuación una manera de comprometerlos ante la opinión pública.
Estas visitas y viajes pueden también organizarse directamente por el grupo de influencia, sin intermediar el lobby.
3.1.4.La carta abierta
La carta abierta es el documento epistolar que se utiliza cuando no se ha conseguido establecer un contacto personal con el destinatario objetivo o cuando no es posible fijar una reunión. Es una técnica muy común en las estrategias de lobbismo ante las instituciones de la UE.
Se trata de una carta enviada a una entidad oficial (presidente de la Comisión Europea, comisario, ministro, eurodiputado, diputado, etc.) firmada por una o varias personas en la que se expone el asunto que se pretende tratar. Cuando está firmada por varias entidades o personas de distintos orígenes se conoce como solicitud colectiva.
La dinámica de la carta abierta tiene dos dimensiones: una de lobbismo directo y la otra, subsiguiente si procede, de lobbismo de base. En tanto que técnica de lobbismo directo, se envía por correo ordinario al destinatario, reforzando dicho envío con una transmisión por fax o por correo electrónico. Tras un plazo aceptable (entre tres días y una semana, dependiendo de la urgencia y de la importancia), se utiliza como técnica de grassroots mediante su difusión a la opinión pública, de manera íntegra, a través de Internet y/o de los medios de comunicación social. No obstante, algunos lobbies recurren simultáneamente a estas dos dimensiones, con lo que generan un efecto pernicioso en el destinatario, que se entera de su contenido por los medios de comunicación antes que por un medio privado, ya que todavía no la ha recibido.
3.1.5.Libros verdes/blancos
El Tratado de Maastricht (1991) comprometía a la Comisión en el objetivo de conseguir una administración "abierta y transparente". La Comisión hace todo lo que puede para conseguirlo. Así, cuando se trata de formular políticas, actúa hasta donde es posible a través de libros verdes y libros blancos, en los que se anuncian los objetivos que persigue la Comisión, se proponen alternativas y se invita a opinar a diferentes partes interesadas.
Más concretamente:
  • Los libros verdes publicados por la Comisión Europea son documentos cuyo objetivo se centra en estimular una reflexión y lanzar una consulta en el ámbito europeo sobre un tema concreto (por ejemplo, la política social, la moneda única, o el propio lobbismo como hemos visto en el módulo "Lobbismo"). Las consultas suscitadas por un libro verde pueden ser el origen de un libro blanco con el fin de traducir los resultados de la reflexión en medidas concretas y en acciones comunitarias (Gosselin, 2003).

  • Así, los libros blancos, también publicados por la Comisión, son documentos que recogen propuestas de acciones comunitarias en sectores específicos y que, como hemos dicho, en ocasiones son la prolongación de libros verdes. Son ejemplos de libros blancos aquellos sobre la realización del mercado interior, la competitividad o el empleo. Cuando un libro blanco es acogido favorablemente por el Consejo, puede conducir a un programa de la Unión en el sector del que se trate (Gosselin, 2003).

Una vez incorporadas al sistema las numerosas medidas necesarias para la integración del Mercado interior, el número de medidas legislativas propuestas por la Comisión se ha reducido, de manera que la mayoría de ellas pasan hoy por el proceso del libro verde. Esto simplifica el seguimiento y ofrece un canal formal para contribuir a la definición de la política en cuestión.
Con todo, hay que tener en cuenta que una invitación de la Comisión a colaborar (es decir, a tomar parte en la definición de políticas), a menudo genera una gran volumen de contribuciones, de manera que, si un grupo de influencia quiere que su punto de vista sea tomado en consideración, se vuelve a recomendar que coordine previamente una postura europea.
El proceso del libro verde/blanco constituye una fase del proceso de borrador de una decisión, lo que significa que no es necesario un seguimiento más próximo de su desarrollo o el mantenimiento de unos contactos previos o subsiguientes con los redactores.
3.1.6.El libro de lobbismo
Señala Martins (2006) que estamos ante "un arma relativamente reciente para los lobbistas, que solicitan a una persona de reconocido prestigio que escriba y publique un libro sobre un tema en cuestión" (pág. 87).
El autor puede ser un antiguo político o gobernante, un intelectual, un científico o un experto de reconocido prestigio en la materia, que es contratado para escribir sobre el tema. A partir de ahí se inicia un proceso de comercialización en el que el nombre del grupo de influencia (o lobby) promotor de la iniciativa no aparece. Los esfuerzos se centran pues en la promoción del libro que previamente ha llegado a las manos del decisor o decisores que intervienen en la decisión objeto de la estrategia. En esta fase de difusión el libro suele obtener una importante repercusión mediática, pues uno de los condicionantes de su éxito es que se publique por una editorial de renombre y con una potente política de comercialización.
Por norma general, la campaña de lobbismo se inicia un tiempo después del lanzamiento del libro, "aprovechando así la sinergia que ha provocado la discusión pública del asunto" (Martins, 2006, pág. 87-88).
Algunos de los autores de estos libros son miembros de un think tank próximo a la tesis defendida por la organización representada por el lobby.
Por sus características, se trata de una técnica mixta, de lobbismo directo e indirecto, pues sus destinatarios no son sólo los representantes de los poderes públicos, sino también la ciudadanía que subyace detrás de la opinión pública.

3.2.Técnicas del lobbismo indirecto

El repertorio de técnicas del lobbismo indirecto y, en especial, del lobbismo de base, es más variado. Además de las técnicas propias de las relaciones con los medios de comunicación, a continuación se exponen las principales.
El cine de ficción como técnica del lobbismo
El recurso a medios propios de la cultura popular también se traslada al cine, aunque en este caso los productos pueden ser de ficción: explicar una historia vinculada con el interés defendido. El caso más paradigmático se produjo a finales del siglo XX con la producción de dos éxitos de taquilla: Deep Impact (Mimi Leder, 1998) y Armageddon (Michael Bay, 1998). Ambas películas tratan del impacto de meteoritos sobre la Tierra. La coincidencia en el tiempo no fue fruto de la inspiración coincidente de los guionistas. Años antes, el Gobierno del entonces presidente Bill Clinton (1992-2000) no aprobó un aumento presupuestario para un proyecto de la NASA destinado a estudiar la posibilidad de un impacto de asteroides en nuestro planeta.
La agencia espacial norteamericana, en una importante operación de lobbismo indirecto, consiguió y ayudó a que la industria de Hollywood produjera estos dos filmes con el fin de que generaran una alarma en la opinión pública que acabó con la aprobación de la dotación presupuestaria necesaria para que la NASA pudiera emprender sus investigaciones sobre el asunto.
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3.2.1.Técnicas del e-lobbismo o ciberlobbismo
En el módulo "Lobbismo" ya hemos citado las principales estrategias del ciberlobbismo. En cuanto a las técnicas propiamente dichas, no existen, pues se trata de aplicar a este nuevo canal las técnicas tradicionales. Sin embargo, no podemos dejar de referirnos al canal más utilizado por los lobbistas a la hora de relacionarse con los poderes públicos y con el personal que los asiste: el correo electrónico.
Las pautas más importantes a la hora de redactar un correo electrónico dirigido a un decisor público, además de aquellas comunes con las del correo ordinario, son las que se exponen a continuación:
  • Indicar con claridad el objeto de nuestro correo electrónico.

  • Ser claro y sucinto. Hay que limitar el mensaje al extremo particular que queremos subrayar, y evitar, en la medida de los posible, utilizar documentos adjuntos y/o enlaces de hipertexto.

  • Ser específico. Al igual que una buena carta, el mensaje de correo electrónico debe indicar claramente lo que se quiere obtener del decisor, o lo que no se quiere que haga, especificando los motivos.

  • Mencionar nuestro nombre y la dirección postal.

  • Dirigir el mensaje a un único destinatario. Aunque se envíe el mismo mensaje a varios diputados, por ejemplo, es importante enviarlo individualmente. La probabilidad de que el correo electrónico sea leído y respondido disminuye bastante si el destinatario no es más que un nombre en medio de una larga lista de distribución, o si éste constata que es miembro de tal lista.

  • Evitar la saturación de información. No conviene enviar diaria o regularmente el mismo mensaje a un decisor si no ha respondido. Este comportamiento muy posiblemente acabará consiguiendo el resultado contrario.

  • Ser realista. Es poco probable que el correo electrónico sea leído directamente por el decisor. Al igual que ocurre con el correo ordinario, el mensaje será filtrado por su asistente, que desempeña el mismo rol que el gatekeeper en las relaciones con la prensa.

Conviene recordar, sin embargo, que algunos decisores, como los eurodiputados, lo consideran frío (Burson-Marsteller, 2002).
El correo electrónico es muy útil en proyectos de lobbismo de base, ya que ofrece las siguientes ventajas:
  • la posibilidad de llegar a miles de personas en pocos minutos;

  • la posibilidad de incluir enlaces hacia sitios web, cuestionarios u otras aplicaciones;

  • la posibilidad de dirigirse a un público objetivo muy preciso;

  • la posibilidad de medir el feedback a tiempo casi real,

  • y un coste entre diez y veinte veces inferior a una campaña de correo ordinario de magnitud similar.

3.2.2.Organización de eventos especiales
La organización de eventos, técnica por excelencia de las relaciones públicas, es también, como no podía ser de otro modo, una importante técnica de lobbismo. Aprovechando un tema candente (por ejemplo, la seguridad de los vuelos comerciales), una fecha conmemorativa (el Día Internacional de la Lucha contra el SIDA o el 60.º aniversario de la liberación de Auschwitz) o un acontecimiento imprevisto (un tsunami, por ejemplo), los lobbistas pueden organizar eventos especiales relacionados con su ámbito de actuación (Martins, 2006).
Podemos distinguir dos grupos de eventos: los propios de las relaciones públicas (jornadas, seminarios, congresos, cumbres, etc.) y aquellos que responden a la movilización colectiva como evento para ser cubierto mediáticamente (manifestaciones o recogida de firmas, por ejemplo). Nos interesamos ahora brevemente por los primeros, puesto que a los segundos les dedicamos un epígrafe más adelante.
Los seminarios, congresos, cumbres y otros encuentros grupales aportan, desde la óptica del lobbismo, tres ventajas:
  • Ofrecen y constituyen una buena oportunidad para invitar a los destinatarios del proyecto de lobbismo (altos funcionarios, parlamentarios, etc.) en calidad de ponentes o como meros asistentes.

  • La edición de las conclusiones del evento constituye una declaración de una situación que puede ser el inicio de una acción de lobbismo en el sentido que respalda la organización promotora. Igualmente, una vez publicadas, las conclusiones son una excelente excusa para solicitar una reunión con los decisores afectados para entregárselas personalmente y aprovechar la ocasión para reforzar nuestra postura. Finalmente, las conclusiones de eventos anteriores pueden ser un complemento ideal para un argumentario, pues su dimensión de documento de expertos es innegable.

  • La cobertura informativa que suele acompañar la celebración del evento y la difusión de sus conclusiones a través de la prensa son instrumentos de influencia sobre los decisores.

3.2.3.Técnicas de lobbismo en soportes publicitarios
Las técnicas de las relaciones con los medios de comunicación no siempre son el máximo de eficaces para la consecución de los objetivos de la estrategia de lobbismo. A menudo, la difusión del argumentario no puede canalizarse a través de un proceso en el que exista un intermediario (el periodista) entre el lobbista y la opinión pública.
Por ello, las técnicas de relaciones públicas en formato y soportes publicitarios constituyen un recurso ideal para controlar el mensaje que se pretende transmitir, previo pago del espacio que se compra a los medios para difundirlo. Esta dinámica propia de la publicidad se concreta en dos técnicas fundamentales: la publicidad de defensa (advocacy advertising) y los op-ed.
La publicidad de defensa (de una causa) es una técnica de las relaciones públicas que utiliza la forma publicitaria del anuncio en diferentes soportes para presentar la postura de una organización respecto a un determinado tema o causa. Su inserción en los medios se rige por las normas de contratación de la publicidad comercial. Puede utilizarse en prensa escrita, radio y televisión, y ocasionalmente se ha empleado también en los soportes de exterior.
Un op-ed (acrónimo de opposite editorial, es decir, editorial opuesto) es un tipo de editorial periodístico que sirve de tribuna a grupos, organizaciones o individuos (ajenos al medio de comunicación que lo publica) que defienden una determinada filosofía o tesis. Esta manifestación se ubica en la página opuesta a la del editorial del periódico –de ahí su nombre– y puede comercializarse como publicidad. Un op-ed es, por tanto, una especie de carta abierta dirigida a la opinión pública a través de un periódico. Estos editoriales son muy utilizados por los think tanks, que publican, en Estados Unidos, unos 300 cada año.

3.3.Técnicas transversales: la expresión escrita

El argumentario y los documentos estratégicos exigen la misma lógica. Las cartas, los comunicados de prensa, los positions papers requieren un esfuerzo de redacción. Más que en ningún otro ámbito de las relaciones públicas, el lobbista es ante todo un profesional de la expresión persuasiva que, en el registro escrito, debe escribir para convencer.
Para convencer a través de la escritura, deben seguirse algunas pautas, algunas de las cuales refrendan lo dicho respecto al position paper. Son las siguientes:
  • Identificación inmediata. Un título o un objeto indica claramente quién se expresa y de qué decisión se trata. Los datos del emisor deben ser claros, incluidos los de la persona de contacto.

  • Presentación clara y sobria. Es decir, esencialmente informativa. Los documentos deben ser fáciles de entender y de lectura agradable: frases cortas (tres o cuatro líneas como máximo), al igual que los párrafos (no más de diez o doce líneas) y conclusión aún más breve (de cuatro a cinco líneas y en un único párrafo).

  • Desarrollo lógico. El plan debe ser claro. Por ejemplo: situación actual, inconvenientes, medidas propuestas, beneficios esperados y, como conclusión, una propuesta.

  • Precisión. Se trata de cifrar, cuantificar, aportar informaciones basadas en hechos que fortalezcan la tesis. No se trata de realizar una declaración de principios.

  • Brevedad. El texto no debería sobrepasar una página, dos a lo sumo (entre 2.000 y 3.000 caracteres). Si ha lugar, podemos adjuntar uno o dos anexos también concisos (dos o tres páginas cada uno). Más allá de estos límites, nos encontramos ante un dosier. En caso de elaborar dosieres, su estructura debe ser clara, con los apartados y subapartados que permitan ir directamente a lo esencial (el uso de la negrita para destacarlos es fundamental) y, si es posible, precedidos de una síntesis. Estos dosieres no deberían exceder las 30 páginas.

  • Adaptación. Los mensajes deben adaptarse a cada destinatario. No se puede utilizar el mismo registro si nos dirigimos a un funcionario técnico en la materia que a un político menos ducho en el tema.

La correspondencia privada con los decisores expone la posición del grupo de influencia promotor de la estrategia de lobbismo y la comunica. El recurso a la comunicación epistolar es el denominador común de todas y cada una de las acciones, programas y campañas de lobbismo, y en cualquier instancia.
Hay aspectos de la expresión escrita que no son comunes a cualquier instancia o cualquier decisor. Esto ocurre con el tono que se debe adoptar, que dependerá de la institución a la que nos dirijamos. Así, en Bruselas, la franqueza de los países del norte ha generado el hábito del lenguaje directo. La Administración española y las autonómicas aprecian menos este estilo y prefieren los formalismos. En cualquier caso, hay que ser cortés e incontestable respecto a los hechos que se expongan.
En lo que atañe al ritmo de la correspondencia, no hay que estar ausente y, por tanto, es bueno escribir sin dudarlo en cada asunto de importancia, aunque por otra parte es muy perjudicial ser considerado un pesado.

3.4.El establecimiento de coaliciones (coalition building)

Nos situamos ahora en un ámbito distinto del de la cooperación entre empresas estudiado en el módulo "Grupos de influencia".
Una coalición es una alianza, a menudo temporal, de personas o de grupos de influencia interesados por lograr un objetivo común. Este objetivo puede ser una cuestión legislativa, una iniciativa o cualquier objetivo dirigido a influir en los poderes públicos. Las coaliciones se extienden principalmente entre los grupos de interés. Pueden incluir distintos modos de cooperación ante los poderes públicos; consultarse sobre las tácticas legislativas y la estrategia que se va a adoptar; compartir las tareas de investigación, la recogida de información y los contactos con los decisores, e implantar conjuntamente actividades en materia de relaciones con la prensa, publicidad de defensa y otras técnicas de las relaciones públicas.
En un estado democrático, las leyes son la expresión de un consenso popular expresado por los parlamentarios, que han sido elegidos por el pueblo. Si el consenso existe a priori en la población, la tarea del legislador es más fácil. De ahí que la actuación conjunta de un grupo de interés o empresa con otras organizaciones aumente la fuerza de la influencia y, por consiguiente, de la estrategia de lobbismo.
Las características de las coaliciones entre grupos de influencia son las siguientes:
  • el marcado carácter temporal limitado a la acción sobre una determinada cuestión, teniendo así una naturaleza ad hoc;

  • la limitación de las demandas a una petición específica y concreta;

  • la rapidez en la actuación, habida cuenta de que a medida que pasa el tiempo se acentúan los conflictos y las diferencias entre los grupos coaligados;

  • la carencia de integración estructural; cada grupo contribuye con sus propios recursos humanos, financieros, etc., aunque trabajen conjuntamente;

  • el trabajo de cada uno de los grupos en el ámbito en el que está mejor situado, con la intención de aprovechar al máximo las potencialidades de todos, y

  • la disolución de la coalición como tal, una vez que se ha conseguido el objetivo perseguido.

Cuando el lobbismo es promovido por una empresa o corporación, el término que suele utilizarse es el de alianza. Las alianzas ad hoc son alianzas estratégicas, pero en ocasiones también se dan las alianzas tácticas entre organizaciones con intereses a priori contradictorios. En estos casos, un aliado es aquel que tiene intereses comunes, pero para una situación determinada; es decir, la alianza lo es en función de los objetivos buscados, pero no de las motivaciones.
Un ejemplo de este tipo de alianzas tácticas se produjo cuando las asociaciones de defensa de los animales rechazaron su prolongado sufrimiento en los camiones o vagones que los transportan al matadero para ser sacrificados y descuartizados de cara a su comercialización. Emprendieron una estrategia de lobbismo para prohibir que el transporte de los animales al matadero durara más de seis horas. Algunos grupos industriales alemanes los apoyaron discretamente. Unos y otros querían el mismo texto legislativo. Pero aquí acababa la convergencia. La razón del apoyo industrial alemán estribó en que estos grupos pertenecían al sector agroalimentario, que, en los últimos años, había realizado importantes inversiones en la construcción de modernos mataderos de gran capacidad en la antigua República Democrática de Alemania. Su principal materia prima eran los animales de carnicería provenientes del este. Si se aprobaba la regla de las seis horas, los animales importados no podrían viajar más allá de los mataderos de la Alemania del Este, pues la entrada natural se realizaba a través de la frontera con Polonia. La ley solicitada crearía, para esas nuevas instalaciones, un mercado cautivo en pleno desarrollo. Con estos antecedentes, aquellos que a priori defendían intereses contrapuestos (la vida y la muerte de los animales) se coaligaron para conseguir, y consiguieron, una normativa concreta.
Es más, estas alianzas pueden ser efímeras, para un tema concreto; por lo que no es nada extraño que dos aliados se enfrenten después en la discusión de una temática distinta.
El establecimiento de coaliciones no es una tarea fácil. Es aquí donde interviene toda la habilidad del lobbista, que debe, en primer lugar, descubrir el interés común para, después, convencer a sus socios de actuar concertadamente. Una vez superada esta etapa, debe establecer una estrategia común para la coalición y ponerla en práctica. El lobbista deberá entonces conducir al grupo coherentemente y coordinar las actividades de los diferentes miembros a fin de explotar lo mejor posible las sinergias. En Estados Unidos, donde las coaliciones son prácticamente consustanciales con la práctica del lobbismo a todos los niveles, el plan del lobbista prevé el reparto del trabajo entre los miembros de la coalición. Cada uno de ellos organiza su lobbismo en función de sus propias competencias (conocimiento de los congresistas, influencia de sus socios, competencia técnica, etc.). La conexión y la cohesión de los miembros se mantienen a través de frecuentes reuniones de trabajo.
En cuanto a los tipos de alianza, los más comunes son los siguientes:
  • Las alianzas entre profesionales de un mismo sector o alianzas verticales. Aunque a primera vista parezca fácil, esta forma consigue aliar a organizaciones competidoras. Por ejemplo, la alianza entre Siemens, Philips, Alcatel, Bull y Thomson para hacer frente, en su día, a la apertura de los mercados de las telecomunicaciones en el marco del GATT.

  • Las alianzas con grupos no lucrativos, que tienen como finalidad mejorar la reputación: ecologistas, asociaciones de consumidores, ONG, sindicatos, etc.

  • Las alianzas con grupos institucionales. En el seno de la UE es tradicional la alianza de la Administración del Estado o la autonómica con un determinado grupo (por ejemplo: los productores de avellanas catalanes) o holding empresarial (Telefónica, por ejemplo).

  • El uso de contactos relevo. Como hemos visto al analizar la fase de investigación, esta clase de alianza consiste en considerar como interlocutor a aquellos que, sin participar en la creación de decisiones, pueden defender la tesis en lugar del lobbista. Estos relevos suelen situarse en instancias circundantes a la esfera de los decisores.

  • Las alianzas horizontales, que integran a grupos de influencia variados. Las alianzas con grupos no lucrativos y con grupos institucionales pueden considerarse alianzas horizontales.

La intervención en coalición tiene también sus limitaciones. Las administraciones públicas pretenden en ocasiones despachar de golpe toda una serie de asuntos que, de hecho, tienen remotos puntos de conexión, y elaboran un proyecto integral de normativa. En este supuesto, una determinada organización puede desmarcarse para beneficiarse de un texto más a la medida. Esto ocurrió con el sector de los arquitectos cuando la Comisión Europea se propuso reglamentar las profesiones liberales.
Por otra parte, no huelga señalar la improcedencia de aliarse con un grupo de reputación desacreditada, por muy comunes que sean los intereses ante una cuestión determinada.
Otra de las técnicas de lobbismo con la que contar en la formación de alianzas es la creación de una asociación, inexistente en el momento de generación de la problemática que da lugar al lobbismo, que reúna a personas potencialmente relacionadas con el interés que pretendemos proteger. En este caso, estamos muy cerca de la percepción de espontaneidad del lobbismo de base. Esta asociación deberá fundarse en la fase inicial de la estrategia e ir actuando desligada y espontáneamente, de tal manera que el receptor de los mensajes no perciba que se trata de un instrumento específico de la estrategia. Ni que decir tiene que la espontaneidad aquí es tan difícil de conseguir como en el lobbismo de base.
La asociación deberá ejercer una actividad destinada a crearse una credibilidad útil para cuando sea llamada (a los ojos del decisor) como aliada por el lobbista que promocionó su creación. Algunas de estas asociaciones han creado boletines (financiados por los promotores del lobbismo) en los que líderes de opinión aportan sus puntos de vista. En la práctica, estas revistas de empresa no recogen artículos relacionados directamente con la problemática que dio lugar a la estrategia del lobbismo y a su fundación. Aunque sea conocedor de la elaboración de un proyecto normativo desfavorable a los intereses, el lobbista recurre a su alianza en el momento estratégico adecuado, esto es, cuando el posicionamiento del órgano de expresión sea el idóneo para implicarlo como portavoz mediático de las demandas de la organización que promovió la creación de la asociación que lo publica.
En definitiva, el establecimiento de coaliciones es un arma esencial para el lobbista, ya que los poderes públicos son más proclives a escuchar a un grupo representativo de un mismo sector económico. En efecto, se trata de establecer un diálogo constructivo con ONG, grupos de interés y otras partes que influyen en la política pública. Desde esta perspectiva, la opinión de expertos en los temas clave debe ser buscada. Así, el desarrollo de una coalición puede conseguirse de acuerdo con el siguiente proceso:
1.a etapa. Compilar una lista de organizaciones susceptibles de unirse a nosotros en función de un interés concreto. Hay que intentar realizarla de manera que la lista sea equilibrada, con representantes de distintas organizaciones.
2.a etapa. Establecer una lista de personas muy (re)conocidas que sostienen generalmente nuestros objetivos.
3.a etapa. Contactar con estas personas y organizaciones para solicitarles que avalen una declaración de principios. Hay que enviarles esta declaración acompañada de una carta que les invite a participar en nuestra acción, telefoneándoles luego para confirmar la recepción y obtener su visto bueno.
4.a etapa. Constituir un Comité Director compuesto por un grupo de seis a diez personas cuyo apoyo es seguro. Hay que suministrarles una lista de acciones previstas o posibles para sus organizaciones u otros miembros de la coalición. No debe dudarse en ningún momento en solicitar la opinión y los consejos de este comité.
5.a etapa. Ser lo más preciso posible sobre el apoyo que se espera de cada grupo. Por ejemplo, cada uno debe recibir el conjunto de resoluciones previstas y, una vez asignadas, se verificará que se han transmitido adecuadamente a los responsables pertinentes y a los medios de comunicación locales, si se tercia.
6.a etapa. Mantener el contacto con los participantes de la coalición, compartiendo con ellos la información. No hay que vacilar en llamarlos y reunirse con ellos periódicamente. Es también importante encargarles algunas tareas como: enviar correos a algunos decisores, representar a la coalición en programas de radio y/o televisión, redactar cartas al director o artículos de opinión, etc.
7.a etapa. Enviar regularmente comunicados de prensa sobre las actividades de la coalición a los medios de comunicación locales y/o nacionales.

3.5.La acción no violenta

Decíamos anteriormente que entre los acontecimientos que pueden organizarse como técnica del lobbismo indirecto se encuentran las manifestaciones y recogidas de firmas, que no forman parte de las formas de la organización de eventos propias de las relaciones públicas.
No es que sea cuestión muy debatida, pero la pregunta es evidente: ¿puede, desde el punto de vista ético (y estético), recurrir el lobbista a la organización de manifestaciones no violentas para no sólo llamar la atención de los decisores públicos, sino para alcanzar los objetivos de su estrategia de lobbismo?
La cuestión no es ni mucho menos baladí. La organización de acciones no violentas se asemeja al lobbismo de base, si bien se diferencia en la forma de la acción (reunión física de personas). En nuestra opinión, el hecho de recurrir a una movilización pacífica a través de una manifestación no supone más que crear el (pseudo)acontecimiento, el cebo para atraer a los medios de comunicación y poder generar una opinión pública favorable a nuestros propósitos, siempre y cuando éstos sean honestos. Sin embargo, se trata de una táctica complementaria o secundaria; es decir, de apoyo a la aportación de información, de soporte a la argumentación de nuestra postura ante el decisor público.
Ahora bien, recurrir a la manifestación puede ser peligroso si no se controla al grupo de manifestantes, ya que puede degenerar en violencia y, si no se define bien el mensaje o no se sabe transmitir, el efecto sobre la opinión pública puede ser el contrario al deseado.
Un principio se impone: la manifestación no debe ser un chantaje, sino un medio de llamar la atención sobre unas demandas que peligran por la existencia, la falta o la preparación de una determinada normativa, y que debe dar paso, si no está ya en marcha, al proceso de transmisión de información propio del lobbismo.
Por consiguiente, ante una necesidad de llamar la atención de los poderes públicos, el lobbista, como profesional de las relaciones públicas, debe recurrir a su creatividad antes de optar por la manifestación.
La industria vitivinícola española dio un buen ejemplo de ello con motivo de la elaboración por parte del Ministerio de Sanidad y Consumo del anteproyecto de la Ley de Prevención del Alcohol entre Menores, cuya tramitación acabó siendo interrumpida por el Ejecutivo gracias a iniciativas como la que exponemos.
Uno de los eventos que mayor repercusión mediática tuvo fue el organizado en enero del 2007 por la Fundación Castilla-La Mancha Tierra de Viñedos, que reunió en Madrid a once personas del mundo de la gastronomía y los medios de comunicación en un almuerzo para demostrar que dos copas de vino durante una comida no dan positivo en el alcoholímetro.
Los comensales disfrutaron de una comida bañada con vinos de Castilla-La Mancha, dos copas por persona de 9 cl cada una. Una vez finalizada la comida, los protagonistas se sometieron a la prueba de la alcoholemia que realizó la Policía Municipal de Madrid.
El objetivo que perseguía Tierra de Viñedos con esta iniciativa era reivindicar el carácter saludable del vino y demostrar que el consumo moderado de este producto está totalmente dentro de la legalidad que establece la Dirección General de Tráfico. Uno de los principales intereses que defiende este grupo de influencia es el reconocimiento por parte de las autoridades españolas del vino como un producto alimenticio (así reconocido por Bruselas) y no como un peligro sanitario y cívico.

4.Evaluación

A través de la evaluación el lobbista medirá el grado de éxito en la consecución de sus metas y objetivos. La evaluación puede clasificarse en dos procesos: la evaluación realizada mientras la campaña está ejecutándose (control) y la evaluación final, realizada después de la fase de ejecución.
Ya hemos visto ejemplos de la primera al estudiar cómo hay que evaluar continuamente el argumentario. Asimismo, el control del proceso de toma de decisiones se concreta en vigilar y seguir las incidencias que pueda sufrir el proceso de formulación de la decisión sobre la que se pretende influir, y se caracteriza por no concretarse cronológicamente en un momento determinado, sino que es simultánea a todo el proceso estratégico: la persecución del objetivo es consustancial con el control del objeto (el proceso de toma de la decisión determinada) del lobbismo. Para dicho control el lobbista contará con las fuentes, los métodos y las técnicas que vimos en la fase de investigación.
Respecto a la evaluación final, en la que nos centramos en esta última unidad, la finalidad del lobbismo es conseguir que la decisión pública se ajuste a los intereses a los cuales sirve la estrategia. La evaluación de la campaña una vez ejecutada consistirá en observar si se han cumplido los objetivos para alcanzar dicha meta. Ahora bien, tanto si se han alcanzado como si no, una correcta evaluación no puede terminar aquí, sino que debe proyectar sus contenidos y conclusiones a posteriores acciones. El proceso del lobbismo, como el de las relaciones públicas, es cíclico; si no, estaríamos hablando de la medición específica de un hecho puntual o de un objetivo concreto de la estrategia.
La evaluación de los resultados suele reducirse a la medición de la eficacia, es decir: 1) a la capacidad de modificar la situación inicial (opiniones, percepciones, comportamientos, etc.); 2) a la relación objetivos/resultados, y 3) a la relación coste/resultados. Aceptando esta confusión, el concepto de eficacia debe entenderse como una agrupación de ítems que deberán ser medidos por separado y al mismo tiempo integrarlos en un posible indicador global.
Estos ítems pueden concretarse fundamentalmente en ocho puntos que incluyen tanto los aspectos cognitivos, como los afectivos y los de comportamiento:
  • Notoriedad: capacidad de obtener una cierta presencia comunicacional en el conjunto del resto de fuentes de información/comunicación.

  • Comprensibilidad: capacidad de hacerse entender.

  • Identificación: capacidad de implicar al receptor.

  • Credibilidad: capacidad de transmitir información creíble.

  • Asociación con el emisor: capacidad de posicionar la reputación del promotor de la campaña.

  • Valoración conceptual: incidencia de los valores, beneficios, etc., comunicados.

  • Valoración formal: incidencia del estilo y de las técnicas y soportes utilizados.

  • Impacto final: capacidad de modificar las opiniones, las percepciones, los conocimientos, las actitudes y los comportamientos, con la consiguiente generación de la predisposición positiva hacia los objetivos de la campaña.

Desde otro punto de vista menos sistemático y centrado en la práctica del lobbismo con resultados medianamente o nada eficaces, lo primero que deberá hacer el lobbista es averiguar el porqué de su fracaso. Esta averiguación se instrumentaliza a través de la evaluación final y se puede concretar en las respuestas a las siguientes preguntas:
1) En cuanto a la eficacia global del lobbismo:
  • ¿Se han tomado decisiones erróneas que hubieran podido evitarse?

  • ¿Son nuestra imagen y la de la organización lo suficientemente positiva?

2) Atendiendo a los colaboradores de la actividad:
  • ¿Hemos sabido aliarnos correctamente, esto es, aceptando las concesiones necesarias para seducirlos, sin perder de vista nuestros objetivos?

  • ¿Tiene la organización federada un suficiente peso específico en la federación para hacer valer sus puntos de vista?

  • ¿Se ha sacado el provecho necesario y suficiente en el acercamiento al mundo asociativo?

3) Respecto al público objetivo:
  • ¿Somos percibidos como un interlocutor válido por los decisores públicos?

  • ¿Han sido tratadas todas las administraciones que tienen poder decisorio sobre nuestras actividades?

  • ¿Se han mantenido relaciones constantes?

  • ¿Conocemos el peso real que el poder legislativo puede tener sobre nuestra actividad?

  • ¿Hemos contactado con los parlamentarios más dispuestos a defender nuestros intereses? En caso de urgencia, ¿somos capaces de movilizarlos a nuestro favor?

  • ¿Han estado nuestras acciones dirigidas sistemáticamente a varios niveles?, ¿a varias instituciones?

  • ¿Hemos generado una imagen positiva de la organización y de sus intereses? Si a pesar de haberse conseguido dicha imagen no se ha alcanzado la finalidad, ¿a qué factores se debe?

4) En cuanto a los argumentos utilizados:
  • ¿Hemos expuesto nuestras argumentaciones en un lenguaje claro y creíble? ¿No nos habremos centrado exclusivamente en oponernos o retrasar las decisiones públicas?

  • ¿Responden los argumentos expuestos a principios, hechos o cifras? ¿Hemos sabido reflejar en cifras el impacto de un proyecto normativo?

  • ¿Nuestros argumentos han tenido en cuenta los adversos? ¿Podemos aceptar el hecho de salirnos de nuestra propia lógica?

5) En relación con los métodos aplicados:
  • ¿Tiene nuestra organización un único portavoz?

  • ¿No son nuestras acciones exclusivamente defensivas? ¿Podríamos aumentar el grado de iniciativa? ¿En qué escenarios actuaríamos con ventaja?

  • ¿Cuál ha sido y es nuestra presencia permanente en los centros de decisión, los comités consultivos, las comisiones de expertos, etc.? ¿Podemos reforzarla?

  • ¿Hemos seleccionado las técnicas adecuadas? ¿Nos hemos excedido en su uso? ¿Hemos olvidado algunas que pudieran habernos ayudado en la efectividad de la estrategia?

Naturalmente, todas estas preguntas, formuladas en presente, no deben obviarse en una situación de éxito, pues su formulación podrá evitar errores cometidos que, aunque no hayan sido definitivos, podrían serlo en acciones futuras. Asimismo, formularse todas estas preguntas durante la preparación y ejecución de la estrategia de lobbismo constituye un eficaz ejercicio de su control.
Desde la perspectiva de la investigación científica, las técnicas de investigación que se deben aplicar en la evaluación y el control de estrategias de lobbismo son las propias de las campañas de comunicación, teniendo en cuenta el público destinatario. Sin embargo, no podemos olvidar que es difícil investigar con una muestra de decisores públicos. Ahora bien, deben evaluarse los efectos de las técnicas que han sido dirigidas a la opinión pública. A título indicativo, las más comunes son:
1) Técnicas cuantitativas:
  • A partir del uso de cuestionarios: entrevistas personales, entrevistas telefónicas, encuestas postales o electrónicas, paneles, encuesta ómnibus.

  • A partir de otros medios: audiometría, observación personal, análisis de contenido.

  • A partir de indicadores complementarios: audiencias de programas de radio y TV, difusión de periódicos, reclamaciones y consultas recibidas, cartas al director de periódicos y revistas, otros relacionados con la temática de la campaña.

2) Técnicas cualitativas:
  • Reuniones o dinámicas de grupo.

  • Entrevistas en profundidad individuales o a parejas y familias.

  • Microgrupos.

  • Grupos de confrontación.

  • Técnicas proyectivas y de rol.

  • Análisis de contenido cualitativo.

Estas técnicas son de aplicación en cualquier clase de evaluación: antes, durante o después de la campaña; puntual o coyuntural; periódica o espontánea; de seguimiento o de control.

Resumen

El lobbismo es relacionarse estratégicamente con los poderes públicos. Este proceso estratégico responde a la estructura de cualquier estrategia de relaciones públicas: investigar, planificar, ejecutar y evaluar. El método IPEE es también válido en la dirección de proyectos de lobbismo, con las peculiaridades propias de su naturaleza.
La dirección eficaz de un proyecto estratégico de relaciones con los poderes públicos, tanto a escala local como regional, nacional y sobre todo comunitario, debe basarse en las siguientes reglas:
  • Conocer el procedimiento legislativo o reglamentario.

  • Identificar a los actores concernidos tanto en el país de origen como, en el caso de lobbismo ante la UE, de las instituciones comunitarias. La agenda del lobbista es una herramienta esencial a la hora de identificar a sus públicos objetivo.

  • Identificar las diferentes fases del proceso de decisión con el fin de poder intervenir en el mejor momento; aunque la regla general establece que cuanto antes se intervenga, más posibilidades tendremos de adaptar la decisión proyectada a nuestros intereses.

  • Elaborar argumentos sólidos y creíbles. Evitar a toda costa utilizar argumentos falaces, pues no sólo no sirven para nada, sino sobre todo porque su empleo debilitaría nuestra causa.

  • Respetar las jerarquías. Asegurar una relación constante con los funcionarios encargados del expediente en cuestión. No pretender saltárselos y no dudar en avisarlos si queremos contactar con sus superiores jerárquicos. En este caso, es elemental hacerles llegar una copia de las informaciones suministradas: no es caro y nos lo reconocerán.

  • Ser conocido por los decisores. Conocerlos permite anticiparse a las crisis o, como mínimo, las atenúa.

  • Tener posiciones socialmente aceptables, que pueden valerse del interés público o colectivo.

  • Coordinar las acciones llevadas a cabo en el plano nacional y en el europeo, utilizando el mismo equipo para ambas misiones, con lo que se evitan así crasos errores.

  • Estar presente en los organismos asociativos profesionales/empresariales, sabiéndolos utilizar, ya sea bloqueándolos si tienen posiciones hostiles a las nuestras, ya sea valorizándolos si nos son favorables.

  • Tener muy en cuenta el factor tiempo y los errores de nuestros adversarios. Respecto a esto último, hay que ser escéptico y reconsiderar nuestra posición si cabe, pues ninguna situación es definitiva.

Estas reglas estratégicas deben ir acompañadas de un dominio de las diferentes técnicas de lobbismo directo e indirecto. Un lobbista es ante todo un profesional de las relaciones públicas y también de las relaciones con los medios de comunicación.
Como todo proyecto de relaciones públicas, la estrategia de lobbismo debe ser evaluada tanto durante su ejecución (control) como al final del proceso.

Actividades

1. Suponed que el Gobierno de vuestra comunidad autónoma, afectada por las consecuencias del cambio climático (evidenciado por la creciente escasez de agua), quiere construir diez campos de golf para maximizar la proyección turística de la comunidad. Esta iniciativa implicará aumentar el consumo de agua para mantener en buen estado tales infraestructuras. Ante esta situación, y en el marco de una campaña de lobbismo de base, una coalición de grupos de influencia locales os contrata para que redactéis una carta dirigida a todos los diputados del Parlamento autonómico para frenar y retirar el proyecto. Redactad la carta, de no más de una página, utilizando los diferentes tipos de argumentos que se indican en el módulo.
2. Imaginad que, en el marco de la adaptación del sistema universitario español al Espacio Europeo de Educación Superior, el Gobierno pretende eliminar las licenciaturas de Publicidad y Relaciones Públicas, Periodismo y Comunicación Audiovisual. En su lugar, crearía la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Como estudiantes de Publicidad y Relaciones Públicas constituís un grupo de influencia interesado en paralizar esta iniciativa. Elaborad, siguiendo las pautas establecidas en este módulo, el position paper que entregaríais al director general de Universidades en el caso de concertar una reunión con él sobre el tema.

Bibliografía

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