Introducción al estudio de la Historia Antigua: Próximo Oriente, Egipto, Grecia y Roma

  • Mónica Bouso García

    Licenciada en Geografía e Historia, especialidad en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, por la Facultad de Geografía e Historia, y en Filología Hebrea, por la Facultad de Filología, ambas de la Universitat de Barcelona; se doctoró en la misma universidad, en el año 2012, con la tesis titulada Las prácticas funerarias en el valle del Éufrates durante el tercer milenio y la primera mitad del segundo: estudio intertextual a partir de las evidencias arqueológicas y epigráficas. Ha sido investigadora en diversos proyectos que abarcan, tanto la arqueología (2014SGR1248 GRAMPO -Grup de Recerca Arqueològica a la Mediterrània i al Pròxim Orient- y el Proyecto Internacional ARCANE: Associated Regional Chronologies for the Ancient Near East and the Eastern Mediterranean como «Topic Coordinator of Burials and Funerary practices of the Area of Middle Euphrates»), como la filología (FFI2008-05004-CO2-01/FILO «Estudios de lexicografía sirio-mesopotámica en los milenios III y II a.n.e. (ELexSM) A Glossary of Old Syrian» y HUM2005-02223/FILO «Aportaciones del corpus documental sirio de la Edad del Bronce a la lingüística paleo y mesosemítica: El léxico»). Ha participado en más de cincuenta excavaciones arqueológicas, tanto en ámbito nacional (Mas Castellar de Pontós, Mas d’en Boixos en Vilafranca del Penedès, Can Roqueta en Sabadell), como internacional: en Europa (Hacki en Polonia, Le Traversant en Mailhac y Lattes en Francia, Butser Ancient Farm, Petersfield, en el Reino Unido; Cuma, Nápoles en Italia) y en el Próximo Oriente, donde ha excavado en yacimientos de Turquía (Akarçay Tepe) y de Siria (Tell Amarne y Chagar Bazar). Actualmente es profesora asociada de Historia Antigua en la Facultad de Letras de la Universitat de Lleida.

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Introducción

El estudio de la Historia Antigua va más allá de escrutar las obras de los autores considerados clásicos y las de los primeros escritores en recibir el título de historiador por los modernos especialistas; también va más allá de dibujar y fotografiar los restos de sus casas y monumentos, y de observar los cambios estilísticos en las consideradas obras de arte que han llegado hasta nosotros. El estudio de la Historia Antigua se ocupa de examinar y analizar todos los vestigios procedentes de las culturas de la antigüedad, desde un fragmento cerámico con una inscripción hasta los restos de lo que comían.
El estudio, por tanto, de tal variedad y diversidad de restos implica el trabajo de diferentes especialistas, ya que desborda la capacidad de un solo investigador conocer todas las lenguas utilizadas en la antigüedad –aunque se trate de las de una única región geográfica– y todas las técnicas para tratar restos óseos, humanos y de animales, cerámicos, líticos, botánicos, etc. En consecuencia, será necesario un equipo de múltiples especialistas, pero además éste ha de ser interdisciplinario, es decir, no se trata solamente de acumular un buen número de datos, sino que éstos se han de ordenar, contextualizar y han de responder a unos objetivos comunes, a un proyecto que mire de responder a cuestiones preestablecidas. Se trata, en definitiva, de un estudio multidisciplinario –están implicadas, como veremos, desde la filología a la carpología– e interdisciplinario, es decir, es necesario el trabajo conjunto y coordinado de diversas disciplinas persiguiendo unos objetivos predeterminados. Cada una de estas especialidades se ha dotado de una manera de trabajar que se adapta a sus necesidades y a las del material que estudia, es decir, de una metodología propia. Por consiguiente, la metodología que se tendrá que utilizar reuniendo todas estas especialidades tendrá por fuerza que ser también múltiple, buscando la manera de orquestrar todas las metodologías específicas, de cada uno de los campos, en un trabajo común.
En definitiva, lo que nos proponemos en este módulo es, en primer lugar, introduir al alumno que se enfrenta, por primera vez, al estudio del mundo antiguo los aspectos principales de la disciplina, empezando por explicar cuál es el método de trabajo (metodología interdisciplinaria) y su vocabulario específico (terminología). En segundo lugar, presentar los diferentes tipos de fuentes que se emplean, examinando sus características y problemáticas. En tercer lugar, analizar aspectos indispensables en todo estudio histórico, como es la contextualización en el espacio y en el tiempo. Prestaremos especial atención a los diversos sistemas de datación y a sus problemáticas; veremos cómo establecer una cronología segura para los períodos más antiguos es una labor ardua y compleja. Exploraremos los diferentes métodos utilizados y trataremos en detalle las últimas aportaciones al tema. En último lugar, expondremos una breve síntesis de los principales desarrollos históricos de las culturas del Próximo Oriente, Egipto, Grecia y Roma, desde el inicio de la escritura hasta su integración en el Imperio de Roma. Esta síntesis vendrá complementada con cuadros cronoculturales.

Objetivos

Los objetivos que el alumno ha de alcanzar una vez estudiados los contenidos del módulo son los siguientes:
  1. Aprender las diferentes especialidades y especialistas que intervienen en el estudio de la historia antigua, sus metodologías específicas y sus aportaciones.

  2. Ser conscientes de la necesidad de una metodología interdisciplinaria.

  3. Conocer el vocabulario específico de la disciplina.

  4. Distinguir los diferentes tipos de fuentes, de dónde proceden, sus problemáticas y la metodología específica requerida para estudiar cada una de ellas.

  5. Conocer los diversos sistemas cronológicos, sus utilidades y sus limitaciones.

  6. Observar los principales desarrollos de la historia de estos territorios sincrónica y diacrónicamente, así como sus interrelaciones.

1.Introducción

«Ésta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros - y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento - queden sin realce.!»

Heródoto de Halicarnaso, Historia, Proemio

Con estas palabras iniciaba el historiador griego Heródoto su obra Historia, la palabra griega historíē significaba ‘investigación’, refiriéndose a aquello que uno conoce porque lo ha visto personalmente o porque alguien que lo ha visto se lo ha explicado. Este término elegido por Heródoto ha pasado a designar la disciplina que estudia el pasado en la mayor parte de las lenguas europeas. Es en este sentido de investigación, de búsqueda, que lo utilizaremos en estas páginas.
El estudio de las culturas antiguas, como ya hemos comentado, implica abordar una ingente cantidad de datos, éstos fluctuarán en función de los períodos y de las zonas; para determinados momentos históricos contamos con multitud de fuentes y, además, desde numerosos puntos de vista, como en el caso de las culturas del Próximo Oriente y del Mediterráneo oriental durante la Edad del Bronce Final. En otros casos se hablará de «épocas oscuras» debido a la ausencia de datos. De tal manera, se pone de manifiesto la importancia de las fuentes para poder reconstruir lo que ocurrió; sin ellas entramos en el campo de la especulación y de la hipótesis.
Las características de cada una de las fuentes nos llevarán, como hemos anunciado, a métodos de análisis específicos que atienden a las particularidades de cada una de las diversas clases de fuentes. Estos métodos serán múltiples, como múltiples son los tipos de vestigios recuperados. Aparte de esta multiplicidad, hemos de constatar el aumento del número de nuevas técnicas y procedimientos gracias a la imparable innovación tecnológica aplicada a la disciplina. Uno de los avances que más impacto ha causado en el estudio del mundo antiguo, en particular, es la red global de comunicación; nunca antes tantos datos estaban disponibles sin levantarse de la silla, ni tampoco era tan fácil y rápido compartir nuevos descubrimientos y conocimientos. Aunque esto representa una gran ventaja, también presenta inconvenientes, como la falta de tiempo para poder seleccionar, organizar y analizar tal número de informaciones (pero éste es un tema que se escapa de lo que nos proponemos tratar aquí).
Colecciones de textos antiguos
Así pues, para poner un ejemplo, tenemos a nuestra disposición colecciones de textos antiguos online como los siguientes: para el ámbito del Próximo Oriente: CDLI: The Cuneiform Digital Library Initiative y ETCSRI: Electronic Text Corpus of Sumerian Royal Inscriptions. Acerca de fuentes epigráficas y papirológicas egipcias, el portal: https://www.trismegistos.org. Para el mundo clásico grecorromano se cuenta con: Perseus Digital Library.

2.Metodología

Tradicionalmente, el estudio de la Historia Antigua se ha basado principalmente en las fuentes textuales, acompañadas de los restos arqueológicos más significativos, como monumentos, recipientes cerámicos, monedas y obras de arte. Aunque el examen de las fuentes textuales, el estudio tipológico y funcional de los restos cerámicos y los aspectos estilísticos de frescos y obras artísticas continúan siendo básicos, el desarrollo y el avance de disciplinas y técnicas ha llevado a tomar en consideración todos los restos susceptibles de aportar información sobre el pasado.
En consecuencia, toda una serie de restos de una gran variedad se han sumado al estudio del mundo antiguo, restos que, como decíamos, necesitan de un trabajo específico de tratamiento y análisis. Asimismo, la continua innovación tecnológica aplicada al campo de la historia está ampliando la calidad y la pluralidad de información que se puede extraer de los restos. Veamos, pues, a continuación las principales técnicas y métodos implicados en el estudio del pasado. Comenzaremos por ver la arqueología y sus especialidades y, después, trataremos los testimonios escritos.
En primer lugar, hablaremos de las técnicas de estudio del territorio. Éstas incluyen varios procedimientos que lo que persiguen es determinar cómo era el paisaje en la antigüedad, cómo ha ido evolucionando, los diversos usos a los que se ha visto sometido, cuál era el patrón de asentamiento en cada época, entre otros aspectos. De tal manera, se estudian fotografías aéreas, se hacen prospecciones de diversos tipos, desde pasear por el territorio en busca de fragmentos de artefactos antiguos, como restos líticos y cerámicos, a prospecciones electromagnéticas que exploran el subsuelo sin excavar, con tal de observar si en un determinado lugar se esconden restos arquitectónicos o excavados que revelen el rastro de la ocupación humana.
En segundo lugar, conviene tratar la excavación arqueológica, técnica que consiste en recuperar y estudiar los restos materiales dejados en el territorio como resultado de actividades realizadas por las comunidades del pasado. La metodología arqueológica se adaptará a los diferentes escenarios: espacios abiertos, cuevas, restos submarinos, ámbitos urbanos, etc.
En tercer lugar, debemos mencionar todos los materiales que se recuperan del pasado como consecuencia de una intervención arqueológica. Cabe insistir en la pérdida de información que causa la recuperación de un objeto por otros medios (espolio, saqueo) que no sea provenir de una actividad científica, ya que sin contexto el objeto deviene mudo. Dado que los restos son muy numerosos, comentaremos únicamente los principales:
  • Restos óseos humanos: estudiados por antropólogos físicos, su estudio puede determinar el sexo, la edad, ciertas enfermedades, informaciones sobre la dieta del individuo, etc. Además, con la aplicación de determinados análisis, como el del ADN (cuando es posible), la información que se puede obtener se amplía a datos relacionados con enfermedades que no dejan marca en los huesos, con la dieta, la procedencia y, también, con la posibilidad de establecer relaciones de parentesco.

  • Restos de huesos de animales: estudiados por los arqueozoólogos, establecen la especie, la edad, el sexo, el patrón de sacrificio, si son especies domésticas o salvajes, si son autóctonas o no, su dieta, etc.

  • Restos cerámicos, aparte de la determinación del tipo de pieza y la adscripción cronocultural y funcional, son elementos clave para datar. Técnicas como la arqueometría permiten, además, identificar el proceso de manufactura y la procedencia de la arcilla y de los componentes minerales presentes; otras, como el análisis de los residuos de los vasos antiguos, pueden determinar el contenido que había en el recipiente.

  • Restos botánicos de diversas clases, como por ejemplo, la recuperación de restos de polen y carpológicos* ayudan a reconstruir el medio ambiente de la antigüedad. Asimismo, los restos carpológicos permiten conocer, aparte del medio de un determinado período, la dieta, las especies cultivadas y las salvajes, etc.

  • Restos líticos: el estudio incluye desde puntas de flecha y cuchillos de sílex hasta molinos o bloques usados en la construcción. Al margen del estudio tipológico y funcional de las piezas y de las técnicas de manufactura, los análisis petrográficos* pueden adscribir los lugares de procedencia de los materiales y, por tanto, distinguir las piezas locales de las importadas.

  • Restos metalúrgicos: su estudio también contempla un amplio espectro: desde objetos metálicos acabados (desde monedas –a partir del siglo VII, que también estudiará la numismática*– a puntas de flecha) a los procesos de manufactura, tratamiento de los metales y sus manipulaciones, etc. Toda una serie de análisis químicos pueden identificar las fuentes de abastecimiento de los metales, temperaturas de fundición, técnicas, etc., que posibilitan reconstruir todo el proceso: desde las fuentes de extracción a los tipos de hornos, etc.

En definitiva, la aplicación tanto de nuevas técnicas como el perfeccionamiento de otras ya existentes han ampliado la calidad y la cantidad de información, y se han convertido en herramientas esenciales para los investigadores. Tal es el caso de las nuevas técnicas de datar que permiten afinar más, gracias a la datación de elementos, como las semillas, que presentan una vida más corta que, por ejemplo, el carbón de una viga, que puede haber estado en uso durante décadas, sino más. Otro ejemplo puede ser la creación de nuevos mapas, no solamente a partir de las imágenes facilitadas por los satélites, sino a través de otras técnicas como la utilización de georadares. También, los análisis, que hemos comentado, que identifican la composición y procedencia de los materiales –como la aplicación de los isótopos estables de plomo, los químicos, los petrográficos– han abierto un extenso abanico de información, como el conocer que recursos se explotaban en un determinado período, la tecnología utilizada, las redes de intercambio y la dinámica de interacción entre regiones, etc. Adicionalmente, la suma de los estudios geológicos del suelo y los botánicos, con la recuperación de columnas de polen, permite reconstruir cómo fue el medio ambiente y los cambios que se produjeron en un lugar y período histórico específicos.
En cuanto a los testimonios escritos, también contamos con una gran variedad de vestigios, desde textos escritos en papiro, grabados en sellos, pintados sobre fragmentos cerámicos, inscripciones monumentales en templos, hasta los grafitos hallados en las calles de Pompeya. Estos restos tampoco provienen únicamente de las estanterías de las bibliotecas, sino que también se encuentran en los fondos de los museos esperando a ser estudiados. Dentro de los testimonios escritos podemos diferenciar dos grandes apartados: por un lado, los restos epigráficos, es decir, los restos escritos sobre diferentes materiales como la cerámica, la piedra, el metal, etc.; y por el otro, los restos textuales escritos sobre pergamino y papiro. Tanto la epigrafía* como la glíptica* y la filología han desarrollado procedimientos y técnicas específicas para el tratamiento de sus fuentes; asimismo, los profesionales se acostumbran a especializar en períodos y culturas concretos. También en este campo, nuevos procedimientos auguran importantes descubrimientos, como por ejemplo el desarrollo de técnicas de restauración digital (como el MSI: multispectred imaging) y de escáneres (como el CT: computer tomography) que posibilitan leer un papiro enrollado sin abrirlo, o la lectura de incisiones en materiales en muy mal estado de conservación o no perceptibles a simple vista.
Hasta aquí hemos visto una gran cantidad de restos que requieren de especialistas y metodologías que atiendan a sus especificidades, pero, tal y como ya hemos comentado, el volumen de información ha de ser ordenado, contextualizado y tratado en función de un marco teórico que le dé sentido y coherencia. Es imprescindible, pues, haber propuesto al inicio de la investigación unos objetivos, unas preguntas a responder, se ha de haber ideado un guion.
No se insistirá nunca suficientemente en la imprescindible necesidad de contextualizar todas las evidencias; hay que conocer con el máximo detalle su procedencia, tanto geográfica como temporal, desde la de un texto literario a la de un fragmento cerámico. Es necesario, además, entender el contenido del texto, a qué audiencia estaba destinado; de la misma manera, además de saber a qué responde la forma de un vaso, qué contenía, hemos de tratar de establecer si se trajo de otro poblado, si fue tirado o se abandonó, etc.
En resumen, para reconstruir el pasado, para poder entenderlo y hacerlo inteligible, el historiador, además de ser un buen técnico, tendrá que adoptar un enfoque que dé significado y oriente su investigación, evitando categorías y conceptos ajenos a las sociedades que estudia, conviene tener en cuenta que sus esquemas de pensamiento no son los nuestros.

3.Terminología

Tal y como acabamos de comentar, al tratar de recuperar el pasado será preciso intentar identificar y comprender las estructuras mentales que cada sociedad y cada período crea para organizar su mundo. Será necesario, pues, evitar categorías y conceptos totalmente ajenos a estas culturas. De tal manera, determinados términos que utilizamos para definir aspectos de nuestras sociedades pueden no ser apropiados para describir esos aspectos en las sociedades del pasado, si ésos no son idénticos y no se refieren a las mismas realidades. Habrá que tratar de entender cada sociedad en su contexto, por esta razón, será imprescindible conocer la lengua que utilizaba y, en la medida de lo posible, manejar y entender los términos tal y como ellos lo hacían, tal y como ellos los entendían. En consecuencia, determinados términos no serán fácilmente traducibles porque definen conceptos diferentes de los nuestros. Por tanto, a veces ciertos términos no se traducirán, y, en otras ocasiones, habrá que buscar la palabra de nuestra lengua que más se pueda acercar al significado que tenía en la antigüedad.
La historia, como toda disciplina científica, se ha dotado de un vocabulario propio para poder comunicar sus métodos, sus resultados, etc. Es decir, dispone de una terminología particular, de un conjunto de términos propios que pertenecen a su ámbito de especialización.
Del mismo modo, posee publicaciones específicas, aparte de obras de compilación y monografías, de revistas periódicas científicas especializadas de ámbito internacional que abastan todas las áreas de estudio y épocas.

4.Fuentes

Como hemos visto al tratar la metodología, el historiador de la antigüedad tiene a su disposición una gran diversidad de fuentes; cada una requiere tener en cuenta sus particularidades y, como hemos explicado, cada una tiene una metodología propia con sus propias reglas de funcionamiento. Además, cada tipo de fuente presentará sus ventajas y limitaciones para la reconstrucción del pasado que tendrán que ser valoradas en cada caso, dependiendo de sus características. Así pues, en función de estas particularidades, cada tipo de fuente aportará un tipo de información que habrá de ser contrastada y, finalmente, puesta en común con los otros datos procedentes del resto de fuentes del mismo contexto, con el fin de poder responder a las preguntas inicialmente planteadas. Tota una serie de aspectos deben de ser tenidos en cuenta al abordar el estudio de las fuentes, entre los más relevantes destacamos:
  • La preservación, ésta depende de múltiples factores, entre ellos: la naturaleza del material, de las situaciones sociopolíticas de las zonas de donde procede, del azar de los descubrimientos, etc.

  • La transmisión, ésta también varía mucho entre una cultura y otra. Por lo que se refiere a las civilizaciones mesopotámica y egipcia, la tradición quedó interrumpida durante más de dos milenios, desde el momento en que fueron sometidas por poderes extranjeros y sus escrituras substituidas y caídas en el olvido. En este caso, su recuperación ha sido todo un redescubrimiento. En lo que concierne a la civilización grecorromana, ésta siempre ha estado presente en el mundo occidental, pero muchos de sus testimonios han llegado a nosotros a través del filtro de los siglos posteriores. Durante este largo período se llevó a cabo una selección del material: se eligió aquello que era digno de ser copiado y, por tanto, conservado y transmitido, y aquello que se desestimó quedó relegado al olvido para siempre.

Por consiguiente, es pertinente distinguir entre fuentes internas y externas, la diferencia radica en su procedencia. En el primer caso, nos referimos a todos aquellos datos que han sido producidos por una determinada cultura; por tanto, proceden de ella, es decir, son fuentes contemporáneas y autóctonas. Por fuentes externas entendemos todos aquellos datos generados desde fuera de una determinada cultura; pueden ser o no contemporáneos, pero expresan un punto de vista exterior al de una cierta cultura. Así pues, se debe tener en cuenta la distancia que separa ambas culturas: no será lo mismo el punto de vista de un rival que el de un aliado, ni el de alguien que conoce la lengua de la cultura de la cual habla, del que no, entre otros aspectos. En definitiva, todas las fuentes son útiles, pero habrán de ser examinadas con cautela para poder hacer un uso adecuado de la información que contienen.

4.1.Fuentes internas

Como acabamos de exponer, por fuentes internas nos referiremos a todas aquellas que proceden de una determinada cultura. Dentro de esta categoría podemos encontrar diferentes tipos de fuentes: escritas, arqueológicas, iconográficas, etc. Comentaremos específicamente las fuentes textuales y las arqueológicas, examinando sus principales características.
4.1.1.Fuentes textuales
En este apartado trataremos de manera conjunta las fuentes epigráficas y las textuales. A diferencia de las fuentes arqueológicas, que podemos decir presentan un carácter más neutro, detrás de todo texto escrito hay una intencionalidad y una audiencia. Esta intencionalidad no necesariamente ha de responder a la de explicar los sucesos tal como acaecieron, sino más bien a hacerlos encajar con una determinada ideología, con una determinada manera de entender su propia historia. Por tanto, no son testimonios objetivos, sino el producto de un grupo social (recordemos que en la antigüedad no todo el mundo tenía acceso a la escritura) con una explícita visión. En consecuencia, hay que tener en cuenta, principalmente, el contexto del texto, bajo qué circunstancias fue puesto por escrito, quién lo escribió o lo mandó escribir, etc.
Aparte de estas consideraciones interpretativas, las fuentes textuales presentan ciertas problemáticas. En primer lugar, las dificultades lingüísticas. Muchas de las lenguas y de los sistemas de escritura utilizados en la antigüedad han desaparecido, algunas de estas lenguas siguen siendo un enigma, otras no hace tanto tiempo que pudieron ser descifradas. Su estudio implica, pues, formación en lenguas muertas y algunas de ellas sumamente complejas. En otros casos, la dificultad vendrá condicionada por el tipo de texto, en ocasiones crípticos para un lector ajeno al contexto, como ciertas cartas que presuponen un conocimiento por parte del lector de aspectos a los cuales nosotros no tenemos acceso, etc.
En segundo lugar, su estado de preservación. Tan solo una mínima parte de todo aquello que se puso por escrito durante la antigüedad ha sobrevivido. Muchos factores han intervenido en este proceso, fundamentalmente, el material en el que se escribió. Mientras que las tablillas de barro o las inscripciones sobre piedra han conseguido llegar hasta nuestros días, otros escritos sobre materiales como el papiro –fuera del cálido clima de los desiertos egipcios– no se han conservado, como tampoco lo han hecho restos escritos en madera y cera, materiales que sabemos fueron usados. Otro factor que ha afectado la supervivencia de ciertos restos textuales, especialmente pertenecientes al mundo grecorromano, ha sido la selección que se produjo entre aquello que había, y valía la pena, copiar y aquello que no. En este caso, la preservación de una determinada obra y/o autor se debe a que durante la antigüedad fue ampliamente leída y copiada, hecho que ha contribuido a que haya llegado hasta el presente a través de diversos manuscritos. En muchas ocasiones, no han sobrevivido las obras completas, sino solamente fragmentos, y, a veces, lo único que se ha conservado es la cita de su existencia en la obra de un escritor que sí que la pudo leer y deja constancia de ello. En consecuencia, hemos de lamentar la perdida de gran cantidad de obras.
La biblioteca de Alejandría
Uno de los ejemplos más paradigmáticos de este infortunio es el trágico destino que sufrió la famosa y valorada biblioteca de Alejandría, de época helenística. Convertida en el centro cultural del mundo helénico gracias a los esfuerzos de los Ptolomeos, la biblioteca creció hasta contener un millón de obras. La ingente labor llevada a cabo en la biblioteca de copiar y divulgar muchos textos clásicos garantizó la supervivencia de gran parte del antiguo legado literario griego. Desgraciadamente, la biblioteca se incendió durante el enfrentamiento entre César y Pompeyo. Sabemos que sobrevivió y que en ella se depositó el contenido de la biblioteca de Pérgamo que Marco Antonio regaló a Cleopatra. Pero el desastre llegó de nuevo en la década de 270 d.C., cuando el barrio del palacio de Alejandría fue destruido durante la ocupación del Imperio de Palmira.
A continuación, comentaremos brevemente los principales tipos de fuentes textuales que tenemos de las culturas aquí estudiadas.
El Próximo Oriente nos ha legado miles y miles de tablillas de barro en escritura cuneiforme, sistema que estuvo en uso durante tres milenios y que fue utilizado por diversas culturas. Esto supone un ingente volumen de información y además muy diverso, debido a la gran cantidad de géneros cultivados. En términos generales, disponemos de:
  • documentos administrativos,

  • documentos legales privados,

  • cartas,

  • tratados entre estados,

  • textos literarios,

  • textos escolares,

  • textos historiográficos conmemorativos (1) y

  • cronográficos (2) .

De Egipto contamos con una gran riqueza y calidad de fuentes textuales, gracias a las ventajosas condiciones de conservación medioambiental, y, al carácter eminentemente literario de la cultura egipcia. Tenemos, por tanto, gran variedad de géneros y de obras:
  • textos administrativos,

  • cartas,

  • listas reales,

  • documentos médicos y matemáticos,

  • autobiografías funerarias,

  • literatura didáctica o sapiencial,

  • narrativa,

  • relatos,

  • cuentos,

  • además, de disponer de una gran producción poética y literatura religiosa, especialmente, relacionada con el culto a los muertos y a las concepciones de la vida en el más allá.

En relación al mundo Egeo, las tablillas micénicas en Lineal B (1600-1100) han aportado datos sobre todo de carácter económico. No volvemos a disponer de datos textuales hasta la reaparición de la escritura en el siglo VIII, en este caso se tratará de un sistema alfabético adaptado del fenicio para registrar la lengua griega. Lamentablemente, tenemos constancia de la existencia de muchos autores y obras que no se han preservado. No es casualidad, pues, que sea Atenas una de las ciudades que mejor conocemos del mundo griego antiguo, ya que es uno de los lugares que más datos ha suministrado y, de algunos géneros, como el de los discursos de los oradores, únicamente se han documentado en Atenas (420-321). Otros textos conservados son las obras de historiografía antigua (con relevantes autores como Heródoto, Tucídides, Jenofonte y Polibio), teatro, filosofía, etc. Además, contamos con numerosos restos epigráficos en piedra, metal, terracota, y, tanto públicos (decretos, códigos de leyes, dedicaciones cívicas o conmemorativas), como privados (dedicaciones personales, epitafios y grafitos).
La situación en el mundo romano es paralela a la que acabamos de describir sobre el mundo griego, sabemos de muchas fuentes perdidas de las cuales solo conocemos su existencia a través de citas de autores posteriores. En otros casos, muchos manuscritos, heterogéneos y a menudo fragmentarios, han llegado a nuestros días porque fueron copiados de manera continuada desde la antigüedad. Para la historia de Roma, disponemos de obras de historiadores (escribieron obras ordenadas cronológicamente, aunque no siempre nos han llegado completas) como Tito Livio, Cicerón, Dión Casio, Cornelio Tácito y de los anticuarios (recogen toda la información relativa al pasado en todas sus formas) como Varrón. También tenemos obras geográficas (Estrabón), listas de cónsules desde inicios de la República, anales, leyes, tratados, poesía, historia natural (Plinio el Viejo), etc. El otro gran grupo de datos procede de las fuentes epigráficas: sellos en ánforas, inscripciones monumentales en edificios públicos y templos, y, el excepcional corpus constituido por los grafitos en los muros de la ciudad de Pompeya que han dejado un testimonio imborrable de la lengua oral y de la cultura popular.
4.1.2.Fuentes arqueológicas
Como ya hemos comentado al tratar la metodología, las últimas innovaciones técnicas han aumentado considerablemente el volumen de información y han abierto nuevas perspectivas de investigación. También hemos visto como cada uno de los restos ha de ser tratado y analizado en función de sus características; se ha de prestar especial atención a su contexto y ha de ser interpretado en relación a éste.
Aunque, a diferencia de las fuentes textuales, las arqueológicas no han sido sometidas a ninguna censura, sí que se han visto sujetas a múltiples factores que han afectado su preservación. Entre los más importantes cabe citar la amenaza de su conservación en áreas en conflicto (como es el caso del Próximo Oriente), el espolio arqueológico constante en ciertas zonas (como ocurre en Egipto), la dificultad de excavar en ciudades ocupadas ininterrumpidamente desde la antigüedad (como sucede con las ciudades de Atenas y Roma), etc.
En consecuencia, la arqueología debe hacer frente a numerosos desafíos como: la protección, restauración y divulgación de los restos arqueológicos sin dificultar el funcionamiento de la sociedad contemporánea; así como, asegurar la procedencia segura y auténtica de los vestigios del pasado, etc.
Otra problemática, tampoco exclusiva de las fuentes arqueológicas, es la desigualdad de la información, es decir: no todos los períodos están atestados de la misma manera en todas las regiones. Por tanto, de una determinada época podemos conocer con cierto grado de detalle lo que sucedió en una zona, mientras desconocemos completamente lo que está pasando contemporáneamente en otra. Asimismo, habrá épocas de las cuales dispondremos de muchos datos y, en cambio, en otras ni tan siquiera se ha podido localizar la capital de un determinado reino.
La mayoría de yacimientos arqueológicos del Próximo Oriente se caracterizan por su forma de tell, es decir, de montañas artificiales formadas por las múltiples capas resultado de las sucesivas ocupaciones humanas a lo largo del tiempo. En la fotografía, una imagen del yacimiento de Tell Brak, en Siria. Fotografía de la autora.
La mayoría de yacimientos arqueológicos del Próximo Oriente se caracterizan por su forma de tell, es decir, de montañas artificiales formadas por las múltiples capas resultado de las sucesivas ocupaciones humanas a lo largo del tiempo. En la fotografía, una imagen del yacimiento de Tell Brak, en Siria. Fotografía de la autora.

4.2.Fuentes externas

Por fuentes externas entendemos todos aquellos datos que hacen referencia a una determinada cultura pero que nos han sido transmitidos por otra, contemporánea o posterior. De muchos períodos o, incluso, de culturas enteras (especialmente aquellas culturas que no han dejado testimonios escritos, como muchas poblaciones nómadas), esta es nuestra única fuente de conocimiento para poder reconstruir su desarrollo histórico y sus características. La distancia, sin embargo, que separa una cultura de otra, su relación con ella, su manera de acceder (directamente o a través de intermediarios), las competencias lingüísticas del informador sobre la lengua de la cultura que describe, entre otros aspectos, afectan inevitablemente la naturaleza de la información que proporcionan. Atendiendo, pues, a estas consideraciones, estas fuentes han de ser tratadas con cautela y analizadas teniendo en cuenta la distancia que separa el narrador del universo cultural que está describiendo.
4.2.1.Fuentes textuales
En lo que concierne al Próximo Oriente y a Egipto, hasta el redescubrimiento de sus civilizaciones gracias al desciframiento de sus sistemas de escritura y el inicio de las exploraciones arqueológicas en el siglo XIX, la información que se tenía de ellas provenía de la Biblia hebrea y de los autores clásicos. Este hecho determinó la visión que se tenía de ellas, y que, hasta cierto punto, continua vigente, como se puede apreciar en las películas que insisten en mostrar esclavos construyendo pirámides o en la figura de déspotas gobernantes orientales.
Por lo que se refiere al mundo grecorromano, como ya hemos comentado, debemos la preservación de gran parte del material textual a la copia reiterada y constante que de los textos clásicos se hizo. Esta labor se inició ya en época helenística y romana, más tarde, en los monasterios medievales, y aumentó durante el creciente interés que estas culturas despertaron en el Renacimiento. Sin embargo, la transmisión fiel de un texto resulta algo insólito.
4.2.2.Fuentes arqueológicas
También podemos encontrar fuentes arqueológicas externas, es decir, datos sobre una cultura transmitidos por otra. En algunos casos se tratará de relieves o pinturas de una cultura en los cuales aparecen representados otros pueblos, desde la óptica de la primera.
Un ejemplo lo constituye la escena pintada en las paredes de la tumba del visir Rekhmere en Tebas (Dinastía XVIII, ca. 1479-1425), que muestra una procesión de egeos (Keftiu) llevando regalos al faraón. El aspecto físico de éstos y sus vestidos son diferentes a los de los egipcios y similares a los que aparecen en los frescos de los palacios minoicos.
En otros casos lo que encontraremos serán copias, es decir, reproducciones, como la gran cantidad de esculturas romanas recuperadas que imitan originales griegos, o el famoso mosaico, procedente del pavimento de la Casa del Fauno de Pompeya, realizado en el siglo I reproduciendo una pintura griega del siglo IV, obra de Filoxeno, de la batalla entre Darío III y Alejandro Magno, probablemente la de Issos.
Mosaico procedente de la Casa del Fauno, Pompeya (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles). Fuente: Wikimedia Commons
Mosaico procedente de la Casa del Fauno, Pompeya (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles). Fuente: Wikimedia Commons

5.Marco geográfico

Como decíamos al principio, una cultura debe situarse en el tiempo –como veremos en el siguiente apartado– y también en el espacio, su precisa ubicación y extensión son importantes para conocer sus características, que, en muchos casos, han sido determinantes en su avenir histórico. Por un lado, habrá que reconstruir el paisaje antiguo y, por otro, estudiar los cambios producidos en el territorio a lo largo del tiempo.

5.1.Próximo Oriente

La visión tradicional del Próximo Oriente antiguo ha consistido en distinguir un centro, Mesopotamia, y una periferia. Esta visión centrada casi exclusivamente en Irak viene determinada por el origen mismo de la disciplina, con el descubrimiento de los palacios asirios. La imposibilidad de excavar en el centro, a causa de los reiterados conflictos bélicos, y la proliferación de excavaciones en la considerada periferia comportando excepcionales descubrimientos –como la presencia de restos materiales procedentes de la cultura Uruk del sur mesopotámico en Turquía y en el norte de Siria, o los archivos del palacio real de Ebla, en Siria– han demostrado que en estas lejanas regiones el desarrollo cultural era comparable, en las mismas fechas, al del centro. En consecuencia, se está ampliando la visión que se tenía y, por consiguiente, se debe integrar en el estudio toda la zona, incluyendo los cursos altos del Tigris y del Éufrates, Irán, Siria, la costa mediterránea y Anatolia.
Este centro del cual hablamos ha recibido diversos nombres a lo largo de la historia: desde el País de Sumer y de Akkad, a Babilonia, Asiria, Mesopotamia*, etc. Más recientemente se han utilizado términos como el de 'Creciente Fértil', acuñado por el investigador James Henry Breasted en el año 1916, englobando no solo las cuencas de los ríos Éufrates y Tigris, sino toda la zona de altas precipitaciones. En la actualidad se acostumbra a usar el término Próximo Oriente. De manera general, se trata de una región extremadamente heterogénea y dominada por el curso de los dos grandes ríos: el Éufrates y el Tigris. Por un lado, el sur, la Baja Mesopotamia, en la zona de la desembocadura de los ríos en el golfo Pérsico, es una zona pantanosa, donde la agricultura solamente es posible gracias a la irrigación artificial de los campos con la construcción de canales. Es el antiguo país de Sumer. Un poco más al norte, la zona cercana a la actual Bagdad, donde los ríos más se aproximan el uno al otro, constituye la mitad superior de la Baja Mesopotamia, era el país de Akkad, donde más tarde se situó Babilonia y, a partir del segundo milenio, con este nombre se referirá genéricamente a toda esta área. Al norte se sitúa la Alta Mesopotamia, el norte del actual Irak, es una zona de agricultura de secano que depende de la lluvia; era la zona de dominio de Asiria durante los milenios segundo y primero.
A oriente de estas regiones se halla la cadena montañosa de los Zagros y al suroeste la llanura irania, sede del reino de Elam y de pueblos como los medos y los persas. A occidente del Éufrates se extiende la estepa siria antes de llegar a la costa, lugar donde se establecieron importantes culturas con destacados centros como Ebla y Mari en el tercer milenio. La estrecha franja de tierra entre el Mediterráneo y las montañas del Líbano y del Antilíbano estuvo ocupada por multitud de pueblos (cananeos, fenicios, filisteos, etc.). Al norte, el centro de Anatolia fue el territorio de los hititas en el segundo milenio y, entre esta zona y el Cáucaso, vivieron numerosos pueblos como los hurritas y los urarteos. Todas estas culturas interactuaron, en mayor o menor medida e intensidad, en función de las diversas circunstancias históricas.
Mapa topográfico del Próximo Oriente. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa topográfico del Próximo Oriente. Fuente: Wikimedia Commons
A pesar de la gran diversidad geográfica, podemos apuntar una serie de características comunes con importantes repercusiones para la supervivencia:
1) La agricultura, prerrequisito para el establecimiento de asentamientos permanentes, es difícil: la lluvia es escasa, prácticamente en toda la región, porque las altas montañas del oeste dejan grandes partes del Próximo Oriente a la sombra de las precipitaciones. Al contrario que el Nilo en Egipto, el cual provee agua al final del verano, justo cuando es necesaria para preparar los campos para plantar; el Tigris y el Éufrates aumentan su cabal al final de la primavera, cuando las plantas casi han crecido y el agua las puede destruir, y, están en su nivel más bajo, cuando llega la estación de la siembra.
2) Las fronteras las formaban los mares, los desiertos (hasta la domesticación del camello en torno al 1000 no es posible cruzarlos) y las montañas (especialmente los Zagros y el Tauro constituyen barreras macizas que solo pueden ser atravesadas en determinados puntos, como los valles fluviales). Serán precisamente los desiertos y las montañas los hábitats de poblaciones nómadas que, en ocasiones, desestabilizarán las zonas urbanas.
3) La apertura y exportabilidad: es esencialmente la presencia en la región de las dos grandes vías de comunicación, constituidas por los dos grandes ríos que traviesan todo el territorio, lo que facilitó la difusión de la cultura mesopotámica y la relación entre los diversos pueblos que ocuparon este territorio.
4) La pobreza de materias primas en la región. En la Baja Mesopotamia, la piedra y la madera son escasas y los metales tampoco son abundantes. Por esta razón, el barro constituyó un elemento básico, tanto para construir como para escribir. La necesidad, por tanto, de abastecerse de materias primas fue constante a lo largo del tiempo.

5.2.Egipto

Hacia finales del Cuaternario (Pleistoceno y Holoceno), el país adopta la fisonomía actual. Egipto se encuentra aislado por una serie de barreras naturales de difícil superación: al este, por el desierto Oriental, con montes y montañas, solo es transitable por los wadis (por ejemplo, el Wadi Hammamat). Al oeste, por el desierto Líbio que forma parte de la banda sahariana, y donde se localizan una serie de oasis que se extienden en paralelo al curso del Nilo (Farafra, Siwa, Kargha, Bahariya). Al norte, la barrera la constituye el mar Mediterráneo. Y al sur, la frontera natural egipcia se encuentra en Asuán-Elefantina (la Baja Nubia, Uauat, en esta zona el Nilo es de difícil tráfico fluvial, con las cinco cascadas; es una zona inhóspita que sirvió de tierra de nadie que separaba Egipto de las comunidades de la Alta Nubia, Kush, y del Sudan). Estas barreras naturales son las responsables de la relativa seguridad de Egipto ante peligros extranjeros durante buena parte de su historia, a diferencia de la de Mesopotamia.
Mapa topográfico de Egipto. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa topográfico de Egipto. Fuente: Wikimedia Commons
Pasemos a describir brevemente las principales características de esta región que contribuyeron enormemente a darle su carácter distintivo y diferente del resto de culturas de la antigüedad:
1) Naturaleza favorable para la conservación de los restos orgánicos. No obstante, se ha de matizar la diferencia regional medioambiental entre el delta y el valle. El Valle o Alto Egipto es una estrecha franja de tierra cultivable a ambos lados del río, próxima a los desiertos. El delta o Bajo Egipto, formado por un amplio triángulo atravesado por los diferentes brazos del Nilo y por numerosos canales, presenta un medioambiente mucho más húmedo, en el cual la proximidad de la capa freática dificulta la excavación, factor que ha contribuido al deterioro y al pobre estado de conservación de los yacimientos.
2) Presencia de marcadas dualidades naturales. En primer lugar, la tierra fértil del valle (hace posible la agricultura y la vida: Kemet, ‘la –tierra– negra’) en oposición a la tierra del desierto (Deshret, la ‘tierra roja’: arenosa y estéril). En segundo lugar, la dualidad climática: el delta disfruta de un clima mediterráneo en oposición al Alto Egipto, muy condicionado por los desiertos. Y, por último, la división del país entre el Alto Egipto y el Bajo Egipto o delta. Los antiguos egipcios eran conscientes de esta dualidad, a partir de la cual articularon toda una serie de elementos, como la naturaleza doble del estado y de la monarquía.
3) La crecida del Nilo. El Nilo es el responsable de la fertilidad y de la vida. De régimen regular, es uno de los ríos más largos del mundo, supera los 6500 km. En la antigüedad se distinguió el Nilo normal, Iteru, del Nilo de la inundación, Hapi, deificado con un santuario en el sur del Cairo, en el lugar tradicional donde se unen el valle y el delta: las «Dos Tierras».
4) Recursos naturales. Egipto dispone de gran riqueza geológica, canteras y minas explotadas desde los primeros tiempos históricos, sobre todo el desierto oriental, Nubia y el Sinaí. Además de la abundancia de diferentes tipos de piedras, se encuentran minerales metalíferos, como el cobre (malaquita, azurita), el plomo o la galena. De particular importancia para muchos aspectos fue el natrón*.

5.3.Grecia

Grecia, Héllas para los antiguos griegos, ocupa la parte meridional de la península Balcánica. Pero el mundo griego presentaba una extensión mayor, hay que incluir la Grecia continental, las islas del mar Egeo (el archipiélago de las Cícladas, el Dodecaneso, etc.), las islas del Mediterráneo oriental: Creta y Chipre, así como la costa occidental de la península de Anatolia y el sur de la península Itálica y Sicilia, lo que se conocía como la «Magna Grecia».
Una geografía muy variada y unas condiciones ambientales que cambian radicalmente, en ocasiones, en muy poco espacio, configuran las características principales de este territorio.
1) El paisaje griego está dominado por las montañas y por el mar. Las montañas ocupan el 75% del territorio y, únicamente, un 30% pertenece a un área más o menos cultivable, el resto se destinó a otros usos, como al pastoreo. Las montañas calcáreas dividen el país creando diversas zonas ecológicas. La prominencia de las montañas refleja la posición egea en la zona entre dos grandes placas: la euroasiática y la africana, sus constantes enfrentamientos han sido y son responsables de una gran actividad tectónica, normalmente terremotos (de hecho, es la zona más activa de Europa), pero, también, incluyen erupciones volcánicas en un arco alrededor del sur del Egeo, especialmente en la isla de Tera. Esta actividad ha provocado una compleja distribución de diferentes tipos de rocas y ha creado un litoral muy irregular (donde los buenos puertos son escasos). La comunicación por tierra, dentro de la península, resulta difícil, en cambio, la tortuosa costa ofrece numerosos puntos para atracar y refugios naturales.
2) De clima mediterráneo la mayor parte de Grecia, las zonas peninsulares situadas al norte disfrutan de un clima continental. Este clima puede convertir la sequía en una amenaza constante, mientras que la lluvia excesiva puede arruinar una cosecha. Este hecho, condicionó los cultivos y su ciclo: en el sur, el trigo era marginal, y en el norte, con mayor pluviosidad y frío, la olivera y la higuera quedaron excluidas. En general, no es un territorio particularmente fértil.
3) Recursos naturales limitados. Se obtenía obsidiana de Melos y de Giali (Dodecaneso), cristal de roca de Creta, mármol blanco de gran calidad de Paros, Naxos y del Ática. Los recursos minerales se encuentran dispersos: minas de plomo argentífero en Laurion (en el Ática) y cobre, plata y oro en la región de Laconia; en las islas Cícladas: Sifnos (plata y plomo) y Kithnos (cobre); y cobre en Creta. Otros metales como el estaño siempre se tuvieron que importar.
Mapa topográfico de Grecia. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa topográfico de Grecia. Fuente: Wikimedia Commons

5.4.Roma

En el centro del Mediterráneo se sitúa la península Itálica, ocupa una importante posición estratégica entre el norte de África y el centro de Europa, con la isla de Sicilia ubicada en su extremo suroeste. La península se encuentra separada de Europa por las montañas de los Alpes y las Dolomitas. Al sur se halla el fértil valle del Po, bordeado por el río Rubicón. El centro de Italia está atravesado por la sierra de los Apeninos, que cruza el país de noroeste a sureste, con ríos que desembocan en las llanuras de la costa. Es en el centro oeste de la península Itálica, a orillas del río Tíber, donde se desarrolló la ciudad de Roma, aprovechando las ventajas de las fácilmente defendibles colinas de la región. Finalmente, Roma acabó incorporando las siete colinas ubicadas al este del Tíber: Palatino, Aventino, Capitolio, Esquilino, Viminal, Quirinal y Celio, dominando de esta manera las fértiles llanuras de los alrededores y las buenas tierras de pastura.
Por lo que se refiere a sus características, presenta, en términos generales, un clima mediterráneo, a pesar de las diferencias regionales, especialmente en el arco alpino. Cabe destacar que Italia se beneficia de grandes recursos naturales, es un territorio muy apto para la agricultura aprovechando los fértiles valles aluviales (donde se cultivaron cereales y lino) y las laderas de las montañas (la viña y la olivera). Los suelos no tan aptos para el cultivo se dedicaron al pastoreo. También dispone de recursos metalíferos, aunque no muy abundantes.
Mapa topográfico de la península Itálica. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa topográfico de la península Itálica. Fuente: Wikimedia Commons
A lo largo de su historia Roma fue ampliando su territorio en diversas fases, primero consiguió el dominio político de la península Itálica. A continuación, se fue expandiendo hasta acabar extendiéndose más allá de los Pirineos al oeste, al norte: desde las islas Británicas hasta el mar Báltico, al sur: por la costa del norte de África y, al este, hasta el Éufrates.

6.Marco cronológico

Historiográficamente, disponer de un marco cronológico es absolutamente necesario para poder situar una cultura en un tiempo concreto y para poder relacionar sus acontecimientos y desarrollos con los de las otras culturas contemporáneas, así como con las anteriores y las posteriores. Asimismo, para las cuestiones prácticas diarias se necesita establecer un tiempo exacto, y, en este sentido, hemos de ser conscientes que cada cultura ha instituido para sus necesidades (religiosas, agrícolas, políticas, etc.) su propio sistema para medir el tiempo. Por consiguiente, este sistema varía en el tiempo y en el espacio, en ocasiones, incluso de una ciudad a otra dentro de un mismo período y cultura.
En definitiva, habrá que, en primer lugar, distinguir entre la datación interna, el sistema de datación utilizado por una determinada cultura para medir el tiempo, y la datación externa, es decir, los sistemas empleados desde fuera, desde otra cultura, con el fin de establecer un marco cronológico de referencia para otra. La datación externa resulta fundamental, en tanto que nos permite (o nos ha de permitir) correlacionar las diferentes periodizaciones usadas en el pasado con nuestro sistema de cómputo temporal.

6.1.Datación interna

Veamos, pues, los principales sistemas que idearon las civilizaciones en estudio para ordenar y medir el tiempo, de acuerdo con los parámetros que obedecían a su propia comprensión del pasado.
Recordemos que la historia de Mesopotamia y de sus áreas de influencia abarca más de tres milenios, y, lógicamente, se utilizaron diversos sistemas de datación. En Mesopotamia el año seguía un calendario lunar de doce meses de treinta días. Durante la primera mitad del tercer milenio se numeraron los años de gobierno del soberano, este sistema presentaba problemas ya que no siempre era fácil asegurar el orden de sucesión de los reyes. En el sur mesopotámico, este método se substituyó por el de los nombres de años, es decir, se daba un nombre al año como si se tratara de una cosa. Conviene tener en cuenta que, en la antigua Mesopotamia, el nombre de las cosas era sumamente importante, de hecho, el nombre de una cosa o el de una persona era lo que realmente le confería la existencia. De tal manera, el año llevaba el nombre de un evento considerado importante acaecido en aquel año y, seguidamente, se elaboraba una lista con la secuencia de los años. Este método fue usado desde la Dinastía de Akkad (s. xxiv) hasta finales de la época babilónica antigua (rey Samsuditana, ca. 1625-1595). Posteriormente, desde el año 1350 hasta el 280, se emplearon los años reales de los soberanos. En cambio, en el norte mesopotámico, en Asiria, se procedió de manera distinta: los años llevaban el nombre de personajes importantes, no de acontecimientos, es el sistema de los años epónimos. Al principio el rey daba su nombre al primer año de su reinado, después, por turno, los altos funcionarios de la corte iban dando su nombre a los siguientes años. Más tarde, en el primer milenio, se establecieron turnos protocolarios. También, en este caso, se confeccionaron listas de años epónimos; lamentablemente, no siempre se han conservado los registros completos.
Para sus necesidades religiosas y administrativas, los egipcios compilaron listas de reyes. Se han recuperado fragmentos de estas listas, pero ninguna suficientemente completa para poder reconstruir toda la secuencia. Las principales listas reales que han sobrevivido son: para el Reino Antiguo: la Piedra de Palermo, datada en la V Dinastía, lista los reyes desde los orígenes mitológicos, cuando Horus concedió el trono a un rey humano, hasta el tercer rey de la V Dinastía. Del Imperio Nuevo se conservan listas reales de la época de Tuthmosis III en Karnak, Seti I y Ramsés en Abydos y en la tumba de Tjuneroy, un oficial de Ramsés II, en Sakkara. Estas listas establecen la línea de sucesión de los reyes a partir del legendario Menes. Asimismo, se ha preservado un papiro con una inscripción fragmentaria en hierático procedente de Tebas (El Canon Real de Turín). Para la época ptolemaica se cuenta con la Crónica Demótica, fuente para las Dinastías XXVIII-XXX. En último lugar, existe una lista de los reyes en griego compilada en la Aegyptiaca por un historiador y sacerdote egipcio llamado Manetón (ca. 305-285); dicha obra nos ha llegado a partir de resúmenes realizados por los primeros escritores cristianos con extractos de otros autores de época romana y posterior, especialmente del historiador judío Flavio Josefo.
En el mundo grecorromano antiguo no existía un calendario estándar, sino que proliferaron los sistemas de datación locales. De hecho, el año empezaba en meses distintos en diferentes partes del mundo antiguo: en julio en Atenas y en Roma, primero, en marzo y, después, en enero. La función del calendario era la de regular el año agrícola, los festivales religiosos y las instituciones cívicas, etc. En la mayoría de las ciudades griegas, el año estaba dividido en doce meses lunares, los nombres variaban de una ciudad a otra y acostumbraban a recibir el nombre de divinidades o de festivales. Finalmente, el calendario solar de Julio César fue exportado a todo el Imperio, aun así, los griegos continuaron utilizando su calendario lunar o mezclándolo, dando nombres locales a los meses solares. Para datar se idearon diferentes sistemas, que ahora pasamos a comentar.
En Grecia, el sistema para nombrar los años consistía, principalmente, en el de los años epónimos: en Esparta el año recibía el nombre del mayor de los cinco éforos*, en Atenas, el de uno de los arcontes*; en tanto que el cargo se iniciaba en verano, se hace una doble notación (por ejemplo: 511/10). En torno al año 425 se colocó una lista de arcontes en el ágora de Atenas, de la cual únicamente se han conservado cuatro fragmentos. Otro sistema empleado fue el de nombrar el año a partir de las principales festividades panhelénicas. A finales del siglo V, el sofista Hipias de Elis publicó una lista de los ganadores del stadion (carrera de los 200 m) en los Festivales Olímpicos*, supuestamente celebrados desde el año 776. La lista no se ha conservado, pero se cree que fue utilizada para confeccionar una lista de las victorias olímpicas, desde el 776 hasta el 221 d.C., recopilada por el filósofo cristiano del siglo III d.C. Sexto Julio el africano y preservada en la Crónica de Eusebio, el obispo de Cesárea del siglo IV d.C. También se utilizó el nombre de un cargo religioso para nombrar el año. Este método fue adoptado por Helánico de Mitilene, contemporáneo de Hipias, en su obra Hiereiai –crónica de acontecimientos organizados a partir de los años sucesivos de servicio de las sacerdotisas del santuario de Hera, en Argos. Solamente se conservan once fragmentos de los tres volúmenes originales. A partir de referencias de autores posteriores, se cree que fue él quien proveyó una serie de sincronismos que anclan su esquema cronológico con la lista de arcontes ateniense y con la lista de éforos espartana (de hecho, se cree que fue el responsable de la lista de arcontes del ca. 425). Los sincronismos que se establecieron a finales del siglo V solo funcionan si: los Juegos Olímpicos se hubieran celebrado siempre cada cuatro años y los magistrados se hubieran sucedido en el cargo anualmente. Lamentablemente, hay evidencias de que esto no fue siempre así.
En Roma, inicialmente, se utilizó el sistema de epónimos, los años recibían el nombre de los cónsules* de cada año; más tarde, se usó el nombre del emperador, como en las monarquías helenísticas. Otro sistema empleado fue el de contar los años desde la fundación de Roma (ab urbe condita) fijada el 21 de abril del 753 a partir de las Olimpíadas. Un nuevo método fue el ideado por Eusebio de Cesárea, en su obra Crónicas, que era tomar el cristianismo como la base del sistema.

6.2.Datación externa

El estudio del pasado nos obliga, en consecuencia, a situar las culturas en un tiempo preciso en relación a nuestro presente, es decir, a nuestro sistema cronológico. Puede parecer un poco absurdo emplear la nomenclatura antes de Cristo para pueblos y culturas totalmente ajenos a este concepto. Cuando se tratan culturas muy alejadas de nosotros en el tiempo se usa la terminología antes del presente (3) ; otra nomenclatura utilizada de carácter más neutro es el acrónimo a.e.c., es decir: antes de la era común.
En cuanto a la datación externa, cabe distinguir entre dos sistemas: la cronología relativa y la absoluta. Por cronología relativa se entiende el sistema que nos permite ordenar acontecimientos y culturas en el tiempo, es decir, podemos establecer que un hecho A es anterior o posterior a un hecho B, pero no podemos especificar exactamente cuando este hecho tuvo lugar.
La cronología absoluta, en cambio, nos ha de permitir fijar un suceso o una cultura exactamente en el tiempo. Ambas emplean diversas técnicas.
6.2.1.Cronología relativa
Es posible establecer una cronología relativa de diversos modos. El más habitual es a partir de la combinación de las secuencias estratigráficas y las secuencias de artefactos susceptibles de aportar datos cronológicos (artefactos diagnósticos). Es decir, una excavación produce una serie de niveles, estos niveles responden a diversas actividades, como por ejemplo la construcción de una casa; en este caso, los niveles que la cubren serán posteriores a los niveles que hay debajo de la casa. De la misma manera, los materiales asociados a cada nivel formarán parte de un momento temporal concreto, y, a partir de las variaciones estilísticas que presenten es posible identificar un conjunto de materiales que funcionaron en una misma época. De entre estos materiales, la cerámica, por sus constantes evoluciones tipológicas a lo largo del tiempo, ha sido uno de los indicadores más útiles y utilizados para identificar y datar culturas; juntamente con las monedas y las inscripciones. En consecuencia, la combinación de estos datos nos permite clasificar grupos culturales. Estos resultados se correlacionan con fases que idealmente habrían de reflejar los diferentes estadios de desarrollo histórico (y, finalmente, tendríamos que poder ofrecer fechas absolutas para estas diferentes fases).
Otros sistemas consisten en establecer relaciones con otras fuentes, como por ejemplo entre datos textuales y arqueológicos.
6.2.2.Cronología absoluta
La cronología absoluta relaciona exactamente los hechos con nuestro calendario, es decir, con nuestro sistema de medir el tiempo. Para establecer la cronología absoluta de un determinado acontecimiento o período se aplican diversos métodos que derivan de múltiples disciplinas.
En primer lugar, podemos mencionar la astronomía. Ciertos fenómenos astronómicos observados por los antiguos, como eclipses, y citados en sus textos contemporáneamente, pueden ser identificados en base a los conocimientos astronómicos actuales y colocados en el tiempo de manera absoluta.
La estrela Sirio en Egipto
Citaremos un ejemplo para aclarar cómo funciona este método. En Egipto era especialmente importante la estrella Sirio, en aquella época la salida helíaca de Sirio (Sothis) tenía lugar poco antes de las crecidas del Nilo. Esta circunstancia permitía a los egipcios la predicción de las crecidas, que eran de vital importancia para la agricultura. Dos textos que registran la salida: una carta procedente de Lahun (escrita el 16/ mes 4/ segunda estación del año 7 del reinado de Senusret III) y el Papiro médico Ebers (escrito el 9/ mes 3/ de la tercera estación del año 9 del reinado de Amenhotep I, Dinastía XVIII) han podido ser datados: el primero en el año 1872 y el segundo en el año 1541.
En segundo lugar, hay toda una serie de restos arqueológicos –restos botánicos, semillas, huesos procedentes de contextos arqueológicos intactos– que pueden ser datados a partir de diversas técnicas como el Carbono 14, AMS (espectrometría de masa realizado con un acelerador), termoluminiscencia*, etc. En general, proporcionan un intervalo probable de fechas más que un año específico. Adicionalmente, existen otros sistemas como la dendrocronología*.
En tercer lugar, en algunas ocasiones se puede emplear la filología, es decir, usar las antiguas listas de soberanos y epónimos y sincronías entre personajes contemporáneos. Para poder aplicar este método es necesario disponer de una serie ininterrumpida de datos que se puedan conectar con un punto fijo en el tiempo con el fin de poderlos insertar.
No obstante, la utilización de técnicas científicas avanzadas, aún existen márgenes de error demasiado amplios para determinados períodos históricos.
Específicamente, la cronología absoluta de la historia del Próximo Oriente es un tema muy controvertido. Para ciertas épocas de la historia mesopotámica únicamente tenemos una cronología muy imprecisa, con fechas casi siempre aproximadas, por eso se utiliza frecuentemente la abreviatura latina ca. (circa, ‘alrededor de’) delante de muchas fechas. Tal y como hemos visto, disponemos de secuencias de gobernantes, pero resulta difícil establecer un punto firme en el tiempo para poderlas anclar. Por lo que se refiere al primer milenio, la cronología es segura porque tenemos el registro de un eclipse solar que tuvo lugar el 15/06/763, este hecho nos permite situar una larga secuencia de epónimos asirios. Las fechas entre 1500 y ca. 950 pueden oscilar en casos excepcionales en un máximo de veinte años.
Respecto al segundo milenio, todas las fechas anteriores al 1500 admiten variaciones de unos 64 años por debajo o de 56 por encima, según su relación con ciertas posiciones del planeta Venus que se repiten cada 56 o cada 64 años. En consecuencia, existen tres cronologías: la cronología larga (n años + 56), la corta (n años -64) y la media (n). En relación a la Primera Dinastía de Babilonia, y concretamente al reinado de Hammurapi, tendremos, pues, tres variantes: la cronología media que lo sitúa en el año 1792, la corta en 1728 y la larga en 1848. Los investigadores acostumbran a emplear, por convención, la cronología media.
La cronología del tercer milenio –período conocido como la Edad del Bronce Antiguo– plantea serios problemas de periodización y terminología, ausencia de consenso, asimismo como el problema que implica aplicar la secuencia cronológica establecida para el sur mesopotámico a otras zonas. Adicionalmente, las dataciones publicadas de Carbono 14 no permiten una correlación directa entre las evidencias arqueológicas y las históricas; en general, las cronologías históricas tienden a bajar las cronologías arqueológicas, mientras que estas últimas basadas en fechas radiocarbónicas tienden a ser más altas. En conclusión: las fechas históricas son esencialmente fechas relativas.
El proyecto internacional ARCANE
Ante esta problemática, un grupo de investigadores consideraron urgente la necesidad de revisar toda la documentación relativa al tercer milenio de las civilizaciones del Próximo Oriente, y, con esta finalidad, se creó el proyecto internacional ARCANE. El principal propósito del proyecto es producir una cronología absoluta y una relativa para todo el Próximo Oriente y el Mediterráneo oriental basada en la sincronización de cronologías regionales para el tercer milenio. En definitiva, el proyecto pretende establecer un marco cronológico de referencia, un instrumento imprescindible para estudiar y entender el desarrollo de las diferentes civilizaciones que ocuparon estas áreas. Por eso, el trabajo conducido por el proyecto ha reconsiderado, tanto la cronología relativa, como la absoluta (revisión de fechas: el contexto, la calidad, etc.) y ha propuesto, en consecuencia, una nueva y comúm metodología con una terminología más neutra y consensuada necesaria para el intercambio de datos. La tabla cronológica resultado del proyecto se puede consultar en la dirección https://www.unituebingen.de/arcane/.
La cronología absoluta para el Egipto antiguo solamente se puede determinar para el inicio de la época tardía, a partir de conexiones con la cronología griega y con otras fuentes del Próximo Oriente, como las listas reales asirias. Aun así, la cronología de la época ramésida es aún bastante controvertida. Para los períodos anteriores existen todavía muchos problemas.
Para el mundo Egeo de la Edad del Bronce, las correlaciones entre las secuencias cicládicas, minoicas y heládicas se clarifican progresivamente a lo largo del tiempo; para las primeras fases solo se pueden apuntar similitudes generales. Así pues, resulta difícil obtener fechas absolutas para los períodos mencionados a causa de los escasos puntos fijos y la dificultad de establecer sincronismos con civilizaciones contemporáneas con cronologías absolutas independientes. Por lo que se refiere a las fechas anteriores a la mitad del siglo VI, éstas presentan un alto grado de incertidumbre.
Convertir el sistema de datación romano al «sistema cristiano» (a.C.-d.C.) no presenta problemas a partir del año 300, ya que para este período contamos con una lista completa y exacta de cónsules (los fastos). El procedimiento consiste en contar el número de años consulares anteriores y posteriores al consulado de Gayo César y L. Emilio Paulo, los cuales ocuparon el cargo el año que nosotros llamamos 1 d.C. Antes del 300, la situación es compleja, ya que los fastos fueron reconstruidos de manera diferente por las diversas fuentes, y porque existen discrepancias entre las varias versiones de los fastos y las fechas cronológicas aportadas por otros testimonios independientes. Se acostumbra a utilizar por convención el cómputo llamado «varroniano» establecido por el propio Varrón, a finales del período republicano, y usado en la lista de cónsules recogida en la lápida colocada en el Foro en tiempo de Augusto. Los fragmentos recuperados de esta inscripción se conservan en el Museo Capitolino, de ahí el nombre de Fastos Capitolinos. La cronología de Varrón sitúa los primeros cónsules en el año 509 y la invasión de los galos en el 390. El problema reside en que la cronología de Varrón es una reconstrucción secundaria basada en una versión revisada artificialmente de los fastos; hay claros indicios de un intento de dilatar la cronología mediante la inserción de personajes falsos en la lista. El testimonio independiente más importante es la coincidencia cronológica entre la invasión de los galos, por un lado, y la Paz de Antálcidas (o Paz del Rey) y el asedio de Regio por Dionisio de Siracusa, por el otro. Eruditos antiguos, como Dionisio de Halicarnaso, experto en cronología, ya hizo grandes esfuerzos con tal de sincronizar los diversos sistemas de datación, como el del arcontado ateniense o el del consulado romano, así como para crear un cómputo universal tomando como punto de referencia las Olimpíadas.

7.Desarrollo cronocultural

En este apartado intentaremos esbozar un cuadro cronocultural de los principales acontecimientos que tuvieron lugar en las áreas de estudio. Hemos de empezar el recorrido en las fértiles cuencas fluviales de los ríos Éufrates y Tigris y del Nilo, donde, en el cuarto milenio, surgieron las grandes civilizaciones. Y acabaremos cuando la mayor parte del territorio donde estas culturas se desarrollaron acabó bajo el dominio de Roma.

7.1.El Próximo Oriente

Iniciaremos nuestro recorrido en torno al 3200, cuando se redactaron los primeros documentos escritos. Tradicionalmente se ha considerado la aparición de la escritura el inicio de la historia; en consecuencia, pues, ésta nace en Sumer. Los primeros textos que podemos leer con cierta seguridad fueron escritos en sumerio utilizando el sistema cuneiforme. Sin embargo, al poco tiempo se constata la presencia de otras lenguas como el acadio. El sistema de escritura siempre fue el cuneiforme, pero las lenguas que lo utilizaron fueron muchas y bien diversas, como muchas y diversas fueron las culturas que ocuparon esta vasta zona geográfica. Si en el tercer milenio las principales civilizaciones fueron Sumer y Akkad, a partir del segundo milenio el foco se trasladó un poco más al norte: a Babilonia y a Asiria. Al mismo tiempo, se habrán de sumar a estas culturas los habitantes de las estepas y de las zonas montañosas periféricas pobladas por nómadas y seminómadas, los cuales en determinados momentos interactuaron con las poblaciones urbanas, tanto coexistiendo, como provocando episodios de inestabilidad.
En términos generales, podemos dividir en cuatro grandes bloques el devenir cultural de esta vasta región durante más de tres milenios:
1) De las primeras aldeas a la creación de la cultura urbana. Fue en el sur mesopotámico, en la llanura fluvial del Éufrates y del Tigris, donde aproximadamente en el cuarto milenio culminó un largo proceso progresivo de desarrollo iniciado con la domesticación de las especies vegetales y animales. Este proceso creciente de complejidad económica, social e ideológica produjo un efecto en espiral que condujo a la creación de la ciudad, del estado y de la escritura. Todos estos cambios se documentaron por primera vez en la ciudad del sur mesopotámico de Uruk en el cuarto milenio.
2) En torno al tercer milenio: las ciudades estado y las primeras dinastías (Sumer y Akkad). Este imparable proceso de aumento de la complejidad en todas las esferas llevó al sistema de gobierno de las ciudades estado sumerias independientes, hasta su sumisión bajo el reino de la Dinastía semita de Akkad, que, a su vez, fue substituido por el reino neosumerio de la III Dinastía de Ur. Este período finaliza, entre otras causas, por la irrupción de nómadas procedentes de occidente: los amorreos («los occidentales»).
3) En torno al segundo milenio: los primeros estados regionales. Estos amorreos se urbanizaron y pasaron a liderar las principales dinastías que gobernaron los diversos estados territoriales de gran parte del Próximo Oriente: las Dinastías de Isin y Larsa, la Primera Dinastía de Babilonia (con Hammurapi) y la Paleoasiria (Šamši-Addad).
Durante el Bronce Final, el acadio se convertirá en la lengua internacional del comercio y de la diplomacia desde el Mediterráneo hasta Irán pasando por Egipto. En este período se documenta un sistema de relaciones políticas, económicas y culturales entre los principales estados del Próximo Oriente, Egipto y del Egeo, el cual se conoce con el nombre de «sistema internacional».
4) En torno al primer milenio: los primeros imperios: Asiria, Babilonia y Persia. Finalmente, el Imperio persa fue sometido por el macedonio Alejandro Magno y a partir del año 312 la zona oriental del Imperio pasó a ser gobernada por la Dinastía seléucida.

7.2.Egipto

Si tuviéramos que explicar de manera muy sucinta el desarrollo histórico del Antiguo Egipto –desde su configuración como un estado centralizado, en torno al tercer milenio, hasta su incorporación al Imperio de Roma, en el año 30– se podría sintetizar como la fluctuación entre períodos de unificación territorial bajo un único gobernante (los reinos Antiguo, Medio y Nuevo) y los períodos de fragmentación política con diversos gobernantes contemporáneamente (los llamados períodos intermedios).
De tal manera, el Período Dinástico Inicial se produjo con la unificación del Alto y Bajo Egipto; aunque desconocemos en detalle el proceso, ya desde este primer momento la estructura política fue la monarquía teocrática. Esta ideología política perduraría hasta el final del estado egipcio, y fue, incluso, adoptada por los monarcas extranjeros cuando gobernaron Egipto.
Tras esta etapa dinástica inicial siguen cinco siglos de prosperidad económica y estabilidad política que caracterizan el Reino Antiguo. Al final del período, se producirá una serie de cambios que desembocarán en un desplazamiento del centro económico y social de la capital a las provincias con la subsiguiente fragmentación política que definirá la nueva fase histórica conocida como el Primer Período Intermedio.
La reunificación de Egipto bajo Mentuhotep II inaugurará el Reino Medio durante el cual la monarquía se esforzará en instaurar una autoridad central y mantener una estabilidad dinástica, pero la amenaza, tanto interna como externa, desembocará en una nueva fractura de la unidad política. Durante el Segundo Período Intermedio, el poder estuvo en manos de una dinastía asiática en el norte (los hicsos) y una nubia, en el sur, mientras que en Tebas se mantuvo una dinastía local.
La derrota de los hicsos y del reino de Kerma y la nueva unificación política darán lugar a un nuevo período que puede ser considerado como el Imperio Nuevo por la ampliación del territorio tradicional egipcio con la anexión de gran parte de Nubia y del área siro-palestina. Egipto participa del sistema internacional. El gobierno de la Dinastía XVIII se vio alterado por la reforma amarniana llevada a cabo por el faraón Amenhotep IV/Akhenaton. A pesar de las grandes repercusiones en todas las facetas de la vida, la reforma duró poco tiempo y a la muerte del faraón se restauró el orden imperante anterior. Al Imperio Nuevo sucedió, nuevamente, un período de fragmentación política, el llamado Tercer Período Intermedio. Durante los siglos VIII y VII, a la fragmentación política se suman las invasiones extranjeras de Egipto. Las últimas dinastías faraónicas se han agrupado en lo que se ha dado en llamar la Baja Época. En el primer milenio, Egipto tuvo que afrontar sucesivas invasiones de poderes extranjeros: nubios, asirios, persas, griegos, macedonios y, por último, romanos.

7.3.Grecia

La Edad del Bronce en el Egeo representa la emergencia de civilizaciones complejas social y económicamente, y con una producción artística remarcable; el foco se fue desplazando desde las islas Cícladas a la isla de Creta y de allí al continente. Concretamente, se han documentado la civilización Cicládica, la Minoica y la Micénica.
La destrucción del sistema de palacio que había definido el mundo mediterráneo del Bronce Final provocó la desaparición de la organización económica y política centralizada y de la escritura. El período posterior a la desaparición de la civilización micénica supuso un retroceso; de hecho, la poca cantidad de datos hace que este período se conozca como la Época Oscura. Se trata de un período complejo, de inestabilidad, con grandes diferencias regionales que indican diferentes ritmos de desarrollo; será, sin embargo, el período durante el cual se gestará el resurgimiento de una nueva Grecia. El siglo VIII representará un renacimiento con un modelo de sociedad completamente diferente, contará con: un nuevo sistema de escritura sin ningún vínculo con el anterior y un nuevo tipo de gobierno estatal basado en la ciudad estado (la polis).
La Época Arcaica constituirá el momento decisivo de la formación de los grandes logros en los terrenos intelectual, cultural y político que llevarán a la «edad de oro» de la Grecia de época clásica. El constante movimiento colonizador, iniciado a finales del siglo VIII y continuado durante el VI, difundió la lengua y la cultura griega por el Mediterráneo, desde la península Ibérica hasta el mar Negro. En el seno de las ciudades estado se dio forma a nuevas ideas que configurarán el mundo occidental: la concepción racional del universo y el concepto de gobierno democrático.
La etapa siguiente, la llamada Época Clásica, viene caracterizada por el enfrentamiento entre el mundo griego y el Imperio persa (las llamadas «Guerras Médicas») y por los prolongados conflictos entre Atenas y Esparta (la Guerra del Peloponeso). Paradójicamente, en este período dominado por la guerra, Atenas vivirá su época de oro: culturalmente dominante y políticamente se consolidará el concepto de democracia como el desarrollo de un proceso iniciado en la Edad Arcaica. El siglo IV vendrá marcado por la rivalidad entre las ciudades de Esparta, Atenas y Tebas, que intentarán por turno dominar el mundo griego, con Persia entre bastidores; hasta la irrupción en escena de Macedonia, que se convertirá en el poder hegemónico del mundo heleno. Tras la muerte de Filipo II, su hijo y sucesor, Alejandro III emprenderá una campaña bélica contra Persia y conquistará el Imperio. Pero Alejandro morirá joven, sin dejar un heredero viable, hecho que desencadenará los enfrentamientos entre sus generales por la sucesión. Desde este momento, y hasta la conquista romana de Egipto, nos situamos en el período denominado Helenístico. Finalmente, será Roma la que domine el mundo helenístico.

7.4.Roma

La historia de Roma empezó con la expansión territorial de una ciudad estado ubicada, como hemos visto, en el centro de la península Itálica, hasta convertirse en la cultura dominante en toda la península.
Los romanos comenzaron su historia con un Período Monárquico, del 753 al 510, que finalizó con un cambio de organización política con la instauración de la República. Los primeros siete reyes son figuras semimíticas rodeadas de sombras. El sistema monárquico dio paso a la forma de gobierno de la República. Los ancianos del estado deliberaban colectivamente en el senado (el órgano más importante de decisión), aunque el nuevo sistema permitía a todo el mundo formar parte del gobierno; en realidad, solo los nobles accedían a cargos importantes, los dos más importantes eran los cónsules. A inicios de la República, la conquista militar y la colonización fueron los dos medios para expandir la esfera de control de Roma; primero, las poblaciones vecinas, incluyendo las poblaciones etruscas, una de las civilizaciones más notables de la península Itálica. Otro de los acontecimientos determinantes de los primeros tiempos de la República fue el enfrentamiento con la civilización púnica por el control del comercio en el Mediterráneo. Durante el siglo II, Roma consiguió dominar Grecia, gran parte del norte de África y del Asia Menor.
Posteriormente, la ruptura del equilibrio entre los diferentes poderes desencadenó una guerra civil que tuvo como resultado la concentración del poder político en una sola figura, la del César. Sin embargo, no será hasta la hábil y estratégica actuación de Augusto que Roma se convertió en un Imperio con un único gobernante. Este Imperio acabó por someter bajo su autoridad a todo el ámbito mediterráneo, desde la península Ibérica hasta el Éufrates; y perduró hasta el siglo V d.C., cuando entre numerosos factores, el aumento de ataques de pueblos bárbaros en la zona más vulnerable del oeste contribuyó a provocar la caída del Imperio de Occidente.

Glosario

arconte
Título que recibía el cargo de magistrado de más autoridad en las ciudades estado griegas. Durante la época clásica, en Atenas se elegían nueve arcontes.
carpología
Técnica que estudia los restos arqueobotánicos, como semillas, frutos, hojas y otros restos que se han conservado carbonizados o mineralizados.
cónsul
Durante la época de la República romana, nombre con el que se designaban los dos magistrados principales.
dendrocronología
Técnica de datación a partir de los anillos de crecimiento de los árboles, y a partir de estos datos trata de reconstruir secuencias de anillos de árboles que abarquen un extenso período de tiempo.
éforo
Magistrado en Esparta y en otras ciudades estado dorias; en el caso de Esparta, la asamblea elegía anualmente a cinco.
epigrafía
Disciplina que estudia las inscripciones realizadas en diferentes materiales como, por ejemplo, la piedra, el metal, la cerámica, etc.
glíptica
Estudio relacionado con los sellos grabados y sus improntas.
Mesopotamia
Literalmente ‘entre ríos’, denominación dada por los griegos desde la época de Alejandro Magno, a la zona situada entre las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates al norte de la actual Bagdad.
natrón
Compuesto de carbonato y bicarbonato sódico que se encuentra en El Kab, cerca de Hieracómpolis, y en una zona del delta por esta razón llamada Wadi Natrum. Los egipcios lo utilizaban en farmacopea, medicina, para cocinar, como esmalte, en la metalurgia, en la momificación, etc.
numismática
Disciplina que estudia todos los aspectos relacionados con las monedas.
olimpíadas
Juegos celebrados cada cuatro años en honor a Zeus en la ciudad de Olimpia; según la tradición, celebrados por primera vez el verano del año 776 a.C.
petrológico, análisis
Sirve para identificar las variedades líticas utilizadas en la producción de artefactos de piedra y en los desgrasantes usados en la manufactura de cerámicas.
radiocarbono
Es un método de datación aplicable a la materia orgánica.
termoluminiscencia
Técnica de datación para los restos cerámicos.
wadi
Término árabe que describe el lecho seco de un antiguo curso de agua que se abre al desierto; se acostumbra a utilizar como vía de comunicación.

Bibliografía

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Anexo