El cómo y el porqué de la psicología social

  • Tomás Ibáñez Gracia

     Tomás Ibáñez Gracia

    Doctor en Psicología y catedrático de Psicología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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Introducción

Presentación
La psicología social es una disciplina científica que estudia de qué manera están determinados y conformados, los fenómenos psicológicos, por procesos sociales y culturales. A lo largo de su historia son muchas las temáticas que se han tratado con esta finalidad. Mientras que en sus inicios, los temas fundacionales tenían relación únicamente con los instintos sociales, la imitación, la sugestión y los fenómenos colectivos, en su posterior institucionalización destacan temas como el análisis de la formación de la identidad social, los procesos de normalización y socialización, la formación y cambio de las actitudes, la violencia y la agresión social, y los procesos de influencia (mayoritaria y minoritaria), conformidad y obediencia. De la misma manera, en paralelo a todo este conjunto de investigaciones y modelos teóricos, encontramos en la disciplina una permanente reflexión sobre su aplicabilidad y la posibilidad de intervenir en los problemas sociales.
Psicología social
La psicología social es una disciplina científica que estudia de qué manera los fenómenos psicológicos están determinados y conformados por procesos sociales y culturales.
Tres puntos determinan en buena medida la historia de la disciplina. En primer lugar, la definición que se hace tanto de lo social, como de lo psicológico. En segundo lugar, la conceptualización que se proporciona de su relación. Y en tercer lugar, la propuesta metodológica que se realiza para el estudio de esta relación. De manera bastante consensuada, se admite que desde el nacimiento de la psicología social se perfilan dos grandes perspectivas: la psicología social psicológica y la psicología social sociológica. La primera admite que es posible proporcionar definiciones diferenciadas tanto de los fenómenos psicológicos, como de los sociales. También admite que entre tales fenómenos existe relación, pero que ésta es de mera superficialidad. Y finalmente mantiene que es posible utilizar los métodos de las ciencias positivas para analizar esta relación y encontrar leyes generales que la regulen. En oposición a este posicionamiento, la segunda sostiene que lo sociológico y lo social son como un tejido sin costuras, por lo que resulta difícil concretar un límite que marque dónde empieza cada uno de los fenómenos. En consecuencia, la relación que se postula entre procesos psicológicos y sociales es de mera interioridad y se apuesta por el uso de métodos interpretativos para entenderla. Para esta perspectiva, la dimensión simbólica de la realidad es crucial a la hora de entender cómo se constituye lo psicológico a partir de lo social.
En el primer módulo se revisan las principales cuestiones relacionadas con la emergencia y constitución de la psicología social como disciplina científica. Sus objetivos pretenden proporcionaros: a) una caracterización de la psicología social a partir de su historia; b) una imagen general de los temas que ha investigado durante su desarrollo; c) las grandes orientaciones que han emergido en la disciplina; d) la definición y aproximación que se realiza de la realidad social; e) la relevancia que adquiere lo simbólico en la psicología social y; f) la indisoluble unidad que se postula entre los fenómenos psicológicos y sociales.
Introducción
Existen diferentes versiones del origen de la disciplina y diferentes maneras de responder a la pregunta del cómo y el porqué de la psicología social. Algunos autores encuentran este origen en la filosofía de la Grecia clásica. Otros en la filosofía moral de la Ilustración. No obstante, lo más frecuente es considerar que todas estas referencias no son más que ideas y reflexiones sobre psicología social, pero de ninguna manera psicología social en sentido estricto. En tanto que disciplina científica y campo de estudio con identidad propia, su origen se podría localizar en la segunda mitad del siglo XIX en un amplio conjunto de estudios realizados en diferentes países de Europa. Así, "la psicología social tendría un largo pasado pero una breve historia".
Dado que antes de finales del siglo XIX no hay psicología social ni en forma ni en contenido, lo que encontramos en etapas previas son reflexiones pertenecientes al ámbito del pensamiento o filosofía social. Algunas cuestiones centrales que habría que considerar en este pensamiento son:
Un largo pasado
La psicología social tiene un largo pasado pero una breve historia.
a) Si la persona, en tanto que individuo, es única o idéntica a las demás.
b) Si la persona es producto de la sociedad o, a la inversa, la sociedad es una función de los individuos que la componen.
c) Si la relación entre individuo y sociedad es un problema con sentido o la expresión de una ideología latente.
d) Si la naturaleza de los seres humanos es egoísta y necesita de procesos de socialización o si los seres humanos son sociales por naturaleza.
e) Si las personas son agentes libres o están determinados por fuerzas sociales y culturales.
Pero la localización del origen histórico de la disciplina no es el único problema con el que se encuentra una aproximación general de la psicología social. Otro problema muy importante reside en cómo se presenta la disciplina. Esta presentación va siempre relacionada a posicionamientos teóricos, metodológicos, epistemológicos e ideológicos previos.
De esta forma, el módulo que tenéis en las manos está escrito desde la apuesta por una psicología social de cariz sociológico. Esto conlleva diferentes consecuencias. En primer lugar, significa que en la aproximación a la disciplina se enfatiza la importancia que tiene la historicidad de los fenómenos sociales y del conocimiento que podemos elaborar sobre los mismos. Esta historicidad muestra el carácter cambiante de la realidad social y se aleja de la necesidad de considerar los fenómenos psicosociales como acontecimientos universales prefijados y propios de una naturaleza humana que trascendería sus determinantes culturales. En segundo lugar, nos encontramos con que se acepta sin ninguna reserva que los fenómenos psicológicos están socialmente construidos, de manera que lo social y lo psicológico son dos caras de la misma moneda. Finalmente, encontramos que a la hora de explicar y comprender la relación entre lo social y lo psicológico, la dimensión simbólica aparece como factor determinante. Esto es así hasta tal punto, que pasa a ocupar el primer plano en nuestros análisis.
Pero, todo esto podría ser diferente. Por ejemplo, si se consulta el manual ya clásico que E. Aronson editó en 1954 con el título Handbook of Social Psychology, escrito desde la denominada psicología social psicológica, la realidad social que se describe se caracteriza por los rasgos siguientes:
a) No manifestar su aspecto simbólico.
b) Constituir un mundo percibido antes que interpretar en relación con los otros. Es decir, la realidad cotidiana parece depender más de los propios esquemas perceptivos del individuo que de los procesos de producción y reproducción social.
c) Mostrar a personas, que se guían por pequeños indicadores estimulantes que observan en el ambiente o en otras personas, como si fueran meros receptáculos llenos de normas y sin capacidad de agencia.
d) Creer que los grupos elaboran normas de convivencia para que cada uno de ellos encuentre su función social en un universo armonioso donde no hay lugar para el conflicto.
e) Rechazar las relaciones de poder determinantes que imponen presiones y generan estructura social y determinación de la identidad.
Y los supuestos metodológicos que se manejan:
a) Obedecen a criterios completamente positivistas.
b) Depositan toda la acción de producción de conocimientos en el experimento de laboratorio.
c) Se asume que el conocimiento es acumulativo.
d) Se aspira a formular leyes generales del comportamiento social del individuo.
No obstante, el problema todavía se complica más si pensamos que incluso las presentaciones que se pueden hacer de la psicología social dentro de una misma perspectiva varían ostensiblemente. Por ejemplo, si revisáis tanto la introducción, como la definición de psicología social que Ignacio Martín-Baró ofrece en 1996 en su obra Entre el individuo y la sociedad. Acción e ideología, encontraréis importantes similitudes y diferencias con este primer módulo. Entre las primeras tenemos que, para el autor, el sentido y el significado son clave en la comprensión de la realidad y la acción social. Además, asume que persona y sociedad se constituyen mútuamente, sin que puedan entenderse la una sin la otra.. Y, finalmente, defiende la necesidad de superar la intención positivista de "entender, predecir y controlar" la conducta. Todo esto coloca su propuesta en la línea de lo que se ha formulado en el material que tenéis en las manos.
Pero las diferencias empiezan a aflorar cuando prestamos atención al rumbo que toma la mencionada superación del objetivo positivista. Martín-Baró defiende que el abandono de este objetivo debe posibilitar una mayor libertad individual y grupal mediante la toma de conciencia sobre los determinismos sociales de la acción. Un conocimiento más a fondo de estos determinismos abre la posibilidad tanto de opciones más personales, como de acciones más conscientes. La diferencia con la propuesta que encontraréis en este primer módulo radica en el hecho de que lo simbólico pasa a un segundo plano y la acción de la ideología adquiere la máxima relevancia para la psicología social. El autor propone que el papel de la estructura socioeconómica es determinante en el ser y el actuar de las personas. Estructura objetiva que está más allá de los procesos de construcción social.
La propuesta de Martín-Baró se realiza desde un contexto de fuerte conflicto social y es completamente deudora de un posicionamiento político claro. El autor elabora un texto desde la realidad centroamericana. Huye de las psicologías sociales atemporales y formalistas y apuesta por dotar a la disciplina de un fuerte carácter de denuncia y crítica social. Esto se hace patente cuando se define la psicología social como el estudio científico de la acción en cuanto ideológica, entendiendo por ideología aquellos esquemas cognoscitivos y valorativos producidos por los intereses objetivos de la clase dominante en una sociedad determinada e impuestos a las personas que los asumen como propios.
Si en nuestra introducción el carácter histórico, tanto de la realidad social como del conocimiento que producimos sobre la misma y la dimensión simbólica de ésta, aparece en un primer plano, definiendo y proporcionando a la disciplina un aspecto determinado, básicamente analítico y teórico; en el caso de la propuesta que nos hace Martín-Baró, estos elementos pasan a un discreto segundo plano. De manera que la importancia que tiene la ideología en la determinación de la realidad social ocupa la primera línea de sus formulaciones y propone que la psicología social actúe como herramienta crítica de los dispositivos de poder que se ponen en funcionamiento con esta finalidad.
Como podéis apreciar, los efectos que se derivan de cómo se presenta la disciplina son importantes y notorios. En el caso de la obra de Martín-Baró, nos muestra en qué consiste una consideración de la psicología social como compromiso político, como herramienta de crítica del statu quo y cómo apuesta por una liberación de la conciencia ideológicamente alienada de los individuos. Para él, el ejercicio científico de la disciplina está al servicio de unos grupos oprimidos y aspira a una pedagogía de su liberación. Tanto la introducción de Aronson como la nuestra constituyen presentaciones con efectos diferentes. El primero exhibe una disciplina que aspira a constituirse en una clase de tecnología que gestione la relación individuo-sociedad. Al contrario, este módulo presenta una psicología social de corte más teórico que aspira a comprender e interpretar los procesos psicosociales en sus dimensiones históricas y simbólicas. Las temáticas relacionadas con la aplicabilidad de la materia y con los compromisos políticos aparecen en un segundo plano.

Objetivos

Este módulo constituye una invitación a dar un paseo por el variado y rico paisaje que ofrece la psicología social. En efecto, utilizando una metáfora geográfica, podríamos decir que en su recorrido por la psicopedagogía, la psicología social se presenta como un territorio de paso obligado en el que el viajante debe adentrarse y que debe explorar con curiosidad. Para que este paseo resulte más ameno, y quizá más provechoso, os ofrecemos la compañía de un guía que os indicará el trayecto más conveniente. Sin embargo, eso sí, no debéis olvidar que otro guía os habría conducido por otros caminos y que, al acabar este viaje, solamente habréis conocido una de las posibles rutas a través de la disciplina.
  1. Definir o caracterizar la psicología social a partir de la historia de su configuración como disciplina.

  2. Definir o caracterizar la psicología social a partir de los grandes temas que ha investigado.

  3. Conocer cuáles han sido y cuáles son las grandes orientaciones teóricas que se manifiestan en el seno de la psicología social.

  4. Analizar las aportaciones de la psicología social para la comprensión de la realidad social e intervenir en ella.

  5. Explicar por qué la psicología social afirma que se da una imbricación indisociable entre lo psicológico y lo social.

De manera complementaria, este módulo os proporcionará las informaciones y los instrumentos para que podáis analizar con más detenimiento los aspectos siguientes:
La importancia de la dimensión simbólica en los procesos psicosociales.
La necesidad de desnaturalizar los fenómenos psicológicos, es decir, de situarlos como fenómenos culturales.
Las implicaciones de una perspectiva construccionista en el campo de la psicología social.

1.La dimensión social

1.1.La separación entre lo que es social y lo que es psicológico

Nadie duda de que el ser humano es un ser plenamente social que necesita la presencia y las aportaciones de los demás para desarrollarse satisfactoriamente. Por decirlo de alguna manera, los demás conforman el tejido de relaciones, de estímulos y, en definitiva, el entorno en cuyo seno, como si se tratara de un nido, el bebé se encuentra acogido y amparado. Nadie duda tampoco de que este entorno social, cambiante a medida que la persona se va desarrollando, pero siempre presente y siempre indispensable, le marcará profundamente y configurará progresivamente su propia manera de ser. Basta con leer los estudios que se han realizado sobre algunos casos de niños que han sido privados demasiado pronto de las relaciones sociales habituales para ver cuáles son los efectos catastróficos de la falta de un entorno social satisfactorio (hospitalización, fuertes carencias sociales, niños aislados y encerrados en casa por sus padres durante años...). También resulta suficiente comparar entornos sociales muy diferentes para ver que las personas que se han desarrollado en estos diferentes entornos presentan, entre ellas, diferencias profundas.
Pero, aunque nadie pone en duda la importancia y la influencia que tienen los factores sociales en la configuración psicológica de los seres humanos, no hay en cambio, ningún consenso en el grado en que la dimensión social incide sobre los procesos psicológicos, y todavía menos en la manera como se realiza esta incidencia. Hace unos cuantos años se desarrolló un intenso debate sobre el papel que tienen la naturaleza y la cultura en la formación de la persona: ¿nacen algunos niños con propensión a la agresividad, igual que otros niños nacen con los cabellos más claros que otros, o son las condiciones de su existencia las que provocan que un niño sea más propenso que otro a la agresividad? Preguntas como éstas alimentaron una polémica que ocupó muchos años antes de llegar a la conclusión de que era imposible separar ambos componentes para ver cuál era el impacto de cada uno. La discusión desembocó en un cierto acuerdo en cuanto a la incesante e inextricable interacción entre lo innato y lo que se adquiere.
Las condiciones biológicas

Esta citación de Henri Laborit ilustra la idea según la cual existe una matriz básica que condiciona la influencia de los factores sociales: "Sea cual sea el medio social en el que nace (el individuo) y que le envuelve en los primeros años de su existencia, lo que organizará su aprendizaje de la vida social serán esencialmente las pulsiones fundamentales y específicas, aquellas que resultan de la organización de su matriz biológica, de su sistema nervioso más primitivo, de todos sus centros subcorticales".

Henri Laborit (1975). Introducción a una biología del comportamiento. Barcelona: Península.

Aun así, hay muchos que consideran que, a pesar de las dificultades que supone el intento de separarlas, existen, sin embargo, dos realidades muy diferentes que son: la realidad psicológica, por un lado, y la realidad social, por el otro. Se trata de la idea de que la parte psicológica aparece primero y constituye la materia básica, mientras que la social va después y nutre la psicológica con contenidos concretos y dándole formas particulares.
Una de las metáforas subyacentes en esta concepción es la metáfora de la plastilina. La parte psicológica sería la plastilina, es decir, la materia básica, mientras que la social modelaría esta plastilina para dar formas diferentes según los diferentes entornos socioculturales. Otra metáfora que encontramos tras de la mencionada concepción es la metáfora del barniz. La parte social sería el barniz que se aplica encima de la psicológica y da tonos, brillos y colores diferentes según las diferentes culturas. Pero bastaría con rascar este barniz para ver aparecer por debajo una realidad psicológica idéntica para todos los seres humanos. Así, por ejemplo, se admite que los acontecimientos que provocan risa o enojo en una persona cambian si esta persona pertenece a la cultura japonesa o a la cultura alemana, pero se afirma que la risa o el enojo son emociones universales propias de la psicología humana. Se reconoce que las personas manifiestan la alegría o la ira de manera diferente según las diferentes culturas, pero se afirma que estas diferentes manifestaciones siempre constituyen el reflejo de unas emociones básicas y universales.

1.2.El impacto de los estímulos sociales sobre los procesos psicológicos

Precisamente se habla en este sentido del impacto de los factores sociales en los procesos psicológicos. Muchos de los estudios realizados por los psicosociólogos se encaminaron a poner de manifiesto y a acotar este impacto. La idea de que existen dos realidades muy diferenciadas, la psicológica y la social, y que conviene estudiar, por lo tanto, el impacto de lo social en lo psicológico, ha sido tan influyente que merece que la presentemos aquí detalladamente. Para empezar, daremos un ejemplo en el campo de la percepción.
Como ya sabéis, se producen ilusiones perceptivas que distorsionan la visión que tenemos de las cosas.
Ilusiones perceptivas
Ilusiones perceptivas
Las ilusiones perceptivas no sólo nos ponen en guardia contra el crédito que debemos conceder a nuestras percepciones, por muy evidentes que nos parezcan, sino que también informan a los psicólogos de las peculiaridades del sistema visual humano y nos ayudan a establecer una psicología de los mecanismos perceptivos. Ahora bien, no son únicamente los factores geométricos y espaciales los que generan ilusiones perceptivas, también los factores sociales presentan esta propiedad. En un conocido experimento, Bruner y Postman pidieron a un conjunto de niños que dijeran, entre una serie de fichas circulares que se les presentaba, cuál se parecía más a otra ficha que se les mostraba como modelo. Cuando el estímulo modelo era una simple cartulina, los niños seleccionaban, con bastante acierto, la ficha de tamaño más parecido al modelo, pero cuando el modelo era una moneda, los niños tendían a seleccionar una ficha significativamente mayor. Así pues, el valor social que tiene el dinero provocaba una sobreestimación perceptiva del tamaño del soporte físico en el que el dinero se materializa.
Muchos otros experimentos, del estilo de los que realizaron Bruner y Postman, han dejado claro, por lo tanto, que los factores sociales también inciden en los procesos perceptivos. A partir de otros experimentos se ha llegado a la conclusión de que los factores sociales inciden no sólo en la percepción, sino también en el resto de procesos psicológicos que configuran el ser humano.
Lo valioso es más grande
Los círculos 1, 2, 3, 4, 5 de la figura siguiente representan las fichas de cartón entre las que el niño debe escoger la que se parece más a las fichas A o B que le dan.
A y B son de tamaño idéntico, pero A es una ficha de cartón y B es una moneda. La ficha núm. 3 tiene el mismo diámetro que A y B y es, por lo tanto, la ficha adecuada; la ficha núm. 4 tiene un diámetro superior. La flecha indica la elección que ha hecho el niño. Cuando compara la ficha A con el resto, escoge correctamente la ficha núm. 3. En cambio, escoge la núm. 4 cuando compara la ficha B (moneda).
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La idea según la cual los factores sociales impactan en los procesos psicológicos descansa en la base de una concepción de la psicología social que la sitúa como disciplina complementaria de la misma psicología. Según esta concepción, la psicología estudia los procesos psicológicos básicos que se dan en el individuo, mientras que la psicología social estudia la manera como estos procesos psicológicos se ven afectados por los fenómenos sociales.

1.3.Intersección entre sociología y psicología

Existe otra disciplina que tiene por objeto estudiar los fenómenos sociales, la sociología. La psicología social se situaría, por lo tanto, en la frontera que separa la psicología y la sociología. Más concretamente, se ha considerado que la psicología social se sitúa en la intersección entre ambas disciplinas.
En el espacio delimitado por la intersección se encuentran los fenómenos psicológicos demasiado cargados de determinaciones sociales como para que la psicología los analice debidamente, y los fenómenos sociales demasiado cargados de determinaciones psicológicas como para que la sociología los analice debidamente, es decir, los fenómenos cuyo estudio es competencia de la psicología social.

1.4.La fusión entre lo que es social y lo que es psicológico

Por muy influyente y por muy convincente que haya sido esta forma de entender la psicología social, debemos preguntarnos si es correcto observar la dimensión social como una dimensión sobreañadida de la dimensión psicológica que se limita simplemente a impactar. Cada día hay más psicólogos que se alejan de esta concepción y que cuestionan la supuesta separación entre lo social y lo psicológico. La importancia creciente que se ha concedido al lenguaje en el desarrollo de la persona ha contribuido decisivamente a difuminar la separación entre lo psicológico y lo social (1) .
(1) El lenguaje es un objeto eminentemente social, que se presenta al mismo tiempo como un producto y como un elemento constitutivo de la cultura en la que se desarrolla la persona. Pieza clave para el desarrollo del pensamiento, el lenguaje es lo que proporciona al niño las categorías que le servirán para estructurar la percepción del mundo, para estructurar la afectividad, para desarrollar las relaciones con los demás.
El lenguaje y el mundo

A la vez que subraya el carácter convencional del lenguaje, esta citación del antropólogo Benjamin Lee Whorf enfatiza el papel que ejerce el lenguaje en nuestra construcción de la realidad.

"Disecamos la naturaleza siguiendo unas líneas trazadas por nuestra lengua materna. Las categorías y los tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no los encontramos en la realidad, allí... sino que, al contrario, el mundo se presenta como un flujo de impresiones caleidoscópicas que nuestras mentes deben organizar, y eso, en gran medida, significa que los sistemas lingüísticos de nuestras mentes lo tienen que organizar. Hacemos añicos la naturaleza, la organizamos en conceptos y le adscribimos significados, y lo hacemos de esta manera, en gran medida porque estamos vinculados con un pacto para organizarlo todo de esta manera: convenio que se mantiene estrictamente dentro de nuestra comunidad idiomática y que se codifica en los patrones y en los modelos de nuestra lengua. No hay que decir que este pacto es implícito e informulado, pero sus términos y sus cláusulas son absolutamente obligatorios; no podremos decir nada a menos que suscribamos todos los datos de organización y clasificación que el mencionado pacto decreta como vinculantes y los aceptemos enteramente."

Benjamin Lee Worf (1956). Language, Thought, and Reality. New York: The Technology Press y John Wiley and Sons.

1.5.La construcción social de lo que es psicológico

Así pues, podemos afirmar que el elemento social está directamente presente en el desarrollo mismo de los procesos psicológicos a través del lenguaje y, más generalmente, podemos considerar que, gracias a su relación con los otros, el elemento social interviene desde el primer momento en la construcción de los procesos psicológicos. Psique y sociedad no son dos realidades independientes vinculadas entre sí por meras relaciones de influencia recíproca, sino que constituyen un todo inextricablemente entrelazado. La dimensión social no corre paralelamente a la dimensión psicológica, sino que es constitutiva de ella.
Lecturas recomendadas

El libro siguiente nos permite observar cómo inciden las variables culturales en nuestras relaciones sociales:

Edward T. Hall (1973). La dimensión oculta. Madrid: Colección Nuevo Urbanismo. Instituto de Estudios de Administración Local.

Podemos encontrar una de las mejores ilustraciones de la importancia del lenguaje y los significados en el extraordinario libro publicado por el psicólogo Jerome Bruner (1991). Actos de significado. Mas allá de la revolución cognitiva. Madrid: Alianza.

También podéis consultar Gustav Jahoda (1992). Crossroads between culture and mind. London: Harvester.

Esta idea no resulta fácil de asimilar, porque cuando pensamos en la sociedad, pensamos habitualmente en algo exterior al individuo, un elemento que lo rodea, algo en cuyo seno se encuentra el individuo y que, por lo tanto, le influye, de la misma manera que le influye el entorno ecológico, en cuyo seno también se encuentra, pero que le influye desde fuera y al que, simplemente, tiene que adaptarse.
Nuestra mente organiza las expresiones que reciben del mundo.
Nuestra mente organiza las expresiones que reciben del mundo.
Para vencer la dificultad que nos impide entender plenamente que lo social es constitutivo de lo psicológico, debemos abandonar esta separación entre individuo y sociedad, y quizá la referencia al lenguaje nos puede ayudar a conseguirlo. Preguntémonos, por ejemplo: ¿dónde está el lenguaje, dentro o fuera de nosotros? Tropezamos con muchos problemas si no contestamos que el lenguaje se encuentra dentro y fuera de nosotros, es decir, ambas cosas al mismo tiempo y de manera inseparable. En efecto, si no se encontrara fuera no podríamos adquirirlo y no podríamos comunicarnos con los demás.
La comunicación es posible porque el lenguaje está fuera, lo que permite que los demás accedan a él igual que nosotros. Pero si no estuviera dentro, ni siquiera podríamos saber que existe y, sin duda, tampoco podríamos comunicarnos plenamente con los demás. La comunicación es posible porque disponemos del lenguaje, porque está instalado en nuestro interior igual que el resto de capacidades de que disponemos y porque podemos utilizar esta capacidad para construir desde nuestro interior todos los enunciados que emitimos hacia los demás. Sucede lo mismo con lo social. Se encuentra dentro y fuera de nosotros al mismo tiempo. No podría estar fuera, si no estuviera dentro, y viceversa. Desde esta perspectiva, el objeto que define la psicología social como disciplina deja de ser el estudio del impacto que tienen los factores sociales en los procesos psicológicos y pasa a definirse como el estudio de la construcción social de los procesos psicológicos.
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2.La genealogía de la psicología social

2.1.Los antecedentes: Vico y los significados compartidos

Como es natural, existen diferentes versiones del origen de la psicología social. Resulta bastante frecuente entre los psicosociólogos remontar esta disciplina a la época de la Grecia clásica y remitir a las obras de Platón y de Aristóteles para encontrar los primeros esbozos de una consideración psicosociológica del ser humano. Dejando a un lado estas obligadas referencias a la antigüedad, muchos psicólogos sociales coinciden en situar el inicio de la psicología social hacia mediados del siglo XIX, y algunos ven en la obra del filósofo francés Auguste Comte, padre del positivismo, las primeras definiciones de la disciplina. Pero también pueden tomarse otros puntos de referencia y, por nuestra parte, nos parece que la obra del filósofo italiano Giambattista Vico, del siglo XVIII, constituye un punto de partida mucho más interesante para ubicar los primeros pasos de la disciplina.
La importancia de la historia

"[...] una ciencia social que asuma que puede romper con el pasado desde el que ha surgido perderá inevitablemente la perspectiva del futuro hacia el que debería tender."

Serge Moscovici (Ed.). (1986). Changing conceptions of leadership. New York: Springer Verlag.

En efecto, Giambattista Vico desarrolló una serie de conceptos que posteriormente fueron claves para la psicología social. En primer lugar, Vico desarrolló la idea según la cual las sociedades presentan una dimensión histórica ineludible: se constituyen, evolucionan y cambian en el transcurso de la historia. Esta idea, que hoy nos parece tan sencilla y evidente, requirió, en cambio, muchos esfuerzos para constituirse y ser comúnmente aceptada, porque el carácter concreto de la sociedad se halla tan presente en la persona, que nace y se desarrolla como si siempre hubiera existido y fuera inmutable.
Vico también insistió en el carácter construido de la sociedad. Para él, la sociedad es un producto puramente humano que resulta de la actividad desarrollada por los individuos. Esta idea, que hoy aceptamos fácilmente, también fue de difícil elaboración. La sociedad parece tan insensible a los efectos que pueden resultar de la actividad de una persona particular, que resulta difícil vincular su existencia con las personas concretas que la constituyen. Lo más razonable consistía, por lo tanto, en situar su origen y nacimiento fuera del ámbito de las actividades humanas, por ejemplo, en la voluntad de los dioses.
Vico Giambattista (Nápoles, 1668-1744)
Filósofo italiano, autodidacta, fue profesor de Retórica en la Universidad de Nápoles. Convirtió el racionalismo en un historicismo, al presentar la razón como una realidad que actúa por sí misma con una inagotable fecundidad creadora. El propósito de su gran obra Principio di una scienza nuova de intorno alla comune naturaleza delle nazioni (1725) era mostrar el papel fundamental agente de las ideas en la historia, el lugar de realización del hombre, y de buscar el verdadero conocimiento de la naturaleza humana.
Conocemos mejor lo que hemos construido nosotros mismos

"... el mundo de la sociedad civil ha sido construido, sin lugar a dudas, por los hombres... Por lo tanto, hay que buscar sus principios en las modificaciones de la mente humana. Cualquiera que reflexione al respecto sólo puede maravillarse del hecho de que los filósofos hayan puesto todos sus esfuerzos en el estudio del mundo natural que solamente Dios puede conocer, ya que él es quien lo ha creado, y que hayan dedicado, en cambio, tan pocos esfuerzos al estudio del mundo de las naciones, o mundo civil, ya que, a causa de haberlo creado los mismos seres humanos, pueden llegar a conocerlo".

Giambattista Vico (1729). La nueva ciencia. Barcelona: Planeta, 1973.

Pero Vico investigó sobre todo la manera como se iban constituyendo las significaciones compartidas, que constituyen el fundamento de una sociedad y sin las cuales no sería posible la interacción entre quienes la integran. Vico nos explica, de una manera que hoy podemos considerar simplista pero que revela una profunda sensibilidad psicosocial, cómo se constituyeron los primeros significados compartidos a partir de las reacciones comunes que presentaban los seres humanos ante los acontecimientos naturales. Por ejemplo, ante los truenos y los relámpagos de una tormenta, corrían a refugiarse en cuevas y otros refugios, de manera que desarrollaron conjuntamente una misma actividad en un mismo momento y ante estímulos idénticos. Estas reacciones comunes, con los gestos y las conductas que implicaban, fueron estableciendo poco a poco las bases para construir códigos de comunicación y significados compartidos.

2.2.Formación de la psicología social en la Europa del siglo XIX

Todavía debemos esperar casi un siglo desde la publicación de la obra pionera de Vico para que la psicología social empiece a constituirse como un campo de estudio claramente diferenciado. En realidad, esto no sucede hasta la segunda mitad del siglo XIX, con una serie de estudios realizados en diferentes países europeos. Desde el primer momento se vislumbran dos grandes orientaciones: una centrada en el individuo y en los determinantes innatos de las conductas sociales, y otra centrada en las grandes colectividades humanas y en los determinantes culturales de las mencionadas conductas.
En el marco de la primera de estas orientaciones se pone énfasis en los instintos sociales que empujan al individuo a desarrollarse como ser social, buscando el contacto con sus congéneres (instinto gregario) y aprendiendo las pautas del comportamiento social (instinto de imitación). La otra orientación pone el acento en los factores culturales que regulan la socialización de las personas y que marcan su vida social, prestando una atención muy particular a la sedimentación de la historia de los pueblos en sus lenguas, sus creencias y sus tradiciones culturales. Por ejemplo, desde esta segunda perspectiva Wilhelm Wundt desarrolla a finales del siglo XIX y comienzos del XX una obra muy importante y voluminosa sobre la psicología de los pueblos.

2.3.El desarrollo de la psicología social en EE.UU.

Aunque se va perdiendo poco a poco el interés por unos supuestos instintos sociales, gran parte de la psicología social mantiene la preocupación por los fenómenos individuales, hecho que dará lugar a lo que algunos autores han denominado la psicología social psicológica (PSP), que conocerá un importante desarrollo en EE.UU. durante el siglo XX y que influirá, a partir de este momento, sobre la psicología social desarrollada en otros lugares del mundo.
Paralelamente a la psicología social psicológica se desarrolla, también en EE.UU., una psicología social sociológica (PSS), más próxima a los planteamientos de Wundt, pero que no alcanza un grado de difusión parecida al de la PSP; esta corriente queda circunscrita básicamente al ámbito de la sociología.
La diferencia entre estas dos psicologías sociales en cuanto a enfoques teóricos resulta clara. Mientras que en la primera se toma los fenómenos sociales y a los individuos como unidad de análisis y se estudian especialmente la conducta social y el impacto de los estímulos sociales en los procesos psicológicos, en la otra orientación se toman la interacción social y la dimensión social como unidades de análisis, y se estudian sobre todo las características de la vida colectiva y su repercusión en la configuración social de las personas.
Junto con estas diferencias de naturaleza teórica también se manifiestan diferencias metodológicas. Mientras que la PSP recurre con frecuencia a la experimentación en laboratorio o a diseños experimentales en situaciones naturales, la PSS se inclina por los estudios de campo, la observación sistematizada y la recogida de datos en situaciones de la vida cotidiana.
La separación y, en ocasiones, el enfrentamiento entre estas dos perspectivas se ha atenuado después de la importante crisis por la que pasó la PSP a finales de los sesenta. Como consecuencia de esta crisis, parte de la PSP se ha acercado a los planteamientos de la PSS y ha desarrollado una tercera vía, que intenta superar la división disciplinar entre psicología y sociología, restituyendo a la dimensión social toda la importancia que tiene en el análisis psicosocial y rescatando el papel fundamental del lenguaje en la construcción de los fenómenos psicológicos. Esta tercera vía ha recibido el nombre de psicología social construccionista (PSC).
La rápida exposición de la genealogía de la psicología social que acabamos de leer nos ha hecho sobrevolar en pocos párrafos más de dos siglos de historia hasta llegar al momento actual. Es necesario remontarnos, ahora, a los inicios de la disciplina, para estudiar más detenidamente cuáles fueron los grandes temas que ocuparon la atención de los primeros investigadores y que favorecieron la progresiva constitución de la psicología social.

2.4.Los temas fundacionales: instintos sociales, imitación, sugestión y fenómenos colectivos

1) Los instintos
En la segunda mitad del siglo XIX, época en la que la psicología social fue tomando forma, la influencia de los escritos de Darwin resultó muy importante. Este hecho explica que, por analogía con lo que sucede en el resto de especies animales, la psicología social prestara una gran atención, igual que toda la psicología, a la cuestión de los instintos, y que intentara explicar la conducta de los seres humanos en términos de diferentes instintos sociales que mueven a las personas.
Cita

Los instintos que supuestamente hemos heredado. En la obra de 1871 sobre el origen del hombre, C.R. Darwin decía lo siguiente: "Si consideramos al hombre como animal social, es muy probable que deba heredar determinadas tendencias a guardar fidelidad a los compañeros y a someterse al jefe de la tribu, ya que ambas cualidades son propias de la mayoría de los animales sociales. Bajo la influencia de esta herencia estará dispuesto a salir en defensa de sus camaradas en convivencia con el resto y a prestarles colaboración en cualquier circunstancia, siempre que no sea en un detrimento excesivo de su propio bienestar o de sus aspiraciones más profundas."

Charles R. Darwin (1871). El origen del hombre.

Detrás de cada fenómeno psicosocial se buscaba el instinto que lo producía. De aquí viene que se hable del instinto gregario para explicar que las personas tienden a buscar la compañía de sus semejantes, del instinto agresivo para dar cuenta de la hostilidad interpersonal o intergrupal, del instinto altruista para explicar la solidaridad entre las personas, etc. Así pues, la tendencia a buscar la explicación de los fenómenos sociales en las características innatas de las personas se encuentra muy presente en los primeros momentos de la psicología social.
¿Qué instintos?

Para el psicosociólogo William McDougall, los principales instintos eran los siguientes:

"El instinto de huida y la emoción del miedo. El instinto de repulsión y la emoción del disgusto. El instinto de la curiosidad y la emoción de la sorpresa. El instinto de la pugnacidad y la emoción de la ira. Los instintos de autorrebajarse (o sujeción) y el de autoafirmación (o exhibición de sí mismo), y las emociones de la sujeción y del gozo (o sentimiento negativo y positivo). El instinto paternal y la emoción de la ternura. El instinto de reproducción. El instinto gregario. El instinto de adquisición. El instinto de construcción."

William McDougall (1910). An introduction to social psychology. London: Methuen.

McDougall nos proporcionaba en esta misma obra una definición clara de los instintos:

"Así pues, podemos definir un instinto diciendo que representa una disposición psicofísica heredada o innata que lleva a su poseedor a percibir objetos de una determinada clase y a prestar atención, a experimentar excitación emocional de una determinada calidad al percibir un determinado objeto y a actuar de una manera particular o, cuando menos, a experimentar un impulso al ejecutar tal acción."

No obstante, la moda intelectual favorecida por los trabajos de Darwin fue perdiendo fuerza poco a poco, y la referencia a los instintos desapareció progresivamente de los planteamientos psicosociológicos, así como de los planteamientos psicológicos en general.
2) La imitación
Otro de los grandes temas fundacionales de la psicología social es el fenómeno de la imitación. La observación de la conducta de los niños conduce a los primeros psicólogos sociales, entre los que conviene destacar muy especialmente a Gabriel Tarde, a ver en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera como los seres humanos aprenden a desarrollar las conductas consideradas "normales" y deseables en su sociedad. Se trata, en realidad, de un primer intento de explicar el fenómeno de la socialización, es decir, el mecanismo mediante el cual los individuos que nacen en una sociedad interiorizan los valores, las creencias, los esquemas relacionales y las pautas de comportamiento propios de esta sociedad, de manera que se permite que, generación tras generación, se mantengan y se reproduzcan las características básicas de la sociedad. Los adultos, que ya han interiorizado las normas sociales vigentes, se erigen en el modelo que imitan los niños y, de esta manera, los niños se erigen a su vez en personas adaptadas e integradas en la sociedad.
Aprendemos imitando

"El material de que se alimenta el niño se encuentra en el almacén de actividades ya elaboradas, de maneras, de modelos, de organización, etc., que posee la sociedad. Eso sirve de elementos estimulantes, de puntos de referencia... el niño debe poder aprender... tiene que ser capaz de imitar..."

James M. Baldwin (1902). Social and ethical interpretations in mental development. New York: Macmillan.

El interés por la imitación permaneció durante muchos años en la psicología social, pero fue dejando paso, poco a poco, a planteamientos más sofisticados en términos de aprendizaje social. Las teorías del aprendizaje social pretenden explicar este mismo fenómeno de la socialización y la reproducción social, pero salvando algunos de los escollos con los que topaba el concepto de imitación, como por ejemplo: ¿por qué imitan los niños? o ¿por qué no se interioriza todo lo que se imita, es decir, tanto las conductas deseables como los malos ejemplos? O, finalmente, ¿cómo se pasa de la simple imitación a la apropiación de una pauta de conducta?
3) La sugestión
La preocupación por el fenómeno de la socialización orientó los primeros pasos de la psicología social hacia el estudio de otro fenómeno tan importante como la imitación: el fenómeno de la sugestión.
En los primeros estudios sobre la imitación, el papel desarrollado por el adulto es esencialmente pasivo. Se limita a figurar como un modelo que el niño intenta imitar con más o menos acierto; en esta facultad de imitar descansa la posibilidad misma del proceso de reproducción social. Tomar en consideración la sugestión invierte los papeles: el adulto pasa a desempeñar el rol activo, mientras que el niño se convierte en un receptor pasivo de las influencias ejercidas por quienes lo rodean. Pero el resultado, finalmente, es el mismo.
Los primeros trabajos sobre la sugestión no eran ajenos a la influencia que ejercían en la época los trabajos y las polémicas en torno a la hipnosis, fenómeno que se había puesto de moda en los círculos intelectuales y que mostraba cómo podía obligar una persona a otra a adoptar ciertas conductas o asumir ciertas maneras de ser sin que ésta última fuera consciente del hecho de que alguien había doblegado su propia voluntad. La proximidad entre los conceptos de sugestión y de hipnosis indica que el proceso que está en juego no es un proceso de obligación y de obediencia, sino que se trata de un proceso de inducción en el que el sujeto no percibe que se le ha impuesto una conducta y mantiene el sentimiento de que domina sus propias actuaciones, aunque le hayan sido dictadas por los demás. A través del fenómeno de la sugestión se estudiaba, sin que quedara explícitamente formulado, la manera como la sociedad consigue imponer las pautas de actuación socialmente establecidas sin que las personas sean realmente conscientes de esta imposición, de manera que puedan conservar, por lo tanto, el sentimiento de que las asumen por sí mismas.
Tendencia hacia el individuo

Estas dos citas reflejan claramente la evolución de la psicología social hacia el estudio de unidades cada vez más alejadas de la dimensión social:

"[...] La psicología social en América pronto dejó de ser genuinamente social y se centró en el comportamiento de los individuos". Robert Farr (1986). The Social Psychology of William McDougall. En Carl F. Graumann; Serge Moscovici (Ed.), Changing concepciones of crowd mind and behavior. New York: Springer-verlag.

De una manera más contundente, Graumann declara que la evolución de la psicología social desembocó en "la individualización de lo social y la desocialización del individuo".

C.F. Graumann, en el libro mencionado anteriormente.

En la línea de los trabajos desarrollados por el psicólogo Alfred Binet, que dieron lugar al influyente libro titulado La Sugestión, la psicología social fue profundizando en este fenómeno, aunque abandonó poco a poco el término sugestión y lo sustituyó por el concepto más amplio de influencia social. De esta manera se abrió una de las líneas de investigación más importantes de la disciplina. Los estudios sobre influencia social abrazaron progresivamente todas las situaciones en que las personas adoptan el punto de vista expresado por los demás o se aproximan a ellas, así como las situaciones en que las personas adoptan tanto las conductas desarrolladas por los demás, como su manera de ser, o se aproximan a ellas.
4) Los fenómenos colectivos
Junto con el interés por la imitación y por la sugestión como mecanismos de la socialización, también se manifestó en la naciente psicología social un gran interés por los fenómenos colectivos y por las conductas de las masas. El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la preocupación por conocer las producciones colectivas de los pueblos, como las tradiciones culturales, las peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias colectivas, los hábitos de todo tipo. Esta línea de investigación queda ejemplarizada en la obra de Wilhelm Wundt sobre la psicología de los pueblos y, un poco más tarde, en las obras de los primeros interaccionistas simbólicos, enfocadas hacia el estudio de los mecanismos mediante los cuales se construye y se mantiene el orden social de los grandes colectivos sociales.
La 'infrahumanidad' de las masas

"Todavía más, por el solo hecho de que forma parte de una multitud organizada, un hombre baja algunos peldaños en la escalera de la civilización. Aislado, puede ser un individuo cultivado; como parte de una multitud es un bárbaro; es decir, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos a los que tiende, además, a parecerse, por la facilidad con la que él mismo se deja impresionar con palabras e imágenes –que podrían estar totalmente sin acción en cada uno de los individuos aislados que componen la multitud– y ser inducido a cometer actos contrarios a sus intereses más obvios y a sus hábitos más conocidos. Un individuo en una multitud es como un grano de arena que el viento mueve como quiere."

Gustave Le Bon (1983). La Psicología de las masas. Madrid: Morata.

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Conocer para transformar

Esta cita del psicosociólogo Kenneth Gergen ilustra el cambio que se ha producido en la psicología social. En efecto, K. Gergen declara que las teorías sicosociológicas deben tener "la capacidad de cuestionar las asunciones dominantes de la cultura, de plantear reconsideraciones de lo que se da como evidente y generar de esta manera nuevas alternativas para la acción social".

Kenneth Gergen (1989). La psicología moderna y la retórica de la realidad. En Tomás Ibáñez (Ed.), El conocimiento de la realidad social. Barcelona: Sendai.

Como parte del interés por los fenómenos colectivos, también se manifestó una notable preocupación por estudiar las conductas de las masas. La fuerte irrupción de las masas en la escena social que, después de la Revolución Francesa, se volvió a producir en el año 1871 durante la revuelta de la Comuna de París, llamó la atención de muchos pensadores. Así es como uno de ellos, Gustave Le Bon, desarrolló un influyente tratado sobre la psicología de las masas en el que intentaba dilucidar los mecanismos psicológicos que intervenían en las actuaciones colectivas. En este tratado, Le Bon atribuía a las masas un efecto de despersonalización de los individuos que los impulsa a liberar los instintos más primarios. Convertido en un ser anónimo, el individuo se deja influir con mucha facilidad por los estados anímicos y las conductas de las otras personas presentes en la masa, así como por las consignas y actuaciones de los líderes que emergen en la confusión de las congregaciones masivas.
Lecturas complementarias

José Ramón Torregrosa; Eduardo Crespo (Ed.). (1984). Estudios básicos de Psicología Social. Barcelona: Hora.

Esta obra presenta un conjunto de textos considerados clásicos en psicología social acompañados de una interesante introducción histórica realizada por el primer autor.

Frederic Munné (1994). La Psicología Social como ciencia teórica. Barcelona: PPU.

Josep M.a Blanch (1982). Psicologías Sociales. Aproximación histórica. Barcelona: Hora.

Estos dos últimos libros presentan una panorámica de la psicología social que pone el énfasis en la constitución histórica de la disciplina.

En el desarrollo posterior, la psicología social se aleja progresivamente del interés por las masas, no sólo porque quedó patente que los estudios realizados por Le Bon y sus contemporáneos contenían muchos prejuicios y reflejaban los estereotipos que presentaba la burguesía en relación con las manifestaciones populares, sino también porque la psicología social se fue centrando cada vez más en unidades de análisis más reducidas. De esta manera, descendió desde el ámbito de los fenómenos colectivos al de los pequeños grupos y de las relaciones interpersonales hasta situarse, finalmente, en el campo de los fenómenos individuales.
Después de examinar cuáles fueron los primeros temas que favorecieron la constitución de la psicología social como disciplina diferenciada de las disciplinas más próximas, es difícil no darse cuenta de que en sus primeras etapas estaba más preocupada por los mecanismos de reproducción y conservación de la realidad social establecida que por los mecanismos del cambio social, y que reflejaba un determinado temor ante las manifestaciones populares susceptibles de trastocar el orden social reinante. Quizá resulta útil contraponer esta primera época de la psicología social a sus orientaciones actuales, sobre todo en la vertiente socioconstruccionista, que ponen el énfasis en la transformación social e individual y que abogan por construir nuevas relaciones sociales y nuevas maneras de ser.

3.Las grandes orientaciones teóricas de la psicología social

En el apartado anterior hemos visto que la psicología social nunca ha sido una disciplina unitaria y homogénea, sino que durante mucho tiempo coexistieron dos psicologías sociales, la psicología social psicológica (PSP) y la psicología social sociológica (PSS), y una tercera psicología social que se creó después de los años setenta, la psicología social construccionista (PSC). Pero sería una falacia creer que estos tres bloques son, a su vez, homogéneos, ya que dentro de cada uno se manifiestan diferentes orientaciones que contribuyen a complicar el panorama de la psicología social, pero que también lo enriquecen y lo aproximan a la complejidad de la realidad social. Ahora daremos cuenta de las principales orientaciones que podemos encontrar en las diferentes psicologías sociales.

3.1.El interaccionismo simbólico

El interaccionismo simbólico (IS) es, sin duda, la corriente dominante en la PSS. EL IS nació de los trabajos de George Herbert Mead a comienzos del siglo XX y se asienta sobre tres premisas básicas:
El interaccionismo simbólico

Herbert Blumer define de la siguiente manera el interaccionismo simbólico:

"La expresión interacción simbólica hace referencia, sin duda, al carácter peculiar y distinto de la interacción, tal como se produce entre los seres humanos. Su peculiaridad reside en el hecho de que estos seres humanos interpretan o definen las acciones ajenas, sin limitarse únicamente a reaccionar. Su respuesta no se elabora directamente como consecuencia de las acciones de los demás, sino que se basa en el significado que otorgan a estas acciones. De esta manera, la interacción humana se ve mediatizada por el uso de los símbolos, la interpretación o la comprensión del significado de las acciones del prójimo. En el caso del comportamiento humano, tal mediación equivale a intercalar un proceso de interpretación entre el estímulo y la respuesta."

Herbert Blumer (1982). El interaccionismo simbólico: perspectiva y método. Barcelona: Hora.

1) La importancia de los significados: el ser humano no actúa tanto con relación a las supuestas características objetivas de los objetos con los que se relaciona, como sobre la base del significado que atribuye a los mencionados objetos. Por lo tanto, resulta fundamental conocer cuál es la interpretación subjetiva que una persona hace de una situación si queremos entender su conducta en esta situación.
La creación de los objetos

"El hombre vive en un medio simbólico tanto como en un medio físico, y puede ser estimulado a actuar tanto por símbolos como por estímulos físicos. Un símbolo se define como un estímulo que tiene un significado aprendido y un valor para la gente, y la respuesta del hombre al símbolo se efectúa en términos del significado y el valor que tienen, en lugar de en términos de la estimulación física de los órganos sensoriales. Por poner un ejemplo sencillo: una silla no es simplemente una colección de estímulos visuales, auditivos y táctiles, sino que significa un objeto en el que la gente puede sentarse. Si uno se sienta, el objeto responderá dándole asiento. Tiene un valor para este propósito. Un significado es equivalente a una definición acertada de diccionario, que se refiere a la manera como la gente utiliza realmente un término en su conducta. El valor es la atracción o la repulsión aprendida que siente hacia el significado. Un símbolo es un acto incipiente o condensado en el que las etapas posteriores, que implican tanto elementos de sentido como de valor, ya están implicadas en la primera etapa. De la misma manera que el símbolo silla implica el confort físico, la oportunidad de llevar a cabo ciertas cosas que se hacen mejor sentado y de otros resultados parecidos de sentarse en una silla, hay que entender, como Mead señala, que el lenguaje no simboliza simplemente una situación o un objeto que ya está; hace posible la existencia o la aparición de esta situación o este objeto, ya que es parte del mecanismo mediante el cual la situación o el objeto se crean".

Arnold M. Rose (ed.) (1971). Human Behavior and Social Processes. An Ineractionist Approach. London: Routledge & Kegan Paul.

2) La importancia de la interacción social: los objetos no llevan los significados en sí mismos, sino que emergen a partir del intercambio y de las relaciones con las otras personas. Nuestra forma de interpretar la realidad se forja en la interacción con los demás.
3) La importancia del carácter activo de la persona: cuando decimos que los significados se forman mediante nuestra relación con los demás, no decimos que son los demás quienes nos indican o nos transmiten estos significados, sino que somos nosotros mismos quienes los elaboramos, aunque para ello resulte necesaria la interacción con los demás. En efecto, la persona ejerce un papel activo, seleccionando, transformando, negociando los significados adecuados en función de las acciones que pretende desarrollar en las diferentes situaciones.
A partir de estos supuestos básicos, se han desarrollado en el pasado y se desarrollan actualmente muchas e interesantes investigaciones sobre una extensa gama de fenómenos psicosociales, como la construcción de la identidad social.
En el marco de la PSP reseñaremos ahora tres orientaciones cuya influencia ha variado según las épocas: la orientación conductista, la orientación psicoanalítica y la orientación cognitiva.

3.2.El socioconductismo

La orientación conductista recoge, de hecho, un conjunto muy diversificado de teorías, a veces bastante contrapuestas, pero que tienen en común una misma insistencia sobre la necesidad de estudiar los comportamientos observables de las personas y de explicarlos en función de unos fenómenos también observables.
El conductismo

La definición de la psicología que proporcionó John Broadus Watson, el padre del conductismo, fue adoptada por algunos investigadores en el estudio del comportamiento social:

"La psicología desde el punto de vista conductista es una rama experimental puramente objetiva de la ciencia natural. Su objetivo teórico es la predicción y el control de la conducta. Las formas de introspección no son parte esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de la disposición con que se prestan a sí mismos a interpretación en términos de conciencia. El conductista, en los esfuerzos para obtener un esquema unitario de la respuesta animal, no reconoce ninguna línea divisoria entre el hombre y la bestia. La conducta del hombre, con todo su refinamiento y su complejidad, forma solamente una parte del esquema total conductista de investigación".

John Broadus Watson (1913). "Psychology as the behavior views it" Psychol. Rev. (núm. 20).

Así, por ejemplo, el conductismo considera que, para predecir la conducta que desarrollará una persona, hay que conocer, por una parte, las características concretas de la situación en la que se encuentra y conocer, por la otra, la experiencia previa que ha tenido la persona con estas características o con características similares. La idea básica es que, mediante estas experiencias previas, la persona aprende a establecer determinadas relaciones estables entre las características de una situación (estímulos) y las conductas adecuadas a las mencionadas características (respuestas). Es comprensible que, a partir de estos supuestos, los conductistas interesados en la psicología social hayan dedicado muchos de sus esfuerzos a dilucidar los procesos de aprendizaje social mediante los cuales las personas consiguen desarrollar las pautas de comportamiento adecuadas a su vida social.

3.3.Orientación psicoanalítica

La orientación psicoanalítica se inspira obviamente en las formulaciones de Sigmund Freud para explicar los fenómenos psicosociales. El mismo Freud desarrolló importantes análisis psicosociales sobre la constitución de los grupos sociales, las relaciones interpersonales y los fenómenos de liderazgo. Sus seguidores también realizaron contribuciones importantes en la psicología social, estudiando, por ejemplo, la formación del autoritarismo como rasgo de personalidad. Sin embargo, la principal aportación del psicoanálisis a la psicología social no proviene tanto de las investigaciones realizadas por los seguidores de esta corriente teórica, como de las huellas que las formulaciones de Freud han dejado en los conocimientos de los psicólogos sociales y en el conocimiento culto en general.
Psicología social y psicología

"En la vida de un individuo, el otro ejerce el papel de un modelo, de un objeto, de un socio o de un adversario; o sea, que de alguna manera la psicología individual es también desde el inicio una psicología social."

Sigmund Freud (1921/1973). La Psicología de las masas y el análisis del Yo. Madrid: Biblioteca Nueva.

3.4.La Gestalt theory y el sociocognitivismo

La orientación cognitiva
Mucho antes de que se produjera la revolución cognitiva en psicología, la psicología social prestaba ya una atención particular a los procesos cognitivos y participaba de unas formulaciones de indudable carácter cognitivista. Este hecho se debe, posiblemente, al impacto que tuvo la teoría de la Gestalt, o la teoría de la forma, en psicología social, así como a la dificultad de analizar las relaciones interpersonales sin que intervinieran atribuciones de intenciones, interpretación de significados, representación del otro y otros aspectos de carácter escasamente conductual y fuertemente mental.
La orientación cognitiva se centra en el estudio de los procesos inferenciales que caracterizan el pensamiento humano y, en el campo de la psicología social, analiza el impacto que representan los factores sociales en los mecanismos y en los resultados de la actividad intelectiva. A partir de los años sesenta, esta orientación teórica ha ido suplantando poco a poco la influencia que tenían las orientaciones conductistas, y se ha convertido en la principal orientación de la psicología social convencional.
El pensamiento social

"... el término cognición se refiere a todos aquellos procesos mediante los cuales la entrada sensorial se transforma, se reduce, se elabora, se almacena y se usa".

Ulrich Neisser (1976). Psicología Cognitiva. México: Trillas.

En el campo de la psicología social, esta formulación se traduce de la siguiente manera: "El estudio de la cognición social hace referencia a la manera como las personas dan cuenta de las otras personas y de sí mismas. Se centra en la comprensión que tienen las personas de la vida cotidiana... Se refiere, por lo tanto, a la manera como las personas piensan sobre el mundo social..."

Susan T. Fiske y Shelley E. Taylor (1984). Social Cognition. London: Addison-Wesley.

3.5.Socioconstruccionismo

Para acabar este apartado, todavía nos queda ver la PSC, o psicología social construccionista. Si hemos utilizado, al final del párrafo anterior, la expresión psicología social convencional es porque al final de los años sesenta se comenzó a desarrollar una serie de enfoques alternativos que pretendían situarse en una postura crítica con respecto a la psicología social en uso y que pretendían configurar una nueva forma de entender la disciplina. Gran parte de estos enfoques alternativos pueden reagruparse bajo la denominación de psicología social construccionista.
Lecturas recomendadas

Para la orientación conductista: Robert B. Zajonc (1967). La Psicología Social: estudios experimentales. Alcoy: Marfil.

Para la orientación interaccionista simbólica: Herbert Blumer (1982). El interaccionismo simbólico. Barcelona: Hora.

Para la orientación psicoanálitica: Sigmund Freud (1921). La Psicología de las masas y el análisis del Yo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973.

Para las orientaciones cognitivas: Gabriel Mugny; Juan Pérez (1988). Psicología Socialdel Desarrollo cognitivo. Barcelona: Anthropos.

Construccionismo social

"El construccionismo social se propone dilucidar básicamente los procesos mediante los cuales las personas consiguen describir, explicar y, en definitiva, dar cuenta del mundo en que viven... Los términos en que se comprende el mundo son artefactos sociales que resultan de los intercambios, siempre históricamente situados, entre las personas. Desde el construccionismo se considera que los términos de esta comprensión no provienen automáticamente de las características propias de la naturaleza, ni tampoco de nuestra conformación genética. Son el resultado de un proceso activo y cooperativo que se da en la relación interpersonal... Desde esta perspectiva, la investigación social ya no corre el riesgo de limitarse a ser una actividad secundaria, preocupada solamente de elaborar las implicaciones sociales de los fenómenos psicológicos más fundamentales... El núcleo explicativo de la acción humana deja de ubicarse en las interioridades de la mente para pasar a situarse en la estructura y el proceso del intercambio humano. Las explicaciones ya no se formulan aludiendo a un determinado estado o proceso psicológico, sino considerando las relaciones entre las personas."

Kenneth Gergen (1985). "The social constructionist inquiry: context and implications." En Kenneth Gergen; Keith Davies (Ed.), The social construction of the person. New York: Springer-Verlag.

La psicología social construccionista reanuda, en buena medida, las premisas del interaccionismo simbólico (IS), ya que concede gran importancia a la dimensión subjetiva de la realidad social, a los significados y a la consideración de la actividad del individuo. Pero esta orientación acentúa todavía más el papel que ejerce el lenguaje en la formulación de la realidad psicológica, a la vez que extiende la consideración del papel del lenguaje a las teorías elaboradas por los psicólogos y muestra cómo inciden las convenciones puramente lingüísticas en los conocimientos que elaboran las ciencias humanas y sociales.
El construccionismo social presta atención al hecho de que la realidad social y todo lo que la compone se construye intercediendo literalmente en las prácticas sociales concretas que desempeñan las personas y los colectivos en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, la realidad social construida por estas prácticas revierte en ellas mismas y define el marco de posibilidad. Esta dependencia entre el marco social que incide sobre nuestras actividades y las actividades que inciden, a su vez, sobre la conformación del marco social han sido teorizadas por el sociólogo Anthony Giddens con el nombre de dualidad estructural. La insistencia en el papel constructivo de las prácticas sociales desemboca inmediatamente en el reconocimiento de la historicidad de lo social, ya que éste emerge de unas prácticas que se modifican necesariamente en el transcurso de los acontecimientos sociales. Dicho de una manera lapidaria, nuestras costumbres producen cosas, y estas cosas modifican las costumbres que las han producido.
Lecturas recomendadas

Para la orientación construccionista: Tomás Ibáñez (1994). Psicología Social Construccionista. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.

Para una perspectiva general: Morton Deutsch; Robert M. Krauss (1980). Teorías en Psicología Social. Buenos Aires: Paidós.

Desde esta perspectiva, que va adquiriendo una influencia creciente en la psicología social, queda claro que, cambiando las costumbres, los seres humanos tienen la posibilidad de cambiar la sociedad que resulta de ellas y de cambiarse a sí mismos.

4.¿Para qué sirve la psicología social?

Cuando se formula la pregunta sobre la utilidad práctica que pueden tener determinados conocimientos científicos, aparece, inmediatamente, la gran dicotomía entre investigación básica e investigación aplicada. Sin embargo, no siempre resulta fácil mantener esta diferenciación en el campo de las ciencias sociales y humanas. El influyente psicólogo social Kurt Lewin aseveró una vez, con gran acierto, que "nada es más práctico que una buena teoría". Si esto es efectivamente de esta manera, y nos inclinamos a pensar que efectivamente lo es, se difumina la frontera entre las actividades que conducen a elaborar conocimientos y las actividades enfocadas a resolver problemas prácticos de la vida cotidiana. Esta difuminación resulta todavía más patente si consideramos, junto con Lewin, que, mediante la intervención activa en la resolución de problemas prácticos, se pueden constituir determinados conocimientos teóricos. El mismo Lewin desarrolló un planteamiento que, con el nombre de investigación/acción incitaba a los psicólogos sociales a involucrarse en la resolución de los problemas sociales para provocar, así, el avance del conocimiento teórico.
Resolver problemas

"... La investigación básica apunta y se dirige hacia la acumulación de conocimiento sobre algunos principios, fundamentalmente de la conducta, mientras que la investigación aplicada pretende suministrar alguna ayuda a la solución de un problema".

L. Bickman (Ed.). (1980). Applied Social Psichology Annual. Beverly Hills: Sage.

4.1.Intervención en los problemas sociales

A pesar de estas consideraciones, podemos mantener una diferenciación entre el ámbito de las aplicaciones del saber y el ámbito de la producción del saber, aunque sólo sea para dar cuenta de la mayor o menor implicación del psicólogo social en los problemas concretos de su sociedad.
Aceptando, con las reservas mencionadas, la distinción entre el elemento básico y el aplicado, no hay duda de que la psicología social se preocupó desde sus primeros momentos no sólo de producir conocimientos sobre los fenómenos psicosociales, sino también de diseñar los instrumentos para intervenir en la realidad social y contribuir a resolver algunos de sus problemas. Así, por ejemplo, se ha manifestado una preocupación prácticamente constante a lo largo de toda la historia de la psicología social por facilitar la reducción de la hostilidad entre los grupos humanos y por atenuar los fenómenos de discriminación que nacen de los prejuicios sociales.
Si nos detenemos un momento para pensar quiénes somos cada uno de nosotros, podemos recorrer un largo camino que va desde las definiciones más generales, según las cuales somos, por ejemplo, seres vivos o seres humanos, hasta las definiciones más particulares, que nos sitúan como individuos absolutamente irrepetibles, con un nombre propio y una historia de vida que nos diferencia del resto de seres humanos. Pero entre estos dos extremos encontramos muchos niveles intermedios. También somos hombres o mujeres; heterosexuales, homosexuales o bisexuales; niños, jóvenes o viejos; catalanes o gallegos; anarquistas o conservadores; etc. Es decir, pertenecemos, ya sea por elección, por circunstancias o por ambas cosas al mismo tiempo, a una multitud de categorías y de grupos que contribuyen a hacer que seamos precisamente quienes somos. De la misma manera que nuestras relaciones interpersonales transitan por episodios de colaboración y de apreciación mutuas y por episodios de competición y de conflicto, también las relaciones entre los grupos transitan por momentos de armonía y momentos de tensión, que desembocan a veces en enfrentamientos violentos que salpican diariamente las páginas de los diarios.
El conflicto entre los grupos

"No se puede dudar de que las diferencias culturales y físicas observables entre grupos facilitan las reacciones discriminatorias hacia los miembros ajenos al grupo. Es innegable que estas diferencias ejercen un papel en la hostilidad y los prejuicios entre grupos, pero esta etapa del conflicto entre grupos ha demostrado que no hacen falta diferencias culturales, físicas o económicas para que surjan conflictos entre grupos, actitudes hostiles e imágenes estereotipadas de los miembros ajenos al grupo."

Muzafer Sherif (1967). Group conflict and cooperation. London: Routledge.

Los psicosociólogos han intentado conocer los mecanismos que conducen al enfrentamiento entre los grupos, para articular, a partir de este conocimiento, los procedimientos susceptibles de reducir los conflictos. Una de las observaciones más interesantes es que, si se establecen relaciones de competición entre los grupos, aunque sea sobre la base de actividades puramente lúdicas, pronto se fortalece la cohesión interna entre ellos y pronto se desarrollan descalificaciones y prejuicios mutuos que multiplican las ocasiones de fricciones y de agresiones.
Por ejemplo, si asignáis, aunque sea puramente al azar, a los niños de un campamento en grupos diferentes, y dais un nombre y unos signos distintivos a cada grupo y los hacéis participar en juegos competitivos, con ganadores y perdedores, veréis aparecer muy rápido reacciones de solidaridad de los niños con los miembros de su propio grupo y reacciones de hostilidad hacia los niños de los otros grupos. Una manera de romper este clima consiste en proponer unas metas que ningún grupo pueda alcanzar por sí solo, sin la participación de los otros grupos. Éste es el caso de lo que el psicosociólogo Muzafer Sherif llamó las metas supraordenadas.
Otro psicólogo social, Henri Tajfel, demostró que ni siquiera era necesario introducir una relación competitiva para que naciera la hostilidad entre los grupos. Basta con crear el sentimiento de pertenencia a un grupo para que se desarrollen mecanismos de discriminación que favorecen a los miembros del propio grupo y que perjudican a los miembros de los otros grupos. Es como si, por el simple hecho de pensar en términos de "ellos" y de "nosotros", ya fuera imposible evitar favorecer a "los nuestros" y descalificar a "los demás". Una manera de acabar con esta propensión consiste en cruzar las categorías de pertenencia; es decir, multiplicar las circunstancias en las que una parte de los que antes formaban el "nosotros" pasen a ser vistos como "ellos", y al revés, en una movilidad constante de las fronteras trazadas por las pertenencias grupales. Los ejemplos que hemos dado no agotan ni mucho menos las múltiples formas de intervención que ha diseñado la psicología social para mitigar la hostilidad intergrupal.

4.2.Las aplicaciones de la psicología social

Los conocimientos que ha establecido la psicología social tienen un campo de aplicación tan extenso que aquí difícilmente podemos ir más allá de una simple enumeración de algunos temas. Por ejemplo, los conocimientos sobre la dinámica de los grupos humanos permiten incidir sobre el fortalecimiento de la cohesión de los grupos, o decidir cuáles son los modelos de liderazgo más adecuados a los objetivos que se marcan los grupos, o indicar qué mecanismos de toma de decisión pueden ayudar a conseguir los mejores resultados.
Lecturas complementarias

José Francisco Morales y otros (1985). Psicología Social Aplicada. Bilbao: Descleé de Brouwer.

Ángel Rodríguez (1983). Aplicaciones de la Psicología Social. México: Trillas.

Para un ámbito concreto de aplicación, consultad también:

Julio Seoane y Ángel Rodríguez (Ed.). (1988). Psicología Política. Madrid: Pirámide.

Por su parte, los estudios sobre la influencia social han permitido diseñar las actuaciones más adecuadas para persuadir a las personas de adoptar puntos de vista más de acuerdo con las normas de convivencia social que no discriminen a aquellos que son diferentes de la mayoría (racismo, estereotipos, prejuicios, etc.), aunque también se pueden utilizar, y lógicamente se utilizan, para convencer a la gente de que tal marca es mejor que la otra o que tal candidato merece más confianza que tal otro.
En otros ámbitos, las investigaciones sobre los fenómenos colectivos han proporcionado indicaciones para intervenir sobre los efectos del pánico, que adquieren consecuencias de gravedad extrema cuando se producen en situaciones de gran amontonamiento o para actuar en el seno de las poblaciones que, muchas veces por causas naturales (terremotos, inundaciones, etc.), se encuentran en situaciones dramáticas.
Finalmente, los conocimientos acumulados sobre las relaciones interpersonales permiten ayudar a mejorarlas y desactivar las agresiones, favoreciendo la atracción entre los individuos o suscitando los comportamientos de ayuda mutua. No hay que decir que también pueden utilizarse para manipular a los demás con la finalidad de satisfacer intereses particulares.

4.3.Conocimiento de la realidad social y los efectos del saber psicosocial

Estas aplicaciones de los conocimientos psicosociales, junto con muchas otras que no tenemos tiempo de relatar aquí, han ido favoreciendo poco a poco la constitución de nuevos campos del saber, que han integrado aportaciones de otras disciplinas y que han diversificado considerablemente el mapa de las especializaciones posibles. Por ejemplo, se han ido formando especialidades como la psicología social de la educación, la psicología jurídica, la psicología de las organizaciones, la psicología ambiental, la psicología política o la psicología cultural, entre otras.
No querríamos concluir este tema sin llamar la atención sobre una cuestión de carácter general que permite matizar la separación, aparentemente tan clara, entre los conocimientos teóricos, por una parte, y las aplicaciones concretas de los mencionados conocimientos, por otra. Existe una diferencia fundamental entre los conocimientos que producen las ciencias sobre los fenómenos naturales y los conocimientos que versan sobre los fenómenos humanos. La luna, por poner un ejemplo, continuará imperturbablemente su movimiento elíptico alrededor de la tierra con total independencia del hecho de que conozcamos las leyes que lo gobiernan o no. Nuestro conocimiento no incide de ninguna manera sobre este fenómeno, y lo único que podría incidir sobre él eventualmente serían determinadas aplicaciones de este conocimiento.
No obstante, no sucede lo mismo con nuestro conocimiento de los fenómenos humanos. Si una persona se entera de que su conducta obedece a una influencia u otra, porque así lo ha establecido el conocimiento producido por los psicólogos sociales, esta persona puede adoptar las medidas oportunas para que las mencionadas influencias no tengan los efectos esperados, y contradecir, de esta manera, las leyes establecidas por la psicología social. Por ejemplo, una persona puede haber aprendido, estudiando los trabajos del psicólogo social Stanley Schachter, que los individuos buscan preferentemente la compañía de quienes participan del mismo estado de ánimo. Esta tendencia afiliativa puede observarse cuando al finalizar un examen los estudiantes esperan que salga la lista de notas. Aquellos que sienten una determinada euforia porque están convencidos de que lo han hecho bien tenderán a juntarse con quienes tienen el mismo sentimiento, mientras que quienes experimentan una ansiedad elevada porque creen haberlo hecho mal buscarán a la compañía de quienes se encuentren en sus mismas condiciones. Sin embargo, al salir del examen, la persona que ha leído la obra de Schachter puede decidir buscar la compañía de quienes participan del estado opuesto al suyo e invalidar, de esta manera, el conocimiento elaborado por el mencionado autor. Esta acción puede llevarse a cabo deliberadamente, como en el ejemplo que acabamos de dar, pero en la mayoría de los casos, el conocimiento que hemos adquirido de las ciencias sociales y humanas afecta a nuestra conducta sin que ni siquiera seamos conscientes de ello.
Dicho de otra manera, lo que aquí exponemos es que el mismo conocimiento producido por los investigadores puede engendrar efectos sobre el fenómeno estudiado, sin que resulte necesario recurrir a ningún procedimiento de aplicación. El psicólogo social Kenneth Gergen ha desarrollado las implicaciones de esta característica peculiar de los saberes psicosociales, que él denomina Enlightenment ('ilustración') y que deberían incitarnos a reflexionar sobre la responsabilidad de los investigadores en ciencias humanas y sociales, no sólo en cuanto a los tipos de aplicaciones a las que pueden dar lugar los conocimientos que producen, sino también –y sobre todo– en cuanto al conocimiento que son capaces de producir.

5.Anexos

5.1.Anexo 1

5.1.1.La relatividad cultural de las emociones
"Consideremos el caso del orgullo. ¿Hay un sentimiento corporal característico del orgullo? ¿Hay una manifestación estándar? Sin duda, existe una clase de interpretación cognitiva y una tasación moral del valor de uno mismo, etc. Una persona se exhibe orgullosamente como vencedora tan sólo cuando piensa que ha merecido la victoria. Observad el lenguaje que acompaña el orgullo. Tenemos que considerarlo problemático e interesante desde el punto de vista que utilizamos palabras como crecerse, hincharse o sentirse lleno de orgullo. ¿Significa eso que alguien aumenta realmente de volumen? Parece poco probable. ¿Cuál es entonces el sentido de estos términos? Puede derivar de una clase de manifestación imaginaria. Esperamos que alguien que se sienta orgulloso manifieste una imagen cultural de mantenerse derecho como una presencia militar. Creamos quizá una metáfora casi psicológica sobre la base de esta imagen. El asunto merece una investigación esmerada. La esperanza es una cosa parecida. Se supone que la esperanza brota. ¿Hay un estado neurofisiológico de brote de esperanza? Pensamos que, por mucho que busquemos en la literatura, no encontraremos nada parecido. Suponemos que brotar es una metáfora sobre la manera como la esperanza brota eternamente en el corazón humano, y ésta es una cuestión cognitiva. Nos falta un trabajo de investigación empírica detallado.
"Entre las emociones menos agradables se encuentran la tristeza y la desilusión. ¿Qué es exactamente la tristeza, en qué condiciones aparece y qué relación tiene con un orden moral? El sentimiento de pena es claramente una idea moral; así pues, ¿presenta una manifestación estándar? ¿Existe un sentimiento corporal que la acompaña? La desilusión es otra curiosidad. La desilusión, pensamos, podría tener un sentimiento corporal característico: un sentimiento de orgullo desinflado. La desilusión es la clase de sentimiento que tenemos cuando hemos emprendido alguna iniciativa en público y después se ha demostrado que la empresa no tenía esperanzas o estaba mal concebida. Sentimiento no parece metafórico en este contexto. ¿Existe una manifestación estándar de la desilusión? Parece dudoso. Sin duda, existe un aspecto de interpretación cognitiva y de valoración moral. Nuevamente, toda la cuestión merece una investigación esmerada y detallada. "En gran parte de lo que hemos afirmado hasta ahora, se ha nombrado la estrecha relación entre los vocabularios y las emociones. Si la sugerencia de que el análisis filosófico de los conceptos de emoción, que son retenidos por los vocabularios locales para revelar las reglas gramaticales profundas de su uso, tiene que servir de base para la psicología, debemos concebir la posibilidad de que existen sistemas o repertorios de emoción culturalmente diferentes. Esto es lógico, ya que los historiadores y los antropólogos han establecido de manera convincente que existen vocabularios de emoción culturalmente diferentes. Lo ilustraremos con cuatro casos.
La relatividad cultural de las emociones
En la literatura psicológica de final de la edad media y comienzos del renacimiento, la emoción de acidia ocupaba el primer lugar. Tomás de Aquino dedica el mayor espacio en su estudio de las emociones a la acedia, versión latina de la palabra. La historia de la acidia está estrictamente vinculada con la concepción del deber religioso. La emoción aparece en un principio con el motivo del "demonio del mediodía" en los escritos de Evagrio en la época de Alexandre. La acidia es una emoción que se desencadena a causa de un fracaso, de un deber u obligación. Quizá podamos entenderlo mejor si la comparamos con la clase de emociones que afectan a las personas hoy en día en estas circunstancias. La culpabilidad y la vergüenza, según la ocasión particular, parecen las emociones características de nuestras negligencias. Sin embargo, en la época medieval, el fracaso, especialmente del deber religioso, no provocaba ninguna de estas reacciones, sino una clase de melancolía. La acedia se asociaba con la tristitia, tristeza. La relación entre esta emoción y el orden moral católico, del cual era característica, es bastante clara. En este orden moral, el fracaso de un deber significaba la pérdida de la intimidad con Dios y ante este hecho, la reacción apropiada es la melancolía. La acidia desaparece del repertorio de las emociones de la Europa occidental con la aparición de la fe protestante. Dentro del nuevo orden moral, el fracaso del deber era en gran parte una cuestión de la relación en la que se encontraba un hombre o una mujer frente a otra persona, por lo que el fracaso del deber se trataba en términos personales. Resulta fácil ver de una manera intuitiva como la acidia quedó definitivamente eliminada del repertorio una vez la culpabilidad y la vergüenza se relacionaban con la mayoría de los casos de negligencia.
Si la acidia es una emoción obsoleta, entonces amae quizá debería llamarse emoción exótica. Amae es una emoción que ocupa mucho a los japoneses, y se ha llegado a decir que para ellos es la emoción más importante. No hay ninguna traducción a esta palabra en inglés o en la mayoría de los idiomas europeos. Cuando Hermut Morsbach (1976) intentó informar sobre amae,se vio obligado a hacerlo relatando una docena de anécdotas, extractos de novelas e, incluso, mostrando imágenes. En términos generales, la idea es la siguiente. Un adulto, en especial un hombre, puede adoptar como una clase de juego una relación de dependencia infantil de otro adulto. Esta dependencia tiene una calidad de dulzura. En las discusiones de agentes matrimoniales, la capacidad de la novia como recipiente de amae del novio se considera un importante atributo para un matrimonio. Evidentemente, amae pertenece a un orden moral radicalmente diferente del que nosotros vivimos. Cualquier tendencia a amae entre los europeos sería eliminada de una manera radical.
Entonces, ¿por qué las personas en la época medieval experimentaban la acidia y los japoneses experimentan el amae? Nuestra hipótesis es que, en un estilo vigotskiano, los sentimientos incipientes que surgen de forma natural, por decirlo de alguna manera, son subrayados, suprimidos e interpretados de manera diferente por la incorporación de un ser humano a un orden moral local. Uno de los instrumentos a través de los cuales se presentan estas diferenciaciones es, lógicamente, el vocabulario local disponible.
En el repertorio castellano hay pocas emociones que van unidas claramente y de manera inequívoca a un determinado órgano. Se habla de revolver el estómago, partir el corazón, etc. Pero intuimos fácilmente que estas expresiones describen los sentimientos que acompañan las emociones, pero que no las constituyen. Con todo, otras culturas organizan la cuestión de una manera diferente. Los maoríes utilizan lo que únicamente podemos describir como un sistema hipocondríaco. La estructura del vocabulario la proporcionan al corazón, los intestinos, el hígado, etc. A cada uno de estos órganos va unido un grupo de emociones. Por ejemplo manawa (corazón) se califica con keno (inquieto), pan (poco generoso), reka (satisfecho), tras (excitado), etc. Las emociones del estómago califican puku (estómago), las emociones del intestino califican nga (los intestinos), etc. Paul Heelas informa de que en el sudeste asiático existen clases parecidas de sistemas. Estos sistemas plantean algunas preguntas interesantes para los teóricos de las emociones. La pesada carga de la fuerza y la valoración moral que soporta el sistema emocional europeo, en la medida en que podemos describir nuestras emociones como prescriptivas, parece estar ausente, cuando menos etimológicamente, del esquema polinesio. Se nos ocurre un proyecto de investigación muy interesante para el estudio de las emociones de los maoríes: en qué medida la práctica de vincular las emociones a los órganos corporales rechaza las implicaciones morales de los equivalentes de nuestra cultura occidental.
Finalmente, vale la pena considerar una categoría que, por ahora y por lo que sabemos, no ha sido estudiada por los psicólogos: lo que denominamos las cuasi-emociones. Éstas son estados del ser que están relacionados estrechamente con las condiciones físicas de la vida. Hemos iniciado una investigación modesta sobre la palabra cosiness (que en castellano podría traducirse por comodidad, aquello que es acogedor, agradable). Decimos que nos sentimos cómodos, que una determinada ocasión es agradable, que mientras llueve en el exterior una habitación cálida es un lugar cómodo. Denominamos la comodidad una cuasiemoción a causa de su doble posición como sentimiento y como descripción de un lugar. El interés de esta cuasiemoción aumenta por el hecho de que en otros idiomas europeos existen estados de ser y condiciones ambientales parecidas, pero sin ser idénticos. Por ejemplo, la palabra holandesa gezellig se experimenta en condiciones parecidas a las condiciones en que utilizamos la palabra cómodo o agradable, pero nuestros interlocutores holandeses nos aseguran que nadie puede estar gezellig si está solo. (Etimológicamente, la palabra gezellig deriva de la palabra holandesa que significa 'amigo'.) Se encuentra entre la palabra inglesa cosy y la alemana gemütlich, que suponemos que es una emoción que sólo se presenta en compañía. La palabra finlandesa kodikas deriva de la palabra koti, que significa 'casa'. Se puede aplicar a habitaciones, al crepúsculo, al ambiente social, a la conducta de cosas materiales como las cafeteras e, incluso, a las personas. Por ejemplo, una chica kodikas es tranquila y agradable. Resulta evidente, a partir del uso de la palabra, que no tiene la dualidad de cosy y gezellig, ya que no aparece como una emoción. Se trata de una calificación del entorno y no de los sentimientos de las personas. En lo que concierne a la palabra inglesa cosy, ésta proviene quizá de la palabra gaélica cosh, que significa 'pequeño agujero donde alguien puede ir a gatas y, por lo tanto, sentirse cómodo'.
El resultado de estos comentarios y análisis es la constatación de que la psicología de las emociones está en pleno subdesarrollo. Se ha visto dominada por el estudio de las emociones, para las cuales existen acompañantes fisiológicos claros y patentes, fácilmente mensurables en cualquier laboratorio de fisiología de universidad. Esto podría explicar el énfasis enorme que se ha puesto en las emociones en que el componente fisiológico adrenalina ejerce un papel importante. Medir la presión sanguínea y del ritmo cardiaco constituye una tecnología relativamente fácil. Pero estas emociones constituyen un fragmento diminuto del repertorio enormemente complejo con el que funciona nuestra civilización. Por lo tanto, nos encontramos en la posición esperanzadora en la que afirmaba encontrarse Isaac Newton después de haber descubierto una o dos conchas en la playa mientras el océano de la verdad se extendía frente a él con todos sus secretos todavía no descubiertos.
La relatividad cultural de las emociones. En R. Harré, D. Clarcke y N. Carlo (1985/1989). Motivos y mecanismos: introducción a la teoría de la acción (p. 139-143). Barcelona: Paidós.

5.2.Anexo 2

5.2.1.La dimensión oculta
La tesis que sostengo en este libro –así como en The Silent Language, que lo precedió– es la que dice que los principios establecidos por Whorf y sus colegas en relación con el lenguaje son igualmente aplicables al resto del comportamiento humano y, en realidad, a toda la cultura. Se ha creído desde hace mucho tiempo que la experiencia es algo que todos los hombres comparten, que siempre resulta posible superar de alguna manera los límites de la lengua y la cultura, y nos remiten a la experiencia para conseguir la deseada comunicación con otro ser humano. Esta creencia, algunas veces implícita y, más frecuentemente, explícita en lo que se refiere a la relación del hombre con la experiencia se basó en la presunción de que, cuando dos seres humanos están sometidos a una misma experiencia, suministran a sus respectivos sistemas nerviosos centrales datos virtualmente idénticos, que los dos cerebros recogen y clasifican de manera análoga.
La investigación proxemística hace surgir serias dudas sobre la validez de una presunción de este estilo, sobre todo cuando las culturas implicadas son diferentes. Los capítulos X y XI contienen una descripción de cómo, los individuos pertenecientes a culturas diferentes, no hablan solamente lenguajes diferentes, sino que están situados en mundos sensoriales diferentes, lo que seguramente todavía es más importante. La filtración selectiva de los datos sensoriales admite unos aspectos y rechaza otros, de manera que la experiencia, tal como se percibe a través de un conjunto de pantallas sensoriales amoldables culturalmente, resulta absolutamente diferente de la que se percibe a través de otro sistema de cedazos culturales. El medio ambiente arquitectónico y urbano que los pueblos crean es la expresión de los respectivos procesos de selección o criba. En realidad, resulta posible llegar a saber la manera en que los diferentes individuos usan los sentidos, partiendo de su respectivo medio ambiente y de la manera como aparece alterado por el hombre. No se puede, por lo tanto, contar con la experiencia como punto estable de referencia, ya que se produce tan sólo en un medio que ha sido amoldado, configurado, por el hombre mismo.
El papel que los sentidos ejercen en este contexto es objeto de exposición en los capítulos IV a VII. Hemos incluido esta temática para ofrecer al lector algunos de los datos básicos relativos al aparato, a los medios que el hombre utiliza en la construcción del mundo de sus percepciones. La descripción de los sentidos con respecto de eso viene a constituir una componente análoga a lo que se hace con la descripción del aparato verbal como punto de partida para el estudio y entendimiento de los procesos de la expresión oral.
Un examen de la manera como los individuos de diferentes pueblos utilizan sus sentidos, de la manera como se comportan respecto del medio y los objetos animados e inanimados que lo componen, proporcionará una serie de datos concretos sobre las diferencias existentes, por ejemplo, entre árabes y norteamericanos. En este punto, en la fuente misma de la interacción resulta posible detectar las variaciones significativas existentes en los comportamientos humanos con relación a aquello a lo que se presta atención y a aquello que se rechaza por filtración.
Las investigaciones que he llevado a cabo en los últimos cinco años demuestran que norteamericanos y árabes viven en mundos sensoriales diferentes la mayor parte del tiempo, y que los unos y los otros no utilizan los mismos sentidos, ni siquiera para establecer la mayor parte de las distancias que hay que mantener en el curso de una conversación. Como tendremos ocasión de observar más adelante, los árabes utilizan más el olfato y el tacto que los norteamericanos. Interpretan de manera diferente los propios datos sensoriales, y también los combinan de manera diferente. Parece que incluso la experiencia del árabe respecto de su propio cuerpo en relación con el yo es diferente de la nuestra. Las mujeres norteamericanas que en nuestro país se han casado con árabes, y conocían sólo la faceta de su personalidad educada a la americana, a menudo se dan cuenta, y así lo manifiestan, de que sus maridos adoptan una personalidad diferente cuando vuelven a sus países de origen, donde se ven, nuevamente, sumergidos en el sistema de comunicación árabe y quedan cautivos de los patrones perceptivos de esta cultura. Puede decirse que se convierten en personas completamente diferentes, en toda la extensión de la palabra.
Edward T. Hall (1973). La dimensión oculta (p. 16-18). Madrid: Colección Nuevo Urbanismo. Instituto de Estudios de Administración Local.

5.3.Anexo 3

5.3.1.La psicología posmoderna y la retórica de la realidad
[...] El científico normalmente habla de "este aparato" y no, por ejemplo, de "mi percepción de un aparato", habla de "esta cámara experimental" y no de "mi impresión de una cámara experimental", o de "estos cuestionarios" y no de "mi imagen de estos cuestionarios". La utilización de este tipo de expresiones amenazaría gravemente a la objetividad de la que puede hacer gala la descripción. Es fundamental comprender que estas elecciones lingüísticas son ontológicamente arbitrarias; no hay nada que exija la utilización de estos recursos de alejamiento en ninguno de los casos. Consideramos, con todo, la diferencia del impacto que causaría una afirmación del tipo "después de utilizar este aparato en esta cámara experimental aquellos tipos de cuestionarios demostraron ser discriminatorios", y una afirmación como "después de utilizar lo que percibí como un cierto aparato que me dio la impresión de que era una cámara experimental, lo que yo pensaba que era un tipo de cuestionario demostró tener lo que me pareció constituir un poder discriminatorio". En el primer caso, la descripción parece encajar en la literatura científica mientras que, en el segundo, daría probablemente lugar a serias sospechas.
[...] La lógica de un mundo independiente de los observadores establece también las bases de lo que podríamos llamar metáforas de pasividad. Si los hechos se producen con independencia de las personas, entonces el conocimiento de estos hechos tendría que ser en gran medida el resultado de la repercusión que me producen. Si alguien se dispone a observar o buscar algo, el lector no puede estar seguro si los resultados son debidos o no a la misma investigación. Que estemos prácticamente obligados por su presencia a percibirla es como una oda cantada a la facticidad de la naturaleza. Si uno habla de sí mismo como de una "víctima de las circunstancias", entonces la credibilidad de las circunstancias, independientemente de la víctima, se ve favorecida. Ejemplos de la metáfora de la victimización son frases como: "nos impresiona el hecho de que...", "los datos hablan por sí mismos", "este resultado aclara...", etc.; es decir, todas las frases que colocan al científico como víctima de las circunstancias de la naturaleza. Una vez más, la potencia retórica de este tipo de expresiones se aprecia claramente por contraste en los casos en los que la metáfora está ausente. Por ejemplo, ¿nos impresionan los hechos o somos nosotros quienes queremos llegar a unas conclusiones?, ¿"hablan" los datos, o es que "decidimos" utilizar una teoría para interpretar los datos en lugar de otra?, ¿nos vemos "obligados" por los resultados, o más bien "deseamos extraer conclusiones" que favorezcan nuestras orientaciones teóricas?
[...] Para que el texto del autor tenga validez, son necesarias algunas frases que determinen la presencia del autor en el lugar del hecho o acontecimiento supuesto. La presencia del autor a menudo se establece en las primeras páginas de un informe científico con la utilización de los pronombres personales, como yo o nosotros,o de los posesivos equivalentes (mío o nuestro). Alguien podría decir, por ejemplo, "nuestro objetivo consistía en explorar..." o "quedamos sorprendidos por el hecho de que...", insinuando de esta manera la presencia del autor en la actividad científica que se explicará. Se pueden conseguir efectos parecidos demostrando que la investigación fue dirigida por el autor (o autores) o ayudantes estrechamente supervisados, y que el autor no estaba ausente durante la mayor parte del proceso de investigación. Consideremos, por ejemplo, los efectos de una literatura científica que violara estos efectos: "estaba muy ocupado con las clases universitarias y las diferentes conferencias que tuve que dar, por lo que no tuve mucho tiempo para dedicar a la investigación. Smith, un estudiante que preparaba el doctorado, hizo la mayor parte del trabajo –con lo que ha conseguido que figure su nombre–, si bien yo discutí con él las líneas maestras de la investigación, y comprobé los cálculos estadísticos".
No obstante, el establecimiento de la presencia también es problemático. Afirmar excesivamente la existencia del yo (el ojo) es como sugerir que el objeto supuesto es el producto de esta presencia. Solamente el investigador se ha encontrado ante el acontecimiento; solamente él ha residido en la tierra extraña y ha observado que sus habitantes actúan de la manera relatada. ¿Cómo podemos confiar en el observador único, sobre todo cuando sus afirmaciones versan sobre acontecimientos inusuales o excepcionales? Cuando el observador hace referencia a los platillos volantes, a las apariciones de ultratumba o a bestias del tamaño del mamut, la crónica pasa del mundo de los hechos al de la ficción. Así, encontramos que en la mayor parte de las descripciones científicas, la perspectiva pasa del científico individual a la colectividad impersonal. El punto de vista deja de ser el del autor y se convierte en el ojo trascendental que contempla omnisciente todo lo que existe. Este efecto se consigue, a menudo, mediante el uso de expresiones y frases impersonales. En lugar de "pude observar", se utiliza "se pudo observar"; en lugar de "detectamos que" o "detecté que..." leemos frases como "se detectó que...". Muy a menudo, no se hace ningún tipo de referencia al punto de vista –lo que implica que el punto de vista es trascendente al hecho observado–, y se convierte en el punto de vista de todo el mundo. Se lee "el estímulo se presentó..." y no "observé que el estímulo se presentó..."; "el botón fue pulsado..." en lugar de "mi ayudante vio que el botón era pulsado...". En efecto, la realidad bien forjada debe establecer, en primer lugar, la presencia del autor en el escenario y, después, tiene que reemplazarlo por el punto de vista trascendental.
Kenneth Gergen (1989). La psicologia postmoderna i la retòrica de la realitat. En Tomás Ibáñez (Ed.), El conocimiento de la realidad social. Barcelona: Sendai.

5.4.Anexo 4

5.4.1.Ciencia en acción
[ ...] Cuando una discusión oral se enfervoriza demasiado, los disidentes altamente presionados aludirán rápidamente a aquello que otros han escrito o dicho. Escuchamos una de estas conversaciones a modo de ejemplo:

El Sr. A (como si resumiera una vieja disputa): –Teniendo en cuenta que existe una nueva curación del enanismo, ¿cómo puede usted decir eso?
El Sr. B: – ¿Una nueva curación? ¿Cómo lo sabe? Eso se lo ha inventado usted.
– Lo he leído en una revista.
– ¡Venga, va! Supongo que debe haber sido en un suplemento en color...
– No, fue enThe Times y quien lo escribió, si no era un periodista, era alguien con un doctorado.
– ¿Y eso qué importa? Era seguramente un físico en paro que no sabía la diferencia entre el RNA y el DNA.
– Pero hacía referencia a un artículo publicado enNature por el premio Nobel Andrew Shally y seis colegas suyos, un estudio puntero, financiado por todo tipo de grandes instituciones, como el National Institute of Health y la National Science Foundation, en el que se exponía qué secuencia de una hormona estimulaba la hormona del crecimiento. ¿Eso no significa nada?
– ¡Oh! Tendría que haber dicho eso antes... Ahora es muy diferente. Sí, creo que sí.

La opinión del Sr. A se puede rechazar fácilmente. Éste es el motivo por el que recurre al apoyo de un artículo publicado en un diario. Pero eso no impresiona al Sr.B. El diario es demasiado general y el autor, aunque se llame a sí mismo doctor, puede ser algún científico en paro que ha acabado escribiendo en The Times. La situación se invierte repentinamente cuando el Sr. A sostiene su afirmación con un grupo de aliados: una revista, Nature, un premio Nobel, seis coautores y las instituciones subvencionadoras. Como el lector puede imaginar fácilmente, el tono de voz del Sr. B se ha transformado. El Sr. A será tomado en serio, dado que ya no está solo: un grupo, por decirlo así, lo acompaña. ¡El Sr. A se ha convertido en el Sr. Gentío!
Esta apelación a aliados más numerosos y de más importancia se denomina a menudo argumento de autoridad. Los filósofos y los científicos lo ridiculizan porque hace que una mayoría inculque sus ideas al disidente, aunque éste pueda tener razón. Se considera la ciencia como aquello opuesto al argumento de autoridad. Unos pocos convencen a la mayoría porque la verdad está de su lado. Galileo proporciona la forma clásica de esta ridiculización cuando ofrece un contraste entre la retórica y la ciencia auténtica. Después de haberse mofado de la florida retórica del pasado, Galileo la opone a lo que sucede en la física.
Pero en las ciencias físicas, cuando las conclusiones son seguras y necesarias y no tienen nada que ver con la preferencia humana, uno tiene que ir con cuidado de no situarse en la defensa del error, porque allí cualquier hombre medio que tope por sí mismo con la verdad dejaría plantados a mil Demóstenes y mil Aristóteles.
Este argumento resulta, en principio, tan obvio, que no parece haber nada que añadir. No obstante, una mirada atenta al enunciado revela la presencia de dos argumentos completamente diferentes mezclados entre sí. Aquí de nuevo las dos caras de Jano que hemos encontrado en la introducción no deben confundirse aunque hablen al mismo tiempo. Una boca dice: "la ciencia es la verdad que la autoridad no debe vencer"; la otra pregunta: "¿cómo se puede ser más fuerte que mil políticos y mil filósofos?". En el lado izquierdo, la retórica se opone a la ciencia, de la misma manera que la autoridad se opone a la razón; pero en el derecho, ¡la ciencia es una retórica suficientemente poderosa, si hacemos cuentas, para permitir que un hombre convenza a 2.000 prestigiosas autoridades!
Autoridad, prestigio y posición son términos demasiado vagos para explicar por qué el artículo de Schally en Nature es más convincente que la colaboración del Sr. que no es nadie en The Times. En la práctica, lo que hace que el Sr. B cambie de opinión es exactamente lo contrario del argumento de Galileo. Para dudar de que existe una curación del enanismo, primero se debe resistir a la opinión de su amigo, además de la de un doctor farsante y de la de un diario. Algo sencillo. Pero al final, ¿a cuánta gente tiene que oponerse? Contémoslo: a Schally y sus colaboradores, al tribunal de la universidad de Nueva Orleans que concedió a Schally la cátedra, al Comité Nobel que premió su trabajo con el galardón más alto, a muchas personas que aconsejaron secretamente al Comité, al consejo editorial de Nature y a los referees que seleccionaron su artículo, a los comités científicos de la Fundación Científica Nacional y del Instituto Nacional de la Salud que le concedieron subvenciones para la investigación y a la gran cantidad de técnicos y colaboradores mencionados en los agradecimientos. Un gran número de gente, y todo ello antes de leer el artículo, contando únicamente a las personas que están comprometidas en la publicación. Para el Sr. B, dudar de la opinión del Sr. A no tiene la más mínima importancia. Pero ¿cómo puedes negar la importancia de docenas de personas cuya honestidad, buen juicio y trabajo tienes que debilitar antes de discutir la afirmación?
Fig. 1.1
Fig. 1.1
El adjetivo científico no se atribuye a textos aislados que pueden oponerse a la opinión de la mayoría en virtud de una facultad misteriosa. Un documento se convierte en científico cuando sus afirmaciones dejan de ser aisladas y cuando el número de personas comprometidas en su publicación es grande y están explícitamente indicadas en el texto. Al leerlo, en cambio, es el lector quien queda aislado. Señalar esmeradamente la presencia de los aliados es el primer síntoma de que la controversia ha sido lo suficientemente acalorada como para generar documentos técnicos.
Referirse a textos anteriores
En las discusiones orales existe un momento en el que no es suficiente con recurrir a otros textos para hacer que el oponente cambie de opinión. El texto mismo debe ser presentado y leído. El número de amigos externos que acompañan el texto es un buen indicador de su fuerza, pero hay una señal más segura: las referencias a otros documentos. La presencia o ausencia de referencias, citaciones y notas a pie de página se considera tan indicativa de la seriedad del documento, que se puede transformar un hecho en ficción, o una ficción en hecho, añadiendo simplemente o eliminando referencias.
El efecto de las referencias en la persuasión no se limita al prestigio o al bluff. Se trata otra vez de una cuestión de números. Un artículo que no contenga referencias es como un niño sin acompañante que camina de noche por una gran ciudad que no conoce: aislado y perdido, puede pasarle cualquier cosa. En cambio, impugnar un artículo con abundantes notas bibliográficas significa que el disidente tiene que debilitar cada uno de los otros artículos o, como mínimo, se enfrenta a la amenaza de tener que hacerlo, mientras que un artículo desnudo indica que tanto el autor como el lector tienen la misma autoridad: están cara a cara. Aquí la diferencia entre la literatura técnica y la no técnica no consiste en el hecho de que la primera trata sobre hechos y la otra sobre ficciones, sino en el hecho de que la última sólo recoge unos cuantos recursos, mientras que la primera recurre a muchos, aunque estén muy lejos en el tiempo o en el espacio. La figura 1.2 muestra las referencias que refuerzan otro artículo de Schally.
Fig. 1.2
Fig. 1.2
Diga lo que diga el texto, podemos ver que está vinculado con el contenido de no menos de 35 artículos y de 16 revistas y libros publicados entre 1948 y 1971. Si quieres hacer algo en este texto, y si hay otra manera de deshacerse del argumento, ya sabes de antemano que tendrás que comprometerte con todos estos artículos y tendrás que retroceder en el tiempo tanto años como haga falta.
[...] Hemos visto cómo la literatura se volvía cada vez más técnica por la incorporación de más y más recursos. En concreto, hemos visto llegar a un disidente al aislamiento a causa del número de elementos que los autores de artículos científicos ponían de su lado. Aunque en un comienzo suene antiintuitivo, cuanto más técnica y especializada es la literatura, más social se vuelve, ya que aumenta el número de asociaciones necesarias para expulsar a los lectores y forzarlos a aceptarlo como un hecho, una afirmación. La afirmación del Sr. A era fácil de rechazar, pero era mucho más difícil minimizar el artículo de Schally sobre la GHRH en el enunciado 16; no porque la primera era social y la segunda técnica, sino porque la primera es la palabra de un solo hombre y el segundo son las palabras de muchos hombres muy equipados. La primera se elabora con unas cuantas asociaciones, el segundo con muchas. Por decirlo de una manera más definitiva, la primera es un poco social, el segundo lo es extremamente. Aunque eso se comprenderá mejor más tarde, claro está que, si quedar aislado, asediado y sin aliados ni defensores no es un acto social, entonces nada lo es. La distinción entre literatura técnica y el resto no es un límite natural, es una frontera creada por la desproporcionada cantidad de vínculos, recursos y aliados disponibles en cada lugar. Esta literatura no es tan difícil de leer y analizar porque se escapa de los lazos sociales habituales, sino porque es más social que los llamados vínculos sociales normales."
Bruno Latour. (1992). Ciencia en acción. Barcelona: Labor.

Resumen

En este módulo presentamos algunos puntos de referencia para situar la psicología social, conocer sus principales características, entender cuáles son los objetivos de conocimiento que la animan y valorar sus aportaciones. Se trata, en definitiva, de posibilitar una visión general de la psicología social a través de una primera aproximación que os ayude a abordar posteriormente la exposición más detallada de algunos temas.
Partiendo de estas premisas, el módulo está estructurado de una manera bastante convencional en una serie de apartados que estudian el origen de la disciplina, su relación con las disciplinas más próximas (psicología y sociología), los temas que gestaron su formación, las orientaciones teóricas que se dan, las definiciones conceptuales de su objeto de estudio y las aplicaciones a las que da lugar los conocimientos elaborados.
Pero, más allá de este formato convencional que hay que seguir en un nivel introductorio a una disciplina, la presentación que hemos hecho aquí de la psicología social se ha ordenado en torno a tres supuestos fundamentales.
1) En primer lugar, la importancia que reviste la historicidad de los fenómenos sociales y del conocimiento que somos capaces de elaborar sobre estos fenómenos. La historicidad de los fenómenos sociales llama la atención sobre el carácter evolutivo y cambiante de la realidad social y, por lo tanto, sobre la necesidad de alejarnos de una vez por todas de la visión que tiende a considerar los fenómenos psicosociales como fenómenos universales prefijados y propios de una naturaleza humana que trasciende sus determinantes culturales. Asimismo, la historicidad del conocimiento sobre los fenómenos sociales obliga, por una parte, a la máxima prudencia en cuanto a la confianza que conviene conceder a los conocimientos instituidos, y obliga, por otro lado, a prestar siempre la máxima atención a la genealogía de cualquier disciplina para entender debidamente sus características presentes.
2) En segundo lugar, este tema enfatiza la naturaleza socialmente construida de los fenómenos psicológicos. Frente a la idea bastante generalizada según la cual los aspectos sociales impactan sobre un entramado psicológico más fundamental, dando forma y contenidos particulares, señalamos la dificultad de separar lo social de lo psicológico, y apuntamos la necesidad de considerar estos dos aspectos unidos inextricablemente como pueden estarlo las dos caras de un mismo folio.
3) Finalmente, el tercer supuesto fundamental gira en torno a esta peculiaridad del conocimiento sobre lo social, que, con el término Enlightenment, hace referencia a las repercusiones que tiene la misma investigación sobre los fenómenos investigados.
En el mapa conceptual que figura a continuación, recogemos la parte más convencional de la estructuración de este módulo, pero algunos de los conectores que indicamos, especialmente los que son bidireccionales, reflejan también parte de los supuestos fundamentales que acabamos de indicar.
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Actividades

A lo largo de todas las páginas anteriores se han aportado elementos para ayudar a la comprensión de lo que significa la psicología social. No es posible condensar en una fórmula más o menos ingeniosa las múltiples consideraciones y perspectivas que hay que adoptar para alcanzar una inteligencia de la disciplina. Su comprensión exige una peregrinación por la historia, una revisión de sus principales características, un examen de los objetivos del conocimiento que produce y una valoración de las aportaciones realizadas hasta el momento. Se ha tratado, en definitiva, de ofrecer una primera aproximación a la materia.
El módulo se ha estructurado en una secuencia que empieza mostrando los orígenes de la psicología social, su relación con otras ciencias sociales y humanas, los temas que dan origen a su formación e institucionalización, las orientaciones teóricas que se han dado y algunas aplicaciones tradicionales.
La conclusión más importante que hay que extraer de todo lo que hemos expuesto está relacionado con el carácter de inseparabilidad que poseen los procesos sociales y los fenómenos psicológicos. Esta afirmación plantea dos interrogantes generales: cómo se constituye esta inseparabilidad y cómo podemos analizarla. En los próximos módulos aparecerán argumentos para responder a estas cuestiones.
De momento, planteamos dos baterías de cuestiones más particulares para que reflexionéis sobre las mismas.
1) Algunas ciencias sociales han lanzado un desafío epistemológico al plantear que puede existir ciencia sin que necesariamente se genere un proceso de acumulación del conocimiento. La psicología social abogaría por esta propuesta.
Cita

"En mi opinión las ciencias sociales son acumulativas, pero no en el sentido de tener conocimientos siempre más refinados sobre cuestiones permanentes, sino en el sentido de tener un repertorio cada vez más rico en preguntas."

L. J. Cronbach (1986). Social Inquiry by and for earthlings. En D. Fiske y R. Shweder (Eds.), Metatheory insocial sciencia. Pluralism and subjectivities. Chicago: Chicago University Press.

¿Qué puede significar que la psicología social incrementa su repertorio de preguntas? ¿En qué formulaciones epistemológicas se traduce? ¿Qué aspecto confiere a la disciplina?
2) El conocimiento social en general, y el psicosocial, en particular, parecen tener una peculiaridad curiosa: la investigación social genera repercusiones sobre los fenómenos investigados. Es lo que autores como K. Gergen han denominado efecto de Ilustración.
Cita

"La psicología social es científica si enfatizamos el aspecto de conocimiento organizado con la función de producir interpretaciones sistematizadas en su campo de estudio... En cualquier caso, como conocimiento fundamental socialmente, produce interpretaciones que, como tales, alteran necesariamente, y en mayor o menor grado, la propia organización social."

J. Seoane (1985). Sobre el concepto de psicología social. Butlletí de Psicologia, 8, 23-33.

Si el proceso de investigación impacta interpretativamente en su objetivo de análisis: ¿cómo se puede definir este objeto?, ¿cómo se puede definir la relación sujeto-objeto en el proceso de investigación y teorización?, ¿en qué posición queda el investigador?, ¿qué compromisos debe asumir? y ¿de qué clase serán estos compromisos: éticos, políticos,...?

Glosario

acción/investigación
Modalidad de la producción de conocimientos en psicología social que pretende superar la separación entre investigación básica, por una parte, y aplicación de los conocimientos, por la otra. Los conocimientos científicos se elaboran a partir de la intervención práctica del psicólogo social en la resolución de los problemas sociales concretos. La dicotomía entre teoría y práctica queda, así, difuminada parcialmente.
construcción de la realidad
Tesis según la cual la realidad social surge de las actividades o práctica desarrolladas por los seres humanos y cambia, por lo tanto, junto con las mencionadas prácticas. La realidad social no presenta una existencia objetiva e independiente de nosotros, sino que resulta de nuestras propias actuaciones e intercambios con los demás.
convenciones lingüísticas
Aspectos de nuestro lenguaje que no presentan carácter de necesidad, sino que representan una de las múltiples alternativas posibles. La inclusión de una de estas alternativas en nuestra lengua resulta de hechos históricos que desembocaron en un consenso cultural. Pero una vez incluida en nuestra lengua, esta alternativa pasa a condicionar nuestra manera de hablar de las cosas y, por lo tanto, de entenderlas.
dualidad estructural
Concepción según la cual el marco social es simultáneamente estructurante y estructurado. Las instituciones sociales estructuran las prácticas que podemos llevar a cabo, a la vez que quedan estructuradas por las mencionadas prácticas.
enlightenment
Propiedad que presenta el conocimiento, elaborado por las ciencias sociales, de modificar los objetos que han dado lugar a este conocimiento.
genealogía
Estudio de las prácticas sociales que han intervenido en la progresiva configuración de un objeto social.
historicidad
Propiedad de aquellos objetos cuyas características son el resultado de un proceso histórico que las ha configurado. Estos objetos no resultan de la simple sucesión temporal de acontecimientos, sino que están marcados también por la significación de estos acontecimientos y por las condiciones culturales que los produjeron. Atribuir las características de la historicidad a un objeto implica que su configuración actual no presenta un carácter de estricta necesidad, ya que la concatenación de acontecimientos que lo han formado no tenía un carácter de estricta necesidad.
significados compartidos
Constituyen la condición de posibilidad de la misma vida social y de la existencia de colectividades sociales. Se trata del fondo común de formas de entender la realidad que posibilita la comunicación entre las personas pertenecientes a una misma sociedad y que, por lo tanto, pueden realizar actuaciones conjuntas.
socialización
Proceso mediante el cual la persona adquiere significados compartidos por su grupo social y se constituye, así, como miembro, reconocido como tal, de una colectividad social determinada.

Bibliografía

Bibliografía básica
Blumer, H.(1982). . Barcelona: Hora.
Bruner, J. (1991). . Madrid: Alianza.
Ibáñez, T. (1989). (Ed.). . Barcelona: Sendai.
Sangrador, J. L. (1982). . Barcelona: Salvat Ed. S. A.
Torregrosa, J. R. y Crespo, E. (1984). (Eds.). . Barcelona: Hora.
Bibliografía complementaria
Blanch, J. M. (1982). . Barcelona: Hora.
Ibáñez, T. (1990) . Barcelona: Sendai.
Munné, F. (1994). . Barcelona: PPU.
Rodríguez, Á. (1993). . México: Trillas.
Seoane, J. y Rodríguez, Á. (1988). (Eds.). . Madrid: Pirámide.