Origen y evolución de la ciudad en el mundo antiguo

  • Mónica Bouso García

    Licenciada en Geografía e Historia, especialidad en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, por la Facultad de Geografía e Historia, y en Filología Hebrea, por la Facultad de Filología, ambas de la Universitat de Barcelona; se doctoró en la misma universidad, en el año 2012, con la tesis titulada Las prácticas funerarias en el valle del Éufrates durante el tercer milenio y la primera mitad del segundo: estudio intertextual a partir de las evidencias arqueológicas y epigráficas. Ha sido investigadora en diversos proyectos que abarcan, tanto la arqueología (2014SGR1248 GRAMPO -Grup de Recerca Arqueològica a la Mediterrània i al Pròxim Orient- y el Proyecto Internacional ARCANE: Associated Regional Chronologies for the Ancient Near East and the Eastern Mediterranean como «Topic Coordinator of Burials and Funerary practices of the Area of Middle Euphrates»), como la filología (FFI2008-05004-CO2-01/FILO «Estudios de lexicografía sirio-mesopotámica en los milenios III y II a.n.e. (ELexSM) A Glossary of Old Syrian» y HUM2005-02223/FILO «Aportaciones del corpus documental sirio de la Edad del Bronce a la lingüística paleo y mesosemítica: El léxico»). Ha participado en más de cincuenta excavaciones arqueológicas, tanto en ámbito nacional (Mas Castellar de Pontós, Mas d’en Boixos en Vilafranca del Penedès, Can Roqueta en Sabadell), como internacional: en Europa (Hacki en Polonia, Le Traversant en Mailhac y Lattes en Francia, Butser Ancient Farm, Petersfield, en el Reino Unido; Cuma, Nápoles en Italia) y en el Próximo Oriente, donde ha excavado en yacimientos de Turquía (Akarçay Tepe) y de Siria (Tell Amarne y Chagar Bazar). Actualmente es profesora asociada de Historia Antigua en la Facultad de Letras de la Universitat de Lleida.

PID_00247877
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita de los titulares del copyright.

Introducción

La aparición de la ciudad como una nueva forma de organización socioeconómica y territorial implicó subsiguientes desarrollos, desde la ciudad estado a la formación de estados regionales y de grandes imperios (Egipcio, Neoasirio, Neobabilónico, Persa, el de Alejandro Magno y Roma). Estos desarrollos fueron inexorablemente asociados a la evolución de variadas formas de gobierno, desde caudillajes a monarquías teocráticas, en función de lugares y momentos históricos diversos.
Desde la antigüedad, la ciudad ha sido una institución fundamental y ha sido sinónimo de civilización, en oposición a nómadas y a bárbaros que vivían al margen. También ha sido sinónimo de orden en oposición al caos. La ciudad en el mundo antiguo estaba íntima y recíprocamente relacionada con el territorio que la rodeaba, territorio que controlaba y explotaba.
Precisamente, la importancia que determinadas ciudades tuvieron en el pasado –por diversos motivos, como un emplazamiento privilegiado, una posición estratégica, etc.– ha provocado que muchas de ellas hayan sido ininterrumpidamente ocupadas desde milenios, en el caso de Oriente, desde hace siglos, en otras partes de Occidente. Este hecho dificulta en muchos casos recuperar y conocer las fases más antiguas de su existencia.
Otras problemáticas afectan al estudio de la ciudad en la antigüedad, especialmente en ciertas zonas del Próximo Oriente, donde la constante inestabilidad política de la región ha determinado y determina la investigación y amenaza seriamente la preservación de sus vestigios.
En este módulo veremos la aparición de la ciudad, en concreto, la considerada primera ciudad documentada arqueológicamente: Uruk, en la Baja Mesopotamia, en el cuarto milenio a.C.; su evolución en el Próximo Oriente con la creación de las ciudades estado, y el desarrollo del fenómeno urbano extendido a grandes áreas con los estados regionales, primero, y los imperios, más tarde, dominando extensos territorios. Analizaremos la situación en Egipto, donde sus específicas características, tanto de organización como de preservación de los restos, han condicionado su registro material; específicamente, veremos las ciudades de los «muertos» y las de los «obreros». De Egipto nos trasladaremos, seguidamente, al mundo mediterráneo para estudiar el surgimiento de la polis en Grecia, donde constituyó una forma muy particular de organización social y política que caracterizó su avenir histórico. También veremos la evolución de la ciudad en época helenística. Y, en último lugar, la expansión de la civilización romana, desde la península Itálica hasta más allá del ámbito Mediterráneo, a partir de la civitas romana.

Objetivos

Los objetivos que el alumno ha de alcanzar una vez estudiados los contenidos del módulo son los siguientes:
  1. Entender cuáles son los elementos que definen la ciudad y la diferencian de otros modos de organización social y política.

  2. Reflexionar sobre todos los cambios en la vida de las personas y en su avenir histórico que representó la aplicación del modelo urbano.

  3. Observar el nacimiento y el desarrollo de la planificación urbana, cómo se organiza el espacio, los usos públicos y los privados, las áreas de circulación, etc.

  4. Observar la visibilidad del legado del desarrollo urbanístico en la actualidad, desde el modelo de organización del territorio hasta el modelo urbano.

1.Introducción

En términos generales, cuando hablamos de civilizaciones implícitamente estamos reconociendo un tipo de sociedad urbanizada, compleja y donde asumimos la presencia de un estado. Precisamente, el término civilización deriva del latín civitas, ‘ciudad’. Es, consecuentemente, obvio el papel fundamental que tuvo la elección del modo de vida urbano para el desarrollo de las diversas sociedades que lo adoptaron. Pero, para que tal cambio: el de pasar de vivir en aldeas a vivir en ciudades conectadas al territorio (recordemos que las aldeas no desaparecieron y no lo han hecho nunca) son necesarias ciertas condiciones. Algunas de estas condiciones las continuamos compartiendo en el presente, momento en el que se estima que más de la mitad de la población actual vive en grandes ciudades:
  • Las sociedades basadas en ciudades presentan una gran y compleja organización social y una considerable extensión territorial.

  • La ciudad existe en relación a otras estructuras de agrupación de población más pequeñas, e incluso especializadas, como pueden ser las granjas. Todos estos núcleos de habitación participan de un sistema e interactúan, se necesitan mútuamente para subsistir.

  • La base económica se basa, principalmente, aunque no siempre, en la acumulación centralizada de la producción y en su redistribución. Este tipo de economía permite mantener trabajadores que no se dedican a las tareas agrícolas, como artesanos y sacerdotes. Por tanto, encontramos la división del trabajo y la especialización laboral. El comercio a larga distancia es otra de las características.

  • La organización de un sistema económico y social tan complejo requiere sistemas de control y administración que acostumbran a derivar en innovaciones técnicas y científicas: sistemas de contabilidad y mnemotécnicos y, consecuentemente, a la aparición de la escritura, bajo diferentes formas.

  • Las ciudades, en tanto que elementos aglutinadores sociales, económicos, culturales, ideológicos y políticos de un territorio, acostumbran a tener edificios monumentales y específicos para cubrir las necesidades de todos estos ámbitos (como por ejemplo: templos, palacios, almacenes, etc.).

  • Paralelamente, el desarrollo del modo de vida urbano requiere de una autoridad fuerte, capaz de hacer funcionar el sistema. Esta autoridad tiende a buscar en la religión una legitimidad que refuerce y garantice su poder.

Una vez definidas algunas de las condiciones imprescindibles para la creación de la ciudad, es necesario definir cuáles son los elementos que la caracterizan y la diferencian de otras formas de asentamiento. Uno de los criterios más recurrentes es el número de habitantes, normalmente superior al de los habitantes de un poblado o aldea, pero este criterio no es determinante; una acumulación de población, una aglomeración de casas juntas, no constituyen una ciudad.
Lo que distingue una ciudad de otros tipos de núcleos de población es su complejidad. Tal y como hemos expuesto, la ciudad está conectada con el territorio a través de una red de asentamientos con los que establece una relación de especialización e interdependencia, el campo la provee de productos, muchos de los cuales son redistribuidos, intercambiados y manipulados en el núcleo urbano. Y aquí encontramos otro elemento: la ciudad como lugar central ofrece servicios. Posee, además, estructuras centralizadas y específicas de las que no dispone un poblado, como pueden ser centros religiosos, administrativos, oficiales, etc.
En este sentido, la existencia de instituciones centralizadas es también un elemento definidor del estado; aunque es posible que haya estados sin ciudades, resulta difícil imaginar una ciudad que no esté integrada en un estado. De hecho, como veremos, algunas de las sociedades que trataremos fueron ciudades estado que controlaban un considerable territorio a su alrededor. En consecuencia, podemos entender un estado como una unidad gobernada por una autoridad central, donde su poder se extiende más allá de los vínculos familiares; es, por tanto, un control que emerge y se basa en alianzas con la elite dominante.
Finalmente, queda por hablar del último fenómeno que veremos, que es la estructura territorial que llamamos imperial. Por imperio entenderemos no únicamente el dominio político de una gran extensión territorial bajo un poder personal centralizado, sino que además este vasto territorio implica una diversidad etnolingüística, es decir, la presencia de lenguas y pueblos diferentes.

2.La emergencia de la ciudad: Mesopotamia

El Próximo Oriente está sembrado de montañas artificiales formadas a lo largo del tiempo por una ocupación humana continuada: tell (árabe), tepe (persa) y hüyük (turco), estos son algunos de los nombres que encontramos en muchos yacimientos arqueológicos. Estas montañas ocultan el testimonio de las primeras concentraciones urbanas de la historia; cada uno de los estratos arqueológicos, formado por una fase de ocupación humana del lugar, nos irá revelando la sucesiva evolución del asentamiento. El estudio de su estratigrafía, así como el de los materiales asociados, complementada con la información textual e iconográfica, nos permitirá reconstruir, en la medida de lo posible, la vida de las antiguas ciudades mesopotámicas.
El rasgo más característico de las primeras ciudades del Próximo Oriente era la presencia de una economía redistributiva centralizada basada en el templo o en el palacio y regulada por una burocracia letrada. Este tipo de comunidad urbana existió también en el Egeo de épocas minoica y micénica, pero no existió nunca ni en la Grecia ni en la Italia de época clásica.

2.1.De las primeras aldeas a las sociedades urbanas y complejas: el fenómeno Uruk

Con la aparición de la agricultura y la domesticación, en el Próximo Oriente se inició un proceso progresivo e imparable de complejidad en todos los ámbitos que acabó conduciendo, en el cuarto milenio, a la vida urbana. Cabe destacar, pero, que éste fue un proceso y que se fue forjando a partir de numerosas culturas que fueron contribuyendo con toda una serie de elementos que, finalmente, una vez aglutinados, dieron lugar a lo que conocemos como fenómeno Uruk.
El término Uruk se refiere, en primer lugar, a la ciudad a partir de la cual se denominó el período (Uruk, la actual Warka), período que coincide aproximadamente con el cuarto milenio. En último lugar, el término se aplicó a las culturas de las comunidades que ocuparon las marismas del S del actual Irak y, que más tarde, se expandió, en diferente grado e intensidad, a una gran variedad de lugares.
Este período, como decimos, constituyó el punto de confluencia de muchas innovaciones que determinaron la futura evolución de la sociedad, en general; fue el momento de la aparición de la ciudad, del urbanismo, de la arquitectura monumental, del estado y de la escritura, entre otras. Es decir, el origen de muchos de los elementos que continúan configurando nuestro presente: continuamos viviendo en ciudades que siguen planos urbanísticos, con edificios monumentales, integradas en estados, y continuamos usando la escritura. La transcendencia histórica, en consecuencia, de este período es incuestionable.
Uno de los factores clave para el desarrollo de la cultura Uruk fue el aumento de la productividad agrícola, con unos excedentes alimentarios que garantizaron la subsistencia de la comunidad y que permitieron mantener especialistas a tiempo completo. Al mismo tiempo, asistimos a la interdependencia económica a lo largo de una gran región a partir de una red de asentamientos diversos –desde aldeas, pequeños poblados, grandes poblados hasta las ciudades– que originaron el establecimiento de un polo redistributivo central: los productos llegaban a la ciudad, desde donde se redistribuían.
Esta prosperidad económica fue la causa y la consecuencia de nuevas formas de organización social. La aparición de la especialización laboral y la necesidad de una autoridad, que pusiera en funcionamiento el complejo sistema, generaron una sociedad altamente organizada y jerarquizada. La autoridad tuvo que buscar una legitimidad ideológica para mantener el control y la halló en la religión. De tal manera, los templos adquirieron la función de centros de recolección y redistribución de los productos. Esta enorme labor requería de una administración y contabilidad eficientes que para funcionar concibieron numerosas innovaciones tecnológicas, como las prácticas contables (las fichas complejas, las bullae, el sello cilíndrico) que condujeron a la aparición de la escritura.
Pero, como decíamos, la escritura no fue la única. Otras importantes innovaciones tecnológicas fueron: la introducción del arado (que permitió la mejora de la productividad agrícola), el torno de alfarero y el trabajo del metal (su existencia no era desconocida, pero en este momento se empezó a hacer un uso intensivo, al lado del oro y de la plata, a veces el plomo, se trabajó sobre todo el cobre).
Otras importantes innovaciones se observan en la evolución del urbanismo con una verdadera planificación y organización urbana. Además de la aparición de la arquitectura monumental y decorativa formada por paredes construidas con mosaicos de conos (cocidos y pintados). De tal modo, se documentan contrafuertes y nichos en las fachadas de los grandes edificios públicos. Se aplica además el plano tripartito característico del sur mesopotámico –que consiste en dos líneas de pequeñas estancias flanqueando una habitación central y alargada–, tanto en la arquitectura doméstica como en la monumental.
Todos estos rasgos distintivos que caracterizan el período fueron documentados por primera vez en los niveles arqueológicos excavados en el sector conocido como el distrito del Eanna en Uruk. Este yacimiento lo empezó a excavar en 1913 un equipo alemán. Así pues, en el distrito del Eanna se evidencia, por primera vez: una ciudad y un plano urbanístico, la arquitectura monumental y decorativa (paredes construidas con conos), sellos cilíndricos, bullae, tokens, y la escritura: las tablillas numéricas, así como toda una serie de innovaciones en la cultura material, entre las cuales destaca el vaso de piedra decorado con relieves conocido como el vaso de Uruk-Warka.
Planta de los edificios excavados en el distrito del Eanna de Uruk, adscritos al nivel IV. Fuente: Wikimedia Commons
Planta de los edificios excavados en el distrito del Eanna de Uruk, adscritos al nivel IV. Fuente: Wikimedia Commons
Como ya hemos comentado, el surgimiento de la ciudad implica una relación con el territorio que la circunda. Esta interrelación se ha podido constatar en el S mesopotámico con la atestación de un patrón de asentamiento caracterizado por la jerarquía de los asentamientos (una red) en conexión con un centro (el núcleo urbano) capaz de gestionar eficazmente los territorios de los alrededores que le aseguran la base de la subsistencia. Esta red también se articula con el desarrollo de un sistema de canales. Los canales en esta zona del S mesopotámico adquirieron una importancia vital como medio para posibilitar la agricultura (irrigación). Además, los canales constituyeron una vía de comunicación que formaba parte del sistema de intercambio (recordemos que el área mesopotámica necesita abastecerse de materias primas).
Hacia mediados y finales del cuarto milenio se detecta una gran presencia de la cultura material característica del S mesopotámico en otras zonas del Próximo Oriente, como en el N mesopotámico, Siria, el SE de Anatolia e Irán occidental. Esta presencia de restos de la cultura Uruk varía en grado e intensidad en las diversas zonas. En algunos casos se encuentran conjuntos enteros, desde la planificación urbana hasta los restos cerámicos; en otros solamente se ha documentado una pequeña parte del conjunto del material Uruk. Este fenómeno se conoce como «la expansión Uruk». Y, aún hoy en día, sigue siendo un fenómeno difícil de entender y bastante controvertido; para explicarlo se han propuesto múltiples teorías y, a menudo, opuestas. Por una parte, la dificultad de explicarlo está condicionada por la imposibilidad de recuperar más datos del S mesopotámico debido a la situación política actual. Por otra, porque la gran diversidad de situaciones no puede ser atribuida a una única circunstancia. Asentamientos como el de Habuba Kabira, en el Éufrates Medio, donde se evidencia única y exclusivamente restos de la cultura Uruk, ha sido interpretado como una colonia de la misma Uruk. En el caso de Hacinebi Tepe, en el S de Turquía, la presencia de restos de la cultura Uruk se documentó únicamente en un sector del asentamiento, hecho que ha sugerido la posibilidad de que se tratará de un puerto comercial. Como se puede apreciar, las situaciones son muy variadas y complejas.
Mapa del Próximo Oriente, a finales del cuarto milenio, mostrando los yacimientos relacionados con la denominada «expansión Uruk». Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del Próximo Oriente, a finales del cuarto milenio, mostrando los yacimientos relacionados con la denominada «expansión Uruk». Fuente: Wikimedia Commons

2.2.De la ciudad estado a los estados regionales

Tal como hemos visto, el proceso de emergencia y aumento de la complejidad, en todos los niveles, de las comunidades próximo orientales fue imparable. En el tercer milenio asistimos a la formación de las ciudades estado sumerias en la Baja Mesopotamia, ciudades independientes, cada una tenía una divinidad patrona y un gobernante. La división fue política, no cultural: las ciudades sumerias compartían una lengua, una religión y desarrollaron una sofisticada cultura con grandes avances científicos y literarios. Las ciudades solían estar amuralladas y se observa la delimitación del espacio: para edificios públicos y privados, en Nippur se ha identificado un barrio de escribas. Aparecen los palacios como grandes edificios polifuncionales (tareas administrativas, residenciales, de almacenaje de productos, etc.). La arquitectura monumental también está representada en los templos y en los zigurats*.
Planta de la ciudad de Nippur con la señalización de los principales edificios. Fuente: Wikimedia Commons
Planta de la ciudad de Nippur con la señalización de los principales edificios. Fuente: Wikimedia Commons
Tablilla con la inscripción del plano de la ciudad estado de Umma con indicaciones de las superficies de las diversas zonas, Tercera Dinastía de Ur (Museo del Louvre). Fuente: Wikimedia Commons
Tablilla con la inscripción del plano de la ciudad estado de Umma con indicaciones de las superficies de las diversas zonas, Tercera Dinastía de Ur (Museo del Louvre). Fuente: Wikimedia Commons
Los últimos siglos del tercer milenio se caracterizaron por sucesivos períodos de centralización del poder bajo dos dinastías: una al N (Akkad) y la otra al S (Ur). Concretamente, la Dinastía de Akkad es la primera dinastía que utiliza la lengua acadia de manera oficial; su fundador fue Sargón, lamentablemente su capital Agade no ha sido localizada. La dinastía del S se conoce con el nombre de la Tercera Dinastía de Ur (o Ur III) y representó el canto del cisne de la cultura sumeria. Ambas dinastías presentan características comunes: un control directo del S mesopotámico e influencia sobre extensas partes del Próximo Oriente a través de medios militares, la aplicación de medidas de centralización política, administrativa e ideológica y, en último lugar, su caída provocada por una combinación de causas internas y externas.
Mapa del Próximo Oriente mostrando los yacimientos más importantes del tercer milenio. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del Próximo Oriente mostrando los yacimientos más importantes del tercer milenio. Fuente: Wikimedia Commons
A finales del tercer milenio, el Próximo Oriente estaba completamente urbanizado. Sin embargo, a pesar de que la sociedad era eminentemente urbana, constatamos (las fuentes textuales nos informan) la existencia de poblaciones seminómadas, pastoras, que se organizan en tribus. Éstas reciben diferentes nombres, como el de los amorreos (1) . Estos dos grupos sociales son económicamente complementarios en tiempos de bienestar; en tiempos de inestabilidad pueden llegar a producirse enfrentamientos, e incluso, en ciertos casos los pueblos seminómadas llegarán a urbanizarse, como sucederá con las diversas dinastías amorreas, que dominarán el escenario político durante la primera mitad del segundo milenio. Será, en este momento, cuando se atesta la emergencia de estados regionales (desde Irán occidental hasta la costa mediterránea) de carácter efímero. Entre los más relevantes citaremos los estados de los amorreos Šamši-Adad I, en la Alta Mesopotamia, el de Hammurapi, con la Primera Dinastía de Babilonia, en el centro y S mesopotámico, y, el del hitita Hattusili I, en el centro de Anatolia. Pero, como decíamos, fueron estados efímeros: a la muerte de los líderes fuertes que los constituyeron, sus descendientes no fueron capaces de consolidarlos.
La segunda mitad del milenio se conoce como la época del «sistema internacional», ya que el Próximo Oriente se cohesionó completamente en un sistema internacional políticamente multipolar. El rasgo general fue la formación de grandes unidades políticas regionales, que compartían una estructura social e ideológica. La única excepción la representó el área siro-palestina (dependientes de los grandes poderes). Los grandes estados fueron Egipto, la Babilonia casita, la Anatolia hitita, al N de Mesopotamia y de Siria, primero Mitanni y a partir de mediados del siglo XIV Asiria; en el extremo oriental: Elam, y al oeste: Micenas. Los monarcas más preeminentes de estos estados construyeron nuevas capitales que bautizaron con su nombre, como: Al-Untaš-Napiriša en Elam, Dur-Kurigalzu en Babilonia, Kar-Tukulti-Ninurta en Asiria, Per-Ramsés y Akhetatón en Egipto, conectando de esta manera la ciudad con su figura.
El colapso de este sistema ca. el 1200 condujo a la aparición de un escenario completamente diferente, un escenario del cual emergería, en el siglo VII, un único poder territorial que controlará todo el Próximo Oriente hasta Egipto: el Imperio Neoasirio. El Imperio exhibirá su poder con la construcción de suntuosos y lujosos palacios. La capitalidad tradicional de Asur (actual Qala’at Šerqat) pasó a Kalhu (actual Nimrud) bajo el reinado de Aššur-naṣirpal II (883-859). Sargón II (721-705) fundó una nueva capital sobre suelo virgen en Dur-Šarrukin («la Fortaleza de Sargón», la actual Horsabad). Y su sucesor, Senaquerib (704-681), reconstruyó completamente la ciudad de Nínive (actual Mosul) como la nueva capital.
Bibliografía recomendada

Lippolis, Carlo (ed.) (2007). Ninive: il palazzo senza eguali di Sennacherib. Milano: Cinisello Balsamo: Silvana. Oates, Joan & David (2001). Nimrud: an Assyrian imperial city revealed. London: British School of Archaeology in Iraq.

Mapa del Imperio Neoasirio. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del Imperio Neoasirio. Fuente: Wikimedia Commons

2.3.Babilonia: la capital de un imperio

La dinastía caldea* de Babilonia (fundada en el año 626), con la ayuda de los medos* contribuyó a la caída del Imperio asirio y asumió su relevo hegemónico. El Imperio Neobabilónico consiguió dominar buena parte del Próximo Oriente hasta Egipto. Esta situación geopolítica cambiará totalmente con la llegada de un nuevo poder procedente de Irán, que, en el año 539, hará caer el Imperio Neobabilónico: el Imperio Persa.
A pesar de su origen tribal, la política de los reyes neobabilónicos fue la de mantener las antiguas tradiciones urbanas y culturales del sur mesopotámico. Probablemente, la lengua hablada fuera el arameo, pero el babilónico se mantuvo en la administración y como lengua de cultura. Los reyes, además, se interesaron por el pasado, recuperando objetos y preservándolos. El resultado fue la configuración de una sociedad eminentemente urbana. Las ciudades autoorganizadas estaban centradas en el templo (fuente de la mayor parte de la documentación). Poseían sus propias cortes judiciales y devinieron multiétnicas; multitud de lenguas y costumbres estaban presentes en Babilonia.
Babilonia, la capital del imperio, tenía un tamaño gigantesco con ca. 850 ha. En la época de Nabucodonosor, el río Éufrates discurría al este de la ciudad, dividiendo la ciudad en dos sectores. La muralla externa comprendía tres muros separados, el interno con torres a intervalos regulares, además de un foso y baluartes a lo largo del río. La ciudad tenía ocho puertas espectaculares, especialmente destacable era la puerta de Ištar. En el centro de la ciudad se situaba el distrito religioso con el zigurat Etemenanki, el Esagila: el templo de Marduk (el dios principal de la ciudad) y otros templos. En Babilonia había tres palacios: el Norte, el Sur y el palacio de verano (en el monte conocido como Babil, en el límite N del asentamiento). También se conocen casas privadas, algunas excavadas en el sector de la ciudad llamado Merkes.
Modelo de la vía procesional hacia la puerta de Ištar, en Babilonia, Pergamonmuseum. Fuente: Wikimedia Commons
Modelo de la vía procesional hacia la puerta de Ištar, en Babilonia, Pergamonmuseum. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del centro de la ciudad de Babilonia en época Neobabilónica. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del centro de la ciudad de Babilonia en época Neobabilónica. Fuente: Wikimedia Commons

3.Egipto

No es un hecho casual que cuando se menciona la civilización egipcia las primeras imágenes asociadas sean las pirámides y los templos. Este hecho viene dado por la desigual conservación de los restos, factor que ha determinado la imagen y la reconstrucción histórica de esta civilización.
La mayoría de los yacimientos documentados son funerarios (sepulcros, necrópolis, templos funerarios) edificados en la zona desértica para no ocupar la tierra fértil, la zona cultivable, o grandes conjuntos monumentales dedicados a los dioses y a los faraones. Por tanto, conocemos bastante bien ciertos aspectos como la religión, el mundo de los dioses o de las creencias y las prácticas funerarias.
En cambio, todo aquello relacionado con la vida cotidiana, las formas de hábitat, los lugares donde se desarrollaba la vida social y laboral son poco conocidos por vestigios directos, ya que todo ello tenía lugar en la tierra fértil, que cada año era inundada y recubierta por capas de sedimento y de limo fresco. Raramente, pues, tenemos estructuras urbanas bien conservadas y trazados urbanísticos. Esta particularidad ha llevado, incluso, a ciertos investigadores a plantear si el antiguo Egipto no fue una civilización sin ciudades.
A esta situación hemos de sumar otras problemáticas, como la devastadora y continuada actividad ilícita (espolios, excavaciones ilegales, etc.) a que se han visto sometidos los restos arqueológicos egipcios desde la antigüedad.

3.1.¿Una civilización sin ciudades?

La ausencia de vestigios urbanos es patente desde los primeros estadios de desarrollo del estado egipcio. No se han localizado centros urbanos adscritos al Período Dinástico Inicial (ca. 3000-3686), es decir, en el momento en que tuvo lugar la unificación del Alto y del Bajo Egipto, y, en consecuencia, del nacimiento del estado egipcio. Este período acostumbra a recibir el nombre de Período Tinita por el supuesto origen de estos primeros reyes en la ciudad de Tinis, pero como anunciábamos no disponemos de vestigios urbanos, a excepción de algunos restos en Hieracómpolis y en Buto. Los datos arqueológicos son de carácter funerario: algunas tumbas en Sakkara (N) y en Abydos (S), donde se han localizado las tumbas de los reyes de la I Dinastía.
En efecto, se desconoce exactamente cómo se produjo este proceso de unificación. A tenor de los datos disponibles, podemos reconstruir algunas de las características principales que intervinieron en la formación del estado, como: la diversificación económica (con la atestación de la producción de excedentes –la base de la economía del estado era la agricultura cerealista, fundamentalmente la cebada–, la especialización artesanal y el comercio a larga distancia), la complejidad social y la concentración del poder en la figura del rey y la ideología del poder sagrado, entre los más relevantes.
La estructura política tuvo desde el principio la forma de una monarquía teocrática (el rey era considerado el heredero de los dioses). La titulatura real comprendía tres nombres: el nombre de Horus, el nombre del Alto y Bajo Egipto (nesut-biti) y el nombre de nebty, que probablemente reflejaba la trayectoria política del rey antes de la coronación. El desarrollo de la arquitectura monumental funeraria, como símbolo de un poder político, y una religión estatal encabezada por un rey-dios, respondían a esta ideología que legitimaba el nuevo orden político. Este sistema de creencias tuvo consecuencias directas en el sistema socioeconómico: una administración centralizada materializada en la institución de la cancillería, que incluía: el censo, la organización de la irrigación, el catastro, la recaudación de impuestos y la redistribución de los bienes que eran depositados en el tesoro y en los graneros reales.
La instauración de la III Dinastía se ha considerado tradicionalmente el punto de inicio del período denominado Reino Antiguo (ca. 2686-2125) englobando hasta la VI D. Es uno de los períodos calificado como clásico de la historia de Egipto, formado por una larga etapa de prosperidad económica y estabilidad política (de más de cinco siglos). El período también destaca por las construcciones funerarias reales macizas en piedra, las pirámides. El emplazamiento real era el «Muro blanco» (Ineb-hedj) ubicado a occidente del Nilo, en el S del Cairo, la ciudad de Menfis. Lamentablemente, los primeros niveles arqueológicos excavados datan del período posterior, del Primer Período Intermedio. De tal manera, las fuentes arqueológicas para reconstruir el período provienen principalmente del mundo funerario y de los grandes monumentos en piedra; los asentamientos son casos excepcionales, como el de Elefantina y el de Ayn Asil (asociado a la necrópolis de Qilat el Dabba), en el oasis de Dakhla. Sin embargo, las escenas de la vida cotidiana que decoran los muros de las tumbas privadas de la elite de la V y VI Dinastías nos iluminan ciertos aspectos. Las fuentes textuales del período escasean en número y contenido: inscripciones en tumbas de funcionarios («biografías» estereotipadas aparecen en la IV D), textos administrativos de templos funerarios en el desierto (los Papiros de Abusir), y la Piedra de Palermo*.
Mapa del antiguo Egipto mostrando el río Nilo hasta la quinta cascada y los principales yacimientos del Período Dinástico (ca. 3150-30). Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del antiguo Egipto mostrando el río Nilo hasta la quinta cascada y los principales yacimientos del Período Dinástico (ca. 3150-30). Fuente: Wikimedia Commons
El final del período es oscuro. Para los antiguos egipcios el traslado de la residencia real fuera de Menfis marcaba una clara división en sus listas reales, este momento coincidió con grandes cambios políticos, económicos y culturales que se enmarcan en el llamado Primer Período Intermedio (2160-2055). Estos cambios implicaron el desplazamiento del poder del centro a las provincias. Es un período caracterizado por la fragmentación política, como todos los períodos intermedios; las Dinastías IX y X gobernaron desde Heracleópolis (cerca del Fayum) con poder limitado sobre el N del Egipto Medio o del delta, mientras que la XI D lo hizo en Tebas. No tenemos asentamientos excavados del período. Aumenta, sin embargo, el número de necrópolis localizadas y de tumbas (con ajuares más exuberantes).
Con la reunificación de Egipto bajo Mentuhotep II (XI D) desde Tebas, entramos en el Reino Medio (2055-1650). Con la XII D, la capital será Itj-tawy, en la región del Fayum, cerca de la necrópolis de El-Lisht (donde los reyes construyeron sus pirámides); desgraciadamente, no ha sido localizada. En torno al 1700 (durante la XIII D) la capital se vuelve a desplazar a Tebas. Durante este período la monarquía se esforzó por instaurar una autoridad central y establecer una estabilidad dinástica, pero la amenaza de las elites provinciales fue constante. Las amenazas también vinieron del exterior, del delta y de Nubia, donde se construyeron fortalezas. Aunque el registro es primariamente funerario y religioso, del Reino Medio contamos con evidencias de arquitectura militar, como acabamos de comentar, y doméstica: en Lahun, en el S de Abydos y en Elefantina.
Elefantina formaba parte del proyecto estratégico de la cadena de fortalezas situadas al S de la segunda cascada por razones de seguridad (como respuesta al inicio de la presencia de nómadas). Durante el Reino Medio se erigió una nueva muralla que rodeaba las áreas urbanas ya ocupadas en el tercer milenio. La trama urbana seguía un plano ortogonal. Fechado del Primer Período Intermedio y de este momento, se excavó un gran espacio doméstico donde se cocinaba y se horneaba pan. Se han encontrado, además, numerosos restos de improntas de sellos que sugieren que gran parte de la población se dedicaba a tareas administrativas.
El traslado de la corte a Tebas, ca. 1700, supuso la pérdida del control de la zona al N de Abydos y de la Baja Nubia, hechos que marcan el inicio del Segundo Período Intermedio (ca. 1650-1550). Nuevamente fragmentación política y cultural con diversas dinastías que gobiernan simultáneamente: en el N: XIV, XVI (?) y la XV D, de origen extranjero (los hicsos), mientras que en el S hallamos la XVII D. De este modo, Egipto se encuentra dividido: en el N, los hicsos, población de origen asiático ya instalada en el delta desde el período anterior, desde donde se fueron fortaleciendo políticamente y extendiendo su control hacia el valle del Nilo; introdujeron innovaciones culturales, al mismo tiempo que, incorporaron tradiciones egipcias. En el S, los nubios consiguieron un poder político similar desarrollando también una cultura hibrida. En el centro del país, alrededor de Tebas, una dinastía local mantuvo contactos con ambos pacíficamente, hasta que emprendió una campaña de restauración de la unidad política de Egipto.
La derrota de los hicsos y del reino de Kerma, en Nubia, señalan el inicio del Reino Nuevo. Estas victorias militares desembocaron en un imperialismo agresivo contra todos los países vecinos: Egipto anexionó gran parte de Nubia y del área siro-palestina. Esta extensión territorial de las fronteras naturales del antiguo Egipto permite calificar esta fase de imperial, y, por tanto, denominarlo como el Imperio Nuevo (ca. 1550-1069). Como hemos visto, este período se define como el «sistema internacional» de relaciones políticas, económicas y culturales entre los grandes estados del Próximo Oriente, del cual Egipto formó parte. Será esta una época cosmopolita, no solo políticamente, sino también en términos culturales y económicos, gracias a los grandes circuitos comerciales establecidos entre los grandes estados orientales.
Adicionalmente, es un período caracterizado por la abundancia de fuentes, tanto textuales como arqueológicas, procedentes no únicamente de Egipto, lo que nos aporta multitud de puntos de vista. En lo que concierne a las fuentes textuales, disponemos desde relieves escultóricos en las paredes de los templos -donde los faraones dejaron constancia de sus gestas- hasta multitud de documentación administrativa secular y religiosa en hierático. Arqueológicamente, destaca la arquitectura funeraria, tanto por lo que se refiere a las necrópolis reales, localizadas en el desierto occidental (en frente de Tebas): el Valle de los Reyes y el de las Reinas, como las de funcionarios en Sakkara (N) y en el occidente de Tebas (S). Pero, también contamos con datos de la arquitectura religiosa, especialmente en Karnak y en Nubia, y, excepcionalmente, los proporcionados por las excavaciones de las capitales de Avaris, Malqata y Akhetatón, así como las del poblado de los obreros de Deir el-Madina.
Fue en esta época cuando tuvo lugar uno de los hechos más controvertidos y discutidos de la historia del Egipto antiguo: la reforma del faraón Amenhotep IV/Akhenaton (1352-1336), que configuró un período diferenciado: el Período de Amarna. A pesar de la magnitud de la revolución, a la muerte del faraón se produjo rápidamente la restauración del sistema tradicional por parte de los faraones ramésidas (1295-1069).
Amenhotep IV heredó el trono de su padre Amenhotep III, algunos autores han planteado la hipótesis de una corregencia durante los últimos años de reinado de su padre. El quinto año de su gobierno se cambia el nombre por el de Akhenaton, ‘Beneficio para Aton’, y traslada la capital a Akhetatón. Es en este momento cuando la revolución intelectual y religiosa alcanza su punto culminante y cuando las reformas abastan todas las esferas de la vida en Egipto, no sin causar divisiones sociales. La reforma supuso la transformación de las ideas tradicionales sobre la posición del rey-dios en el universo y la jerarquía de los dioses. Akhenaton promovió el culto a Aton excluyendo a los otros dioses, persiguiendo su culto y cerrando las puertas de sus templos.
La nueva capital Akhetatón, ‘El horizonte de Aton’ (actual El-Amarna), se situó a medio camino entre Tebas y Menfis, distanciándose así de las dos cortes. De nueva planta, sus límites los señalizaron diversas estelas erigidas por el faraón. Constructivamente, también, se produjeron innovaciones: se introdujeron unos bloques de piedra más pequeños, los llamados talatat, de 52 x 26 x 24 cm. El palacio residencial estaba situado al N de la ciudad, profusamente decorado. En el centro del núcleo urbano se ubicó el templo a Aton, sin techo y con un gran patio con un altar abierto. Las excavaciones han permitido localizar la oficina de la correspondencia del faraón, el archivo diplomático donde se guardaba la correspondencia internacional de Akhenaton y de su padre Amenhotep III: las denominadas «Cartas de Amarna», documentos imprescindibles para reconstruir el período. Se trata de cuarenta cartas del monarca a sus iguales, los «Grandes Reyes» –reyes de Babilonia, Asiria, Mitanni, Hatti, Alashiya (Chipre) y Arzawa (SO Anatolia)– y 350 cartas escritas al faraón por sus vasallos siro-palestinos (listan ca. 60 ciudades estado bajo supervisión egipcia, cada una con un centro y un administrador).
Al extremo E de la ciudad se han localizado las tumbas de los funcionarios (que incluyen imágenes de la familia real y del Gran Himno a Aton). Y en el desierto, las tumbas reales: transgrediendo la tradición de situar las tumbas al O, como era habitual en el culto funerario tradicional relacionado con el dios Osiris. Sa ha apuntado que uno de los factores que influyeron en la rápida caída de la ideología amarniana fue precisamente esta fractura con el culto funerario tan arraigado entre la población. Otros factores fueron, evidentemente, la oposición del sacerdocio de los otros dioses, especialmente el de Amón, a su exclusión. La restauración posterior practicó la damnatio memoriae,* tan habitual en la historia egipcia, con la destrucción de toda huella del faraón considerado hereje. Este hecho ha dificultado enormemente la reconstrucción de este controvertido momento de la historia del antiguo Egipto.
Mapa de la ciudad de Akhetatón (moderna El-Amarna). Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de la ciudad de Akhetatón (moderna El-Amarna). Fuente: Wikimedia Commons
El final del Imperio condujo nuevamente a la fragmentación política, el llamado Tercer Período Intermedio, seguido del período que ha recibido el nombre de Baja Época, caracterizada por los episodios de dominio extranjero (asirios, babilónicos, persas, macedonios y, por último, romanos).

3.2.Las ciudades de los muertos

Tal como hemos expuesto, la mayor parte de los restos arqueológicos egipcios son de carácter funerario. Éstos representan una ingente cantidad de datos que no hacen nada más que aumentar con las nuevas excavaciones. Además, estos datos provienen de un amplio abanico, tanto cronológico como social, ya que se han documentado tumbas adscritas a todos los grupos sociales que conformaban la sociedad egipcia. Su estudio ha demostrado como las costumbres funerarias fueron modificándose a lo largo del tiempo hasta volverse extremadamente complejas. A continuación, veremos una pequeña muestra a partir de las necrópolis reales.
Como hemos expuesto, durante el Reino Antiguo, los grandes proyectos constructivos a gran escala fueron los catalizadores del cambio. En la III D, el rey Djoser cambió la tipología de tumba real erigiendo todo un complejo funerario (formado por la pirámide escalonada junto a otras estructuras). De tal manera, no se trataba únicamente del edificio funerario destinado a acoger los restos mortales del rey, sino que se acompañaba de toda una serie de edificaciones y capillas relacionados con el culto al monarca.
A partir de la IV D, con Esnefru, se asiste a la construcción de una verdadera pirámide, práctica que continuará hasta la VI D y se convertirá en el estándar de tumba real durante el Reino Medio; ya no en el Reino Nuevo, cuando las tumbas se excavarán en el sur, en el Valle de los Reyes, en frente de Luxor-Karnak.
Los complejos funerarios del Reino Antiguo constituyen verdaderas ciudades con calles y avenidas. Los edificios más importantes los formaban la pirámide principal y las secundarias, un templo, vía/paso elevado y un templo en el valle (con estatuas del rey). Todos estos elementos estaban colocados en un eje E-O, reproduciendo el recorrido diario del astro solar. Alrededor, situadas en hileras, se ubicaban las tumbas reales (pertenecientes a las reinas, a otros miembros de la familia, etc.) y las tumbas de los funcionarios. La construcción de estos monumentos requería el apoyo de todo el país – con una mano de obra remunerada y no esclava – y la complejidad de una organización burocrática detrás.
Al igual que los templos, las pirámides también recibían un nombre: «El horizonte de Khufu», «Grande es Kafra» y «Divino es Menkaura», estos son los nombres de las emblemáticas tres monumentales pirámides de Gizeh, más conocidas por los nombres griegos recopilados por Heródoto de Kheops, Kefren y Micerinos.
Planta del complejo funerario real en Gizeh (Reino Antiguo). Fuente: Wikimedia Commons
Planta del complejo funerario real en Gizeh (Reino Antiguo). Fuente: Wikimedia Commons
La perfección en el diseño y en la construcción de «El horizonte de Khufu» (2589-2566) continúa despertando admiración miles de años después de su edificación. La más grande de Egipto, de planta cuadrada de 230 m de lado y 146,5 m de altura, se calcula que aproximadamente 2,5 toneladas fueron utilizadas en su construcción. Presenta una cámara funeraria inusualmente ubicada en el centro del edificio y no a nivel del suelo o bajo tierra. En una zanja, cerca de la cara S de la pirámide, se descubrió una embarcación de 43,4 m construida principalmente con madera de cedro.
La pirámide de Khafra (2588-2532), el hijo de Khufu, es la segunda más grande, con una planta de 214,5 m de lado y 143,5 m de altura; alzada sobre una elevación del terreno, aparenta tener el mismo tamaño que la de su padre. La particularidad de este complejo funerario es la presencia de una estatua guardiana, situada al N del templo del valle, cerca de la vía de acceso que conducía hasta el templo funerario y la pirámide. Se trata de un león extendido con cabeza humana que se conoce como la Gran Esfinge (nombre griego que puede derivar de la frase egipcia shesep-ankh, ‘imagen viva’). Sus dimensiones son 72 m de largo y 20 m de altura. Delante de ella, y sin conexión aparente, había un edificio construido con una planta inusual y un patio abierto que ha sido interpretado como un templo solar.
La pirámide de Menkaura (2532-2503) es la más pequeña de las tres de Gizeh: 65 m de altura y 105 x 102 m de base. El complejo fue acabado por su hijo.
Durante el Imperio Nuevo, la necrópolis real se ubicó en el desierto occidental (en frente de Tebas), en el Valle de los Reyes y el de las Reinas. Este hecho también comportó un cambio en la tipología de las estructuras funerarias con la excavación de las tumbas en la roca que incluían textos funerarios pintados en las paredes de las cámaras. Sin duda, la más famosa es la KV62: la del faraón sucesor de Akhenaton y esposo de una de sus hijas, Tutankhaton/Tutankamon (1336-1327), obligado a abandonar Akhetatón por Menfis, únicamente reinó diez años. El descubrimiento de su tumba intacta por Carter el año 1922 conmocionó el mundo.
Planta y alzado isométrico de la tumba del faraón Tutankamon, KV62 y fotografía del interior de la cámara funeraria. Fuente: Wikimedia Commons.
Planta y alzado isométrico de la tumba del faraón Tutankamon, KV62 y fotografía del interior de la cámara funeraria. Fuente: Wikimedia Commons.

3.3.Las ciudades de los obreros

Como acabamos de ver, la consecución de estos enormes proyectos constructivos requería una compleja organización con numerosos especialistas, desde arquitectos hasta los picapedreros que tallaban los grandes bloques de piedra. El registro arqueológico ha revelado pocos, pero extremadamente interesantes, vestigios de las ciudades ocupadas por los obreros durante las labores de edificación de los complejos funerarios reales. Veremos ejemplos procedentes de los tres principales períodos de unificación política: del Reino Antiguo, Medio y Nuevo.
El primero y más antiguo testimonio es la llamada Lost City, ‘La Ciudad Perdida’, situada al S del complejo funerario de Menkaura en Gizeh, que acabamos de comentar. En este emplazamiento se descubrieron los restos de un poblado que podría haber acogido unas 4.000 personas, y que fue ocupado durante unas décadas del siglo XXVI, cuando se estaba construyendo el complejo funerario. Las excavaciones han sacado a la luz talleres en los que se trabajaba el alabastro y hornos, así como moldes para hacer pan y jarras de cerveza.
Correspondientes al Reino Medio, hay dos asentamientos excavados en Lahun y en el S de Abydos. La Ciudad de Hetep-Senusret fue excavada, en los años 1889-1890, por el imparable arqueólogo británico Flinders Petrie. El asentamiento estaba asociado a la pirámide de Senusret II, ubicado entre las poblaciones actuales de Lahun y Hawara, cerca del templo del valle de la pirámide, en la entrada del Fayum. Se trata de un asentamiento especializado, planificado desde el inicio. Presenta un plan rectangular (335 x 384 m), las casas se hallan rodeadas por un muro con una puerta situada cerca del templo del valle. Otro muro dividía el poblado al O. Las casas estaban construidas con adobes de dimensiones regulares (10 x 10 m, de cuatro a doce estancias) y dispuestas en largas calles dirección E-O y N-S. Cuatro grandes casas se diferencian del resto por su tamaño, con diversas habitaciones y graneros (ca. 60 x 42 m), ubicadas en el N del poblado, en la parte más elevada. Tres más se encuentran en el sur. La excavación de este yacimiento ha permitido, además, recuperar muchas herramientas agrícolas y otros útiles de la vida cotidiana de madera. A todo ello hay que sumar centenares de papiros, muchos de carácter administrativo, pero también cartas, textos médicos, matemáticos, religiosos, etc. Se han localizado enterramientos infantiles debajo del pavimento de algunas casas, mientras que los adultos se enterraban en cementerios cerca del poblado. La ciudad fue abandonada durante la XIII D.
El asentamiento de Wah-Sut (al S de Abydos) presenta una planificación similar a la de Hetep-Senusret, con cerca de nueve hectáreas de extensión; en este caso está asociado al complejo funerario de Senusret III (ca. 1850-1650). El poblado está organizado en bloques de 100 cúbitos (52,5 m) de ancho y calles de cinco cúbitos (2,6 m). La evidencia de remodelaciones en las casas atestigua una ocupación desde finales de la XII D hasta el Segundo Período Intermedio. Se documentan casas de gran tamaño, como el llamado Building A (ca. 82 x 53 m), y al menos once casas más pertenecientes a la elite en el E (similares a las casas del N de Lahun). Este edificio ha sido interpretado como la «casa del alcalde» por las impresiones de sellos encontradas en su interior. Esta casa estaba bien planificada con graneros rectangulares y con un jardín (se han localizado fosas de adobe con restos de sicómoros). El cuadrante NO era probablemente el área residencial femenina (donde se descubrió un adobe con restos de pintura, de finales de la XIII D, bautizado como el «adobe mágico del nacimiento»).
Planta del asentamiento de Wah-Sut. Fuente: Wikimedia Commons
Planta del asentamiento de Wah-Sut. Fuente: Wikimedia Commons
Dibujo del «adobe mágico del nacimiento» encontrado en Wah-Sut. Pudo haber pertenecido a la princesa Reniseneb o a otra mujer de alto estatus residente del Building A. La escena muestra una madre dando a luz, asistida por dos mujeres; estandartes de la diosa Hathor y criaturas mágicas probablemente protegen el nacimiento. La diosa protectora del nacimiento era Meskhene. Fuente: Wikimedia Commons
Dibujo del «adobe mágico del nacimiento» encontrado en Wah-Sut. Pudo haber pertenecido a la princesa Reniseneb o a otra mujer de alto estatus residente del Building A. La escena muestra una madre dando a luz, asistida por dos mujeres; estandartes de la diosa Hathor y criaturas mágicas probablemente protegen el nacimiento. La diosa protectora del nacimiento era Meskhene. Fuente: Wikimedia Commons
Del Imperio Nuevo se fecha el conocido asentamiento de Deir el-Madina: st-aAt, ‘El Gran Lugar’, más tarde st-maAt (Hr jmnty WAst), ‘El Lugar de la Verdad’ (al O de Tebas), a 725 km al S del Cairo, al O del Nilo. Era la comunidad de los artesanos especialistas y sus familias, que construían las tumbas reales de los valles. Sus necesidades eran suministradas por el estado. En el poblado encontramos barrios residenciales y cementerios, en la parte alta una zona amurallada con 70 casas y entre 40 y 50 más extramuros. La ciudad incluía santuarios, concretamente uno dedicado al rey Amenhotep I, probablemente el fundador del asentamiento. Más de 10.000 textos en hierático han podido ser recuperados (cartas, listas, registros de entrega de productos, textos legales, mágicos, literarios, etc.). El asentamiento fue abandonado hacia el 1100.
Vista aérea del asentamiento de Deir-el-Madina. Fuente: Wikimedia Commons
Vista aérea del asentamiento de Deir-el-Madina. Fuente: Wikimedia Commons

4.La ciudad en el mundo clásico

4.1.Introducción

Autores clásicos, como Homero o Tucídides, ya dieron testimonio de lo que significaba la ciudad para la sociedad griega: Homero la describe en contraposición a los incivilizados cíclopes. En primer lugar, por la ausencia de sentido de comunidad de los cíclopes más allá de la familia inmediata y porque no se reunían en asambleas para promulgar leyes; les faltaban, pues, dos características esenciales de la vida urbana (Odisea IX, 105-15). Tucídides, por su parte, equipara la vida urbana con la estabilidad, la seguridad y la prosperidad (Guerra del Peloponeso I, 2). La ciudad fue, además, el elemento utilizado por el mundo grecorromano para diseminar su forma de vida; un ejemplo es el programa de construcciones urbanas que proyectó Agrícola, el yerno de Tácito, para pacificar y civilizar la provincia romana de Britania.
Por lo que se refiere al aspecto físico de la ciudad, las evidencias de la planificación urbana muestran cambios y desarrollos a lo largo de un proceso en continua evolución, en el que intervienen ideas y prácticas de diferentes culturas. Tal y como se puede observar en las ciudades del S y centro de Italia, donde griegos, etruscos y romanos entraron en contacto, así como en Asia Menor y en el Próximo Oriente, donde las tradiciones combinadas de griegos y de las poblaciones helenizadas fueron más tarde amalgamadas por Roma. Roma aportó estabilidad política y seguridad militar construyendo ciudades que reflejaron su habilidad para aprender y adaptar ideas, métodos y materiales.
Paradójicamente, las grandes ciudades de Atenas y Roma, a pesar de su preeminencia histórica, no ejemplifican la planificación y organización de la trama urbana; sino todo lo contrario, se nos presentan con calles estrechas entre bloques irregulares de casas, reflejando las condiciones de muchas ciudades antiguas que han ido creciendo durante un largo período de tiempo.
Para el estudio de la ciudad grecorromana antigua contamos con bastante y variada información. De entre las fuentes textuales podemos destacar los tratados filosóficos de Platón y Aristóteles en los que se discuten todo tipo de temas, desde la planimetría, la ubicación y la orientación de los edificios, la defensa, la estética, hasta la salud de los ciudadanos. De época helenística y romana existe un gran corpus de literatura técnica relacionada con la planificación urbanística. A destacar el tratado De Architectura del ingeniero romano Vitruvio. También disponemos de relatos de viajes y de geógrafos que describen ciudades y monumentos. Las leyes y los estatutos también proporcionan indicaciones de problemas prácticos de la vida urbana y como las autoridades los resolvían. Asimismo, numerosos datos arqueológicos procedentes de excavaciones, fotografías aéreas y otras técnicas de estudio del territorio, como las prospecciones electromagnéticas, aportan más información.
4.1.1.Las funciones de la ciudad en el mundo grecorromano
Resulta obvio que las funciones de la ciudad afectaron su desarrollo físico y arquitectónico, y, hasta el período conocido como la pax romana* las necesidades defensivas fueron fundamentales. Habitualmente, las ciudades se situaban en función de las características naturales defensivas de un lugar, de la topografía del emplazamiento, del terreno agrícola disponible, del acceso al agua, etc. Evidentemente, otros factores intervinieron en la evolución física de la ciudad, como los recursos económicos.
Debido, pues, a las múltiples funciones que ejercía la ciudad encontraremos diversos tipos de edificios públicos, y, veremos cómo su precisa ubicación dentro de la trama urbana no era casual.
Como comentábamos, una de las principales funciones que tenía la ciudad era garantizar la seguridad de sus habitantes, y la manera más habitual de hacerlo era con la creación de murallas, a la vez que ayudaban a definir sus límites. Generalmente, las fortificaciones griegas no seguían el perímetro más corto y no se coordinaban con el sistema de calles; de hecho, las murallas eran independientes del plan urbano y el espacio extra permitía una expansión futura. En cambio, los romanos integraron completamente las murallas en el plan de la ciudad y en la red viaria; las calles principales conducían directamente desde las puertas de la ciudad hasta el centro, mientras que el llamado camino pomerial discurría paralelamente por el interior de la ciudad, inmediatamente a lo largo de la muralla. Los romanos consideraban sagrado el perímetro de la ciudad, es decir, el pomerium.
Las ciudades acostumbraban a tener una parte elevada, la acrópolis/arx*, que se convirtió en el símbolo de la ciudad; en este lugar encontramos algunos de los edificios más importantes del centro urbano.
Las funciones políticas estaban representadas en la ciudad en diversos lugares. En el caso de Atenas, el mejor conocido del mundo griego, existían varios emplazamientos: el montículo de la Pnyx donde se reunía la asamblea, cerca del ágora se situaba la sede del consejo (boulé), estructura circular en forma de tholos, donde se guardaban los pesos y las medidas oficiales, así como los tribunales de justicia. También en el centro de la ciudad de Roma, en el foro, se construyó un complejo destinado a las reuniones de los ciudadanos, de los senadores y de los magistrados, con los edificios de la curia* y de la basílica*.
Las funciones económicas de la ciudad tenían lugar esencialmente en los puertos, en las puertas, en el ágora/foro y, con el tiempo, en edificios comerciales específicos.
A menudo, cerca de las puertas se situaba el ágora/foro*, el espacio por excelencia donde tenían lugar las funciones políticas, administrativas y económicas; eran el corazón de las ciudades griegas y romanas, respectivamente; se unían al resto de la ciudad mediante una red de calles. También eran el centro social donde se realizaban actividades de entretenimiento y competiciones (hasta que no se construyeron recintos específicos). El ágora era un espacio abierto, convenientemente ubicado en el centro de la ciudad, rodeado de edificios administrativos, stoas*, templos, altares, estatuas y otras construcciones, pero independientes unas de otras; era accesible a todo el mundo excepto a los criminales y a los acusados. El equivalente romano es el foro, pero, en este caso, se enfatizó más el aspecto económico y comercial con la inclusión de hileras de tiendas.
Las funciones religiosas se hallaban plenamente representadas en la ciudad con templos, santuarios y capillas. Estos edificios estaban integrados en la trama urbana, algunos espacios eran sagrados y asociados a prácticas cultuales. Algunos de estos edificios estaban situados en el ágora, en la acrópolis o en otros lugares elevados, enfatizando la naturaleza protectora de los dioses de la ciudad.
Diversos edificios en número y tipología cubrían las funciones culturales de la ciudad, desde representaciones teatrales hasta competiciones atléticas. Hallamos teatros y estadios en las ciudades griegas, así como anfiteatros, circos y baños en las romanas. Especialmente, para los romanos, los juegos y los espectáculos se convirtieron en parte esencial de la vida urbana, y los ciudadanos compitieron por ofrecer espectáculos y edificios.
La ciudad también acogía zonas residenciales: las insulae. Aparentemente, los griegos prefirieron bloques rectangulares con casas dispuestas en dos hileras paralelas, cada una con acceso directo a la calle, promoviendo la idea de uniformidad e igualdad. A causa del método de planificación romano, basado en el cruce de dos ejes centrales, la tendencia fue crear insulae cuadradas u oblongas.
Aunque las calles eran las vías centrales de comunicación, la mayoría de calles griegas eran de tierra apisonada. Tanto los etruscos como los romanos, en cambio, concedieron gran importancia constructiva a las calles.
Fuera de las ciudades se ubicaban las tumbas y los cementerios, así como las instalaciones industriales y los edificios públicos de grandes dimensiones.
4.1.2.El plan urbanístico
La introducción del plan regular urbanístico supuso un importante paso en la historia del desarrollo de la ciudad griega y, al parecer, los primeros pasos ya se dieron a finales del siglo VIII o a inicios del siglo VII, como se evidencia en Mileto con el trazado de calles paralelas. Aparentemente, el fruto de experiencias prácticas fue el punto de partida de desarrollos posteriores en los siglos VII y VI.
El hecho de reservar espacios para diferentes usos: público, privado y sagrado, y el plan de cuadrícula regular de las calles fueron dos de las características fundamentales de los primeros planos urbanos griegos. Renovados contactos con el Próximo Oriente y Egipto trajeron técnicas e influencias, como la arquitectura en piedra y la monumentalidad. No parece ser una coincidencia que el inicio del plan regular coincida con la evolución de la polis* como una institución política, social y religiosa. Hacia la segunda mitad del siglo V, la idea del plan urbanístico de cuadrícula ya estaba firmemente arraigada en la tradición constructiva griega.
La evolución del plan urbanístico está directamente relacionada con la creación de nuevas ciudades, como ocurrió con el fenómeno colonizador y el sinecismo.* Desde mediados del siglo VIII, las ciudades estado griegas enviaron grupos de población a fundar nuevas ciudades, primero a lo largo del Mediterráneo y, después, hacia las costas del mar Negro.
Las razones para fundar una colonia, tanto para griegos como para romanos, fueron numerosas, incluyendo razones políticas, económicas (para comerciar, explotar el potencial agrícola –uno de los estímulos principales de la colonización griega– o los recursos naturales de una región), estratégicas, militares (la necesidad de protección fue un factor crucial a causa de la continua rivalidad entre las ciudades estado griegas) y, a veces, para desplazar excedentes de población.
Rituales de fundación de una ciudad
La fundación de una nueva ciudad era un proceso complicado en el cual intervenían tanto aspectos políticos y prácticos, como religiosos. Antes del establecimiento de una nueva ciudad era necesario el beneplácito favorable de los dioses. En el mundo griego, el oráculo de Delfos jugó un papel decisivo en el proceso de colonización. Una vez se había tomado la decisión de fundar una colonia y se había consultado el oráculo, los colonos cogían fuego de su ciudad de origen y proferían juramentos sagrados. A menudo, el fundador recibía un culto heroico. Los romanos, según la leyenda, seguían el ritual etrusco de fundar ciudades. Primero, se consultaban los auspicios; después se marcaba el perímetro de la ciudad con un arado de bronce, el surco proporcionaba protección sagrada a los habitantes por parte de los dioses del mundo inferior. En el lugar donde se habían de colocar las puertas se alzaba el arado para permitir el acceso sin tener que cruzar la línea mágica de protección. También se señalizaba el centro de la ciudad con una fosa circular donde se depositaban ofrendas y se erigía un santuario en honor de la tríada romana de Júpiter, Juno y Minerva.
Cabe destacar que, a pesar de los principios de uniformidad, el desarrollo físico de las ciudades fue muy variado, como lo atesta el ejemplo de las dos ciudades más prominentes del mundo griego: Atenas y Esparta, que eran realmente muy dispares. De la misma manera, a pesar de la aparente uniformidad que los romanos confirieron a los territorios que dominaron, el nivel de urbanización a lo largo del Imperio fue muy desigual, como de diversas fueron sus ciudades. Múltiples aspectos intervinieron en la evolución de las ciudades, como la geografía, sus circunstancias históricas y económicas, etc.
Los factores económicos influyeron notablemente en estas variaciones, muchos programas de edificaciones eran caros y era crucial encontrar fondos para llevarlos a cabo. Por ejemplo, el programa constructivo de Pericles para la Atenas del siglo V se basó enormemente en recursos de la Liga de Delos. A partir del período helenístico, la habilidad de una ciudad para atraer recursos (del emperador, de patrones ricos, de ciudadanos, etc.) fue un factor determinante para su desarrollo físico y arquitectónico. Los proyectos públicos se realizaron como una parte necesaria de la responsabilidad cívica de los individuos; a cambio, éstos ganaban prestigio y una mejor posición social. Este espíritu de competición causó importantes consecuencias. Por un lado, la celebración de juegos y espectáculos implicó una gran actividad constructiva. Por el otro, tuvo efectos negativos: proyectos demasiado ambiciosos o la falta de fondos para acabarlos dejaron muchas edificaciones a medio construir.

4.2.La polis griega

La definición de ciudad en el mundo griego era la de comunidad de ciudadanos. Ciudadanos que compartían unas tradiciones políticas, religiosas y sociales comunes. Para los griegos de época arcaica y clásica, la importancia principal de la ciudad era este sentido de comunidad, sus características físicas eran, pues, secundarias. Los tratados filosóficos de Platón y de Aristóteles, sobre cómo tenía que ser una ciudad estado ideal, nos muestran esta preocupación por los conceptos teóricos, sociológicos y morales.
El espacio público de la polis se definía en oposición al espacio privado del oikos*, el de la familia, la base de la sociedad. La polis era, por tanto, el espacio del ciudadano, es decir, de los hombres de más de dieciocho años que poseían tierras –prerrogativa de los ciudadanos y requisito para la ciudadanía–, además de, en el caso de Atenas, ser hijo de padres atenienses.
Mapa con las principales ciudades del mundo griego. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa con las principales ciudades del mundo griego. Fuente: Wikimedia Commons
4.2.1.La cuestión de los origenes de la ciudad griega
Durante el Bronce Final, concretamente en la época micénica, el sistema socioeconómico y político se basaba en el palacio, éste estaba situado dentro de la ciudadela fortificada, en la parte alta de la ciudad. A su alrededor, en la parte baja, se extendía la ciudad densamente ocupada con casas y calles estrechas. El colapso de la civilización micénica en el siglo XII y, con ello, la desaparición de todo el sistema palatino afectó profundamente el mundo griego. El período siguiente se caracterizó por la despoblación, el abandono y la destrucción de muchos centros, los asentamientos aparecen dispersos, con ocupaciones esporádicas; también se perdieron habilidades y técnicas constructivas.
No será hasta el resurgimiento del siglo VIII que la forma de gobierno correspondiente a la ciudad estado se irá forjando hasta convertirse en la organización social y política característica del mundo griego hasta época romana. Es en este momento que se retoman los contactos con el mundo exterior, especialmente con los fenicios, y que tienen lugar innovaciones tecnológicas, tales como el trabajo del hierro y la escritura.
Aunque los elementos constituyentes de la ciudad estado ya existían en la época oscura, será en este momento cuando tendrá lugar la unificación política formal del dēmos *, mediante el proceso del sinecismo, y la creación de un gobierno central. El proceso, por tanto, se produjo cuando diversos poblados o aldeas de un dēmos aceptaron tener un único centro político; seguramente, la religión tuvo un papel importante fomentando la unidad regional, como atestiguan los santuarios y los templos ubicados en las zonas rurales, que simbólicamente vinculaban un centro con los poblados de los alrededores. Sin embargo, el proceso no fue uniforme, cada región desarrolló un tipo particular de ciudad estado condicionada por los factores locales. La polis, en definitiva, se define como el área geográfica que comprende una ciudad (ásty) y sus territorios adyacentes (chora) y constituye una única entidad política capaz de autogobernarse.
Las causas de este proceso fueron, básicamente, la necesidad de un sistema más complejo de organización y control social; a la vez que más firme, desde el centro, para hacer frente a las nuevas condiciones creadas por: el crecimiento acelerado de la población, el aumento de la productividad y de la riqueza, la expansión del comercio y unas relaciones más complejas entre los estados vecinos. Especialmente urgente fue la necesidad de encontrar formas de movilizar con eficacia los recursos para la guerra –actividad más seria que el saqueo de la época anterior–; debido a que el aumento de población ocasionó la escasez de tierras y la lucha entre las ciudades por el territorio.
El nacimiento de la polis no estuvo exento de tensiones sociales en un mundo tradicionalmente gobernado por una sociedad aristocrática que controlaba la posesión de la tierra y sus mecanismos de poder, sobre todo los consejos. Si bien las asambleas de ciudadanos englobaban toda la población de la polis, los consejos (poder legislativo) y las magistraturas (poder ejecutivo) permanecían en manos de las oligarquías. A finales del siglo VII e inicios del VI, una serie de legisladores, en diferentes poleis, codificaron las leyes de la comunidad (Licurgo, Dracón) y las presentaron ante los dioses (el oráculo de Delfos) para su confirmación.
En este momento se asientan las bases de las estructuras gubernamentales: el cargo de basileus supremo fue abolido o su poder se redujo. La excepción la constituye Esparta, donde más tiempo se mantuvo el sistema de caudillaje, con dos basileîs de carácter hereditario y vitalicio que reinaban a la vez. Ahora, las funciones gubernamentales ejercidas por el basileus se repartieron entre diversos magistrados no hereditariamente, subdividiendo las esferas de poder: administrativo, militar, religioso y judicial. También se incrementó la importancia del consejo de ancianos aristocrático (verdadero centro de poder y donde se redactaban las leyes).
Las primeras ciudades griegas muestran un patrón de crecimiento lento y disperso; en efecto, hasta época clásica hay pocos edificios públicos. Las ciudades eran centros políticos, religiosos y sociales, pero, no necesariamente, el principal centro de residencia de la población.
En definitiva, los nuevos asentamientos a partir de los cuales la ciudad griega se desarrolló reflejan las nuevas y cambiantes condiciones del mundo postmicénico. La urbanización griega evolucionó respondiendo a estos cambios políticos, sociales y económicos. La mejora económica del siglo VIII fue un importante estímulo, así como el movimiento colonizador. El establecimiento de colonias, por todo el Mediterráneo, implicó la creación de nuevas ciudades que tenían que ser definidas y delimitadas con la distribución de la tierra agrícola para los individuos y para la comunidad. Este hecho, en general, dio un nuevo impulso al plan regular y al proceso de urbanización. Las tiranías de los siglos VII y VI también estimularon el proceso de urbanización con sus activas políticas constructivas, especialmente edificando templos y sistemas de suministro de agua; las razones fueron la competición entre ellos, el deseo de impresionar a los ciudadanos y el de enfatizar la benevolencia de sus regímenes. Cabe añadir, en último lugar, el determinante papel que tuvieron las ciudades griegas ubicadas en la costa occidental del Asia Menor en el proceso de desarrollo del urbanismo; fue en esta zona donde se detectaron los primeros pasos hacia el plan regular con calles paralelas.
4.2.2.La ciudad en época clásica
La ciudad estado, con su centro urbano y el territorio del entorno, fue la forma política dominante durante el período clásico, pero no en la totalidad del territorio griego: las poleis estaban confinadas, mayoritariamente, a las áreas del centro y sur, las islas del Egeo y las de la costa del Asia Menor. En otras partes de la península hubo otras formas de gobierno; extensos territorios, como la zona de los Balcanes, no estaban urbanizados, la mayoría de la población vivía en pequeños poblados diseminados por la región. Esta otra forma de vida se la conoce con el término de éthnos*, es decir, poblaciones que, aunque no están unificadas políticamente formalmente, poseen una conciencia de constituir un pueblo que ocupa un territorio concreto, un vínculo cultural, unas instituciones para tomar decisiones y actuar conjuntamente (sobre todo defensivamente) y la cohesión militar.
Conviene distinguir claramente, por un lado, entre el desarrollo de la polis como una institución política y social y, por otro, el desarrollo de su centro urbano (asty), a pesar de que los rasgos básicos ya estaban definidos en el período clásico fueron evolucionando a lo largo del tiempo.
El desarrollo del centro urbano consistió en la aplicación de un plan reticular esencialmente funcional. El uso de la unidad insula, más que el sistema de calles para gobernar el plan, y su subsiguiente desarrollo, fue lo que le dio sentido de unidad y de cohesión a los diferentes elementos de la ciudad. La experimentación en la escena paisajística, es decir, la explotación del entorno con finalidades estéticas, fue otra de las características del período clásico. Período en el que se introdujo una legislación para regular la planificación urbana.
Durante los siglos V y IV se produjo una gran expansión de la vida urbana y aumentó el número de ciudades organizadas de manera regular, adaptándose a las diferentes situaciones. Un elemento democrático en la planificación se observa en la disposición de las casas dentro de las insulae; inicialmente, la trama de casas era del mismo tamaño y estaban dispuestas en dos líneas paralelas, de tal manera que cada casa se encaraba a la calle. Los principales rasgos de la polis se establecieron firmemente con la difusión de las defensas urbanas, la acrópolis se convirtió en el centro del culto; el ágora devino la parte más importante de la ciudad, atrayendo edificios públicos, zonas residenciales y actividades comerciales a su alrededor. La red de caminos también se desplegó a medida que la ciudad crecía.
Atenas
Veamos ahora un ejemplo de ciudad griega, no la más representativa de todas las características que acabamos de describir pero, sí, sin duda, una de las más preeminentes: Atenas. Atenas fue una ciudad de contrastes, templos y edificios públicos de época clásica y helenística se acomodaron en un plan urbano que se había ido desarrollando durante siglos y que ha continuado haciendo. De tal modo, una mezcla de edificios públicos, casas privadas, templos y recintos sagrados, entremezclados con calles estrechas, tramas sin desarrollar y espacios abiertos, edificios públicos menores y santuarios se encontraban por toda la ciudad, aunque la mayor concentración se daba alrededor de la acrópolis y cerca del ágora. Especial mención merece el majestuoso programa edilicio de Pericles en la acrópolis, en el siglo V. Destruida durante las Guerras Médicas, la reconstrucción consistió en la erección del templo de Atenea Pártenos, el Partenón, que corona la acrópolis; el Erectéon, templo dedicado a Atenea, Poseidón y al legendario rey de Atenas Erecteo, el templo de Atenea Nike, la gigantesca estatua de bronce de Atenea Pròmacos: «La guerrera que combate en primera línea», y los Propíleos, las puertas de entrada a la acrópolis. Otros santuarios y el grandioso, pero incompleto, templo dedicado a Zeus Olímpico estaban ubicados cerca del río Iliso. En el barrio SO de la ciudad, a lo largo de la baja pendiente N del Areópago y en el valle que discurre entre éste y la Pnyx, se hallaban los distritos residenciales, los establecimientos industriales, los edificios públicos menores y los santuarios. Al igual que los tiranos de otras ciudades, los Pisistrátidas en Atenas mostraron un especial interés en el aprovisionamiento de agua mejorando el suministro al ágora con la construcción de un acueducto y una fuente.
Mapa de la antigua Atenas. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de la antigua Atenas. Fuente: Wikimedia Commons

4.3.La ciudad helenística

La figura de Alejandro de Macedonia transformó el mundo griego, y, una de las características de su reinado fue su prolífica fundación de ciudades. Alejandro extendió las ventajas políticas, militares y económicas de la ciudad con el fin de controlar y explotar su vasto imperio; sin olvidar la faceta propagandística de ensalzamiento de su poder, tal y como, antes que él, hicieron los Pisistrátidas y Pericles en Atenas, como acabamos de ver. Muchas de las ciudades que fundó llevaron su nombre; siguió el modelo griego, pero estas ciudades se vieron influenciadas por las tradiciones locales de los diferentes territorios donde se instalaron.
La primera y sin duda la más importante fue la de Alejandría, en Egipto, fundada en el año 331. Su plan fue concebido y ejecutado por Dinócrates. Aunque se enmarca en el plan tradicional clásico, incorpora las novedades del mundo helenístico, como la monumentalidad y la grandiosidad de su construcción enfatizando el carácter cosmopolita de la ciudad. Según la descripción del geógrafo Estrabón, la ciudad tenía un plan regular con una parrilla de calles rectangulares gobernadas por un eje central; dentro de la trama se situaban los edificios públicos, los palacios, los parques, etc. Los palacios y los edificios cívicos de la ciudad estaban conectados entre ellos y con los otros edificios ubicados en las cercanías del principal puerto. La ciudad incorporaba numerosos edificios públicos, entre los cuales destacamos: un grandioso museo, la biblioteca, el recinto sagrado llamado Sema donde se guardaba el sepulcro de Alejandro, un teatro, un gimnasio, cortes de justicia, templos como el del dios Pan, que dominaba la ciudad. La ciudad estaba dividida en cinco distritos: los distritos Alfa y Beta eran los de la realeza (formaban un tercio de la ciudad). El distrito Gamma era el barrio indígena, el Delta el barrio judío y el Ípsilon el barrio griego. Y el famoso faro en la isla de Faros.
Mapa del Bajo Egipto (ca. 3150-30) Fuente: Wikimedia Commons
Mapa del Bajo Egipto (ca. 3150-30) Fuente: Wikimedia Commons
Planta de la ciudad de Alejandría ca. 30. Fuente: Wikimedia Commons
Planta de la ciudad de Alejandría ca. 30. Fuente: Wikimedia Commons
Las características principales que definen la ciudad de Alejandría, que acabamos de ver, pueden ser extrapoladas para describir la mayoría de las ciudades helenísticas. En primer lugar, la disposición de los edificios en complejos interconectados, rasgo que formará parte de los centros urbanos helenísticos y romanos del este. La ciudad es vista como un medio propagandístico y de control; no solamente se fundaron nuevas ciudades, sino que también se modificaron algunas ya existentes. Otro aspecto es la monumentalidad en la construcción y en el diseño, tanto de la ciudad como de sus edificios, combinando elementos como la simetría y la tendencia a un eje central dominante, con el fin de crear una composición escénica. Las ciudades también reflejan las necesidades militares y estratégicas de la época con la construcción de murallas imponentes, del mismo modo, la regularidad del plan urbano siguió el modelo del campamento militar. Los mercados, en edificios monumentales, se convirtieron en un rasgo común de las ciudades helenísticas, exhibiendo la importancia económica que tenía la fundación de aquellas ciudades.
En definitiva, los monarcas helenísticos engrandecieron la típica ciudad griega –con monumentos y complejos de edificios a gran escala– y transformaron el paisaje urbano con la combinación de localizaciones espectaculares y la adaptación a las condiciones físicas y a los materiales constructivos disponibles. Estos monarcas se convirtieron en grandes benefactores de las ciudades gracias a sus recursos económicos y a su voluntad política. Las ciudades proveyeron educación, servicios médicos, suministro de agua e instalaciones de drenaje que mejoraron la calidad de vida de los ciudadanos por todo el mundo helenístico.

4.4.La civitas romana

Bajo el patrocinio de los reyes helenísticos y de sus sucesores romanos, las ciudades adquirieron grandes edificios públicos, impresionantes servicios cívicos y casas suntuosas. El escritor y viajero griego Pausanias (s. II d.C.) expuso el contraste entre el antiguo concepto griego de polis como una comunidad y la importancia que los romanos otorgaron a los elementos que proporcionaban bienestar a los ciudadanos.
Cabe, además, destacar el gran desarrollo arquitectónico llevado a cabo por los ingenieros romanos, tanto en la aplicación de nuevas técnicas constructivas (diversos tipos de aparatos), como en el uso de nuevos materiales (el cemento, el travertino, etc.)
4.4.1.La cuestión de los orígenes de la ciudad romana
La cuestión de los orígenes de la planificación urbana en Italia y la posible contribución etrusca resulta controvertida por la falta de datos concluyentes suministrados por las excavaciones realizadas en asentamientos etruscos. La tradición literaria posterior enfatizó la influencia etrusca en el desarrollo del ritual de fundación de la ciudad romana. El aumento de las evidencias de la planificación de las primeras ciudades griegas en Italia, junto a la escasez de evidencias de planes regulares en asentamientos etruscos, parecen indicar la importancia de los griegos en la transmisión del plan urbanístico a las poblaciones locales italianas.
Aun así, los etruscos tuvieron un papel relevante en la urbanización del N y del centro de Italia y en la difusión de la planificación urbana, indudablemente, inspirados por el contacto con los griegos. Pero no fueron simples imitadores, sus ciudades exhibieron originalidades y, además, destacaron en la ingeniería hidráulica. La combinación de los éxitos de griegos y etruscos son la base de la urbanización romana.
Marzabotto
Un ejemplo paradigmático de ciudad etrusca es Marzabotto, ca. finales del siglo VI. La planta de la ciudad presenta un plan regular formado por tres amplias avenidas orientadas E-O, un eje central N-S, y en paralelo a éste se sitúan una serie de estrechas calles; las insulae resultantes forman los característicos rectángulos griegos. La red viaria no fue impuesta arbitrariamente: las insulae varían en anchura de acuerdo con la naturaleza del terreno. Un aspecto importante del plan urbanístico es el énfasis en la intersección de los dos ejes centrales de la zona residencial, importancia confirmada por el descubrimiento bajo la calle de un cippus* de piedra inscrito con dos líneas cruzadas correspondientes a la dirección de las dos calles. Otros cippi sin inscripciones también señalizaban las uniones de otras intersecciones de vías. En el monte del NO se situaba la ciudadela, las construcciones –una serie de templos y altares– estaban alineadas en la misma dirección que las de la ciudad baja. Algunas de las calles estaban pavimentadas y las principales poseían aceras para los viandantes. Otro rasgo remarcable de esta ciudad es que disponía de un sistema de drenaje completo, de pozos que proveían agua a las casas, así como, los restos de un acueducto que muestra como se distribuía el agua a las instalaciones industriales ubicadas en las afueras de la ciudad.
Planta del asentamiento etrusco de Marzabotto. Fuente: Wikimedia Commons
Planta del asentamiento etrusco de Marzabotto. Fuente: Wikimedia Commons
En efecto, la planificación urbanística romana se inicia con la conquista de Italia. Principalmente por razones militares y estratégicas, se fundaron colonias, primero, en el Lacio y en la Italia central para proteger su región y, subsiguientemente, a lo largo de la península para asegurar los territorios conquistados y como base para expansiones posteriores. A menudo, las colonias se ubicaban a lo largo de un camino, que actuaba como arteria principal de la ciudad, con la finalidad de explotar y controlar el sistema de caminos militares que los romanos desplegaron a lo largo de Italia.
Donde existía una población, las colonias se añadieron a la población nativa y la reformaron. Estas renovaciones no eran únicamente un intento de romanizar las ciudades locales, sino que mostraban las necesidades romanas. Donde no había tradición local, los romanos usaron el plan regular. Los romanos desarrollaron un tipo de diseño específico adaptado a sus necesidades; así, el plan urbano colonial para las ciudades italianas, finalmente, se aplicó a todo el Imperio. El sistema de calles enfatizaba la intersección de las dos vías principales que conducían desde las puertas de la ciudad al centro, donde se ubicaba el foro: los llamados decumanus maximus* y cardo maximus.* El perímetro acostumbraba a ser cuadrado u oblongo y las insulae residenciales eran similarmente cuadradas u oblongas, más que rectangulares. La influencia de los campamentos militares en la planificación romana es evidente: la defensa se coordinaba a través de un sistema de calles y las puertas de la ciudad se limitaron a una por cada lado para reducir el número de puntos débiles.
Las colonias romanas tenían primariamente una función militar, pero, también, agrícola y comercial. Después de la conquista, una parte del territorio de los alrededores se destinaba a uso público y el resto se distribuía entre los nuevos colonos. A menudo, el área de una colonia era pequeña, los habitantes vivían y trabajaban en granjas y aldeas a lo largo del territorio. De tal manera, la ciudad funcionaba como el centro administrativo, social y religioso de toda el área de su entorno. En consecuencia, basílicas, fora, baños, templos, anfiteatros y circos se convirtieron en elementos típicos del paisaje urbano a lo largo del mundo romano. Estos edificios, incorporados al plan urbano, se estandarizaron y adaptaron a las dimensiones de las insulae; los más grandes, o los añadidos con posterioridad, se fueron colocando en las afueras de la ciudad.
El aprovisionamiento de agua y el sistema de alcantarillado fueron aspectos a los cuales los romanos dieron una gran importancia y dedicaron grandes esfuerzos. Los romanos sobresalieron en el campo de la ingeniería hidráulica, basándose en los conocimientos de los etruscos. Un completo sistema de drenaje de las calles se convirtió en un aspecto integral de la planificación de las colonias, con cisternas públicas complementadas con pozos como fuentes de agua. Subsiguientemente, se fueron construyendo acueductos para llevar agua a las ciudades y distribuirla a fuentes y cubetas en las calles para un uso público.
A partir de la primera mitad del siglo II, los contactos con el mundo helenístico influenciaron Roma: a los edificios públicos y privados se les aplicaron los conceptos helenísticos de monumentalidad y grandiosidad. El desarrollo sistemático de diversos santuarios implicando la construcción de rampas, escaleras, terrazas, pórticos y otros edificios es también una clara influencia helenística en la arquitectura romana.
Mapa que muestra la expansión romana por la península Itálica. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa que muestra la expansión romana por la península Itálica. Fuente: Wikimedia Commons
4.4.2.La ciudad romana en época imperial
La combinación de adaptabilidad y disposición estandarizada son las bases de la urbanización del Imperio de Roma. En su momento de máximo esplendor, el Imperio romano abarcó toda la cuenca mediterránea, gran parte del N y del centro de Europa, incluyendo el Reino Unido por el oeste y hasta el Éufrates por el este. Este vasto territorio comprendía una gran variedad de pueblos y culturas, de tradiciones y creencias, aspectos que Roma tuvo que afrontar para poder gobernar esta extensa área, mantener la paz y garantizar la seguridad. Con el fin de conseguir estos objetivos, el gobierno central delegó enormemente en la ciudad.
Mapa de la red viaria del Imperio romano, ca. 117 dC. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de la red viaria del Imperio romano, ca. 117 dC. Fuente: Wikimedia Commons
Las ciudades eran el principal nivel de administración del Imperio, sobre las cuales el gobierno central descargó una gran responsabilidad, tanto en los asuntos locales como en ciertos aspectos imperiales. Los romanos consideraron que la ciudad era la institución más adecuada para mantener la paz y promover la civilización romana, por ello, Roma promocionó el crecimiento de ciudades a lo largo de las provincias del Imperio. Especialmente durante la pax romana, con el ejército romano protegiendo las fronteras, la defensa dejó de ser un elemento primordial en la fundación inicial de una nueva ciudad. En consecuencia, excepto en las zonas fronterizas, las murallas dejaron de ser necesarias y se convirtieron en un signo de privilegio y ostentación, solamente podían alzarse con el permiso directo del emperador. Las ciudades también se aprovecharon de las nuevas y grandes oportunidades económicas que conllevó la pax romana, se buscaron localizaciones más accesibles y se explotó la compleja red fluvial europea.
Como ya hemos mencionado, a pesar de la aplicación de patrones uniformes, cada ciudad se adaptó a las circunstancias locales y fue el resultado de sus factores geográficos e históricos. En las provincias occidentales, Roma fue la impulsora de la urbanización de gran parte de Europa, construyó ciudades en lugares donde antes no existían.
Pompeya
Un ejemplo paradigmático y único lo constituye la ciudad de Pompeya. Preservada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., ejemplifica la interacción de ideas y métodos griegos, etruscos y, posteriormente, romanos. El centro original osco ocupa únicamente el ángulo SO de la ciudad posterior; era un núcleo pequeño, basado en la intersección de dos caminos, pero sin formar ángulos rectos, ni presentar ninguna planificación: los edificios no estaban dispuestos en relación a las calles. Durante el siglo V, el poblado original se expandió: dos calles paralelas E-O (la Via dell’Abondanza y la Via di Nola) y una arteria N-S, no exactamente perpendicular a las otras dos (la Via di Stabia), fueron la base del nuevo plan. A medida que la ciudad se desarrollaba se fueron añadiendo edificios públicos, concentrados en tres áreas. El foro, situado en la ciudad osca originaria, funcionó como un centro político, religioso, legal y económico de la ciudad; en él se situaron la basílica, los templos y un mercado de alimentos. El teatro, un odeón cubierto y otros templos se instalaron en las cercanías del llamado foro triangular, en el S de la ciudad. Mientras que en el ángulo SE, en época de Augusto, se edificó una palestra de estilo griego con una piscina; así como el anfiteatro más antiguo del mundo romano. La ciudad también disponía de tres baños públicos. Una característica notable de Pompeya son las calles pavimentadas con aceras elevadas para los viandantes y un completo sistema de desguaces subterráneos. Por lo que se refiere al agua, la ciudad contaba con fuentes subterráneas y cisternas, hasta la construcción del acueducto.
Mapa de Pompeya. Fuente: Wikimedia Commons
Mapa de Pompeya. Fuente: Wikimedia Commons
Al este y al sur del Imperio la situación era bien distinta, ya existía una larga tradición urbana. En este caso se aplicaron los conceptos de monumentalidad, composición arquitectónica y simetría; así como las nuevas técnicas y materiales constructivos, al mismo tiempo que se combinaron con elementos locales. De tal manera, arcos monumentales, propylaea y calles con columnatas se difundieron por las provincias orientales. A modo de ejemplo podemos citar la ciudad de Leptis Magna, localizada en un buen puerto natural en la costa tripolitana, fundación fenicia del siglo VI; fue el lugar de origen del emperador Septimio Severo.
Tal y como acabamos de ver, los resultados de la urbanización romana fueron desiguales en la mitad este y oeste del Imperio, pero en todas partes Roma consiguió llevar exitosamente la vida urbana a las provincias; como se aprecia en el gran número de ciudades fundadas e, incluso, en la continuación de su existencia cuando el Imperio se derrumbó.
La emergencia del cristianismo comportó grandes cambios: la vida secular se volvió menos importante que la futura, las reuniones en las iglesias reemplazaron los encuentros de masas característicos de la vida social pagana, hasta el punto que estos eventos fueron desapareciendo. Las primeras iglesias se construyeron cerca de la gente, en las zonas residenciales.

Abreviaturas


ca.circa

D dinastía

E este

ha hectárea/s

m metros

N norte

NO noroeste

O oeste

S sur

SE sureste

SO suroeste

Glosario

acrópolis
Parte alta de la ciudad, ciudadela; en el caso de Atenas era el centro religioso de la ciudad.
ágora
Plaza pública en las ciudades griegas. Originalmente era el lugar donde se reunía la asamblea de los ciudadanos y donde tenía lugar el mercado.
arx
Término que designaba en latín la ciudadela, es decir, la parte alta de una ciudad.
basílica
En época romana era un gran espacio cubierto destinado a funciones judiciales, políticas y económicas. Su interior estaba dividido en tres naves.
caldeos
Pueblo de organización tribal que ocupaba las marismas de los cursos bajos del Tigris y del Éufrates. A finales del siglo VII se hicieron con el trono de Babilonia y heredaron las tradiciones urbanas existentes en el sur mesopotámico.
cardo maximus
Calle principal que atraviesa una ciudad romana y que se cruza en el centro con el decumanus maximus en el foro.
cippus
Pequeña columna o piedra cuadrangular que acostumbra a estar inscrita con un texto.
curia
En época romana designaba el edificio del foro que acogía las reuniones de las asambleas cívicas del senado y también las religiosas.
damnatio memoriae
Práctica que consistía en borrar las inscripciones y toda huella dejada por una determinada dinastía o personaje, con el fin de cancelar su memoria.
decumanus maximus
Calle principal que atraviesa una ciudad romana y que se cruza en el centro con el cardo maximus en el foro.
dēmos
Este término hace referencia, tanto al territorio, como a la gente que vivía en él.
éthnos
(pl. éthnē, ‘tribu’, ‘nación’, ‘pueblo’) término que designa a un grupo de población con una identidad y un territorio comunes pero que no están unidos políticamente, sino que mantienen su autonomía. Las formas más puras de éthnos se dieron en el norte del Peloponeso.
foro
Es el equivalente romano del ágora como centro de la vida pública. Bajo la influencia griega se fueron añadiendo pórticos y se tendió a un plan rectangular. La diferencia con el ágora griega reside, esencialmente, en que mientras que ésta es un espacio abierto, el foro se fue cerrando con tiendas, oficinas y pórticos.
medos
Pueblo de pastores procedentes del centro de los Zagros. Durante el siglo VIII fortificaron ciudades en lugares estratégicos. Los conocemos por fuentes externas: asirias y griegas (Heródoto).
oikos
Unidad familiar, tanto la propiedad como la familia, incluyendo sirvientes y esclavos; constituye la unidad socioeconómica básica de la sociedad griega.
pax romana
Con este nombre se conoce el período que abarca los dos primeros siglos de la era cristiana, cuando el Imperio romano disfrutó de una época de paz, seguridad y prosperidad sin precedentes. Este hecho tuvo importantes repercusiones en el desarrollo de la vida urbana.
piedra de Palermo
Es una estela de basalto grabada por las dos caras con la lista de los reyes desde la I Dinastía (Aha) hasta Neferirkare (tercer rey de la V Dinastía). Datada ca. 2400, recibe este nombre porque se conserva en el Museo Arqueológico Regional de Palermo. Se remonta a los orígenes mitológicos, cuando Horus concedió el trono a un rey humano. En el registro superior aparecen consignados los años en base a algún acontecimiento importante. En el registro inferior se anota la altura del Nilo.
polis
Término que designa la ciudad estado griega de época clásica. La polis comprende generalmente una ciudad (asty) y su territorio (chora).
sinecismo
Syn-oikismós, ‘cohabitación’, ‘el hecho de tener los oikos juntos’. Se trata del proceso de unificación política por el cual diversas comunidades aceptan tener un único centro político.
stoa
Pórticos de columnas cubiertos que flanquean el espacio del ágora y que tienen diversas funcionalidades: tiendas, mesas de banqueros, de libreros, de mercaderes, escuelas, etc.
zigurat
Torres escalonadas, de planta generalmente cuadrangular con los ángulos orientados a los puntos cardinales, erigidas en nombre de una divinidad. El término zigurat deriva del verbo acadio zaqārum , que significa ‘destacar’, ‘alzarse’.

Bibliografía

Bard, Kathryn A. (2008). An introduction to the Archaeology of Ancient Egypt. Oxford: Blackwell Publishing.
Beard, Mary (2008). Pompeii, The Life of a Roman Town. London: Profile Books.
Butterlin, Pascal (2003). Le temps Proto-urbains a Mésopotamie: contacts et acculturation à l’èpoque d’Uruk au Moyen-Orient. Paris: CNRS.
Boardman, John (1999). Los Griegos en ultramar: comercio y expansión colonial antes de la era clásica. Madrid: Alianza.
Kemp, Barry (1992). El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona: Crítica.
Lippolis, Carlo (ed.) (2007). Ninive: il palazzo senza eguali di Sennacherib. Milano: Cinisello Balsamo: Silvana.
Liverani, Mario (2006). Uruk. La primera ciudad. Barcelona: Bellaterra.
Margueron, Jean-Claude (1996). Los Mesopotámicos. Madrid: Cátedra.
Margueron, Jean-Claude (2013). Cités invisibles: la naissance de l’urbanisme au Proche-Orient ancien: approche archéologique. Paris: Geuthner.
Murray, Oswin; Price, Simon (eds.) (1990). The Greek City. From Homer to Alexander. Oxford: Clarendon Press.
Oates, Joan & David (2001). Nimrud: an Assyrian imperial city revealed. London: British School of Archaeology in Iraq.
Oates, Joan (1986). Babylon. London: Thames and Hudson.
Owens, E. J. (1991). The City in the Greek and Roman world. London & New York: Routledge.
Shaw, Ian (ed.) (2007). Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La Esfera de los Libros.