La interacción social

  • Brígida Maestres Useche

     Brígida Maestres Useche

    Socióloga por la Universidad Central de Venezuela. Máster de Iniciación a la Investigación en sicología Social y Diploma de Estudios Avanzados en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona.

  • M. Carmen Peñaranda Cólera

     M. Carmen Peñaranda Cólera

    Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Barcelona. Máster de Iniciación a la Investigación en Psicología Social y Diploma de Estudios Avanzados en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona. Profesora ayudante del Departamento de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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Introducción

Presentación: La relevancia del concepto de interacción social en el ámbito de la psicología social
La noción de "interacción social" es, quizás, una de las conceptualizaciones de las ciencias sociales que más se inmiscuye en las situaciones cotidianas de nuestras vidas.
Una conversación de amigos en el bar de la universidad; hablar sobre la respuesta que nos dio el profesor; pedirle al camarero un descafeinado de máquina corto de leche y que éste nos lo dé sin rechistar; coquetear con el/la de la mesa de al lado; quedar y hacer el amor; jugar al fútbol con los amigos; asistir a la reunión de la escalera; comunicar nuestro desacuerdo por arreglar la fachada y lograr el consenso de los demás; contárselo a una amiga por teléfono, y a otra por chat; intervenir en una pelea en el metro y salir con un golpe en la cara; explicarle al policía que no tuvimos nada que ver en ésta y que nos crea; explicarle cómo es el dolor al médico de urgencias; negociar en el trabajo la baja laboral; discutir, seguir discutiendo... etcétera, etcétera.
En éstas y otras situaciones, que tienen en común la particularidad de ser relaciones-entre-personas, es donde participan los estudios sobre la "interacción social" a fin de decirnoslo siguiente:
Si una persona y otra persona entablan relaciones entre sí, el hecho de que estas relaciones se produzcan de una manera y no de otra, y que den lugar a unos productos y no a otros, se debe a una dinámica particular de co-coordinación que se desarrolla en el interior de estas relaciones.
Llamaremos "estudios sobre interacción social", al campo de estudio específico en las ciencias sociales, que tiene por objeto de estudio la dinámica que se desarrolla-entre-las-personas siempre que entre éstas se establece una relación.
El desarrollo del concepto de interacción social ha sido, de esta manera, una tarea si no compartida, al menos sí obligada para todas las ciencias sociales. Cada una desde sus propias formulaciones (economía, sociología, antropología, psicología social) ha tenido que conceptualizar el cómo de las relaciones-entre-las-personas, en el intento por precisar el "qué" de su objeto particular de observación/investigación.
Por ello, la psicología social también tiene una historia que contar en el desarrollo de este concepto. Si, como veíamos en el primer módulo, su historia ha sido la trayectoria de su diferenciación en "psicología social psicológica", "psicología social sociológica" y "psicología social construccionista", la trayectoria del concepto pareciera haber corrido igual suerte. Esto es, en tanto que cada corriente proporciona una definición específica de los protagonistas de la interacción social (organismos, personas, sujetos) así como de sus productos (conductas, acciones, discursos), la definición/explicación de la dinámica interaccional cobra matices consecuentes.
Pero la relevancia de la definición del concepto de interacción social en psicología social es aún más sustancial que en el caso de otras disciplinas científico-sociales. Esto se debe a que el nivel de análisis específico que establecen los estudios sobre interacción social es, al mismo tiempo, el nivel de análisis que define el punto de vista y/u objeto de la psicología social. Dado que esto es así, los estudios en psicología social podrían comprenderse también como estudios sobre la interacción social. No obstante, el reconocimiento de esta afirmación no está tan generalizada en el interior de la disciplina. Lo que más destaca en ella como estudios sobre "interacción social" son las investigaciones vinculadas a los ámbitos de análisis de las relaciones interpersonales, la violencia y la agresión, y el altruismo y comportamiento prosocial. Al ser éstos también parte de la historia que tiene que contar nuestra disciplina en los estudios sobre interacción social, prestaremos atención en este módulo a sus formulaciones más relevantes.
Introducción
A partir de nuestra presentación de la noción de interacción social, podemos interrogarnos sobre, ¿cuáles son los mecanismos que intervienen en su constitución según las ciencias sociales?, ¿cuáles son los problemas u objetos de investigación que ha planteado comúnmente la psicología social para el estudio de la interacción social?
Con miras a responder estos interrogantes, hemos estructurado este módulo en dos partes: en primer lugar, hablaremos del problema de la interacción social y, en segundo lugar, de las relaciones interpersonales, la agresividad y el altruismo como si de ilustraciones sobre la interacción social se trataran.
En la primera parte, ofrecemos herramientas conceptuales para comprender el concepto de interacción social como una problemática de las ciencias sociales. En este sentido, el hilo conductor de esta parte lo constituye un recorrido por tres formas de comprender la interacción social en las ciencias sociales y, específicamente, en la psicología social (teorías del aprendizaje, teorías de la atribución y teorías discursivistas), de cuyo desarrollo obtendremos tres dimensiones de este concepto que nos ayudarán en la formulación de la problemática. Estas dimensiones son:
  1. La dimensión mecánica/conductual

  2. La dimensión atributiva/cognitiva/comunicacional

  3. La dimensión discursiva/contextual

En la segunda parte, y como ya hemos mencionado, nos aproximaremos a las temáticas clásicas que la psicología social ha tratado para ilustrar diferentes formas de interacción social. Estas temáticas son las relaciones interpersonales, la violencia y/o agresividad y el altruismo o comportamiento prosocial. En el caso de las relaciones interpersonales, os presentamos un recorrido por las teorizaciones sobre las relaciones de intimidad más tradicionales en los estudios que se han elaborado en este campo, y un cuestionamiento crítico de las mismas a la luz de las herramientas conceptuales que nos ofrecen las perspectivas discursivas para los estudios sobre interacción social, en el sentido de reflexionar sobre cómo lo público se inmiscuye en el ámbito de lo privado y en las relaciones de intimidad.
En el caso de los estudios sobre agresividad y altruismo, tomamos como punto de partida un enfoque dicotómico que vincula ambas temáticas a la luz de un eje común que las presenta como los polos opuestos de la dinámica interaccional. Transitamos, desde aquí, por las diferentes explicaciones que se han elaborado sobre este tipo de comportamientos, así como por los factores que intervienen en su conceptualización, para acabar proponiendo una lectura que ponga su énfasis en el carácter interpersonal y relacional de ambos tipos de comportamientos. En este sentido, la incorporación de la dimensión sociohistórica así como la relevancia de los significados se articulan como herramientas que nos permitirán deconstruir el sentido pretendidamente universal que la psicología social atribuye con frecuencia a estas prácticas y hacerlas inteligibles como prácticas relativas a un contexto determinado.

Objetivos

Los objetivos básicos que debe conseguir el estudiante cuando finalice este módulo didáctico son los siguientes:
  1. Conocer la relevancia de la noción de interacción social como un problema fundamental de la psicología social.

  2. Comprender el concepto de interacción social y las dimensiones que lo constituyen a partir de las herramientas conceptuales que nos ofrecen las diferentes perspectivas teóricas que lo han trabajado.

  3. Aproximarnos a las temáticas que la psicología social ha trabajado tradicionalmente como formas de interacción social, esto es, las relaciones interpersonales, la violencia y la agresividad, y el altruismo y comportamiento prosocial.

  4. Comprender las explicaciones que se han elaborado sobre estas temáticas desde las diferentes perspectivas teóricas de la psicología social.

  5. Conocer los factores y dimensiones psicosociales implicados en estas formas de interacción social.

  6. Analizar los efectos e implicaciones del uso y aplicación de las perspectivas teóricas en las diferentes temáticas de la interacción social.

1.El problema de la interacción social: tres conceptos explicativos

Uno de los mayores acuerdos en los estudios sobre interacción social se encuentra contenido en esta afirmación: la vida social se genera, reproduce, transforma y muere en la escena de cada interacción social.
Este valor funcional que atribuimos a la interacción social nos permitirá dejar de lado otras discusiones sobre "lo social", para enfocarnos exclusivamente en los procesos que discurren dentro de los límites marcados por la interacción social.
Podemos denominar estos procesos, límites contextuales y/o dimensiones del sentido de la interacción social, para significar:
  • El espacio: toda interacción social discurre en un espacio, sea éste de significado físico, virtual o imaginario.

  • El tiempo: toda interacción discurre en un tiempo determinado, sea éste de significado lineal, simultáneo o narrativo.

  • La sociabilidad: toda interacción es social si sus componentes (dos o más organismos, personas o sujetos) poseen capacidad de acción, para influenciar y ser influenciados.

Sobre esta última dimensión (la sociabilidad), es donde se edifica el problema de la interacción social. De hecho, las páginas que siguen a continuación, no son más que tres intentos de la psicología social de dar respuesta a la pregunta sobre la construcción de la sociabilidad en el seno de la interacción social. Con lo cual, antes de comenzar a estudiarlas, nos dedicaremos a formular la pregunta.

1.1.De la metáfora mecánica a la pregunta sobre la sociabilidad

Cuando en las ciencias sociales se nos habla de "interacción social", en realidad, se está haciendo uso de una metáfora que procede de la física mecánica.
Metáfora mecánica asociada a la sociabilidad
Si observamos por instantes el mecanismo que posibilita el movimiento en una bicicleta, encontraremos algunas claves de esta metáfora: dos engranajes adheridos a cada rueda, vinculados entre sí por una cadena, y propulsados por un tercer engranaje colocado en el centro de los otros dos, al cual se encuentran adheridos los pedales. Cuando los utilizamos, la fuerza que imprimimos a la palanca que hacen los pedales sobre el engranaje central provoca (en simultáneo) que el engranaje central y la cadena se pongan en movimiento, activando consigo el movimiento de los otros dos engranajes.
La mecánica nos dice que el movimiento que realiza un engranaje se coordina con el movimiento que realiza el otro engranaje, gracias a la cadena que vincula a ambos en una relación de causación. Esto es, que el movimiento de una rueda es la condición del movimiento de la otra rueda, y a la inversa. La mecánica nos dice, al respecto, que el movimiento de las ruedas es el producto de su interacción.
El pensamiento mecánico o mecanicista (en atención al uso de la metáfora) dominó por mucho tiempo la escena de las ciencias humanas. El gran empeño era explicar el movimiento que dibujan nuestras relaciones con los demás como si de una gran maquinaria social se tratase.
En este empeño, por ejemplo, trabajó la llamada "psicología estímulo-respuesta" (Watson) en su afán por encontrar, en el campo del mundo visible de los organismos, las causas de nuestra conducta en los estímulos del ambiente. También lo fue el de Pavlov, aun cuando ya fue capaz de aventurarse sin saberlo al problema de la interacción social. Descubrió que las respuestas de un organismo pueden ser condicionadas en atención a una combinación de factores.
Incluso ésta fue la obsesión de B. F. Skinner, a pesar de habernos legado más herramientas para plantear este problema. El autor nos decía:

"(...) En vez de mirar hacia dentro para ver qué cruzó la brecha cuando el hombre fue creado, ¿por qué no construir una máquina que se comporta como un hombre y ver qué debe ponérsele para hacerla funcionar? (...) Así como la vida explica el movimiento, éste significa vida, las máquinas que parecen vivas porque se mueven sin ser movidas tienen una larga historia (...)".

B. F. Skinner (1979). Contingencias de reforzamiento. Un análisis teórico (p. 254-256). México: Trillas.

El problema de la sociabilidad se presenta para las ciencias sociales cuando, en uso de la metáfora mecánica, descubre:
1) Que el movimiento de dos o más personas es diferente e impredecible el uno respecto del otro. Por tanto, la relación no es de causación sino de coordinación entre ellas.
2) Que el vínculo o "cadena" que coordina el movimiento entre las personas es invisible, siendo necesaria su inferencia de la situación.
En este sentido, el problema de la interacción social consistiría en cómo explicar el vínculo que hace posible la sociabilidad.

1.2.La interacción social como explicación mecánica/conductual

El legado de Skinner para los estudios sobre interacción social fue, sin duda, descubrir que las relaciones entre un estímulo y una respuesta (entre la acción de un individuo A y un individuo B) no eran causales sino relativas (contingentes) a la aparición de un tercer elemento que consolida esta relación. Se trata de un reforzador que, a modo de respuesta del ambiente, aparece o desaparece para incentivar o desincentivar la relación entre la conducta de un individuo A respecto a la conducta del individuo B.
El modo de condicionamiento de la interacción era de carácter funcional, es decir, las respuestas del medio intervenían a modo de reforzadores positivos o negativos de la conducta de los organismos que aparecía frente a estímulos determinados.
El legado en cuestión es, entonces, que nuestra conducta (en vez de orientarse en términos de causación, como en la mecánica más tradicional) se orienta hacia un futuro que aún no está, esto es, aventura su respuesta a la aparición de un reforzador. En los estudios sobre interacción social, sin embargo, a esta "aventura" hacia el futuro se le domina expectativa.
Si se coloca en el medio a otro organismo con capacidad de conducta, a una persona que se relaciona con otra persona, esta teoría nos dice que la conducta de cada cual opera para la conducta del otro a modo de reforzadores. Por ejemplo, un aplauso si estamos actuando, un beso si estamos llorando, un favor ("favor con favor se paga"), etc. De este modo, operamos en la interacción sobre la base de una expectativa de "recompensa".
Ésta es la idea que recupera, precisamente, la llamada teoría del intercambio social. Para Homans (1950), los individuos somos egoístas, en tanto nos orientamos por las expectativas de maximización de beneficios al menor coste. No obstante, según Homans, en nuestras relaciones con los demás, tejemos un vínculo cooperativo, esto es, fundamos órdenes de intercambio de beneficios mutuos.
El legado de las teorías de la conducta será recuperado fundamentalmente para la psicología social de la mano de la llamada teoría del aprendizaje social. Bandura (1970) aseguraba que el condicionamiento mutuo de las conductas, que se produce en la interacción social a consecuencia del reforzamiento que ejerce la conducta de cada cual sobre la conducta del otro, no sólo se lleva a cabo mediante una intervención funcional del reforzador. Para este autor, la observación de la conducta de los demás, ya no como reforzadores sino como modelos, también interviene en nuestro mutuo condicionamiento de la conducta.
Por tanto, el vínculo de sociabilidad que se establece entre las conductas es funcional cuando el reacomodo constante de nuestras conductas se da por reforzamiento mutuo. El vínculo es, además, observacional cuandoel mutuo condicionamiento se realiza por la observación de la conducta del otro como modelo.
Pero esta idea de Bandura implica que la expectativa que albergamos frente a la conducta de los otros procede de una operación cognitiva. Veamos en qué consiste.

1.3.La interacción social como explicación atribucional/cognitiva/comunicacional

¿Cómo se configuran las expectativas en la interacción social? La respuesta que nos ofrece la corriente que inaugura Heider (1958) en su obra The Psychology of Interpersonal Relations, descansa en las potencialidades del concepto de atribución social.
Según Heider, adjudicar a los demás propiedades, intenciones, motivaciones o explicaciones de sus acciones, se denomina atribución. Y según este autor, atribuimos a los otros:
  • la capacidad de observación,

  • la capacidad de conciencia,

  • la capacidad de acción.

Aunque en sus formulaciones más clásicas, la idea de atribución atiende al concepto de percepción, otras formulaciones nos advierten que siempre atribuimos a los demás aquello que vemos en nosotros mismos.
Figura 1. Grabado de Escher.
Una buena ilustración de la atribución la podemos ver en el grabado de Escher.
En la medida en que estamos hablando de interacción social, tenemos que pensar que el ejercicio de atribución es doble. Es decir, cuando dos personas se observan mutuamente, ocurre un juego de atribución en ambos sentidos. Si la atribución del otro como observador fuera el único proceso de atribución que se da en nuestras interacciones, éstas no se producirían. Nos quedaríamos anonadados los unos frente a los otros en medio de tanta infinitud, como si del juego de los espejos confrontados se tratase.
Figura 2. Foto de Angela Bonadies (sin título)
La mujer que se observa en el espejo a través de su cámara ve cómo su propio reflejo es visto por la mujer sentada en el suelo, quien, a su vez, ve cómo su reflejo es visto por la mujer de la cámara mientras la ve.
¿Qué es entonces aquello que desencadena nuestras acciones? Sobre lo que más enfatizan los estudios sobre atribución social no es tanto sobre el proceso de la observación del otro como observador, sino sobre la atribución que hacemos del otro como poseedor de motivaciones, acciones e intenciones. En las teorías de la atribución esto se llama atribución causal.
Así, cuando nos enfocamos mutuamente, suponemos que el otro actuará de alguna manera, pensamos que tiene interés hacerlo porque esto le repercutirá en algo positivo, creemos que le interesamos, etc. De todos modos, como no tenemos certeza de cuál será su acción, anticipamos posibilidades.
De este cálculo de alternativas anticipadas, fabricamos un esquema de expectativas (1) , dentro del amplio espectro que componen las posibilidades de actuación del otro. De su parte, el otro condicionará a su vez su respuesta a aquello que anticipe de nuestro propio comportamiento. Ambos tienen la conciencia de que el otro está realizando este cálculo.
(1) Esquema de expectativas
El juego de ajedrez nos puede ayudar a ilustrar la configuración de este ordenamiento de expectativas. Si conocemos las reglas del juego, sabemos perfectamente cuáles son las alternativas de nuestro contrincante en cada jugada. Este contrincante, a su vez, también conoce las nuestras. Con lo cual, en este juego es común anticiparse a las jugadas de los otros cada vez que nos toca jugar y, como a la inversa también sucede, se crea una especie de hilo invisible entre las anticipaciones de unos y de otros que dan lugar a esta comunicación entre los pensamientos de cada cual.
Pero las expectativas de nuestras interacciones más habituales no suelen ser meras anticipaciones de un juego de ajedrez, ya que en nuestra vida cotidiana, ni las posibilidades son tan infinitas, ni las reglas son tan explícitas como en el propio juego de ajedrez.
De esta manera, a nuestro juego de anticipaciones mutuas se le suma, para nutrirlo, el conocimiento que extraemos de la propia relación que establecemos con los otros, en un ir y venir de confirmación o desconfirmación de las expectativas,que se almacenan en nuestra memoria a fin de poder utilizar este conocimiento en otra oportunidad.
La coordinación de nuestras acciones, en el seno de una interacción social, resulta del vínculo que se establece entre los esquemas de expectativas de cada cual, y del conocimiento que se adquiere de la relación en el incesante proceso de confirmación/desconfirmación de las expectativas en la acción de los demás.
El hilo invisible, que se extiende entre nosotros a propósito de este modelo de interacción, se entiende como comunicación. Pero, al ser la comunicación un proceso que opera en un medio lingüístico, el debate en torno a la conformación del contenido de las expectativas se abre entre quienes apuestan por el estudio del proceso comunicativo y quienes apuestan por realizar estudios sobre el lenguaje.

1.4.La interacción social como explicación discursiva/contextual

Las reflexiones de Mead acerca de la necesidad de emprender el estudio del lenguaje se infieren de su tesis sobre el nacimiento (2) del mismo.
(2) Nacimiento del lenguaje
Si el gesto es aquello que vemos en los otros, la respuesta a nuestro gesto en el gesto del otro crea el significado. Por tanto, si el símbolo es un gesto con significado, quiere decir que nuestra interacción es, en realidad, una relación entre símbolos, y no entre conductas, mentes o sistemas de comunicación.
La conclusión inicial, según esta perspectiva, es que no podemos estar fuera del lenguaje. Con lo cual, nuestras interacciones no son más que acontecimientos del lenguaje, ocasiones en las cuales éste se renueva a sí mismo.
Con frecuencia vemos o leemos un compendio de tratados, de formulaciones teóricas, de modelos, que intentan formalizar nuestras interacciones en torno a esquemas o gramáticas de expectativas fijas, como si de esquemas comunes a todas las situaciones de nuestras vidas se tratase. Son comunes, al respecto, los tratados sobre la felicidad, las teorizaciones sobre el amor, la autoayuda, los manuales de urbanidad, etc., pero también otros escenarios de nuestras vidas, incluso las instituciones. Hacerlos parecer como verdaderos, como racionales, como inherentes al comportamiento humano para constreñir/encauzar nuestros encuentros. Estos modelados tienen, por tanto, una función en nuestro lenguaje: convertir los acontecimientos del lenguaje en discurso.
Los manuales de urbanidad
El ejemplo de los manuales de urbanidad es muy característico: hasta los años setenta se usaban estos manuales en la enseñanza obligatoria en España para "preparar" a las niñas al buen desempeño de las labores del hogar". De esta manera, se forjaría en las niñas una subjetividad, que marcaría desde joven las coordenadas de la preferencia de su interacción familiar. Para resumir, tendría que ser "buena ama de casa" y una "buena madre".
Llamaremos, por tanto, encuentros discursivos a nuestras interacciones para significar la coordinación por constricción/encauzamiento del lenguaje en la escena de nuestros encuentros. En otras palabras, llamaremos discurso al conjunto de prácticas lingüísticas que mantienen, promueven y regulan relaciones sociales (Iñiguez, 2003).
Mirar una conversación bajo estas premisas supone que las coordenadas de la interacción que mencionábamos al comienzo, son, en realidad, una construcción del discurso:
  • El espacio: lo delimita la significación que de éste construyamos en la relación.

  • El tiempo: lo delimita la significación del mismo hallada en el discurso.

  • La sociabilidad: lo delimita la construcción de sujetos que habite en nuestros discursos.

Resignificar las coordenadas del sentido de nuestras interacciones implica reconocer que las significaciones que nutren nuestros contextos son un producto de la historicidad de nuestros encuentros recogidos en la memoria social.
El amor, como tantos otros códigos de interacción social, tiene una historia que contar dentro de la historia de las situaciones del mundo. Su historia será la de la emergencia de su nombre y la de la generalización de sus significados: como símbolo relacional, como metáfora de la unión entre dos personas, como economía epistolar, como argumento de la vida en pareja, como constricción del sexo al espacio de lo permitido, como flores y poemas, como actualmente chats y páginas tipo "match.com", como todo lo que ha sido y será en lo sucesivo y como lo que no podemos ver en nuestro pasado y en nuestro futuro porque los códigos de nuestra memoria y de devenir están sujetos a encauzamientos y constricciones.
Veremos a continuación las historias de tres temas en sus procesos de construcción en la psicología social. Veremos cómo –desde los ojos que nos muestra nuestra perspectiva discursiva– los temas se han ido construyendo como naturalizados o como verdaderos; y así veremos, al criticarlos, cómo pueden ser vistos si se les otorga estatus de contingencia, de discurso, de construcción social.

2.Las relaciones interpersonales, la agresividad y el altruismo: ilustraciones sobre la interacción social

2.1.Las relaciones interpersonales: una teorización sobre lo íntimo

Uno de los intentos "más atrevidos" por teorizar y construir modelos sobre nuestros encuentros y vinculaciones más habituales lo tenemos en el campo de estudio que lleva por título "relaciones interpersonales". En los orígenes de este campo de estudio siempre ha habido un interés por separarse del llamado comportamiento individual y/o intraindividual y trascender su foco de análisis hacia un nivel de análisis superior: el llamado nivel interpersonal. Las relaciones interpersonales han permitido, de este modo, incorporar el criterio de lo íntimo en los estudios sobre interacción social.
En este sentido, el debate ha versado sobre dónde poner el acento a la hora de discriminar entre modos de encuentros que pueden ser o no connotados como interpersonales. Para ello, se han ofrecido dos criterios que, lejos de ser excluyentes desde el punto de vista definitorio de la relación, operan más bien como ejes complementarios: éstos son, la frecuencia de la interacción y la intimidad establecida en la misma.
A continuación, aunque de forma breve, prestaremos especial atención al nexo de la intimidad, ya que son las clasificaciones que consideran este aspecto las que más priman o las que se han erigido como más relevantes a la hora de definir modos o escenarios de relaciones interpersonales. Pero ¿qué se entiende exactamente por intimidad?
La intimidad puede ser entendida como ese proceso por el cual dos o más personas mantienen una relación donde se da una influencia mutua, de interdependencia –de manera que la conducta de una persona afectará a la otra– y donde ambas partes se involucran de manera conjunta en la realización de actividades, en el compartir sentimientos, experiencias, etc., de manera continuada.
Una de las propuestas de conceptualización de las relaciones interpersonales apuesta por una escala que varía según el grado de intimidad entre las personas (Argyle, 1990). En este sentido, serían las relaciones con los compañeros de trabajo las que menor grado de intimidad presentan (donde el propio carácter del contexto –un contexto laboral– influye de forma considerable: cooperación, competición, roles y posiciones que se ocupan, intereses confrontados, etc.), pasando por las relaciones de amistad y las de parentesco (primer escenario donde establecemos vínculos afectivos y sentimientos de apego) hasta llegar a las relaciones de pareja, donde el grado de intimidad es máximo. Y es sobre este último tipo de relaciones, las de pareja, sobre las que más literatura se ha escrito y más estudios se han llevado a cabo, siendo el amor uno de los temas que más interés ha despertado en nuestra disciplina.
En este sentido, las relaciones amorosas permiten ilustrar los procesos que intervienen en la consolidación, desarrollo y disolución de las relaciones interpersonales, procesos que ponen de manifiesto el poder de transformación inherente a todo proceso de interacción social.
De todos modos, esta forma de entender las relaciones interpersonales en términos de gradación respecto a la intimidad no deja de ser paradójica en el mundo en que vivimos. ¿Acaso no podemos mantener una relación igualmente íntima con nuestra pareja que con una buena amiga? ¿Sólo podemos hablar de familia cuando nos vincula una relación sanguínea? ¿No se pueden considerar a algunos amigos como si fueran parte de "nuestra familia"?
Las clasificaciones que se ofrecen con frecuencia en los diferentes manuales de psicología social y se centran, mayoritariamente, en las relaciones amorosas o de pareja, no responden, a nuestro parecer, a la complejidad que caracteriza el campo de las relaciones interpersonales, siendo necesaria la incorporación de otras miradas que nos permitan deconstruir esa forma más "normativizada" de comprender y aproximarnos a las relaciones interpersonales. Esto lo veremos en el último punto de este apartado, no sin antes hacer un breve recorrido por los procesos mediante los cuales emerge una relación de intimidad.
2.1.1.La atracción interpersonal como punto de partida en las relaciones interpersonales
En nuestro día a día, vamos estableciendo contacto y conversación con personas que se cruzan en los diferentes espacios que conforman nuestro quehacer cotidiano: en el trabajo, en la universidad, en el ascensor de nuestro edificio, etc. De una mirada, de un intercambio de palabras o del hecho de sentarse todos los días al lado de la misma persona, puede iniciarse una relación. La atracción interpersonal se ha conceptualizado como uno de los primeros pasos para el establecimiento de una relación. Pasemos a continuación a indagar sobre los factores que intervienen en estos procesos de atracción interpersonal.
1) Proximidad física
La proximidad física parece decisiva a la hora de relacionarnos con los otros, ya que posibilita tanto la accesibilidad como la construcción de cierta familiaridad.
Experimento sobre proximidad física
Festinger, Schachter y Back (1950) elaboraron un estudio donde compararon las relaciones de amistad surgidas en un edificio de apartamentos y las surgidas en casas unifamiliares (dispuestas en forma de "U"). De los que vivían en el edificio de apartamentos, aquellos que vivían cerca de los buzones eran los más populares, por encontrarse en un lugar de "paso obligado". Por otro lado, aquellos que vivían en casas unifamiliares pero que no disponían de entrada por un patio central, tenían menos relación con los vecinos.
Como puede verse en este experimentado realizado por Festinger, Schachter y Back, aquellos que en contextos de proximidad cuentan con una mayor accesibilidad a los otros, son personas que tienen mayor facilidad para interaccionar con otras personas y, de este modo, establecer contactos y/o relaciones. En este sentido, no nos sorprende en absoluto que busquemos nuestras relaciones en aquellas personas con las que compartimos lugar de trabajo o estudio, con las que vivimos cerca (en el mismo edificio, en el mismo barrio, en la misma ciudad), etc.
De la proximidad física también se desprende la familiaridad. Zajonc (1968) explica que la influencia de la familiaridad en la atracción se explica en términos de mera exposición. Es decir, las personas desarrollamos sentimientos más positivos hacia aquéllos a los que vemos con más frecuencia. Algunos estudios apuntan a que el hecho de que alguien nos sea familiar, nos proporciona mayor seguridad, seguridad que se traduce, a su vez, en mayor atracción.
Nuevos modos de relación a propósito de las TIC
A pesar de que la proximidad física se articula como un elemento importante, siendo más fácil que nos sintamos atraídos por aquellas personas que tenemos más próximas a nosotros, el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) está ampliando los escenarios posibles de interacción, ya que posibilitan el establecimiento de relaciones en la distancia a través de la virtualidad. Las tecnologías están permitiendo que las distancias se acorten y se compriman y que los tiempos para superarlas sean cada vez menores. El correo electrónico supera la velocidad de la carta y los sistemas de contacto sincrónicos (como por ejemplo, el Messenger) permiten interacciones cotidianas con los amigos. Los chats se articulan como espacios de "ligue", donde la gente establece sus primeros contactos y donde juega y negocia con la atracción y las identidades en línea. En este sentido, entre otros, la tecnología está afectando a nuestra vida cotidiana, constituyendo nuevas formas de vida, donde el espacio físico ya no es el único escenario donde establecer relaciones, sino que los espacios virtuales también se articulan como lugares donde establecer contactos y construir relaciones.
2) El atractivo físico
Diferentes investigaciones han demostrado que, efectivamente, la belleza parece influir de manera decisiva en la formación de amistades y relaciones. Como apuntan diferentes estudios, en los momentos iniciales de las relaciones, el atractivo físico puede importar más que la propia forma de ser o la inteligencia de la persona. Este factor, de todos modos, irá cediendo su importancia a otros rasgos conforme avanza la relación (como, la bondad, la inteligencia, el altruismo, las ideas políticas, las creencias religiosas, etc.).
Algunos autores como Feingold (1990) hacen referencia a la existencia de un estereotipo sobre el atractivo físico, que viene a decir que "lo bello es bueno". Es decir, hay una construcción social del estereotipo que nos lleva a pensar que cuando alguien es atractivo, también es inteligente, competente, bondadoso. Esta expectativa positiva puede facilitar enormemente la conducta de acercamiento y/o la sensación de atracción hacia esa persona. No podemos obviar la influencia mediática en la reproducción de este estereotipo. Por ejemplo, en los cuentos infantiles: un simple vistazo a las producciones de dibujos animados de la factoría Disney nos muestra cómo se repite la imagen de los/as protagonistas guapos, inteligentes, buenos, nobles, etc. Al tiempo que los/as malos/as suelen ser feos, perversos y torpes. Este estereotipo tiene, de todos modos, sus limitaciones: no olvidemos que, en nuestra sociedad, circula también la imagen de que los guapos y guapas son poco inteligentes.
De todos modos, no está de más decir que la belleza es algo "relativo", y que no sólo está influenciada por los gustos subjetivos de cada quien, sino sobre todo, por las épocas y las modas. El patrón de belleza de los años cincuenta poco tiene que ver con el modelo de belleza actual que, por ejemplo, ensalza la extrema delgadez. En este sentido, los medios de comunicación, la publicidad y los patrones de moda contribuyen de forma importante a la hora de determinar qué es bello y, por ende, qué es susceptible de ser atractivo.
3) Semejanzas en actitudes y opiniones
Aunque la belleza sea un factor importante en la aparición de la atracción, hay otros aspectos que también intervienen y que, además, se constituyen como elementos necesarios para que una relación se consolide. En este sentido, el hecho de compartir opiniones, creencias, valores, afectos, etc., puede aumentar la atracción que sintamos hacia otra persona.
Y, ¿por qué la semejanza contribuye a la atracción? Desde las teorías de la comparación y del refuerzo social, la similitud es importante, ya que comprobar que el otro tiene puntos de vista parecidos a los nuestros nos hace sentir más seguros, pues de hecho validan nuestros propios puntos de vista. Por ello, existe una tendencia a relacionarnos más con personas con las que compartimos formas de ver y entender la vida que con aquellas que cuestionan la validez de las mismas.
Desde otras posiciones, se cuestiona esta relevancia de la similitud, partiendo de esa idea tan común de que "polos opuestos se atraen". Esta idea no tiene por qué entenderse como opuesta a la anterior, ya que ambas pueden operar de forma y en momentos diferentes: mientras que la semejanza se refiere al hecho de compartir actitudes, creencias y opiniones, la complementariedad se articula más bien en términos de necesidades. En este sentido, mientras que la similitud nos serviría para explicar las relaciones de amistad, la complementariedad parece estar presente en relaciones más profundas como las relaciones de pareja.
2.1.2.La intromisión de lo público en el debate de/sobre lo íntimo
Una de las primeras críticas que se pueden hacer a los estudios sobre relaciones interpersonales, y específicamente a los estudios sobre el amor, es el "sesgo heterosexual" que los caracteriza. Aunque se han comenzado a elaborar investigaciones sobre el "amor homosexual", todavía nos encontramos en una etapa muy inicial. Con esto, no queremos decir que el "amor homosexual" sea diferente al "amor heterosexual", ni mucho menos. Simplemente creemos que la consideración de "otras formas de amar" podría romper con esa mirada más hegemónica y "normalizada" de lo que son las relaciones de pareja y/o afectivas que impera en nuestra sociedad y así romper también con esa forma de producir conocimiento en el seno de nuestra disciplina. En cierto modo, incorporar estas formas de relación que se están haciendo más visibles en la actualidad puede contribuir a deconstruir esa mirada "occidental" y "heterosexual" sobre lo que significa estar en pareja.
Por ello, creemos fundamental la incorporación de la dimensión sociohistórica en nuestro estudio sobre las relaciones interpersonales, sobre todo en lo que se refiere a la semántica y a los significados que han nutrido históricamente el llamado "vínculo amoroso" o a la intimidad. Amar, cuidar, compartir, etc. son dimensiones de la intimidad que no emergen en un vacío social, sino que adquieren su sentido y significado en el contexto donde se producen. Lo que la gente quiere, espera y necesita en términos de afectos y amor es una construcción social compleja, que varía histórica y culturalmente.
¿Qué es ser un buen padre o una buena madre?
¿De quién se es padre? Si comparamos lo que se considera en la actualidad ser un buen padre y en la Roma Imperial, veremos que la cosa ha cambiado considerablemente. En la Roma Imperial, la consanguinidad no era una condición necesaria para la filiación paterna, y menos para el amor filial. Será el catolicismo quien construya una función para este amor.
Desde la crítica que se desprende de la perspectiva discursiva, podríamos relativizar lo que se entiende por intimidad, por atracción interpersonal, etc. Tradicionalmente, lo íntimo se ha vinculado con la concepción moderna del ámbito privado (circunscrito a la familia/hogar) y lo que consideramos atracción interpersonal estaría sujeta al seguimiento de normas, patrones, valores, etc. (encargadas, a su vez, de regular nuestra intimidad).
Pero los discursos sobre la intimidad y sobre vida privada están afectados por las historias públicas, por aquellas que pululan en simultáneo por todos los hogares, dependientes de ser escuchadas y recontadas en la cotidianidad de las personas y que condicionan el qué y el cómo de lo íntimo. La exposición continuada a modelos sociales (personajes de televisión y de películas, protagonistas de novelas, etc.) nos aporta una información importante sobre las relaciones interpersonales y, en concreto, sobre los sistemas de interpretación y las representaciones que hacemos de las relaciones amorosas: aprendemos los cánones de belleza, a atraer y ser atraídos por los demás, a conocer los comportamientos esperados en una situación determinada, el significado de éstos según los gestos, las consecuencias del comportamiento, etc.
En este sentido, desde la perspectiva discursiva, para producir un saber sobre lo íntimo deberíamos preguntarnos qué se entiende por intimidad, así como por los discursos y prácticas que habitamos para construir nuestra intimidad en contextos concretos de producción.

2.2.El eje agresión–altruismo en la dinámica interaccional

A continuación, nos centraremos en otras dos temáticas sobre las que nuestra disciplina ha prestado especial atención como ilustraciones de interacción social: la violencia y la agresividad, por un lado, y el altruismo o comportamiento prosocial, por otro.
En vez de abordarlas como si de temáticas independientes se tratasen, hemos preferido darles un tratamiento en términos de dicotomía, no porque entendamos que una temática pueda definirse en función de la otra, sino porque ambas podrían plantearse como los polos "opuestos" en una dinámica interaccional: mientras que la agresión rompe y perturba las relaciones sociales, el altruismo las cohesiona (Fernández Villanueva, 2003).
2.2.1.La violencia y la agresividad
Un simple vistazo a la prensa diaria seguro nos muestra varias noticias relacionadas con la violencia: tan solo de enero a mayo del 2006, hemos asistido a las consecuencias de la guerra de Irak, a diferentes casos de violencia de género o malos tratos a niños, represiones policiales en las manifestaciones estudiantiles en Francia, enfrentamientos entre policía y jóvenes en algunas ciudades españolas a partir de la celebración del "macrobotellón", vandalismo urbano como consecuencia de las celebraciones de las victorias de equipos de fútbol, etc. Como vemos, la violencia y la agresión están presentes en nuestra vida cotidianamente.
Veamos a continuación las diferentes explicaciones que se han ofrecido sobre los comportamientos agresivos, no sin antes ofrecer una definición de ambos conceptos.
Sobre la definición de violencia y agresión
Uno de los primeros problemas que nos encontramos cuando nos aproximamos al tema de la violencia y la agresividad tiene que ver con su propia definición, ya que aquello que consideramos como acto agresivo está construido por diferentes aspectos y factores, además de ser el resultado de un proceso de interpretación social y cultural (lo que para unos puede ser una agresión, no lo es para otros).
Las diferentes perspectivas que se han dedicado al estudio de la violencia y de la agresividad nos ofrecen visiones parciales y limitadas de estos fenómenos, ya que ponen su énfasis en unos aspectos pero no en otros, ofreciendo, por tanto, definiciones diferentes de lo que se considera violencia y/o agresividad. De todos modos, comenzaremos definiendo de forma genérica ambos conceptos.
La violencia es definida como aquel comportamiento que opera a través de la fuerza y que va en contra de lo que se considera razonable y justo. La agresión, por otro lado, es la acción mediante la cual se pretende causar daño a otra persona.
De estas definiciones, se desprende que el concepto de violencia es más general que el de agresión, ya que abarca cualquier acto donde hay un uso de la fuerza. En cambio, la agresión es más bien una forma de violencia, en la que hay una intención de hacer daño a otra persona.
Sobre las explicaciones de la violencia y de la agresión
Las explicaciones que se han elaborado sobre el porqué del comportamiento violento y/o agresivo han sido muy diversas. En primer lugar, contamos con las teorías internalistas y/o innatistas (entre las que se encuentran el psicoanálisis, la sociobiología y la etología) que defienden que el ser humano es agresivo por naturaleza y que la agresión tiene un carácter instintivo y adaptativo.
En este sentido, creemos interesante señalar que el hecho de naturalizar la agresividad y obviar los factores sociales e históricos que intervienen en los comportamientos agresivos, nos puede llevar a una legitimación de este tipo de comportamientos. Como apuntan Domènech e Iñiguez (2002), las consecuencias sociales, políticas e ideológicas de este tipo de explicaciones son muy claras, sobre todo si atendemos al carácter inevitable que caracteriza al instinto y a los comportamientos que de él se desprenden y que complica, a su vez, las posibles modificaciones de este tipo de comportamientos.
A continuación, nos centraremos en dos de las teorías con más relevancia en el estudio de la violencia y la agresividad: la teoría de la frustración-agresión y la teoría del aprendizaje social.
La teoría de la frustración-agresión supone uno de los intentos de ofrecer una explicación del comportamiento agresivo a partir de la integración de elementos internos y externos, es decir, provenientes de las teorías internalistas (principalmente de las formulaciones psicoanalíticas desarrolladas por Freud) y del auge de las ambientalistas.
Esta teoría fue elaborada por un grupo interdisciplinario de psicólogos del Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale, formado por Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears. La teoría parte de dos supuestos: la agresión es siempre el resultado de una frustración y la frustración conduce ineludiblemente a la agresión. La agresión se genera a partir de una pulsión interna que, a partir de un elemento externo que impide la realización de una determinada acción, genera una frustración que produce, a su vez, una conducta agresiva. La acumulación de frustraciones será la que desencadene la agresión y ésta la que elimine la frustración y nos devuelva a un estado inicial (Dollard et al., 1939).
Esta agresión puede dirigirse hacia el exterior (es decir, hacia la persona que generó la frustración) o hacia el interior del propio individuo. Esta teoría también afirma que se puede dar un desplazamiento de la agresión, es decir, que la agresión puede dirigirse hacia una segunda persona que no tiene que ver con la frustración pero que, por ejemplo, guarda cierta similitud con el agente de la agresión. El nuevo "blanco" de la agresión suele ser alguien de estatus inferior (cuya condición "inferior" garantiza, hasta cierto punto, que no responda con represalias al actor de la agresión) o alguien sobre el que es "socialmente aceptable" descargar esta agresividad (como puede ocurrir con un grupo minoritario).
Este planteamiento inicial fue sometido a dos reformulaciones: la primera, de mano de los propios miembros del grupo, postuló que, aunque la frustración es siempre la causa de la agresión, su efecto no siempre tiene que ser un comportamiento agresivo, sino que esta frustración puede ser canalizada a través de otros tipos de respuestas (por ejemplo, nuestras frustraciones pueden derivar en llanto, apatía, tristeza, etc.).
La segunda reformulación fue planteada por Leonard Berkowitz, quien afirma que, aunque la frustración pueda generar cierta predisposición para los actos agresivos, éstos también pueden surgir de otras causas, como por ejemplo, por la adquisición de hábitos agresivos. Este autor también destacó el papel de los estímulos externos que hacen las veces de señales que nos avisan si se puede o no materializar un comportamiento agresivo (por ejemplo, una señal de este tipo sería la presencia de armas). El "plus" de esta propuesta se basa en la "socialización" de las tendencias agresivas, es decir, no basta con la suma de un factor situacional y una tendencia pulsional, sino que se tiene que pasar por el filtro de un contexto social, que requiere de la interpretación de los significados atribuidos a estas señales (Martín Baró, 1983).
Para la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1976), la agresividad se aprende tal y como aprendemos el resto de pautas de comportamiento. En este sentido, las teorías del aprendizaje social postulan que los comportamientos agresivos se adquieren tanto por experiencia directa como por aprendizaje vicario (aprendizaje por observación de modelos).
Respecto a la experiencia directa, los comportamientos agresivos se adquieren de acuerdo con los mismos principios generales del aprendizaje (refuerzo, castigo, extinción, etc.) y, por lo tanto, podemos encontrar estímulos que producen respuestas agresivas, respuestas que si son reforzadas, pueden aparecer de forma permanente cada vez que aparezca ese estímulo en situaciones parecidas.
El aprendizaje vicario funciona a partir de la observación de modelos, modelos que nos proporcionan información sobre la adecuación de un determinado comportamiento en una determinada situación y sobre sus consecuencias, de manera que vamos adquiriendo representaciones simbólicas que nos sirven de guía para realizar ejecuciones apropiadas.
De todos modos, Bandura defiende que no todo lo que se aprende, se ejecuta. Es decir, las personas podemos aprender y adquirir la capacidad para comportarnos de forma agresiva, pero este aprendizaje no tiene por qué materializarse en una acción agresiva. Para que se materialice una conducta agresiva, ésta tiene que tener un valor funcional para nosotros, es decir, que antes de ejecutar una conducta agresiva, evaluaremos las consecuencias de dicha conducta y decidiremos si este comportamiento aprendido es finalmente ejecutado o no. Por ello, es totalmente plausible que una persona aprenda un comportamiento, lo conozca, sepa cómo ejecutarlo pero no realice dicha conducta.
¿Fomentan los videojuegos las conductas agresivas?
En la línea del debate sobre los efectos de la televisión en la posible conducta agresiva de los niños, se discute en la actualidad sobre el impacto análogo de los videojuegos, especialmente aquellos con contenido violento, en niños y adolescentes.
La polarización de opiniones también está presente en este caso y tampoco hay acuerdo: mientras que algunos estudios apuntan que la exposición a videojuegos violentos predispone a los niños a actuar de manera agresiva a corto plazo, otras investigaciones, en cambio, apuntan que esta relación no ha sido todavía demostrada y, como dice Bandura, el sólo hecho de estar expuestos y conocer este tipo de comportamientos agresivos no implica que los niños vayan a reproducirlos.
En la línea de mostrar las posibilidades de los videojuegos, especialmente como herramientas educativas y de entretenimiento, se están desarrollando proyectos que pretenden relativizar los efectos nocivos de los que tanto se habla. En este sentido, podemos destacar el trabajo realizado por el grupo de investigación JovenTIC, que ha colaborado en la creación de una página web educativa sobre videojuegos (https://www.uoc.edu/in3/joventic/) y la asociación Marinva (https://www.marinva.es/cat/), que se dedica al diseño y realización de productos educativos (especialmente infantiles), y de propuestas de comunicación, dinamización y ocio, donde el juego y las tecnologías tienen un papel fundamental.
Sobre estas dos teorías también se han elaborado ciertas críticas, y es que, a pesar de que ambas extraen las causas de la violencia del interior de los individuos y reconocen la influencia del contexto, continúan permaneciendo ligadas a la inmediatez de los estímulos.
Martín Baró (1983) señala que el hecho de aprender o inhibir un comportamiento agresivo no es un proceso mecánico, sino que en este proceso entran en juego condicionantes de orden social. En este sentido, puede ser especialmente interesante examinar no sólo cómo se aprende o desencadena la violencia, sino indagar sobre qué tipos de violencia se desencadenan o aprenden, contra quién se dirige esta violencia, y qué efectos tiene la misma sobre una realidad concreta. Sobre estos aspectos, regresaremos en la parte final de este apartado, cuando recuperemos la mirada que nos ofrece el construccionismo social al respecto.
2.2.2.El altruismo o comportamiento prosocial
13 de noviembre de 2002. El buque Prestige que transporta 77.000 toneladas de fuel, sufre un accidente frente a las costas de Muxía. Seis días después se hunde, partido en dos, con más de 60.000 toneladas de combustible en sus tanques. Tras la catástrofe, miles de voluntarios se acercan a las costas gallegas para ayudar en las labores de limpieza. Los medios hablan de cómo los voluntarios conforman una marea blanca que intenta frenar el avance del conocido "chapapote", es decir, de la marea negra.
Figura 3. La marea blanca.
Voluntarios colaborando en la limpieza de la costa gallega tras el derrame de "chapapote" producido por el Prestige.
Con frecuencia, y ante catástrofes como la de nuestro ejemplo, no podemos evitar sorprendernos al observar a personas que ofrecen su ayuda de manera desinteresada. Pero las personas no sólo ofrecemos nuestra ayuda en situaciones de emergencia, sino que también lo hacemos en nuestra vida cotidiana. A continuación pasaremos a hablar del altruismo y/o comportamiento prosocial, entendiéndolo como un comportamiento de signo contrario a la agresión, siendo sus efectos la cohesión y el mantenimiento de las relaciones sociales.
Sobre la definición de altruismo y comportamiento prosocial
Consideramos que una conducta es altruista cuando de forma voluntaria se pretende beneficiar a otras personas, sin esperar por ello recompensas a corto o largo plazo. De este modo, se pone el acento en la intención de la persona que ejecuta la acción y en la ausencia de la anticipación de beneficios.
Por otro lado, el concepto de conducta prosocial o conducta de ayuda comparte los dos primeros supuestos de la anterior definición pero, a diferencia del altruismo, sólo tiene en cuenta los efectos, con independencia de los motivos que dan lugar a dicha conducta de ayuda. De este modo, una conducta altruista la podemos englobar dentro de las conductas prosociales o de ayuda, pero no a la inversa, es decir, no toda conducta prosocial tiene que ser necesariamente altruista.
A modo de resumen, podemos decir que las conductas altruistas son aquellas que cumplen los requisitos siguientes: "que beneficie, de hecho, a otros, que sea voluntaria y que su autor no anticipe beneficios externos" (Morales, 1994, p. 444).
Las conductas prosociales y/o de ayuda, en cambio, se refieren a cualquier conducta que supone un beneficio para otra persona, con independencia de los motivos que dan lugar a dicha ayuda (Fernández Dols et al., 2004).
Sobre las explicaciones del comportamiento altruista y de ayuda
Las explicaciones que se han elaborado desde la psicología social sobre el porqué del comportamiento altruista y/o prosocial provienen también de diferentes corrientes de la disciplina. Como ocurrió con la temática de la agresividad, encontramos explicaciones que ubican las causas de este tipo de comportamientos en el interior del individuo: mientras que el psicoanálisis lo hace en términos de sentimientos de culpa, tendencias autodestructivas o para la resolución de conflictos internos (Ortiz, 1994), la etología postula que el altruismo persigue la conservación y reproducción de los componentes genéticos mediante la protección de los individuos emparentados y próximos. De esta manera, el altruismo sería un acto "egoísta", ya que, desde el punto de vista de la evolución de la especie, favorece la supervivencia de los genes propios frente a otros.
De forma más específica, recuperaremos a continuación las explicaciones elaboradas desde la teoría del intercambio social, la teoría del aprendizaje social y la teoría de sistemas.
La teoría del intercambio social, que tiene una visión economicista y racionalista del ser humano, entiende que nuestras conductas son el resultado del cálculo entre costes y beneficios. La aplicación de esta teoría al ámbito del comportamiento altruista no deja de ser paradójica, ya que el comportamiento altruista, como hemos visto en su definición, se caracteriza por la no anticipación de beneficios externos para el donante de ayuda. Por lo tanto, desde esta teoría habría que matizar la definición de altruismo, ya que no nos encontramos frente a una acción desinteresada, sino que el altruismo es una conducta instrumental que busca la satisfacción de ciertas exigencias e intereses propios.
Desde esta teoría, el resultado final de ofrecer ayuda a otra persona está precedido por un cálculo de los costes y beneficios (que pueden ser tanto materiales como simbólicos) que comporta la realización de dicha conducta, en el sentido que intentaremos minimizar los costes y maximizar los beneficios y en función de ello, tomaremos la decisión de ofrecer ayuda o no.
Del mismo modo que apuntamos cuando hablamos de la agresividad, la teoría del aprendizaje social también explica los comportamientos altruistas a partir de la experiencia directa o de la observación de modelos. En este sentido, Bandura también incorpora determinados mecanismos cognitivos del aprendizaje social que nos permiten establecer relaciones entre nuestras conductas y las consecuencias de éstas, de manera que podemos regular nuestros comportamientos con independencia de los refuerzos que obtenemos directamente de nuestra experiencia, pudiendo recuperar la información obtenida de la observación del modelo justo cuando tenemos que tomar una decisión respecto a la ejecución de una conducta de ayuda.
Por último, el enfoque funcionalista de sistemas analiza las acciones como parte de una estructura o sistema social, de manera que éstas sólo tienen sentido en el interior del mismo, siendo las normas sociales las que regulan y definen el carácter de nuestros comportamientos. Aunque retomaremos el tema de las normas sociales en el último módulo de este material (cuando trabajemos el proceso de normalización), en este punto vamos a retomar los tres tipos de normas que están presentes en nuestra toma de decisiones sobre la prestación de ayuda: la norma de responsabilidad social, la norma de reciprocidad y la norma de justicia o equidad.
1) La norma de responsabilidad social prescribe que la gente debe ayudar a aquellas personas que dependan ellas, especialmente en aquellos casos en los que existe una dependencia personal. Esta norma de responsabilidad es transmitida como parte de los valores de nuestra sociedad y cuenta con un importante arraigo en nuestra cotidianeidad.
2) La norma de reciprocidad postula que las personas solemos ayudar a aquellas personas que nos han ayudado previamente. Sería como una especie de intercambio mutuo de ayuda entre los que ofrecen la ayuda y los que la reciben.
3) Por último, la norma de justicia o equidad defiende que las personas tenemos que mantener un balance equilibrado entre aquello que aportamos y los resultados que obtenemos y lo que aportan y obtienen las personas con las que nos relacionamos. Si el equilibrio se rompe, esta falta de equidad puede producir malestar; malestar que se intentará compensar restableciendo el equilibrio, ya sea, por ejemplo, compensando a la víctima por el daño producido, o elaborando justificaciones que reduzcan la disonancia cognitiva.
Además de estos tres tipos de normas, otros autores incorporan las normas personales en este tipo de explicaciones (Schwartz, 1977). Estas normas personales se refieren a esa interiorización que cada uno de nosotros hace de las normas sociales durante el proceso de socialización, de acuerdo con los criterios propios y los valores y reglas que caracterizan el contexto donde está ubicado. Por ello, estas normas no responden a estas regularidades sociales, por lo que no caben expectativas al respecto.
Sobre los factores que intervienen en la prestación de ayuda
A continuación, os presentamos una clasificación sobre los diferentes factores y elementos que intervienen en la toma de decisiones respecto a la ejecución de ayuda.
1) Respecto al contexto social donde se da la ayuda
Uno de los ejemplos más utilizados por los psicólogos sociales para ilustrar el comportamiento altruista (en este caso, la ausencia de) es el caso de Kitty Genovese. Esta joven fue asesinada en Nueva York en presencia de treinta personas que no hicieron nada para ayudarla (y cuando lo hicieron –llamaron a la policía– ya era demasiado tarde). Este suceso será el principio del interés de Darley y Latané por los procesos que intervienen en la prestación de ayuda a otras personas. Una de sus primeras conclusiones fue que, al contrario de lo que se puede pensar, la presencia de otras personas en una situación donde se requiere ayuda, puede inhibir la propia decisión de ayudar. Veamos un resumen de uno de sus experimentos:
El experimento del interfono

"En uno de los experimentos los sujetos oían, a través de un interfono, que otro de los sujetos estaba sufriendo un ataque epiléptico aparentemente grave; el mero hecho de saber que otros sujetos estaban oyendo a la víctima inhibió la conducta de ayuda. El 100% de los sujetos del grupo de control, que oyeron a la víctima y creían que no había ninguna persona escuchando, intentaron ayudar y su reacción fue rápida (un promedio de 52 segundos). El 85% de los sujetos que creyeron que había otro testigo intervinieron (con un tiempo medio de 93 segundos) y, por último, sólo el 62% de los sujetos que creyeron que había otros 4 testigos intervinieron (tras esperar un promedio de 166 segundos). Las entrevistas postexperimentales y la observación de los sujetos mostraron, sin embargo, que los sujetos que no ayudaban a las víctimas no eran, ni mucho menos, testigos fríos e indiferentes. En muchos casos manifestaban un indudable malestar y sincera preocupación. ¿Por qué, entonces, la ausencia de ayuda?".

Fernández Dols et al. (2004). Altruismo y conducta de ayuda. En Fernández Dols et al. Tratado de Psicología Social. Volumen II: Interacción Social (p. 54). Madrid: Síntesis.

Latané y Darley (1970), en su intento de explicar por qué la presencia de otros observadores inhibe la conducta de ayuda, hacen referencia a tres procesos:
a) Inhibición por la audiencia: la presencia de otros observadores puede inhibir nuestra conducta por miedo a equivocarnos y hacer el ridículo o a ser juzgados negativamente por nuestra conducta.
b) Influencia social: en aquellas situaciones de emergencia (o en situaciones ambiguas), en las que no sabemos cómo comportarnos, solemos prestar atención a lo que hacen los otros con el fin de elaborar una interpretación adecuada y orientar nuestro comportamiento. Si permanecemos a la expectativa de que los otros intervengan y esta acción no se produce, puede darse una situación de pasividad colectiva. Es lo que Latané y Darley denominan ignorancia pluralista.
c) Difusión de la responsabilidad: cuando nos encontramos solos frente a una situación que requiere de nuestra ayuda, únicamente nos queda ayudar o ver cómo la persona sufre. En estos casos, y como únicos responsables de la situación, seguramente ayudaremos. En los casos en los que el número de personas presentes es mayor, se puede producir una difusión de la responsabilidad propia, al creer que serán los otros los que ayudarán o estarán a punto de hacerlo, facilitando, de esta forma, la ausencia de acción. Esta situación se da especialmente cuando los costes de la ayuda son altos y disminuye cuando la situación responsabiliza directamente a uno de los observadores, ya sea por su posición de autoridad o porque es percibido con mayor competencia que el resto de los observadores.
2) Respecto al donante de ayuda
Hay varios factores vinculados a la persona que ofrece la ayuda que intervienen en el proceso de decisión. A continuación, veremos algunos de ellos. En primer lugar, el donante de ayuda tiene que disponer de recursos que le permitan ofrecer dicha ayuda. La no disposición de estos recursos puede afectar de forma directa al proceso de toma de decisiones. Por ejemplo, si disponemos de tiempo es más probable que ofrezcamos nuestra ayuda que si no se dispone de él.
El componente afectivo es otro de los factores que se ha estudiado respecto a la prestación de ayuda. Por ejemplo, el estado de ánimo parece influir en el sentido que si uno está de buen humor, puede sentirse más motivado para prestar ayuda que si no lo está. Otros afectos también parecen estar presentes: el mero hecho de anticipar sentimientos de culpa, vergüenza, satisfacción, etc. Pueden ejercer un papel importante en el proceso de toma de decisiones sobre el ejercicio de la ayuda.
De todos modos, han sido los estudios sobre la empatía los más destacados en este sentido. La empatía es esa capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro y poder experimentar y vivenciar su misma emoción o sentimiento. Por lo tanto, el hecho de empatizar con el sufrimiento del otro puede aumentar nuestra tendencia a ayudar a los demás (Hoffman, 1981). De todos modos, hay quien hace una lectura de este sentimiento de empatía diferente, teniendo como objetivo la reducción del propio malestar personal y remitiéndonos a razones más bien egoístas.
Para terminar, haremos referencia a los procesos de atribución que el donante de ayuda elabora sobre la persona que necesita esta ayuda, es decir, el tipo de interpretaciones que elaboramos sobre las causas de la necesidad de la persona que necesita ayuda. Si las atribuciones son internas a la persona, ésta se erige como responsable de su propia situación, siendo menos probable que se ejecute la ayuda. En cambio, si las atribuciones son externas, se reduce la responsabilidad de la persona, y es posible que se ayude más.
Sobre las atribuciones
Pensad, por ejemplo, que vemos cómo una persona se cae bajando del tren. Si observamos que esa persona lleva bastón, seguramente haremos una atribución externa, liberándole de la responsabilidad de su caída. En cambio, si observamos que la persona está bajo los efectos del alcohol, haremos una atribución interna, erigiéndole como responsable de la misma. ¿Creéis que emitiremos el mismo tipo de conducta de ayuda frente a una atribución que frente a la otra?
3) Respecto al receptor de ayuda
Tal y como vimos en el apartado de las relaciones interpersonales, elementos como el atractivo físico o la similitud percibida respecto al receptor de ayuda nos pueden contribuir a que ayudemos más a esa persona. Los estereotipos de género también parecen estar presentes en las interacciones establecidas para ofrecer ayuda. Hay quien piensa que las mujeres necesitamos más ayuda que los hombres y por eso es relativamente fácil que en una situación donde una mujer necesita ayuda, se reproduzca este estereotipo y un hombre se ofrezca a ayudarle. Al contrario, un hombre podría mostrarse violentado si una mujer le presta su ayuda.
También tenemos que tener en cuenta cómo la respuesta del receptor de ayuda puede ser un factor relevante a la hora de ofrecer esta ayuda (Morales, 1994). A priori podemos pensar que recibir ayuda siempre es algo positivo, pero puede ser que no sea percibido del mismo modo para el receptor de la misma. Recordemos la norma de reciprocidad: puede ser que el mero hecho de sentir que "debemos algo a alguien" o el hecho de no disponer de recursos suficientes para responder recíprocamente provoque tensión en el receptor de ayuda.
Por otro lado, el hecho de recibir ayuda puede tener un impacto negativo sobre el autoconcepto del receptor, en el sentido de sentirse inferior, no autosuficiente, etc., o percibirse de manera negativa, bien porque se vive como una manipulación, bien porque aceptar esa ayuda puede crear una alianza indeseable con alguien que no nos gusta. Todos estos motivos pueden provocar que la persona necesitada de ayuda muestre sus reticencias a recibirla o se niegue a ello y que, a partir de la percepción de dicha circunstancia, optemos por no ofrecer esta ayuda.
2.2.3.La mirada socioconstruccionista en el eje agresión – altruismo
Llegados a este punto, sólo nos queda volcar los elementos que nos aporta la psicología social construccionista y la psicología discursiva en el estudio de las agresiones y el altruismo. Esta mirada se desmarca tanto de aquellas explicaciones que remiten a la naturaleza interna de estos comportamientos, como de aquellas que enfatizan en el carácter externo de los mismos, y pone su énfasis en el carácter interpersonal e interactivo de la agresión (Muñoz, 1990) y del altruismo. Desde esta mirada, el interés se centra en comprender los recursos interpretativos y demás significaciones contingentes al propio contexto de producción de este tipo de prácticas.
Para ilustrar las posibilidades de esta mirada, vamos a retomar el caso de Kitty Genovese a partir de la relectura que Frances Cherry realizó del mismo en su libro «The "stubbom particulars" of Social Psychology» y del análisis elaborado por Miquel Domènech y Lupicinio Iñiguez donde recuperan la importancia del contexto de interpretación en la significación de un comportamiento violento y/o altruista.
Releyendo el caso de Kitty Genovese
Como ya hemos visto, Kitty Genovese fue violada y asesinada en una calle de Nueva York en presencia de unas treinta y siete personas. El caso fue objeto de portadas de periódicos y de múltiples interpretaciones. Desde la psicología social se habló de "ausencia de ayuda en presencia de observadores", convirtiéndose en un ejemplo paradigmático de los estudios sobre el altruismo.
Pero Frances Cherry, en un excelente ejercicio de interrogación sobre el proceso de construcción de significados que se puso en marcha para que tal hecho se convirtiera en un ejemplo del comportamiento de ayuda, nos ofrece una interpretación diferente. Cherry constituye este mismo acontecimiento, ya no como una ilustración del comportamiento altruista o "ausencia de", sino como un caso de violencia de género. Para ello, Cherry hace su relectura desde dos momentos sociohistóricos diferentes y, por lo tanto, desde dos contextos de interpretación también diferentes. Veamos el resultado:
Sobre los contextos de interpretación
América, años sesenta. En este contexto poco se dice o se hace respecto a la violencia de género, es decir, no existe un discurso de denuncia ni de intervención en este aspecto. En el ámbito sociohistórico, y con estas herramientas interpretativas, el acontecimiento se construyó, como hemos visto, como un caso de emergencia en el que nadie interviene para ayudar.
América, años ochenta. Tanto la incorporación de la cuestión de género en los experimentos sobre los comportamientos de ayuda, como las reivindicaciones del movimiento feminista (con su respectiva constitución de un campo de estudio denominado relaciones sexo/género), contribuyen a la creación de un contexto social más sensible a la violencia hacia las mujeres. En este nuevo escenario, se articula un nuevo contexto interpretativo que, aplicado sobre el caso de Kitty, nos permite hacer una lectura diferente del suceso como un caso de violencia de género.
Este ejemplo nos permite corroborar que, efectivamente, la consideración de la dimensión sociohistórica en la comprensión de un determinado hecho o acción es fundamental, ya que justamente son estas herramientas conceptuales e interpretativas las que nos proporcionan el marco en el que interpretar los hechos.
A modo de conclusión
Por lo tanto, la dimensión sociohistórica nos permite entender los comportamientos violentos y/o altruistas, no a partir de sus significaciones individuales, sino inseridos en su propio contexto de producción. Contexto que no sólo hace las veces de escenario donde se da un comportamiento determinado, sino que se establece como un marco de valores y normas donde se crean las condiciones de posibilidad para llevar a cabo un tipo de comportamiento u otro.
Al reconocer su carácter relacional y su ubicación en un contexto normativo, ponemos de manifiesto que la palabra agresión o altruismo están conectadas con formas lingüísticas, y no sólo con conductas observables. En este sentido, Gergen (1984) apuntaba cómo esto nos lleva al ámbito de los discursos y del análisis de los mismos y que, el carácter individual o grupal de la agresión, por ejemplo, no depende tanto de las características físicas de la acción en cuestión, sino del contexto lingüístico donde el término se ubica.
Siguiendo esta línea, retomemos ahora el ejemplo con el que comenzábamos el apartado del altruismo, es decir, el caso del Prestige en el que, frente a una situación de emergencia, miles de voluntarios ofrecieron su ayuda para limpiar las costas gallegas. A primera vista, nos encontramos frente a un caso de comportamiento de ayuda pero, si atendemos al escenario discursivo, este primer significado queda relativizado y ampliado a otros significados que se desprenden del contexto sociohistórico y político en el que tuvo lugar.
Podríamos hacer referencia, en primer lugar, al significado que tienen las rías para los/as gallegos/as. Durante semanas, asistimos a la particular "batalla" de los pescadores y voluntarios por "salvar" las rías del chapapote y es en este sentido en el que no sólo se hace evidente el comportamiento de ayuda, sino que nos remite constantemente al significado compartido de las rías en términos de tradición, del valor del paisaje como forma de vida, etc.
En segundo lugar, el "efecto llamada" que movilizó a miles de personas para, en un principio, ejercer esa ayuda, sufrió una transformación posteriormente, convirtiendo el propio hecho de ayudar o no ayudar en un posicionamiento político, en un estar a favor o en contra del partido del gobierno o del partido de la oposición, en una reivindicación o crítica a unas posturas u otras. Es decir, lo que en principio se articuló como comportamiento de ayuda pasó a significarse de otras formas: como sentimiento, como posicionamiento político, como reivindicación, etcétera. De nuevo, es a este tipo de análisis al que nos invitan las perspectivas discursivas y sociocontruccionistas.

Resumen

Como hemos enfatizado a lo largo de este módulo, las significaciones que median nuestras interacciones son el fruto de una construcción social. En este sentido, en la medida en que este trabajo ha sido fruto de una interacción social, debemos decir que también ha estado mediado por los mismos procesos a los que hemos hecho referencia. El producto presentado, por ende, debemos comprenderlo como un discurso que ha emergido del campo significativo que nos ha arropado en su elaboración: el universo lingüístico de los estudios sobre interacción social en el ámbito de la psicología social.
Desde este universo lingüístico, hemos optado por presentar el tema de la interacción social, más que como un concepto, como un problema común y aún no resuelto en las ciencias sociales. Es decir, que sea una problemática más que un concepto nos permite comprenderlo como uno más de esos códigos que median nuestras interacciones, cargado de historicidad y, por tanto, abierto a futuros y pasados intentos de resolución.
Hemos mostrado, de esta manera, tres intentos de la psicología social por formular y resolver el problema de la sociabilidad (que como hemos apuntado, es el problema de la interacción social). De la explicación mecánica/conductual, hemos destacado los elementos que activan la mecánica del condicionamiento de la conducta en interacción, el rol funcional de los reforzadores, y el intercambio de conductas de reforzamiento como vínculo de sociabilidad. De la explicación atribucional/cognitiva/comunicacional, hemos destacado el rol de las atribuciones en el proceso de construcción de las expectativas que nos orientan en las escenas de la interacción social. Del mismo modo, también hemos hecho referencia a los procesos de mutua anticipación como productos del conocimiento que adquirimos en la incesante dinámica de confirmación-desconfirmación de la expectativa, y del hilo comunicacional que de esto se genera como vínculo de sociabilidad. De la explicación discursiva/contextual, hemos destacado el rol constitutivo del lenguaje en la escena de la interacción social, así como el papel de los significados en la configuración de las coordenadas del contexto, de los discursos en la conformación del vínculo de sociabilidad.
Con todas estas herramientas, y en particular desde aquellas suministradas por las explicaciones discursivas, hemos emprendido la tarea de la exposición crítica de los temas y factores que en psicología social se suelen destacar en sus intentos por definir y modelar el ámbito de las "relaciones interpersonales". En cuanto a las definiciones, hemos destacado el rol que se atribuye a la noción de intimidad en la definición de este tipo de relaciones. Hemos advertido cómo, desde cierta definición de lo íntimo, la disciplina ha elaborado jerarquías en el modo de relacionarnos con los demás según el grado de intimidad que establezcamos. Hemos tenido la oportunidad además, de exponer que, para los estudios en psicología social, estas relaciones surgen por la intervención de factores tales como: la proximidad física, el atractivo físico, la semejanza, etcétera. Asimismo hemos podido reflexionar críticamente sobre estos factores así como sobre las jerarquías atribuidas a nuestras relaciones íntimas, en el sentido de poner a prueba, o al menos entre signos de interrogación, la idea que defiende que los grados de intimidad se correspondan necesariamente con los diferentes modos de relación (amistad, familiar, pareja). De la misma manera, hemos advertido que la relevancia que se otorga a unos u otros factores varía de contexto en contexto, siendo la dimensión sociohistórica de las relaciones interpersonales aquella encargada de certificarnos, en definitiva, cómo y en virtud de qué nos relacionamos con los demás en términos de intimidad. Por ello, hemos avanzado modos de preguntar sobre la intimidad desde una mirada construccionista, y ensayado alguna respuesta respecto al modo en que se puede comenzar a cuestionar la manera de comprender la intimidad que se presume universal y circunscrita al ámbito privado. Tuvimos ocasión, en este sentido, de apreciar cómo las relaciones que se establecen bajo códigos de intimidad, se encuentran atravesadas por discursos públicos que intentan, al definirla y reglamentarla, generar prácticas sociales consecuentes.
En la misma línea hemos presentado los estudios realizados en la psicología social sobre los temas de la agresividad y el altruismo. De estos últimos temas, fundamentales en los estudios sobre interacción social en psicología social, hemos avanzado la posibilidad de comprenderlos de manera conjunta, como un eje significativo dual a través del cual las prácticas sociales pueden significarse de manera agresiva o altruista, dependiendo del contexto de significación que arrope a este eje. Esta manera de entender los temas de la agresión y el altruismo es, desde el comienzo, una exposición crítica al trato separado que suele darse a estos temas en el campo de la disciplina: especialistas en agresión, por una parte, y especialistas en altruismo por la otra. No obstante la crítica, hemos mostrado cada tema por separado para poder centrarnos en aquello que se ha dicho de cada uno de manera específica.
En el caso de la agresión/violencia, hemos presentado cómo se las define, advirtiendo sobre la mayor amplitud del concepto de violencia en relación con el carácter más restringido que se le suele atribuir al de agresión. Ambos se refieren, no obstante, al tema del daño sobre el otro en la interacción. Hemos transitado, además, por las teorías explicativas de estas conductas (internalistas, frustración/agresión, aprendizaje social), en un intento por formular y reformular la cuestión: ¿Somos agresivos por naturaleza? ¿Hay factores del ambiente que intervienen en este comportamiento o simplemente aprendemos a ser agresivos? Al pensar críticamente las respuestas de cada corriente, hemos incorporado reflexiones sobre el papel de las normas y del contexto en general, en la definición y encauzamiento de nuestros comportamientos violentos y/o agresivos.
Otro tanto hemos hecho con el llamado comportamiento altruista/prosocial. Hemos presentado la diferencia entre las definiciones de conducta de ayuda y conducta prosocial, que en psicología social se entiende como la diferencia entre comportarnos con expectativas de recompensa (prosocial) o no albergarlas (altruismo). Hemos destacado, además, los factores que suelen atribuirse en psicología social como causa de la conducta de ayuda. Al respecto, nos hemos referido a los factores atribucionales asociados a estereotipos sociales, junto con los factores asociados a la atribución por difusión de la responsabilidad. De los últimos, destacamos el experimento que nos muestra cómo la conducta de ayuda es menos probable cuando la responsabilidad de hacerlo se diluye entre quienes presencian una situación de emergencia. En el caso de los primeros, destacamos el ejemplo que nos muestra cómo, de las explicaciones que hagamos de por qué alguien necesita ayuda, se desprende nuestra decisión de ayudar o no ayudar. Recordad nuestro ejemplo sobre el hombre que se ha caído en el tren: ¿le prestaremos la misma ayuda si creemos que necesita un bastón que si está borracho? Ésta sería la cuestión.
Con miras a cerrar el eje agresión-altruismo, hemos destacado las potencialidades de la mirada construccionista a partir de la relectura del caso de Kitty Genovese, como ejemplo paradigmático del comportamiento de ayuda. En este sentido, destacamos cómo el contexto de interpretación es vital en la definición de los comportamientos, ya sean de ayuda o de agresión. Para ello, comparamos los escenarios significativos en los que se interpretó como "ausencia de ayuda" y se reinterpretó como "violencia de género", con el fin de ilustrar que, efectivamente, el contexto nos proporciona las herramientas para definir y entender el mismo fenómeno de un modo u otro.
Finalmente, al exponeros este módulo como una construcción que reivindica una mirada crítica, os invitamos también a tenerla ahora en las actividades que os presentamos a continuación.

Actividades

  • Escoged tres revistas de actualidad dirigidas a hombres y mujeres, a hetero y homosexuales (tipo Cosmopolitan, Woman, Vogue, Zero, Men's Health, GQ, Primera línea, etc.) y elaborad un análisis sobre el tratamiento que del concepto de intimidad se realiza en estos medios. En este sentido, podéis reflexionar sobre los términos en los que se habla de intimidad, sobre qué regularidades o singularidades se encuentran, sobre qué discursos o mensajes circulan, y sobre si encontráis diferencias en el tratamiento de la temática en función del público a quienes van dirigidas, etc.

  • Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) están creando nuevos espacios de establecimiento de relaciones. Reflexionemos a continuación sobre nuestra propia experiencia como usuarios de tecnologías (como estudiantes de la UOC, como usuarios de telefonía móvil, del Messenger o del chat) y en cómo éstas están presentes en nuestras relaciones cotidianas. En este sentido, ¿creéis que las relaciones mediadas por TIC son diferentes a las que establecéis presencialmente? ¿Qué posibilidades creéis que abren las nuevas tecnologías en el establecimiento y consolidación de las relaciones interpersonales?

  • El debate sobre el impacto que los videojuegos pueden tener en nuestros jóvenes está de gran actualidad. Desde algunos focos del debate, se cuestiona que realmente el impacto sea negativo y se destacan las posibilidades de este tipo de juegos. Leed la siguiente afirmación de Sherry Turkle y reflexionad sobre las posibilidades que según esta autora tendrían los juegos de simulación. En esta línea, ¿cómo podrían entenderse estos espacios y qué potencialidades nos pueden ofrecer en el cuestionamiento de nuestra propia realidad?

Cita

"los juegos de simulación no son objetos para pensar sobre el mundo real, sino para provocar nuestra reflexión sobre cómo el mundo real se ha convertido a sí mismo en un juego de simulación."

Sherry Turkle (1995/1997). La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet (p. 91). Barcelona: Paidós.

  • Uno de los temas contemporáneos con los que podemos trabajar sobre el comportamiento altruista tiene que ver con la solidaridad. Y quizás una de las formas más "mediáticas" de practicar el altruismo es el apadrinamiento de niños/as del "tercer mundo". A partir del siguiente eslogan, intentad explicar este comportamiento de ayuda desde las diferentes teorías y factores que hemos explicado en relación con el concepto de altruismo. En esta línea, reflexionad sobre cómo se construye la idea de ayuda al donante y al receptor de la misma en este contexto de apadrinamiento. Pensad también qué tipo de discursos y significados se manejan en torno a esta forma de ayuda y qué implicaciones ideológicas podría tener el hecho de participar en este tipo de acciones.

Children International (www.children.org)
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  • Un folleto informativo que describe las condiciones en el país de su niño.

  • Un informe anual del director del proyecto en la comunidad de su niño.

  • Una suscripción gratis al Sponsorship News, el boletín informativo especial de Children International, remitido a su domicilio.

  • La oportunidad de escribir a su niño con la frecuencia que desee, así como enviarle regalos y tarjetas para su cumpleaños, Pascua y Navidad.

    Puede apadrinar al niño que ve en esta página o utilizar el sistema de búsqueda para encontrar un niño que sea como usted desee.

Glosario

agresión
Forma de violencia que tiene como intención causar daño a otra persona, ya sea físico, psicológico y/o simbólico.
altruismo
Acción voluntaria que tiene como objetivo beneficiar a otras personas, sin la anticipación de beneficios o recompensas a corto o largo plazo.
atracción interpersonal
Factor que interviene de manera positiva en los procesos iniciales del establecimiento de las relaciones interpersonales.
atribución social
Adjudicación a otros de las explicaciones (causas, motivaciones e intenciones) de sus propios comportamientos.
comportamiento prosocial
Comportamiento voluntario que tiene como objetivo beneficiar a otra persona, con independencia de los motivos que dan lugar a dicha ayuda.
difusión de responsabilidad
Efecto que se produce cuando, en una situación de emergencia en la que se requiere ayuda y estando presentes otros observadores y testigos, se diluye la sensación de responsabilidad que uno asume como propia, atribuyéndose/distribuyéndose esta responsabilidad entre los otros observadores presentes en la situación.
discurso
Conjunto de prácticas lingüísticas que mantienen, promueven y regulan relaciones sociales.
interacción
Movimiento que dibujan dos o más cuerpos, cuando la energía que transporta a cada uno se conjuga con la de los otros para generar un campo de fuerzas coordinadas entre sí.
interacción social
Relaciones de coordinación que se establecen entre dos o más organismos, personas o sujetos.
intimidad
Proceso por el cual dos o más personas mantienen una relación donde se da una influencia mutua, de interdependencia, y donde ambas partes se involucran de manera conjunta en la realización de actividades, en la compartición de sentimientos, experiencias, etc., de manera continuada.
relaciones interpersonales
Objeto de análisis en la psicología social que designa el campo de estudio sobre lo íntimo.
violencia
Comportamiento que opera a través de la fuerza y que va en contra de lo que se considera razonable y justo.

Bibliografía

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