Los niños, el entorno protector y el equipo especializado en infancia y adolescencia

  • Núria Amadó Serés

     Núria Amadó Serés

    Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona en 1981, máster en Intervención socioeducativa con menores (niños, adolescentes y jóvenes en riesgo o conflicto social) por la Universidad Ramon Llull (1996) y máster en Psicopatologia clínica por la Fundación Vidal i Barraquer y la Universidad Ramon Llull (2009). Está habilitada como educadora social. Es pedagoga del Equipo de Atención a la Infancia y la Adolescencia en el Ayuntamiento de Barcelona (EAIA de Ciutat Vella, Raval sur), desde 1999 (antes lo había sido del EAIA del Vallés Oriental). Ha sido profesora de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación Blanquerna. Ha participado en diferentes proyectos de inserción laboral con mujeres mayores de veinticinco años (Ayuntamiento de Sant Celoni). También ha participado en el equipo de coordinación de la experiencia piloto de formación de mujeres con derecho al PIRMI (Programa interdepartamental de la renta mínima de inserción), que ha llevado a cabo junto con Cáritas Gerona y el Ayuntamiento de Calella. Ha sido tutora de prácticas del alumnado de Educación Social, en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona. Ha sido educadora en el ámbito de justicia juvenil, en el Centro Educativo Josep Pedragosa (actualmente CRAE Castanyers), haciendo tareas de educación y de coordinación, y en el Departamento de Justicia Juvenil. Ha trabajado de educadora social en el Ayuntamiento de Calella. Ha sido directora de la Escuela Taller Rectoria Vella, del Ayuntamiento de Sant Celoni.

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Introducción

El reconocimiento de la infancia, de su necesidad de atención y de protección, se ha hecho un proceso muy lento en la sociedad. Podemos decir que se inicia en el siglo XX, coincidiendo con el cambio de modelo de sociedad y también de familia. Hasta mediados de siglo, la nueva filosofía, introducida por la Convención sobre los derechos de los niños, no desvela la preocupación por dotar a la infancia de un marco de protección.
En este módulo, queremos hacer una aproximación a la infancia como miembro de pleno derecho de la sociedad, teniendo en cuenta sobre todo los derechos que esta sociedad le reconoce. Lo haremos definiendo los conceptos de infancia y de niño; esbozaremos unas pinceladas al recorrido hecho para llegar al momento actual. Nos situaremos en el marco legal más importante y el actual, por la significación que tiene, que ampara a la infancia en Cataluña.
En una segunda parte, veremos cuál es el entorno adecuado para el buen desarrollo del niño. Qué es lo que necesita para poder crecer de una manera sana y los diferentes ámbitos que tienen responsabilidad en este crecimiento y pueden hacer intervenciones preventivas. Nos aproximaremos a las responsabilidades y a los deberes que corresponden a los padres y a las instituciones. Cuando las situaciones de necesidad no son cubiertas y vulneran los derechos del niño, tenemos que recurrir al sistema de protección que despliega nuestro marco legal. Descubrimos el sistema público de protección, los principales agentes y el funcionamiento. Habremos hecho el recorrido para poder entender qué son los equipos especializados de infancia.
En la última parte, nos acercaremos al trabajo del equipo de atención a la infancia y a la adolescencia, especialista en las familias y los niños en situaciones de riesgo grave y de desamparo. Estos equipos atienden y tienen que dar respuesta a los niños cuyos derechos han sido vulnerados y son sujetos de desprotección por parte de quien tenía la responsabilidad. Lo haremos con la idea de aproximarnos, conocer las dificultades y entender la complejidad del trabajo en este ámbito.

«No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana.»

Plan de acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia (30 de septiembre de 1990).

Objetivos

Los objetivos que lograréis con el estudio de este módulo didáctico son los siguientes:
  1. Acercarse a los conceptos de infancia y de niño. Reconocer las necesidades básicas para el buen desarrollo.

  2. Conocer el marco legal que ampara a la infancia.

  3. Conocer los circuitos en la detección de las situaciones de riesgo en la infancia.

  4. Ver la responsabilidad de la Administración y entender la corresponsabilidad de los servicios y los profesionales.

  5. Identificar el servicio de protección actual.

  6. Conocer el trabajo de intervención del equipo especializado de atención a la infancia y a la adolescencia.

  7. Acercarse a la complejidad del trabajo con las familias.

1.Niño e infancia

Etimológicamente, el término infancia proviene de la palabra latina in-fale, que significa ‘el que no habla’. Con el tiempo, este término adquirió el significado ‘del que no tiene palabra’, es decir, el que no tiene nada interesante que decir y por lo tanto no merece la pena escucharlo, o no sabe expresarse como adulto. Actualmente, a nosotros nos parece interesante la definición que da de infancia la Enciclopedia internacional de ciencias sociales (1968), que refleja la gran relevancia que tiene esta etapa en el futuro de la vida del individuo.

«Es la infancia una época clave de la vida, en la cual se configuran todos los resortes afectivos e intelectuales del individuo, de cuyo correcto desarrollo dependen buena parte del éxito o fracaso posterior de cada individuo en su proyecto vital.»

Para poder concretar a qué época del individuo nos referimos, tomaremos lo que marca la Convención sobre los derechos de los niños:

«Niño es todo ser humano menor de dieciocho años, salvo que en virtud de la ley que le sea aplicable, haya logrado antes la mayoría de edad».

En el ámbito de Cataluña, situamos al niño como establece la Convención, pero la ley matiza este periodo tan largo y entiende por niño:

«Toda persona menor de doce años, y por adolescente, toda persona con una edad comprendida entre los doce y la mayoría de edad establecida por la ley».

Extraído de la Ley 8/95, de atención y protección de los niños y los adolescentes (art. 2).

Teniendo en cuenta estos datos, cuando hablemos de niño, lo haremos en el sentido que marca la Convención, los individuos de cero a dieciocho años, y en los momentos en que sea necesario, matizaremos niño o adolescente.

1.1.Evolución en la noción de infancia

A lo largo de la historia de la humanidad, no es difícil ver que los niños no han sido sujetos de consideración y que el maltrato ha sido una realidad que, desgraciadamente, hemos ido encontrando. Este maltrato, de una forma u otra, ha estado presente en todas las culturas, épocas y sociedades, ya sea por motivos religiosos (sacrificios, ofrendas a dioses, etc.), militares (selecciones espartanas, participación de niños en guerras, niños soldados, etc.), culturales (castración a pequeños cantores), económicos (explotación en fábricas, prostitución, etc.), entre otros motivos.
La noción de infancia como algo diferente de ser adulto es muy tardía, ha ido cambiando según los cambios de actitud que los adultos hemos adoptado hacia los niños. Hasta finales del siglo XIX, cuando las ideologías de carácter social van ganando importancia, no se plantea la idea de que los problemas sociales de los niños son diferentes de los problemas sociales de las familias, y se empieza a pensar en los derechos específicos de los niños y en la protección de la infancia.
La idea de que los niños tienen que ser protegidos de la arbitrariedad de los adultos empieza a aparecer en el primer tercio del siglo XX, cuando se dan cambios importantes, tanto en la concepción de la educación, de la mano de los pedagogos (Dewey, Montessori, Decroly, Freinet, Neill y Ferrer i Guàrdia), como de la psicología, que hace aportaciones importantes sobre el desarrollo de los niños con los estudios de Piaget, Wallon y Vigotski, y de la medicina, cuando el abuso físico de los niños entra a formar parte de las preocupaciones de médicos como Caffey y Kempe.
John Caffey
Médico radiólogo que describe lesiones en niños, alteraciones en los huesos de origen traumático (1946; https://legaljustice4john.com/caffeyrevisted-sbs.htm). En 1962, se publica el artículo del pediatra Henry Kempe y sus colaboradores, denominado síndrome del niño golpeado, con el cual se inaugura una nueva etapa para la percepción y el tratamiento del maltrato.
En Europa, Eglantyne Jebb funda en Ginebra, en 1920, la Unión Internacional de Socorro a los Niños y la dota de una carta con diez principios. Esta carta fue aprobada por la V Asamblea de la Sociedad de Naciones (Ginebra, 1924), conocida como Tabla de los derechos de los niños o Declaración de Ginebra.
Hasta después de la Segunda Guerra Mundial, no se impulsan los derechos de los niños, con el surgimiento de organismos como Unicef, en 1947, y con la Declaración universal de los derechos humanos, en 1948.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, se reconoce que el niño tiene necesidades que puede expresar y que tienen que ser escuchadas y atendidas.
Progresivamente, se produce una toma de conciencia social, en el sentido de una mayor sensibilización hacia la infancia.

2.Marco legal: la legislación vigente

Durante muchos años, se ha entendido que los niños eran propiedad de la familia y que, por lo tanto, los problemas de la infancia no exigían ninguna responsabilidad colectiva. La representación de los niños como propiedad de la familia supone la imagen de un niño como sujeto de poca importancia social, como persona incapaz o que todavía no es competente para manifestarse en relación con los problemas que lo afectan y que tienen necesidades específicas diferenciadas de las de los adultos.
La historia de los derechos de los niños empieza en el siglo XX. En este siglo, se inician las leyes internacionales para la protección a la infancia. Posteriormente, se irán incorporando y desarrollando a los diferentes estados. Ha costado admitir, en la sociedad, que los niños necesitan leyes especiales para ellos y que hacen falta instancias específicas que se ocupen de ellos.

2.1.Marco internacional

  • La Convención sobre los derechos del niño. Aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 (ratificada por el Estado español el 21 de diciembre de 1990, entra en vigor el 5 de enero de 1991).

    • Se trata de un documento con fuerza jurídica obligatoria.

    • Ofrece una imagen global de la infancia.

    • Otorga pleno reconocimiento del niño como sujeto de derecho.

    • Reconoce a los niños titularidad de derechos civiles y políticos (arts. 12-16).

    • Incluye la idea de interés superior del menor (art. 3).

  • Cláusula de difusión (art. 42). Prevé un mecanismo de control, el Comité de los Derechos del Niño y un grado de cumplimiento (art. 43).

  • La Convención ha determinado que todos los países que lo han ratificado hayan adoptado leyes generales de infancia. El reto, ahora, es la aplicación plena de este texto fundamental.

La Convención, en el preámbulo, reafirma la necesidad de proporcionar cuidado y asistencia especial a los niños por razón de su vulnerabilidad. Subraya de manera particular la responsabilidad primordial de la familia en cuanto a la protección. Y declara que el niño tiene que crecer en un medio familiar y en una atmósfera de felicidad, amor y comprensión para conseguir un desarrollo pleno y armonioso de la personalidad.

2.2.Marco estatal

La Constitución española de 1978
Significó el reconocimiento de la igualdad de las personas ante la ley. En el capítulo tercero, artículo 39.4, dice que «los niños disfrutarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos».
En el artículo 148, capítulo tercero, reconoce la descentralización y el autogobierno para algunas materias.

2.3.Marco autonómico

  • El Estatuto de Cataluña. Con este Estatuto, la Generalitat asumió la transferencia, en 1981, de los servicios de protección a la infancia (art. 166). En el artículo 40.3, recoge el interés superior del niño en las actuaciones de los poderes públicos y las instituciones privadas. En el artículo 17, reconoce el derecho de los menores a recibir la atención necesaria para el desarrollo de su personalidad y su bienestar en el contexto familiar y social.

  • Decreto 338/1986, de 18 de noviembre. Creación y despliegue inicial de los EAIA con el objetivo de prevenir y eliminar las causas que conducen a la marginación en el ámbito de la infancia y la adolescencia.

  • La DGAIA se creó por el Decreto 258/1988, de 9 de septiembre. La última reestructuración fue en virtud del Decreto 243/2005, de 8 de noviembre.

  • Ley 37/1991, de 30 de diciembre. Tiene un doble objetivo: segregar la potestad protectora de la reformadora. Por lo tanto, regula la función tutelar de la protección como materia civil. Para los menores que no se pueden mantener en el entorno familiar, regula la figura de la adopción. Derogada por la nueva Ley 14/2010.

  • Ley 12/2007, de 11 de octubre, de servicios sociales. Establece un nuevo modelo de atención a las personas y a las familias.

  • Ley 14/2010, de 27 de mayo, de los derechos y las oportunidades de la infancia y la adolescencia (LDOIA). Ley marcada por la voluntad de abarcar toda la legislación catalana sobre infancia y adolescencia, independientemente de si se encuentra en situación de riesgo o desamparo. Ve al niño y al adolescente como sujetos de derechos y oportunidades.

3.Necesidades de los niños y de los adolescentes

3.1.El niño: ser social en evolución

Partimos de la consideración de niño como ser dependiente. El ser humano, desde el momento del nacimiento, deviene «un ser social en evolución». Como ser social, tiene que recibir del entorno familiar y social:
  • Un apoyo material para poder evolucionar como ser biológico que es.

  • Un apoyo afectivo para poder estructurar la personalidad.

  • Un marco de valores que orienten su vida.

  • Un conjunto de situaciones de aprendizaje para poder actuar y articularse con el resto de la sociedad.

Amadó (2007).
Y en evolución significa que tiene que pasar por unos estadios progresivos y acumulativos, cada uno con una función específica en la construcción de la personalidad, que deben ser superados de la manera más adecuada para pasar en mejores condiciones al estadio superior. El diálogo constante que establece entre su vida y el entorno es fundamental para la construcción de vínculos y para guiar su conducta. Cuando esta interacción no es posible, el ser tiene dificultades para construir adecuadamente la individualidad, la personalidad se estructura de manera deficitaria y dificulta mucho el hecho de poder estar en posición de convivencia social.

3.2.Necesidades básicas para el desarrollo

Sabemos que los niños, desde que nacen, tienen unas necesidades básicas que tienen que estar cubiertas para que su crecimiento sea sano. La cobertura de estas necesidades corresponde al adulto.
Cobertura de las necesidades
La Convención declara que el niño tiene que crecer en un medio familiar y en una atmósfera de felicidad, amor y comprensión para conseguir un desarrollo pleno y armonioso de la personalidad. Así, en la ley actual de los derechos y las oportunidades en la infancia y la adolescencia, en su título segundo, capítulo segundo, de derechos en el ámbito familiar, artículo 37, se recoge que «la responsabilidad primordial en la crianza y la formación de los niños y los adolescentes corresponde a los padres y a las madres o las personas que tienen atribuida su tutela o guarda».
¿Cuáles son estas necesidades? Dividimos las necesidades básicas en tres clases, tal y como apunta Félix López (1995):
1) Las físicas: la no cobertura de estas necesidades lleva a un posible riesgo en alimentación o salud.
2) Las cognitivas: son unas grandes capacidades sensoriales que hay que estimular y desarrollar. La privación de estas necesidades impide el desarrollo adecuado de los sentidos y de los procesos madurativos.
3) Las emocionales: es la necesidad de vinculación, de seguridad emocional, relación con iguales y adultos. Aceptación incondicional. Sentimiento de seguridad.
Como ser dependiente, el niño requiere un contexto apropiado, como es el familiar, para llevar a la práctica su desarrollo. Este contexto le tiene que ofrecer un lugar donde se sienta seguro, querido, reconocido, valorado y aceptado incondicionalmente. El niño interioriza así la figura estable; este primer vínculo con los progenitores es el que establecerá la base segura a partir de la cual podrá crecer y desarrollarse en los diferentes ámbitos: cognitivo, afectivo y relacional. Si el niño ha tenido este vínculo los primeros años de vida, se hace resiliente (1) .
El vínculo afectivo
El amor es el responsable, entre otras cosas, del desarrollo de la empatía y de la seguridad de base. La experiencia de este tipo de vínculo en la pequeña infancia asegura el desarrollo de la capacidad de diferenciarse, para convertirse en una persona singular, psicológicamente sana y con vínculos de pertenencia.
3.2.1.Buen trato y maltrato
La cobertura de las necesidades de un niño no es una tarea exclusiva del ámbito familiar; en principio, corresponde a los padres, pero necesitan apoyo para desarrollar adecuadamente las funciones parentales y se apoyan en los diferentes agentes sociales (sanitario, educativo, de ocio). La red de servicios de una comunidad es corresponsable, con los padres, de la atención adecuada de las necesidades de los niños.
Cuando el ejercicio de las capacidades y competencias de los padres y de los diferentes agentes cubre correctamente las necesidades de los niños, hablaremos de buen trato.
Cuando la insuficiencia de capacidades o habilidades parentales para satisfacer las necesidades provoca dificultades en el desarrollo de los niños y situaciones de desprotección, que requerirán la intervención de profesionales externos, hablamos de parentalidad inadecuada y de maltrato.
Cuando se produce sufrimiento físico, psicológico o emocional que no permite el desarrollo de las competencias del niño, hablamos de maltrato.
Cualquier tipo de maltrato es violencia
Encontramos la definición de violencia en el artículo 19 de la Convención: «Toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual».
El Informe mundial sobre la violencia y la salud (2002) de la ONU define la violencia como «el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra un niño, por parte de una persona o un grupo, que cause o tenga muchas probabilidades de causar perjuicio efectivo o potencial en la salud del niño, en su supervivencia o dignidad».

4.El niño y su entorno protector

Nuestro sistema social tiene diferentes ámbitos que podríamos destacar por su especial situación en la tarea protectora y detectora del maltrato infantil, y por el hecho de ser facilitadores de experiencias de buen trato. A estos servicios normalizados tienen acceso todas las familias y el periodo de edad en el que atienden al niño es el de especial vulnerabilidad. Estos servicios son los servicios de atención primaria de salud, el servicio de pediatría, en el que ponemos el énfasis en los primeros cinco años de vida del niño, y los servicios educativos, en los que ponemos el énfasis en la escuela, y toman el testigo a los servicios del ámbito de salud a partir de los seis años.

4.1.El ámbito escolar y de ocio

Después de la familia, la escuela se presenta como el espacio socializador más importante en la vida del niño. Las características de obligatoriedad de escolarización (de los seis años a los dieciséis) hacen que sea el lugar por excelencia para poder observar y facilitar herramientas para el desarrollo relacional y de aprendizaje.
A menudo, las familias necesitan otros servicios para poder cubrir el tiempo de los niños en ausencia de los padres. A veces, son los servicios los que piden a las familias que cubran, con actividades de ocio o deporte, el tiempo extraescolar de los niños cuando han detectado vulnerabilidades. Estos espacios de ocio organizado, como por ejemplo los casales y los centros abiertos, tienen, desde un entorno más distendido, funciones socializadoras. Del mismo modo que la escuela, aportan un entorno privilegiado para poder ofrecer a los niños unos espacios de atención y de respeto diferentes. Es un buen lugar para la detección y prevención de situaciones que puedan acabar en maltrato. Los maestros y los educadores se encuentran en una posición óptima para fomentar modelos de buen trato y tareas de prevención y detección de necesidades no cubiertas.
4.1.1.El maestro y el educador
Los profesionales disponen de los instrumentos siguientes:
  • Tiempo para observar.

  • Conocimientos de desarrollo integral del niño.

  • Posibilidades de comparar con iguales.

  • Una interacción continuada.

  • Relación con la familia (entrevistas).

  • Un espacio individual con el niño (tutoría).

Cuando un niño no está bien, expresa el malestar mediante sintomatologías comportamentales (la expresión corporal, las formas no verbales, el juego, el dibujo), con cambios constantes de ánimo (alegría, tristeza), con alteraciones del sueño o del hambre; se le hace difícil establecer relaciones sociales, sentir empatía; tiene dificultades para ajustar su conducta a la norma, desmotivación hacia las actividades y un bajo nivel de autoestima. Es necesario que el maestro o educador pueda reconocer, mediante la escucha activa, estos indicadores de malestar (que podemos traducir por indicadores de riesgo o factores de fragilidad). Estos indicadores son descriptores de una realidad que a menudo intuimos, son señales, pistas que nos ayudan a descubrir lo que le pasa al niño y al adolescente, nos informan y sirven de instrumento para la acción social (Amadó, 2007, p. 47).
Los niños en situación de vulnerabilidad o de riesgo de maltrato necesitan encontrar en el maestro, educador o monitor la posibilidad de confiar en alguien, de ser reconocido como sujeto. Es importante dar confianza al niño, porque así le damos una oportunidad, que seguramente aprovechará. El maestro o educador puede convertirse para el niño en una figura de resiliencia, y la escuela o centro recreativo, en un espacio de protección.

4.2.El ámbito de la salud

El otro entorno por excelencia de detección y prevención de riesgo de maltrato lo encontramos en el ambulatorio, el área básica de salud (ABS), donde los pequeños son atendidos desde el ámbito de salud en las consultas pediátricas. Los niños de cero a catorce años van habitualmente al pediatra, hecho que ofrece una situación de privilegio para la prevención y la detección de riesgo de maltrato, y sobre todo en la pequeña infancia (de cero a cinco años), cuando es totalmente dependendiente del ámbito familiar.
Los pediatras, los médicos en general y el personal sanitario tienen en la consulta un espacio de aproximación que les puede permitir establecer relación y empatía con los niños y con los adultos de referencia. En la consulta, el pediatra hace las exploraciones y el seguimiento; si mantiene una actitud de escucha activa, puede detectar y reconocer situaciones de malestar, sintomatologías comportamentales, relacionales entre el niño y el adulto y puede orientar a las familias para trabajar con la reeducación de hábitos insanos y la educación de hábitos saludables.
Plan de salud de Cataluña
Dentro del Plan de salud de Cataluña, marco de referencia de las actuaciones públicas en el ámbito sanitario, se han desplegado los protocolos de medicina preventiva en la edad pediátrica (1995) y el Protocolo de salud mental infantil y juvenil (1999), conocidos como Programa de seguimiento del niño sano. Estos protocolos contienen las propuestas de actividades preventivas, dirigidas a la población infantil con el fin de conseguir la estimulación del correcto desarrollo físico y emocional del niño y la promoción de la salud en la comunidad.
Actuación en casos de abusos sexuales
En el 2006, desde el Síndic de Greuges de Cataluña, se impulsa el Protocolo marco de actuación en casos de abusos sexuales y otros maltratos graves a menores, por la necesidad de una coordinación institucional para que todas las intervenciones sigan pautas compartidas y aceptadas como válidas.
4.2.1.Las herramientas
Los médicos tienen como herramientas de trabajo la historia clínica, la exploración física, la observación de las conductas de niños y de acompañantes cuando están en la consulta y las entrevistas clínicas. Estas herramientas aportan los elementos diagnósticos sobre el estado de salud del niño. También proporcionan información sobre la organización del sistema familiar, las dificultades en los procesos de relación padres-hijos y pueden ser facilitadoras de la introducción de cambios. Permiten al profesional valorar el grado de conciencia que tiene la familia sobre el posible maltrato que recibe el niño, el grado de colaboración o implicación de la familia para modificar hábitos o tratos inadecuados y favorecer la potencialidad de su capacidad protectora. El médico puede recoger en su historial los indicadores sanitarios de maltrato y los indicadores psicosociales.
Actualmente, si el profesional sigue las pautas de los protocolos del niño sano, se puede aproximar también al estado emocional de la familia. Estos profesionales, en el dispensario, hacen y reciben consultas, no solo por cuestiones de salud, sino por temas de relación, de pautas normativas, emocionales, que pueden percibir como indicadores de riesgo para el desarrollo de psicopatología en el niño, hecho que les permite trabajar en la prevención, incidir en ella para evitar la presencia de factores de riesgo y potenciar los factores de protección que tiene la familia.

4.3.El proceso

En todo proceso en el que hipotetizamos que un niño puede estar en situación de vulnerabilidad o de riesgo de maltrato, podemos diferenciar cuatro momentos:
a) Prevención: el profesional, con su intervención, facilita modelos relacionales sanos, coherentes, razonables y respetuosos. Ejerce modelos de buen trato.
b) Detección: el profesional, en el trabajo de cada día, observa al niño y es capaz de conocer, identificar y diferenciar las situaciones de poco cuidado o de malestar que presenta. Valora la gravedad de la situación y trabaja con la familia para la toma de conciencia de las dificultades.
c) Notificación: existe una obligación social, ética y legal de actuar en los casos de maltrato infantil, según el título quinto, artículo 100, de la LDOIA (véase el gráfico 1).
LDOIA
El artículo 102 de la LDOIA define la situación de riesgo como «toda aquella en la que el desarrollo y el bienestar de la persona niño o adolescente se ven limitados o perjudicados por cualquier circunstancia personal, social o familiar, siempre que para su protección efectiva no sea necesaria la separación de su medio familiar».
  • Cuando se ha valorado la gravedad de la situación, hay que hacer un trabajo coordinado entre los servicios que intervienen en la situación familiar y del niño. Se tiene que citar a los padres para informarles de lo que se ha observado y de las actuaciones que se harán desde el servicio (escuela, centro recreativo, casal, salud).

  • Cuando desde los servicios se valora que se mantiene la situación de riesgo para el niño, es el momento de hacer la derivación al servicio que le corresponde por competencia legal, que son los servicios sociales básicos (SSB) (véase el gráfico 2).

d) Apoyo al niño: hay que ofrecer al niño un espacio de escucha, de contención emocional. A menudo, los niños no entienden lo que pasa, se sienten culpables; es importante que puedan disfrutar del apoyo y del acompañamiento de la persona con la que mantienen una relación de confianza.

5.El sistema de protección

El sistema público de protección a la infancia y a la adolescencia está integrado por el conjunto de recursos, prestaciones, actividades, programas, proyectos y equipamientos destinados a la prevención, detección, atención y protección de los niños y adolescentes de titularidad de la Administración de la Generalitat, de los entes locales y de otras administraciones competentes, y también de aquellas entidades de iniciativa privada con las que la Administración establezca conciertos. Este sistema público se integra en el sistema público de servicios sociales.
Los servicios de protección a la infancia y a la adolescencia están dentro de la cartera de servicios sociales en dos niveles:
  • Servicios sociales básicos (de ahora en adelante, SSB).

  • Servicios sociales especializados (de ahora en adelante, SSE).

La Administración local es la competente para intervenir en las situaciones de riesgo de los niños, y la Administración de la Generalitat lo es en las situaciones de desamparo.
Gráfico 1. Competencia en la intervención. Situaciones de riesgo y situación de desamparo
Fuente: elaboración propia a partir de Joan Mayoral (2011, pág. 52).
Fuente: elaboración propia a partir de Joan Mayoral (2011, pág. 52).

5.1.El diagnóstico del maltrato

El sistema de protección diferencia dos posibilidades en el maltrato, según si hay un diagnóstico de sospecha o de certeza.
Diagnóstico de sospecha: cuando, pese a los indicadores detectados, el diagnóstico no permite confirmar la certeza de maltrato.
En este caso, la actuación va dirigida a reducir el mal existente, y para ello potencia los factores de protección y hace que menguen los de riesgo. El profesional tiene que valorar la situación, se tiene que coordinar con los SSB o los SSE, y debe derivar a la familia a los SSB del territorio donde reside el niño, que empieza el circuito de intervención para estudiar y valorar su situación y la de su familia (véase el gráfico 2).
Diagnóstico de certeza: cuando hay indicadores evidentes de que otra persona ha maltratado al niño o adolescente.
En este caso, se articula el sistema de protección con la protección inmediata del niño o adolescente por parte de la DGAIA y el sistema penal. En caso de certeza física, se tiene que derivar al niño al hospital de referencia y su traslado se debe comunicar simultáneamente a la DGAIA y a la Fiscalía de Menores. También se ha de informar a los padres (véase el gráfico 3).

5.2.Los servicios sociales básicos

Los servicios sociales se clasifican en servicios sociales básicos (SSB) y servicios sociales especializados (SSE). Los SSB son el primer nivel del sistema público de servicios sociales y los que ofrecen garantía de más proximidad a los ciudadanos, al ámbito familiar y a la realidad social del territorio donde están. Se dirigen a toda la población. Están organizados territorialmente y son equipos multiprofesionales formados por trabajadores sociales, psicólogos, educadores y abogados. Tienen un carácter polivalente, comunitario y preventivo, con el objetivo de que las personas sean autónomas para poder vivir dignamente. Los SSB se tienen que fijar de manera integral en las necesidades personales, familiares y sociales objeto de intervención, con la disposición de un análisis integral del territorio, de sus actores y de su inserción en el entorno inmediato.
Gráfico 2. Esquema de actuación del SSB ante un caso de infancia en posible situación de riesgo
Gráfico 2. Esquema de actuación del SSB ante un caso de infancia en posible situación de riesgo
5.2.1.Funciones y encargo
De las diferentes funciones que tienen estos servicios, destacamos la de intervenir en los núcleos familiares en situaciones de riesgo, especialmente si hay niños. Atendiendo a la globalidad de su trabajo, todo planteamiento se hace trabajando con la familia y para la familia, siempre que sea posible.
La LDOIA define los SSB como el primer nivel de información y asesoramiento a los niños y adolescentes, y a quienes corresponde la primera evaluación de los casos de niños en situación de riesgo; además, son los encargados de promover las medidas de atención social y educativa que permitan disminuir esta situación de riesgo.
Son los equipos a los que los diferentes servicios del territorio (escuelas, servicios de ocio, ABS, red vecinal, etc.) derivan las situaciones familiares en las que detectan a niños en posible situación de riesgo. Les corresponde aplicar protocolos de prevención y de atención ante maltratos, especialmente a este colectivo, niños y adolescentes.
Entre sus objetivos de trabajo, encontramos el de valorar la existencia de una situación de riesgo, proporcionar una atención polivalente, elaborar un diagnóstico, hacer la valoración de lo que pasa y establecer un plan de intervención con la familia y sus miembros, instaurando las medidas y ofreciendo los recursos de atención social y educativa que permitan disminuir la situación de riesgo.
5.2.2.Derivación
Cuando mediante el plan de intervención establecido y coordinado con el resto de los recursos no se logran las mejoras que permitan hacer menguar los indicadores y los factores de riesgo, o cuando el posicionamiento de la familia no permite una mejora de la situación del niño, es preciso que los SSB hagan la derivación a los equipos que pueden iniciar una intervención específica para atender estos problemas o tomar medidas de protección: los SSE (en el caso de la infancia, el EAIA).

5.3.Circuito para la detección e intervención en la infancia y adolescencia en situación de riesgo

Gráfico 3
Gráfico 3

5.4.La Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia

La Dirección General de Atención de la Infancia y a la Adolescencia (DGAIA) fue creada por el Decreto 258/1989, de 19 de septiembre (véase el anexo). La DGAIA es el organismo que promueve el bienestar de la infancia y la adolescencia en alto riesgo de marginación social, con el objetivo de contribuir a su desarrollo personal. También ejerce la protección y la tutela de los niños y adolescentes desamparados en todo el territorio catalán.
Gráfico 4. Organigrama de la DGAIA
Gráfico 4. Organigrama de la DGAIA

5.5.Los equipos técnicos especializados de protección

5.5.1.El equipo técnico del centro de acogida
Los centros de acogida (CA) son centros residenciales para la atención inmediata y transitoria del niño y el adolescente (de cero a dieciocho años) que tienen que ser separados del núcleo familiar mientras se hace el diagnóstico de la situación y se determinan las medidas que hay que aplicar. El objetivo de estos centros es, por lo tanto, la observación, el diagnóstico, la guarda y la educación en las situaciones de urgencia de las personas menores en grave riesgo.
El equipo técnico del centro de acogida (ETCA) es un equipo interdisciplinario, formado por profesionales de psicología, pedagogía, trabajo social, educación social y medicina. Tiene la función diagnóstica de la situación del niño y de su familia, y la elaboración de la propuesta de medida más adecuada. Los ETCA están regulados en el artículo 36.b del Decreto 2/1997.
5.5.2.El equipo de valoración del maltrato infantil
Los equipos técnicos de valoración del maltrato infantil (EVAMI) son equipos incluidos en los servicios territoriales de la DGAIA, integrados por un psicólogo y un trabajador social, con el fin de asesorar e informar al organismo competente de los casos detectados desde el ámbito sanitario en los que interesa una actuación inmediata, y también de valorarlos y realizar propuestas cautelares de protección. Estos equipos están previstos en la cartera de servicios sociales vigente y fueron creados a finales del 2006.
5.5.3.El equipo de atención a la infancia y a la adolescencia
Los equipos de atención a la infancia y a la adolescencia (EAIA) son equipos interdisciplinarios con profesionales de psicología, pedagogía, trabajo social y educación social, distribuidos por el territorio de Cataluña y desplegados por ley. El Decreto 338/1986, de 18 de diciembre, de regulación de la atención a la infancia y a la adolescencia con riesgo social, creó los EAIA y estableció sus funciones en el artículo 4 y 5.
Reciben los casos en situación de desamparo o en riesgo de estarlo que detectan los SSB, las instancias judiciales o policiales o la DGAIA. Hacen el diagnóstico, la valoración de los niños y de su entorno sociofamiliar, y proponen las medidas más adecuadas para cada caso. Elaboran planes de mejora para el niño y su familia, y hacen el seguimiento y el tratamiento una vez se han aplicado las medidas propuestas, tanto si el niño reside en el núcleo familiar como si está en un centro o en una familia de acogida. Son los responsables de coordinar y asesorar a los otros equipos y servicios de su territorio que también intervienen en la atención a los niños.
5.5.4.La Unidad de Detección y Prevención del Maltrato Infantil
La Unidad de Detección y Prevención del Maltrato Infantil (Udepmi) tiene su sede en Barcelona y cubre todo el territorio catalán veinticuatro horas todos los días. El objetivo es dar respuesta inmediata a comunicaciones, denuncias y solicitudes en relación con casos de maltrato infantil. Está vinculada al teléfono Infancia Responde 900 300 777. Canaliza las actuaciones para dar respuesta a situaciones de urgencia social en las que se puedan encontrar los niños del territorio catalán.
La Udepmi tiene que derivar los casos a los equipos especializados, el EVAMI si es del ámbito sanitario o el EAIA.

6.Los equipos de atención a la infancia y a la adolescencia, equipos especializados en infancia en situación de riesgo grave

6.1.Definición

Los EAIA son equipos de protección a la infancia. Su objetivo es la prevención, el diagnóstico, la valoración, el tratamiento y el seguimiento de los niños en grave riesgo o situación de desamparo y de sus familias. El encargo está enmarcado en dos contextos diferentes: el de apoyo a las familias y el de control.
Como dice Ferran Casas, en la introducción del libro de González (2002, p. 9):

«Cuando una sociedad asume la responsabilidad de dar algún tipo de respuesta social a determinados hechos considerados indeseables, se dota de recursos para planificar y desarrollar acciones sociales concretas. Muchos de estos recursos se destinan al hecho de que estas acciones sean llevadas a cabo por profesionales suficientemente preparados, de los cuales se espera que devengan expertos en unas problemáticas o necesidades sociales concretas».

En la sociedad civil, el contexto de autoridad es siempre aquel que emana de la ley (judicial). En el sistema de protección, el contexto de autoridad es el que emana de la Administración que tiene las competencias (Generalitat de Cataluña) y se presenta ante la familia en nombre de la ley. La autoridad del EAIA es el poder de actuar en nombre de la ley.
Las familias llegan derivadas por otro servicio, principalmente por los SSB y la DGAIA, y presentan generalmente situaciones cronificadas con problemas psicosocioeducativos que interactúan entre sí y que ponen en riesgo el crecimiento de los niños.

6.2.Encargo

El encargo del equipo profesional es el que tiene que definir el objetivo común en el momento en que se decide la intervención. En este encargo, está presente el contexto de control que permite situar el interés superior del menor como eje de la intervención, de modo que funciona como factor movilizador de la familia y generador de crisis.
Trabajan diagnosticando las competencias parentales, la cobertura de las necesidades de sus hijos y el daño que las incompetencias han podido causar o pueden causar en los niños. Tienen que tomar decisiones en el marco de situaciones que son muy complejas, cuyo diagnóstico y tratamiento requieren respuestas complejas que integren y relacionen los saberes de las diferentes disciplinas de los profesionales que integran los equipos para evaluar el nivel de riesgo del núcleo y del niño, elevando una propuesta de desamparo, o no, a la DGAIA.
La decisión que toma el EAIA es muy importante, porque afecta profundamente a la vida futura del niño y de su familia.

6.3.La intervención

La intervención no se puede hacer solo a partir de los conocimientos teóricos de los profesionales, sino que debe incorporar:
  • Las competencias personales: empatía, comunicación, autoestima, autocontrol, trabajo en equipo, etc.

  • La capacidad de utilizar las propias emociones, sentimientos, actitudes y ética.

  • La intervención de todos los recursos del territorio.

Los profesionales del EAIA trabajan con familias que necesitan la sensibilidad y la intervención articulada de diferentes equipos, y es imprescindible el trabajo conjunto para complementar las intervenciones y la participación de los diferentes recursos del territorio, lo cual supone la coordinación de todos estos recursos y abre las puertas a la redefinición de las relaciones y a la corresponsabilidad entre los agentes y los servicios que intervienen en el proceso. Es decir, al trabajo en red. Es gracias a este trabajo conjunto como se define el plan de trabajo con las familias.
La intervención de los EAIA en las familias se estructura en dos fases.
6.3.1.Estudio y diagnóstico
El traspaso de la información
Ante una situación preocupante, los SSB proponen al EAIA dialogar conjuntamente sobre esta. El equipo se sienta y escucha las explicaciones, observa con ellos cuáles son los elementos de riesgo, los factores de protección, los recursos invertidos y sus efectos, y las capacidades de los padres y del entorno. Observan qué prioridades tienen los padres, qué dicen los otros servicios: salud, escuela, ocio, etc. Después establecen unos acuerdos en los que se recoge cómo actuará cada equipo para ayudar a avanzar, y se programa la coordinación siguiente.
Si se valora que la situación es grave, solicitan que se formalice la derivación, que siempre se hace mediante un informe escrito por los SSB en el que se comunica a la familia la derivación.
Indicadores de riesgo de maltrato
El hecho de que un niño presente indicadores de riesgo de maltrato no significa que se encuentre en situación de maltrato. Hay que averiguar más cosas, profundizar mediante el uso de otros instrumentos, como la entrevista a la familia, la coordinación con otros profesionales y servicios para poder hacer un análisis y ofrecer el contexto de apoyo y de ayuda adecuado. Ante los indicadores de riesgo de maltrato, encontramos los factores de protección, que a veces minimizan situaciones que a priori parecían «peligrosas». Actualmente, encontramos listas de indicadores de riesgo de maltrato, factores de fragilidad y factores de protección de los diferentes ámbitos. La ley actual (LOIDA), en el artículo 79, habla de la elaboración de listas de indicadores y recomendaciones.
El EAIA recibe el informe de los SSB y el diagnóstico que estos servicios hacen de la situación. Los profesionales derivantes sitúan el riesgo, con las informaciones que transmiten de la propia intervención, de la observación de las estancias a domicilio y de las relaciones, y de la compilación que han hecho de los otros agentes y servicios. Con toda esta información, los profesionales del EAIA se forman una hipótesis sobre la familia, su tipología y la situación de los niños, y hacen un primer diagnóstico de la posible situación de riesgo en la que se encuentran y la complejidad de la situación.
Diseño de la intervención
Cuando el EAIA acepta un caso, establece un diseño de la intervención (se hace una composición de cómo es la familia, qué puede estar pasando, qué les puede ayudar, qué se les puede ofrecer, cuál es la prioridad para los niños, etc.). Este diseño pasa por decidir:
  • A quién se citará: cuáles serán los miembros de la familia a los que hay que citar en primer lugar. Preferentemente, suelen ser los padres o los adultos de referencia del niño.

  • En qué momento se incorporará y se citará a los niños.

  • Cómo se formalizarán las citaciones y dónde se harán, según la complejidad que el equipo intuya. Normalmente, la primera entrevista se hace en las dependencias de la DGAIA. Se entiende que este espacio físico enmarca mucho mejor el contexto de autoridad o control.

  • Hay que decidir si esta intervención es prioritaria. La prioridad está determinada por:

    • La situación de vulnerabilidad o grave riesgo en el que se encuentra el niño.

    • La edad del niño (en la etapa de cero a tres años, son mucho más vulnerables).

Cuando la situación es nueva y poco conocida por los agentes del territorio y es una situación en la que, por los indicadores que presenta, se valora una situación de peligro grave para la vida o el desarrollo del niño, se diseña una intervención muy rápida. En este supuesto, se tiene que recoger la máxima información en lo referente a la situación de la familia y el niño, y se debe hacer llegar por escrito a la DGAIA para que actúe de manera cautelar protegiendo al niño.
Conocimiento de la familia
Cuando el equipo ha asumido la derivación de un caso, empieza la intervención directa. Se cursa una primera citación a los padres o adultos responsables, con el fin de presentar al EAIA, encuadrar el encargo, explicar los motivos de la intervención y escuchar su respuesta.
Si la entrevista se hace en un tono de diálogo, se pide su colaboración para trabajar conjuntamente y pensar cómo se les pueden ayudar en ese momento para mejorar la atención y el cuidado de su hijo, descubrir qué preocupa del niño y quedar para una próxima entrevista la semana siguiente.
En esa primera cita para entrevistar a una familia, podemos encontrar diferentes respuestas:
  • La familia que sencillamente no reconoce ni recoge la cita. No asiste a la entrevista ni muestra ninguna intención de encarar la situación en la que se encuentran los niños.

  • La familia que acude con retitencia a la intervención. Se presenta, pero no muy colaboradora, enfadada y con una actitud bastante negativa y desafiante.

  • La familia que acude con más capacidad de apertura hacia la escucha de las posibilidades de apoyo.

Entrevista a la familia
Actualmente, la LDOIA, en el artículo 106.4, establece que «los progenitores o los titulares de la tutela o guarda están obligados a comparecer en la sede administrativa en la que se los convoque». Lo que no especifica son los efectos de no cumplir esta obligación. Queremos señalar que actualmente todavía se trabaja con algunos núcleos en los que uno de los adultos es analfabeto o casi analfabeto, lo que dificulta la comprensión de los documentos que la Administración les envía (citaciones, resoluciones, audiencias, etc.).
El resultado de esta primera entrevista dejará entrever cuáles son las necesidades que priorizan los padres, si el niño tiene lugar en la familia, cómo es la relación entre los miembros, si la aproximación será fácil. Aportará suficientes elementos para establecer hipótesis sobre la dificultad y complejidad del trabajo familia-EAIA.
Al principio, las informaciones y las relaciones que se dan son superficiales, intervienen los sentimientos de vergüenza, de desconfianza, la necesidad de esconder lo que pasa. Los profesionales se dan cuenta de que los problemas de las familias forman parte de una estructura más amplia; su realidad está cargada de una historia llena de carencias, faltas, problemas transgeneracionales o de experiencias de violencia y maltrato, y a menudo son personas con una incapacidad parental crónica o irreversible. Son familias que establecen vínculos desorganizados o no sanos con sus niños.
A pesar de que cada familia y situación son diferentes, es posible establecer tres grandes grupos para clasificar a las familias según sus características, siguiendo a Barudy, que las diferencia según los tipos de incompetencia parental (Barudy, 2001):
a) Las familias fuertemente perturbadas, en las que alguno de los progenitores tiene problemas de salud mental graves. Con algunos de sus miembros con problemas de conducta y transgresiones a la ley, con patrones relacionales desestructurados. Con estas familias, se hace muy difícil pensar en un cambio que garantice la protección de los niños. Acostumbran a ser familias que no se presentan y, si lo hacen, es desde el enfado y la amenaza, lo que dificulta el acceso relacional. No hay aceptación de dificultad ni reconocimiento de ayuda de los servicios. Son familias que desde el sistema de la Administración no son susceptibles de intervención. Necesitan la interposición desde un contexto de autoridad judicial. En estas familias, las intervenciones siempre son forzadas y sin garantía de éxito.
b) Las familias que asisten, ya sea en el primer intento o en el tercero, lo hacen con la curiosidad de saber qué quiere el equipo que las convoca, con ganas de demostrar la máxima normalidad y con mucha desconfianza hacia las posibilidades de ayuda del EAIA. A menudo tienen experiencias, en un entorno cercano, en el que el EAIA está asociado a la imagen de los «roba niños».
En este grupo están la mayoría de las familias. A menudo, son familias carenciales, con falta de competencias parentales por ausencia de modelo y repetición de patrones. Aun así, pueden llegar a reconocer la necesidad de ayuda.
Cuando a los elementos carenciales se añaden conflictos internos, se encuentran familias más caóticas en el funcionamiento y las relaciones, multiproblemáticas y multiasistidas.
c) El último grupo es pequeño: son las familias que experimentan la posibilidad de ayuda del EAIA. Familias en situación de crisis, que han vivido una serie de cambios, ya sea estructurales internos, de problemas de salud, etc., que las desorganizan y las ponen en dificultades que no son capaces de superar. En estas familias, la función del EAIA es de contención, de acompañamiento, de orientación hasta la estabilización de sus miembros.
Para poder intervenir desde el EAIA, se necesita la implicación de la familia o de alguno de sus miembros como colaboradores. Hace falta que la familia permita la entrada de los profesionales en su círculo relacional; por lo tanto, se busca la manera de crear poco a poco un vínculo que facilite un clima mínimo de proximidad y de confianza en la relación. A veces hay que ofrecer algún recurso (guardería, casal, trabajadora familiar, etc.), para poder reducir algún riesgo en los niños y que permita empezar la relación con la familia desde la vivencia de beneficio para ellos. Al fin y al cabo, es necesario el trabajo coordinado con otros agentes del territorio, cada cual desde su encargo y especificidad.
Después de los primeros contactos, la familia puede faltar a las entrevistas siguientes, y expresar, de este modo, el malestar y la vivencia de culpa. Hay que irlos a buscar, insistir y ayudar a contener estos miedos y culpas, tarea difícil cuando los individuos no tienen experiencias previas de confianza o cuando desde su entorno cercano los discursos son de alarma en contra de la intervención del EAIA. La relación que se teje con las familias es débil y tiene muchos movimientos de «sí pero no», de un paso adelante y tres atrás, de idas y vueltas, de confusión, de rabia, etc.
Los niños de la familia
El encargo del equipo profesional sitúa el interés superior del niño como eje de la intervención. En la atención y la intervención con los niños, tenemos que discriminar las diferentes etapas de desarrollo: unas más sensibles, en las que es posible el desarrollo y el aprendizaje, periodo en el que se está formando la estructura de la personalidad, y otras más críticas, en las que el niño ya tiene una estructura que permitirá muy poca modificación, en la que las experiencias inadecuadas generan dificultades. El EAIA diferencia tres grandes etapas según la edad del niño: de los cero a los cuatro años, de los cinco a los once y de los doce a los dieciocho. Cuando el equipo se acerca a los niños y los adolescentes, lo hace teniendo en cuenta la edad y su momento evolutivo.
1) Primera infancia: de los cero a los cuatro años
Cuando los niños son bebés o con pocos años, la entrada del EAIA es prioritaria. Tienen que poder valorar con celeridad las posibilidades de la familia y el estado del niño; por eso, deben tener en cuenta:
  • La edad de la madre, su situación personal y el entorno más cercano.

  • Las posibilidades reales de los progenitores (solos o juntos) de reconocer y cubrir las necesidades del niño a corto plazo, de ver qué lugar ocupa el niño, qué se prioriza (la pareja, salir, el consumo, etc.).

  • La voluntad de aceptación de apoyo.

  • Las capacidades de aprendizaje de los progenitores.

  • La relación que el niño establece con los progenitores. Es necesario fijarse en la manera en que interactúa el niño con ellos, cuáles son las respuestas que recibe y cómo son.

  • El tipo de interacción con otros adultos y entornos.

  • La evolución pediátrica del niño.

Se necesita la colaboración del resto de los servicios del territorio (guarderías, espacios familiares, trabajadores familiares, etc.) para facilitar los apoyos necesarios que permitan cubrir las necesidades del niño y favorezcan el aprendizaje de habilidades y capacidades de maternalización a los progenitores, etc. Al EAIA le corresponde la articulación de los servicios.
Si la familia no muestra disposición al trabajo y el niño está en situación de riesgo grave, será necesario no demorar el tiempo y proteger al niño. Esta es la etapa más vulnerable de la infancia y la más importante en la estructuración de su personalidad, la que marcará su vida futura.
2) Infancia: de los cinco a los once años
A partir de los cinco años se trabaja con los niños como parte activa, cuando la familia lo permite. Se ven en el espacio de entrevista en presencia de la familia y solos. El equipo teje el contacto, les explica su función, les ofrece un lugar y la proximidad para establecer el espacio de confianza y seguridad, un lugar donde serán escuchados, observados, donde atenderán a lo que ellos dicen o expresan y donde tendrán en cuenta qué quieren, pero también sus capacidades y sus motivaciones. Hablarán de las cosas que les pasan, de lo que sienten, para poder favorecer un trabajo de elaboración tanto de lo que les pasa como de aquello que puede ser más adecuado en aquel momento para ellos, de la manera en que ellos también pueden modificar cosas y de qué recursos les pueden ayudar.
Es importante tener presente que los niños, ante una situación traumática o difícil, responden con sobreadaptaciones, «como si no pasara nada», encapsulan los sentimientos y las emociones sin poder elaborarlos y avanzar en el crecimiento. Necesitan tiempo para establecer vínculos o una relación.
La prioridad es que el niño tenga un lugar para desarrollarse en condiciones favorables, donde sea significativo, donde lo acompañen en el crecimiento, ya sea en la familia o fuera de la familia.
Algunas veces, el EAIA es visto por el niño como aquello negativo que la familia les transmite, lo que dificulta mucho la aproximación a causa de esta contaminación y los temores que les han generado. El trabajo con ellos se hace una misión casi imposible.
3) Adolescencia: de los doce a los dieciocho años
A partir de los doce años, se puede hablar de preadolescentes y adolescentes; hace falta que el EAIA se implique con estos adolescentes, que tengan la voluntad de aceptar que se pueda conectar con ellos, que los puedan visitar, hablar con ellos y ayudarlos a pensar.
De entrada, hace falta crear una vinculación y que el profesional se convierta en el lugar al que el adolescente se puede dirigir con garantía de confidencialidad, sin miedo. Es importante cómo se realiza la aproximación; hay que diseñar el momento en función de lo que el profesional sabe de su situación, de su familia y del adolescente mismo. Hay que saber escuchar qué quiere, qué le preocupa y, posteriormente, trabajar junto con él en el diseño de su itinerario; por eso, es preciso tener en cuenta su realidad, las dificultades de su familia, las suyas propias y también las de su entorno, y se tiene que pensar sobre todo ello.
Para llevar a cabo esta tarea de proximidad y trabajo con los adolescentes, desde el EAIA se dispone de la figura del educador. Este ofrece la posibilidad de un seguimiento personalizado de apoyo individual y cercano al adolescente, que le permite no romper con el entorno, encontrar un referente claro y estable, dispuesto a acogerlo y, por lo tanto, establecer una relación de confianza.
Desde el equipo, se intentan facilitar elementos de mejora de la relación entre la familia y el adolescente, y para ello hay que rebajar los puntos de conflicto y flexibilizar las posiciones entre ellos (2) . Se puede ayudar a conseguir que la relación familiar no se deteriore, que el adolescente acepte a la familia como apoyo en la medida de sus posibilidades, sin esperar grandes cambios y que, gradualmente, se estabilice la relación de manera menos conflictiva.
Las técnicas diagnósticas
Para poder entender cuáles son las razones que han llevado a los padres a actuar como lo hacen, se necesita conocerlos, saber cuáles son sus prioridades, qué lugar ocupa el niño en la familia y analizar las relaciones intrafamiliares, en qué momento del desarrollo se encuentra el niño, qué cualidad tiene el vínculo entre el menor y los adultos de referencia, y si este vínculo permitirá que el niño crezca bien, si tiene cubiertas las necesidades. Conocer el contexto del lugar donde está, desde la vivienda hasta el territorio, ver las capacidades y las potencialidades del núcleo familiar y establecer un pronóstico de cambio.
1) La entrevista
En el diseño de intervención, se programan unas entrevistas periódicas entre los profesionales (referente y correferente) y los padres. Son sesiones de una hora de duración como máximo, que se hacen en un espacio de despacho y en las cuales se ponen en común los objetivos de la entrevista, las dificultades detectadas del niño, las informaciones que hay respecto a este niño, el tiempo previsto para que se produzcan avances y los pasos que se valora que hay que dar para mejorar las situaciones de riesgo en las que se encuentra el niño. La familia debe firmar el plan de mejora.
En las primeras entrevistas, es importante que se pueda elaborar con la familia la anamnesis (véase el glosario y los anexos), que permite conocer los aspectos más importantes del desarrollo del niño y la valoración que tienen los adultos de su evolución. Mediante la escucha a la familia, lo que se hace es aproximarse a sus motivaciones internas. La familia explica cómo ha vivido ella a su hijo y su historia, y ofrece la posibilidad de ver las dificultades que tienen sus miembros y facilitar las condiciones que permitan afinar más el tipo de apoyo necesario. También se elabora el genograma. Si se elabora junto con la familia, permite detectar la estructura familiar, los vínculos y las relaciones entre los miembros, el momento en el que aparecen disfunciones familiares, etc.
Ejemplos de genograma
Ejemplos de genograma
Símbolos
Los símbolos que se utilizan:
  • Los miembros se representan por un cuadrado o un círculo según si son hombre o mujer.

  • Se marca con negrita la persona sobre la que recae la intervención.

  • Se señala con una equis (x) o una barra inclinada (/) quién está muerto.

  • Los embarazos y los abortos se indican con diferentes símbolos (triángulo, círculo negro, etc.).

  • Las relaciones biológicas y legales se indican mediante una raya.

  • Si la pareja no está casada, la raya es de puntos.

  • La barra inclinada representa la interrupción del matrimonio.

  • Etc.

Si se consigue una aceptación mínima de la intervención, se puede continuar hablando con los padres sobre las dificultades para ayudarles a tomar conciencia de las mismas. Si pueden entender que el cuidado del niño no responde a sus necesidades, podrán asumir la responsabilidad y se podrán pactar con ellos los puntos débiles que se tienen que modificar, los cuales se plantearán de manera gradual para poder lograr un cambio (plan de mejora), primero de las dificultades que tienen como adultos (por ejemplo: estar más presente en casa y tener cuidado de sus enfermedades) y después como responsables de los niños.
En las entrevistas, se tiene que analizar el contenido manifiesto y el latente (inconsciente) que aporta la familia, se pueden valorar las capacidades de la familia para llevar a cabo modificaciones, su voluntad para poder avanzar. Se ha de hacer patente la posible interiorización de las necesidades del otro. Se tienen que establecer los objetivos, se deben pactar los acuerdos que se tienen que lograr cada vez, se tiene que valorar qué ha funcionado y señalar aquellos puntos donde todavía no se ha avanzado lo suficiente. Asimismo, hay que observar la manera en que se movilizan aspectos emocionales y relacionales. Con todo ello, se puede orientar el diagnóstico y el pronóstico.
Se hacen entrevistas con la familia extensa (abuelos, tíos, etc.) con la finalidad de explicar la situación y buscar la posibilidad de apoyo que estos puedan ofrecer. Conocer su posición en la situación que se les presenta, definir hasta qué punto están dispuestos a apoyar a la familia, estudiar alternativas, o si la opción es desentenderse de todo.
En algunos casos, también se entrevista a otras personas que puedan ser relevantes para el caso.
2) La observación
La observación directa es la herramienta principal que se utiliza sobre todo en bebés y primera infancia. Se hace en diferentes contextos y permite ver la relación que establece el niño con el entorno más cercano, con la familia y otros agentes.
Esta técnica se puede utilizar en el despacho, en el domicilio o en otros espacios, en función del objetivo que se persigue. Se trata de observar durante una hora al pequeño, sin intervenir. En este tiempo, se puede ver el estado anímico y físico del niño. Si está tranquilo, nervioso, etc., si la ropa es adecuada, si está limpio, sucio, cómo es su espacio, qué clima hay, qué tono utiliza el niño (bebé o niño) para llamar la atención, cuál utiliza la madre o el adulto. Cuál es la relación con los adultos: interaccionan, lo ignoran, lo alborotan y lo dejan cuando el adulto se cansa. Si es una relación cariñosa o a gritos, si le hacen caso, lo escuchan. Cómo responde el bebé cuando la madre lo toma, quién le da la comida y cómo lo hace. Cómo responden los progenitores a las demandas del niño, y a la inversa. O cuál es la relación con los iguales, el grado de actividad que muestra, etc. Todo lo que se extrae de la observación proporciona una idea de la relación establecida entre el niño y los adultos de referencia, cómo es esta relación y en qué estadio madurativo del desarrollo se encuentra el niño.
Ejemplifiquémoslo con un fragmento de una observación
Una chica de diecisiete años embarazada. Ha hecho un seguimiento correcto del embarazo. Ha sido seguida como embarazo de riesgo desde el ámbito de salud. Se desencadena el parto prematuro. El recién nacido prolonga la estancia en el hospital. Al cabo de un mes, se le da el alta. El EAIA organiza una visita al domicilio, después de que el bebé esté una semana en casa.
La madre y la niña están en la habitación. Es una habitación muy pequeña. Encontramos la cama de la madre, de 80 centímetros, un pequeño armario y la «consola» donde están las cosas del niño. Encontramos al bebé sobre la cama grande. La madre nos habla de la pequeña y de todo lo que ella sabe como madre que ahora es (solo por el hecho de ser madre). Abre la luz y el bebé reacciona, busca a la madre, mira el lugar de donde provienen la voz y el ruido. La madre se sienta en la cama, la toca pero va hablando y dirigiéndose a las profesionales. Explica que seguro que ahora tiene hambre (el bebé no lo pide), explica cómo le llega a molestar por la noche y no la deja dormir bien y la despierta con el llanto. Duermen juntas en la cama; no tiene cama pequeña, y así no se tiene que levantar. La niña empieza a refunfuñar (la madre no le hace caso). Al cabo de poco rato, toma el biberón que hay en la cómoda, y sin más lo pone en la boca del bebé, que mama un rato pero se cansa enseguida y lo deja. La madre va hablando con las profesionales, la tía le pide el biberón, pero la madre, sin decir nada, ni al bebé ni a la tía, deja el biberón en la cómoda y tapa su tetina. La niña está tranquila sobre la cama, no refunfuña, no protesta, no interacciona con el adulto. Al cabo de un rato, la madre comenta que después de comer siempre «se caga», y toma unos pañales. (La medida de estos pañales no se corresponde con la edad de la niña. No tiene otros.) La cambia con los dos dedos de cada mano (haciendo pinza). Le saca los pantalones, desabrocha los pañales, los saca y los deja encima la cama. Con una toallita húmeda limpia al bebé. Con dos dedos lo toma por los pies para hacerle levantar el culo y poner los pañales debajo; se los pone y le vuelve a poner los pantalones. Ya está limpia. La pequeña parece que sonríe, se mantiene tranquila en todo el proceso y así se queda sobre la cama. Al cabo de poco, la madre pregunta si la queremos sostener. La toma de la cama, le hace una carantoña y se la pasa a la profesional. Salimos de la habitación, mientras acabamos de hablar con la madre y la abuela de lo que podemos hacer para ayudarlas con la pequeña. La observadora juega con la niña, que se muestra satisfecha y responde a los estímulos. Se la devuelve a la madre y salimos del domicilio.
3) El juego
El juego es sobre todo comunicación. Ayuda a elaborar y entender las experiencias. Los niños desplazan las situaciones vividas a los juguetes y al juego. El niño usa el juego para expresar su mundo interno y la realidad del externo.
Es una herramienta muy útil hasta los siete años, puesto que el niño expresa mejor su estado jugando que con palabras. La observación del juego acerca al profesional al malestar que siente el niño, da información sobre el papel que tienen los adultos de su entorno, qué relación establecen con él, cuáles son sus deseos. Se ve el nivel de desarrollo del niño, sus capacidades y los niveles de tolerancia a la frustración, a la agresividad que muestra.
Se puede observar al niño en el despacho, donde se tiene preparada la caja de juguetes. También se hace en los desplazamientos a su domicilio, con el material que utilice y el espacio que tenga.
3) El dibujo
El niño siempre expresa y el dibujo es una buena herramienta para poder saber cosas de su mundo interno. Es un recurso que el niño acepta con facilidad. Puede ser dirigido o libre, pero siempre aporta información de algún momento vivencial y del estado anímico: alegría, tristeza, perturbación, desesperanza.
4) La visita al domicilio
La visita al domicilio permite ver a la familia en su entorno. Explorar la dinámica familiar y los roles, el lugar que ocupan los diferentes miembros, las relaciones que se dan entre ellos. Observar qué condiciones tiene la vivienda, qué hay en el domicilio, la decoración, la distribución de los espacios, las habitaciones, cómo ocupan cada espacio y quién lo ocupa. El número de miembros que viven allí. Si hay diferenciación de espacios niños-adultos. Qué elementos hay, la clase de objetos, si hay juegos adecuados a las edades de los niños de la casa, etc. Se observa la cocina, los útiles, los alimentos que hay dentro de la nevera. Si hay luz y agua caliente. Nos fijamos en el orden, la calidez. Si hay animales, las condiciones de estos animales y el lugar que ocupan en el domicilio.
Ilustramos este punto con dos ejemplos de visita a un domicilio:
Visita al piso donde viven un padre y dos hijos
«Un piso con claridad (en la parte delantera y en la trasera). Hay paredes con muy poca pintura. Todo es viejo. En las habitaciones hay muchas cosas/trastos, pero se puede pasar. Una habitación grande con dos camas de matrimonio: “Aquí duerme el niño cuando viene, y yo”. Junto a esta habitación hay otra muy pequeña, donde hay una cama de niño pequeño con barrotes: “Esta tenía que ser la habitación del niño”. Comentamos: “¡Pero aquí no cabe!”. Sobre la tabla de planchar hay un gato blanco. El señor se dirige hacia él, dice que es un gato, se le acerca, se pone delante, le dice que es guapo: “¿Un beso, Cat?”. Le da un beso en el morro. Vamos a otra habitación; la habitación de la abuela, nos indica el señor. Y añade: “Está igual que cuando ella se fue. Es para cuando ella viene a dormir”. Es muy espaciosa, con una estantería llena de vídeos, muebles antiguos, ropas oscuras (bastante tenebrosa). La niña sale de su habitación. Le preguntamos si es X y asiente con la cabeza. Le preguntamos si sabe quiénes somos y responde que sí. Nos viene a dar unos besos. Es una niña guapa. Mantiene una expresión seria, que no modifica a lo largo de toda la visita. Se mantiene al margen de todo. Nos va siguiendo con los ojos.
Entramos en la cocina. Al lado está el lavabo. Es pequeño y viejo, pero correcto. La cocina es más grande, correcta también, con una nevera grande. Los útiles están en orden. Hay un pequeño balcón lleno y con restos de obra. Están arreglando las cañerías, los bajantes.
Salimos y pasamos frente a la habitación de X. El señor se la ha saltado; nosotros nos paramos frente a la misma. Es pequeña, llena de pósteres de grupos de música; también hay uno de Mickey Mouse. Decimos a X: “Un poco desfasado, ¿no?”. La respuesta es contundente: “No”. La cama está en medio de la habitación, con luz. Mientras el señor está en el recibidor y nos espera, cuando continuamos comenta: “Ahí está mi leonera”. Es una pequeña habitación con sofá y un ordenador, llena de trastos. En el mismo recibidor hay otro ordenador y comenta que “X tiene otro”. Nos hace notar los trofeos que ha ganado, que están expuestos sobre el mueble. Le preguntamos por la situación de los niños, y le decimos que de estas y otras cosas son de las que tendremos que hablar; por lo tanto, le proponemos vernos el viernes y nos dice que bien. Volvemos al tema de que tenemos que ir hablando de las cosas. Le pedimos, aprovechando que tiene a los niños, cómo se organiza y que querríamos ver la nevera. No se muestra sorprendido y no pone ningún problema. Vamos a la cocina y abre la nevera: un melón entero, más fruta, Coca-Cola y Fanta, embutidos, pizzas, etc. Va explicando lo que hay. [...]»
Visita al domicilio de una abuela y cuatro miembros de la familia, donde se incorporan un bebé y su joven madre
El acceso al piso es una escalera oscura, con dos vecinos por planta y con las puertas bastante estropeadas. Llamamos a la puerta con la mano: el timbre no funciona. Abre la puerta la abuela. A continuación, llega la hija pequeña (de unos dos años) de esta abuela a decir cosas. Tenemos dificultades para entenderla. Aparece la madre, que miraba la televisión. La vivienda es bastante oscura, las condiciones no son muy higiénicas, todo está apelotonado. Está en obras, faltan puertas, hay cables de luz sueltos. En el comedor, la televisión está encendida, con el volumen bastante alto; molesta a la hora de hablar. Hay un sofá, la alfombra está poco limpia, hay una mesita en medio con un vaso vacío y restos de comida. En el rincón, hay una mesita con un ordenador. El mueble grande tiene estanterías irregulares y hay alguna foto de los niños y de gente de la familia. Tienen una importante colección de vídeos de películas. En el rincón contrario, hay una mesa redonda y tres sillas, todas diferentes. Una puerta da al balconcillo, donde hay ropa de niño de diferentes edades extendida, los cubos amontonados y trastos de todo tipo. La cocina tiene pocos útiles y los cables eléctricos están colgando. No hay calentador de agua. La nevera está vacía: hay tres huevos, un cartón de leche, una fuente con un potaje y algunos yogures. La pila está llena de útiles sucios. La puerta de entrada está fuera de los goznes. Hay cuatro habitaciones: la primera, la de matrimonio, con una cama grande y una pequeña cama de barrotes, tiene un armario y ropa amontonada; en la segunda hay unas literas y un mueble cama, sin espacio para nada más; la tercera acoge todos los vestidos y ropa de la familia, junto con otras pertenencias; la última es la que ocupan la madre y la pequeña. Todas las habitaciones y la cocina dan al comedor, único espacio común y de más dimensiones que el resto. En el piso conviven siete personas: tres adultos, la madre del bebé y tres niños.
5) El plan de mejora
Es la herramienta de trabajo que utiliza el equipo con la familia. Un documento escrito en el que el equipo expone los puntos que hay que modificar en la familia y en el que se concretan las acciones que tienen que hacer y mantener los padres y el niño, si tiene la edad. Este plan de mejora tiene fecha de finalización, se firma entre las partes y se va modificando hasta lograr el objetivo final.
El diagnóstico
El equipo conoce bastante a la familia, ha trabajado con ella, ha visto sus movimientos, su grado de implicación y ha comprobado su capacidad de entender al niño como persona diferente, de modificar el entorno y favorecer su crecimiento más sano. Ha acompañado a la familia en el intento de entender qué pasa en su vida, las dificultades, la necesidad que tienen de ayuda en los aspectos concretos a los que, actualmente, no pueden llegar.
Los profesionales han trabajado con la red. Han recogido el seguimiento de los acuerdos establecidos con los otros servicios. Han intentado aproximarse al sufrimiento del niño, a su mundo emocional, a su deseo. Han avanzado con él, o no, en la comprensión de su realidad y la de sus padres. Ha llegado el momento del diagnóstico, en el que tendrán en cuenta los elementos protectores que ofrecen la familia y el entorno, y también los elementos de riesgo que continúan vigentes, las necesidades esenciales del niño que hay que cubrir, los factores de contención de los miembros de la familia. Así pues, con el conocimiento que tienen y el pronóstico que establecen, el equipo elabora el diagnóstico.
Deciden qué es «lo mejor», que es lo menos malo para el niño, qué es lo más adecuado, teniendo en cuenta su momento evolutivo, los recursos personales, las vinculaciones establecidas y la realidad actual del entorno.
La devolutiva y la propuesta
A lo largo del proceso, se ha hablado con los padres, con los niños, con todos juntos. Han contemplado juntos las posibilidades, la realidad, han visto la vinculación que mantienen entre ellos en todos los ámbitos, han escuchado lo que quieren, han buscado las mejores respuestas a la situación (3) .
(3) A menudo, nuestras familias priorizan las necesidades de los adultos (los consumos, los horarios, los intereses, etc.); los hijos son un apéndice que está a disposición del adulto, mientras no se pueden rebelar. Cuando el niño tiene una edad y ya se puede rebelar, el conflicto entre adulto-niño está garantizado.
Si no se ha podido avanzar con ellos hacia un cambio (la familia lo ve reflejado en el plan de mejora, que no se ha avanzado), se ha trabajado el reconocimiento de la necesidad de disponer de más tiempo que les permita organizarse y dejar a otros el acompañamiento y la responsabilidad del crecimiento del niño que ellos ahora no pueden hacer.
Se ha pensado con el niño qué puede ser menos malo para él. La necesidad de encontrar un lugar donde tengan cuidado de él en todos los ámbitos, durante el tiempo que sea necesario, siempre acompañado del profesional.
Cuando la propuesta implica la separación, hay que hablar con la familia. El débil vínculo que se ha establecido les permite hacerlo. Hay que hacerlo con todos los miembros de la familia para ayudarles a elaborar la explicación.
La separación
Es un momento difícil; la familia ya sabe de manera interna cuál será nuestra propuesta, pero en el momento de formalizarla y escribirla se muestra con toda la crudeza. Surgen los miedos, las angustias. La familia responde, a veces se enfada, se altera, se puede llegar a descontrolar; algunos se entristecen, lloran histriónicamente; otros se quedan en un estado de pena y vacío; algunos muestran el dolor con contención... En general, es un momento en el que las emociones se desbordan. Este momento pasa a ser uno de los más intensos, entre la familia y los profesionales; los sentimientos y el campo emocional de los dos lados lo invade todo. A pesar de esto, se tienen que esforzar para que la familia los sienta cerca, a su lado, tranquilizándolos. Cuando no es posible, se tiene que respetar lo que decidan, se tiene que dejar ir y, posteriormente, ya se volverá a intentar el reencuentro.
Desde el EAIA, antes se tiene que haber diseñado cómo se hace la separación. Se debe tener en cuenta el hecho de que hace falta un tiempo (días) para que tanto el niño como la familia se adapten a la nueva propuesta.
Las propuestas
a) Que el niño se mantenga en la familia; por lo tanto, puede haber una evolución y se ha podido modificar la situación de riesgo grave (trabajo con la familia, intervención de los recursos del territorio, red, etc.). El EAIA tiene que continuar avanzando con la familia y establecer objetivos, acuerdos mínimos que se deben mantener y mejorar, un nuevo plan de mejora. A partir de este momento, se pasa a la fase de seguimiento. Se hace con ellos un acto administrativo, en el que la familia tiene que firmar con la Administración local el compromiso socioeducativo.
b) Cuando la mejora no es lo bastante significativa, la familia necesita más tiempo para organizarse y poder avanzar. El tiempo de la familia no coincide con el tiempo del niño, que es importante para él; hay que darle un lugar alternativo donde le ofrezcan experiencias relacionales diferentes, la oportunidad de establecer vínculos más sanos, favorecer unas relaciones familiares más sanas y facilitar su crecimiento integral. La propuesta es de acogida en familia extensa, ajena o en un CRAE, y la DGAIA debe asumir su tutela temporalmente. Es vital regular un régimen de salidas y visitas a casa y la relación del niño con los miembros de la familia. Después del tiempo que hayan necesitado el niño y la familia para organizarse, o cuando las condiciones hayan cambiado, el niño podrá volver a la familia.
c) Cuando las posibilidades de mejora y cambio en la familia se hacen muy remotas, hay que ofrecer una alternativa diferente para poder crecer hasta la autonomía adulta. El niño sale del domicilio sin posibilidad de retorno. La propuesta es de acogida permanente o acogida preadoptiva.
El proceso de salida del niño
Es necesario que los profesionales diseñen el acompañamiento de la familia y del niño para que el cambio sea lo menos traumático posible. La salida de un niño del domicilio se puede hacer de diferentes maneras, siempre según el grado de implicación y conciencia de la familia:
  • Acompañada por la familia y el EAIA: se acuerda con la familia o el niño una visita previa al CRAE de manera conjunta; posteriormente, se pacta entre familia, EAIA y CRAE el mejor momento para el ingreso, y el día en concreto la familia y el EAIA acompañan al niño. Se pactan llamadas y salidas o visitas. Se facilita la relación y el mantenimiento del vínculo.

  • Acompañada por el EAIA, cuando la familia acepta pero no puede hacer el acompañamiento y sí que puede facilitar la salida. A veces la familia puede hacer la visita conjunta al recurso, pero no puede sostener la separación. Es el EAIA que conoce al niño el que hace el acompañamiento durante el ingreso. Se facilita el contacto con la familia y se organizan las visitas o salidas al domicilio.

  • Los padres acompañan al niño a la DGAIA, siguiendo las indicaciones de la notificación que reciben; allí se separan del niño. El EAIA explica a los padres la situación y también al niño. El niño es acompañado por un educador de la DGAIA al recurso. Se organizan el contacto y las visitas con los padres. Posteriormente, si procede, se hacen salidas al domicilio.

  • Recogida por la policía. Cuando ha sido imposible la aceptación y colaboración de la familia, se pide el apoyo de la policía, que acompañan a un educador a buscar al niño (normalmente al domicilio), entregan la resolución administrativa al adulto y trasladan al niño a la DGAIA junto con algún progenitor. En caso de no localizar a los progenitores, se deja una citación para que acudan a la DGAIA, y allí el EAIA les comunicará lo que pasa y la separación de su hijo o hija del núcleo. El niño es acompañado a su nuevo recurso por el educador de la DGAIA.

Después de la separación, es necesario un tiempo durante el cual todos los miembros de la familia se tienen que adaptar a la nueva situación. El EAIA los continuará acompañando para ayudarles a rehacerse, a poner palabras a los sentimientos, a razonar, a encontrar lo que hay de bueno en ellos y a definir lo que hay que continuar haciendo.
En cuanto al niño, en estos momentos podemos ofrecer seguridad. Se tiene que acompañar y hay que estar presente con más intensidad hasta la adaptación del niño al nuevo entorno. Aquí se acaba el proceso de estudio y diagnóstico por parte del EAIA, y empieza el de seguimiento y tratamiento.
6.3.2.Seguimiento y tratamiento
Desde el EAIA se tiene el encargo de continuar trabajando con la familia y los niños, para resolver o mejorar la situación familiar que ha dado lugar a la asunción de medidas de protección; este trabajo depende del pronóstico que se haya hecho. Se continúa, pues, el trabajo con las familias, si lo permiten, para ayudarlas a sostener e incrementar la mejora de las condiciones que favorezcan el crecimiento de su niño. La herramienta de trabajo continúa siendo el plan de mejora:
a) Si el niño se queda en el domicilio, se mantiene la articulación de la red, en el intento de facilitar a las familias la asunción de sus responsabilidades parentales, trabajando las dificultades que tienen para que puedan resolverlas.
b) Cuando el EAIA ha valorado la separación, hay que velar para que los niños no pierdan los vínculos con su familia o adultos de referencia y mejoren su calidad. Con frecuencia, estos vínculos son los únicos que han tenido. Cuando hay separación, los profesionales no tienen que dejar de entender que hablan de pérdidas, lutos y reencuentros. Hay que articular el paso del niño al nuevo lugar, trabajando los cambios para evitar la ruptura de los vínculos. Se tiene que ayudar al niño a hacer que pueda preservar el espacio mental y físico con la propia familia y con su historia (4) . Se trabaja con la familia la aceptación de la realidad actual y la necesidad de acompañar a los niños y apoyarlos sosteniendo su nueva realidad con nuevos modelos de parentalidad (5) . Intentan organizar con la familia la construcción de condiciones necesarias que puedan favorecer el regreso del niño y facilitar, así, su desarrollo en el lugar menos nocivo.
(4) Es complicado para los niños tener dos familias o dos espacios. Los profesionales del EAIA hablan con ellos de los miedos, las angustias, los sentimientos de pertenencia, los conflictos de lealtades que se generan, y los ayudan a contenerlos y elaborarlos. Los profesionales del recurso son los que dan continuidad al trabajo.
Los recursos
En todas las posibilidades de recurso alternativo a la familia que el EAIA ofrece a un niño, el equipo tiene que poder garantizar el conocimiento de un nuevo profesional con el que se pueda vincular, en el que pueda confiar, y ofrecer al niño la oportunidad de iniciar una nueva relación, en la que se sienta diferente y con garantías de estabilidad para poder consolidar las nuevas experiencias y relaciones. Es la oportunidad de ver el mundo desde una posición diferente, y tendría que ser con garantía de buen trato, mientras su familia trabaja para modificar las cosas que le permitirán el regreso.
El EAIA tiene que poder facilitar al CRAE o a las instituciones colaboradoras de integración familiar (ICIF) la compilación del trabajo previo hecho con el niño y su historia. Es vital señalar el hecho de que el niño no empieza de cero, y los profesionales lo tienen que saber.
a) Acogida en familia biológica
Cuando el niño es acogido en el marco de la propia familia biológica extensa, el EAIA del territorio donde reside esta familia acogedora tiene el encargo del seguimiento de la acogida: debe ofrecer apoyo a la familia y se tiene que mantener atento a la evolución del niño. El EAIA de los padres tiene que mantener la referencia del caso y es necesario que trabaje de manera coordinada con el otro equipo para facilitar la comprensión de la situación del niño y, según el diagnóstico, la relación del niño y su familia nuclear.
b) Acogida en familia ajena
Si el niño es acogido en una familia ajena, los que tienen el encargo del seguimiento de la acogida son los profesionales de las ICIF. Es necesaria una buena coordinación con el EAIA para entender la situación del niño y valorar cómo se tiene que realizar la aproximación a la familia biológica, cómo se debe trabajar la relación, cómo se tiene que facilitar el lugar de las dos familias sin competencia en el mundo del niño.
Coordinación entre el EAIA y las ICIF
A veces, los puntos de mira de los dos equipos (EAIA e ICIF) difieren. Se puede perder de vista el centro de la intervención o bien se puede despojar al niño de su historia, sin tenerla presente, hecho que lo sitúa en conflicto entre las dos familias y dificulta el trabajo de los EAIA con el niño y la familia biológica.
c) Acogida en un CRAE
Si el niño es acogido en un CRAE, la dirección pasa a ser su responsable. Hay que trabajar con los profesionales del centro de manera conjunta. A veces se hace complicado, ya sea porque los profesionales partimos de modelos teóricos diferentes o de enfoques distintos, o sencillamente porque no compartimos el objetivo final o la temporalización.
Es importante considerar que el niño ha tenido una experiencia de vida difícil, que le afecta y lo perturba. Su malestar no se acaba solo por separarlo de la familia; a menudo no basta con eso y hay que ofrecer a los niños un tratamiento terapéutico.
c) Acogida permanente o adopción
Finalmente, encontramos a las familias que han sido separadas del niño de manera permanente o definitiva con medidas como la acogida permanente o la adopción. La tarea del EAIA es, además de contener su rabia, culpa y malestar, mayoritariamente dirigidos contra el EAIA, ayudarles a entender que deben priorizar su propio cuidado, la difícil situación en la que estaba su niño y las dificultades que tienen para poder atenderlo. En definitiva, aceptar la necesidad de que un tercero pueda garantizar el crecimiento de su hijo o hija.
6.3.3.Final del trabajo del EAIA
Desde el EAIA mantenemos el seguimiento hasta que:
a) La situación del niño se normaliza, cuando su entorno familiar y social no supone un riesgo para su crecimiento.
b) El niño logra la mayoría de edad en el ámbito administrativo o legal.
c) La familia cambia de territorio y se traspasa el seguimiento o tratamiento a otro equipo.
d) Muere el niño.
Mayoría de edad
A veces, el EAIA es el recurso de los chicos y las chicas de más de dieciocho años cuando necesitan a alguien que les continúe acompañando, no son lo bastante maduros, no disponen de suficientes recursos personales o no encuentran ningún otro referente significativo, para poder avanzar solos, y necesitan el acompañamiento durante un periodo más largo. Es importante poder estar a su lado. Demasiado a menudo, el EAIA es para los niños el único referente estable que han encontrado a lo largo de los primeros veinte años.
Los niños del EAIA han tenido demasiadas rupturas en su vida, demasiadas veces han sentido la pérdida de lo que sentían cercano, sin poderla entender. No podemos dejar que una fecha rompa la relación de significado (vínculo) que tienen sin que se haya podido poner fin a condiciones mínimas y formalizar una más saludable.

6.4.Apuntes de los profesionales

Las familias generan, en los profesionales del EAIA, sentimientos ambivalentes, de ánimo y de angustia. Movilizan una cantidad importante de emociones, a veces contradictorias. Por un lado, está el sufrimiento del niño y, por el otro, el de los padres, resultado de las frustraciones y de los sentimientos de injusticia con los que perciben la intervención del equipo. Las familias agotan a los profesionales con sus dinámicas relacionales caóticas, poco estructuradas, que invaden la interacción que establecen y confunden. En otras ocasiones, el rechazo de la familia despierta el sentimiento de fracaso y de impotencia de los profesionales. No permiten avanzar al ritmo que querría el equipo. A menudo, los profesionales se encuentran en un entorno emocional difícil de manejar y que puede llegar a contaminar sus juicios.
Desde el momento en que un niño pasa a ser motivo de trabajo del equipo, por el hecho de tratarse de un ser vulnerable y en situación de sufrimiento, el infante ejerce una presión implícita que evidencia la necesidad de los profesionales de encontrar una solución a su situación lo antes posible, lo que genera la tendencia a la actuación y a la respuesta más inmediata.
Los profesionales viven emociones muy potentes vinculadas al sufrimiento de los niños y de sus familias. Hay situaciones que, como profesionales, los superan, que se viven de manera angustiosa, generan ansiedad y malestar. Sienten la necesidad de delegar en otro lo que no pueden sostener: el equipo. Este equipo permite diferenciar los sentimientos y las emociones que pertenecen al profesional de los que pertenecen a los otros, permite contener los malestares propios, para ayudar a reconocer los sentimientos que los traspasan y controlarlos. Es necesaria, por tanto, la mirada del equipo. En la conversación (la sapiencia del profesional sirve también para escuchar al otro), la interacción ofrece a cada miembro del equipo diferentes conocimientos profesionales, ayuda a entender la situación, a percibir los límites en los que se sitúa la intervención y comparte los objetivos y la responsabilidad del caso. Este consenso permite potenciar la fuerza de la intervención.
El recurso principal que tiene el EAIA es el profesional. Los vínculos establecidos en el equipo son un instrumento más de trabajo, de trabajo conjunto centrado en la atención a las necesidades del niño. Ante tanta complejidad y un encargo con tanta responsabilidad, es imprescindible mantener periódicamente unos espacios de supervisión personal del profesional y de los casos del equipo.
Para el EAIA es muy importante el trabajo con el equipo y del equipo, su estabilidad, la supervisión y el trabajo en red.
Tabla resumen

Los sentimientos que se generan en los profesionales en relación con:

Los maltratos en los niños y adolescentes:

  • Empatía hacia el niño e identificación con su sufrimiento.

  • Asociación con momentos o situaciones vividos, en la propia infancia o en la de los propios hijos.

El trabajo con las familias:

  • Confusión por la desestructuración que aportan.

  • Impotencia por un rechazo de la familia a la intervención profesional.

  • Identificación con el propio rol parental.

La decisión sobre las medidas que hay que proponer:

  • Omnipotencia: los profesionales «saben», y los padres, no; se juzga más que se comprende.

  • Culpa: relacionada con la identificación con el rol parental o con el sentimiento de que no se han hecho lo bastante bien las cosas.

Revisión interna del trabajo del caso en el equipo:

  • Exponer el caso.

  • Revisar los indicadores.

  • Revisar las manifestaciones y repercusiones en el niño.

  • Examinar la evolución o no de la familia durante el estudio.

  • Revisar las potencialidades de los miembros de la unidad familiar.

  • Revisar los elementos para hacer un pronóstico favorable o no.

  • Acordar y consensuar las medidas de protección que hay que tomar.

Revisión externa del trabajo del caso:

La supervisión señala:

  • Lo que se puede trabajar o se ha trabajado con el equipo.

  • Los aspectos de los niños o de sus familias que no se han tenido en cuenta.

  • La posición de los profesionales ante el caso: sentimientos que se han generado.

  • Qué permite hacer y pensar la práctica.

  • Un contexto de apoyo y saber del equipo.

6.4.1.Ejemplo práctico
Expediente de seguimiento por un EAIA derivado a otro por cambio de territorio de la familia
Una familia sudamericana que está formada por la pareja y dos hijos de cuatro y siete años. El padre migra a Barcelona cuando la madre esperaba el segundo hijo. Cuando este segundo hijo tiene tres meses y el mayor tres años, la madre los deja con los abuelos paternos, separados. El mayor, con el abuelo, con quien había buena relación, y el pequeño, con la abuela, que no lo quería. Ella tenía un hijo de un año y un embarazo al inicio de gestación.
Al cabo de nueve meses, la madre añora al hijo mayor y vuelve a buscarlo. Una vez allí, encuentra al pequeño poco desarrollado y en peligro de muerte por desatención. Se siente obligada por la familia a volver a Barcelona con los dos hijos.
Al cabo de diez meses de estar en Barcelona, se interviene por denuncia de desatención y maltrato al pequeño (corroborada por el estado en que la policía encuentra al pequeño en el domicilio) y se les retira a los dos niños, que ingresan en un Centro de Acogida. Después de nueve meses del ingreso, se acaba el estudio con una propuesta de regreso a la familia con guarda y mantenimiento de la tutela desde la DGAIA, un plan de mejora y el seguimiento del EAIA. Después de un año, el EAIA lo traspasa al nuevo equipo.
La familia presentó oposición a la medida protectora en el juzgado.
El equipo nuevo se encuentra la situación siguiente (enero):
  • Una familia aparentemente dispuesta a colaborar, a aceptar las orientaciones.

  • Un domicilio correcto, compartido con otra pareja del mismo país de origen.

  • Un padre y una madre trabajadores. El padre con horarios complicados y ausente.

  • Una madre en el papel de victimización por:

    • Maltrato del marido.

    • Separación por la fuerza de sus hijos.

    • Gran dedicación a la familia/hijos.

    • Sentimiento de soledad.

  • Una madre que hablaba mucho, sin decir nada, etc., que creaba mucha confusión en las entrevistas.

  • Una diferencia cuando la madre habla del hijo mayor o del pequeño (el afecto).

  • Un padre poco participativo, ausente, que está en el trabajo o en el bar con los amigos.

Los dos niños están escolarizados en el territorio desde el regreso al seno familiar, y la escuela alerta de que el pequeño viene con marcas con frecuencia (moratones y rasguños) y presenta absentismo esporádico.
Hay algo que llama la atención del EAIA, que no acaba de percibir de manera clara la situación familiar, con la apariencia de normalidad y sufrimiento por lo que ha vivido la familia. El equipo tiene la sensación de que esconden algo. Se intensifica la relación con la familia.
Se conoce y se inicia el trabajo de entrevistas conjuntas (padres, madre sola, niños tanto solos como acompañados); llama la atención lo serios y poco expresivos que son los dos hermanos, sobre todo la expresión facial del pequeño, seria, rígida y con unos ojos muy tristes. En la relación entre uno y otro, el mayor domina y el pequeño siempre cede.
La madre, ante los encuentros con los profesionales, siempre presenta excusas argumentadas para alargar los periodos.
Al cabo de tres meses de la intervención (marzo), la familia aprovecha y hace un cambio repentino de domicilio (territorio) y de escuela.
Desde el EAIA se entiende como una maniobra de la familia para retrasar la intervención, con un nuevo cambio de equipo y, por lo tanto, volver a empezar.
Consultados los servicios de salud, no les preocupa el pequeño: es un niño muy frágil y la madre cumple los controles y es correcta. No muestra preocupación por la sospecha del EAIA de maltrato.
Al cabo de poco de empezar a ir a la ecuela (mayo), se alerta de señales, hematomas, rasguños y algunas ausencias, sobre todo a principios de semana. Se trabaja con la tutora, como figura de proximidad, pero el pequeño siempre verbaliza que se ha caído de la bici, en la escalera o que el gato le araña. La madre siempre les da explicaciones coherentes.
Cuando se le pregunta a la madre, manifiesta lo mismo que en pediatría, que su hijo es revoltoso, inquieto, poco habilidoso y se cae muy a menudo.
A los profesionales del EAIA no les parecen convincentes estas respuestas, a partir de los moratones y rasguños en la oreja y otros lugares, que parecen de gato. Hay demasiada accidentabilidad. El pequeño no habla sobre los daños y los accidentes.
Esta situación despierta malestar, se ve el sufrimiento del niño, las dificultades de los profesionales para hacer aflorar la situación de maltrato de manera observable y con certezas irrefutables.
La proximidad del verano, sin las horas de escuela como lugar de protección, pone los pelos de punta a los profesionales.
Se elabora la estrategia y se facilitan los recursos para que los niños puedan asistir a las actividades de verano que organiza la escuela durante julio. La madre lo acaba aceptando para el pequeño, pero no para el mayor. También se pacta una visita semanal con el EAIA, y se articulan en verano diferentes visitas médicas de los dos hermanos con el médico de la DGAIA, con objetivo diagnóstico y disuasivo hacia el posible maltratador físico.
Los profesionales están convencidos de que, cuanto más presentes se hagan, más cuidado deberá tener el agresor y más protegido estará el pequeño.
Es el intento de disminuir al máximo el riesgo de agresión, haciendo un esfuerzo de tiempo y dedicación, con lo que esto supone de retraso en otros expedientes.
Se hace un trabajo con el pequeño y, a medida que puede confiar en los profesionales, se observa que se muestra abierto y activo, es alegre, muy despierto, juguetón y revoltoso. Su contacto es intenso, se aferra al adulto y lo busca. Disfruta del juego, se muestra distendido siempre que tiene la certeza de que la madre no está cerca: es otro niño. Cuando aparece la madre, le cambia la expresión de la cara y se vuelve rígido y triste.
En el juego individual utiliza figuras masculinas; su historia se forja en el entorno del hospital y el cuidado por parte de los médicos de un niño.
En el dibujo espontáneo de la familia, no sale ninguna figura femenina; se dibuja él, el hermano, unos amigos y los gatos, y al final de todo dibuja al padre, pequeño y arrinconado.
Los profesionales intuyen que el pequeño sufre mucho y que no puede hablar de ello. Viven con presión, quieren encontrar las evidencias lo antes posible. Saben que no pueden presionar demasiado a la familia, que hay que evitar las sospechas de nueva separación y que el pequeño no salga más perjudicado. Sienten la necesidad de acabar el estudio con una propuesta que no pueda ser revocada ni en el juzgado, ni por la misma DGAIA.
A pesar de que tienen clara la hipótesis del maltrato, los profesionales se encuentran con:
  • Que ven signos, síntomas de maltrato (los golpes, los rasguños, la tristeza del niño), pero que no los pueden objetivar como maltrato.

  • Que, aparte de la escuela, ningún servicio apoya la hipótesis.

  • Que la madre niega cualquier posibilidad de maltrato y muestra argumentos.

  • Que el niño no manifiesta nada, mantiene el mutismo.

Se sienten presionados:
  • Por la situación de sufrimiento y miedo que el pequeño refleja y la situación de riesgo grave en la que sospechan que se encuentra.

  • Por las manifestaciones que hace la escuela debido a la inquietud que tienen por el niño, la necesidad de ofrecer contención y apoyo a los profesionales de la escuela.

  • Por el malestar que genera la lentitud con la que se avanza.

  • Por la no facilitación del estudio por parte de la familia, el atraso en los encuentros, las gestiones, etc.

  • Por la no aceptación de la familia de una nueva propuesta de separación.

  • Por las pocas pruebas objetivables que pueden utilizar.

Todas estas dificultades generan en los profesionales un sentimiento de incapacidad para poder ser más efectivos.
El equipo es consciente de que no puede hacer una propuesta sin hechos contrastados y evidencias demostrables, porque así lo piden los requerimientos jurídicos. En el informe, hay que poder argumentar muy bien los maltratos psicológicos y los físicos. Los profesionales saben que no se puede repetir una separación sin garantías de no retorno.
La madre cada vez se muestra más desconfiada, no deja a los hijos solos con nadie, no permite la participación en actividades al pequeño ni tampoco al mayor si ella no está presente, etc.
Finalmente la madre «acepta» la asistencia del pequeño al EIPI, que empezará en septiembre y en el que trabajarán sin la colaboración de la familia por la falta de comprensión. Lo acompañará una voluntaria que lo recogerá de la escuela y lo llevará de vuelta a casa, dos veces por semana (en este espacio de tiempo sin familia, el pequeño se muestra feliz).
A partir de noviembre, después de un tiempo aparentemente tranquilo, la escuela vuelve a alertar de las muchas señales que presenta el pequeño.
Al cabo de poco de trabajar con la terapeuta, y sabiendo que los profesionales están allí para ayudarlo, el niño puede empezar a explicitar hechos sobre su realidad dentro de la familia. En febrero, desde el EIPI se ven lesiones y el pequeño hace evidentes los maltratos graves que recibe y la voluntad de no volver a casa.
En este momento, al EAIA le hace falta:
  • Acabar con mucha celeridad el informe, pero este es complicado y hay que explicitar bien las dos realidades diferentes de los dos niños de la familia. El hijo mayor nunca ha recibido maltratos, siempre ha estado protegido. Por lo tanto, se puede quedar en casa con modificaciones relacionales. Hay que hacer una propuesta muy argumentada de nueva separación de los dos niños, en la que quede muy clara la no posibilidad de regreso a la familia nuclear y extensa del hijo pequeño.

  • Organizar la salida de los niños con la DGAIA. Es importante que no se haga la devolutiva a la familia hasta que el pequeño esté protegido (organizar un circuito diferente del que marca la ley como norma).

Finalmente, se organiza la recogida por parte de los profesionales de los niños en la escuela y la citación en paralelo de los padres en la DGAIA para hacer la devolutiva, una vez que los niños estén allí.
Cuando en la escuela el EAIA le comunicó al pequeño que a partir de ese día ya no volvería a casa, la expresión del niño cambió: saltaba, bailaba, corría. Todo él se iluminó.
En este momento, los profesionales sienten la profunda emoción del trabajo bien hecho y de haber conseguido el objetivo principal: proteger al niño y ofrecerle otro lugar de vida lejos de las agresiones de los padres. Son unos momentos de satisfacción, puesto que el niño se mostró feliz.
Hay que tener presente lo siguiente:
  • Las dificultades iniciales cuando no se sabe bien qué pasa: la madre esconde cosas, el niño se muestra muy reservado, etc. Un camino lento en el que van saliendo detalles: al principio, las primeras agresiones escondidas (detrás de las orejas), después, un tiempo de descontención más importante hacia el hijo por parte de los padres, y finalmente las agresiones escondidas se hicieron más visibles (barriga, espalda). Al principio, las hipótesis eran que la madre era la maltratadora; posteriormente supimos que el padre también era un agresor contundente.

  • Que no había ningún vínculo del pequeño con sus progenitores. Curiosamente, nunca los denominó padre o madre; se refería a ellos por el nombre de pila.

  • Las grandes dificultades que presenta el estudio: el caso ya había sido estudiado por otros equipos, con un ingreso previo. Una cosa es lo que se ve en el ámbito técnico y otra lo que se tiene que argumentar con hechos objetivables en el ámbito jurídico.

  • La gran desazón y malestar que genera la situación a los profesionales: se hace difícil estar tranquilo con el trabajo, con la intervención... Siempre afloran las dudas.

  • Los sentimientos que desvelan en los profesionales la reticencia o las dificultades que ponían los padres para ir a las entrevistas o a los servicios o para colaborar con aquello que se les proponía en beneficio de los niños.

El objetivo del ejemplo relatado era evidenciar la preocupación de los profesionales hacia el sufrimiento del niño, el sentimiento de impotencia que genera el hecho de no poder ir más deprisa en el estudio o de encontrar las pruebas que demuestren objetivamente lo que se detecta en el niño y todo lo que hace referencia a la movilización de sentimientos, emociones, contradicciones, etc., que vive internamente el profesional.

Glosario

ABS f
Área básica de salud.
anamnesis f
Recopilación de la historia del niño desde sus orígenes en todos los ámbitos para favorecer la diagnosis; por ejemplo: datos de filiación, cómo fue el embarazo, cómo fue el parto, qué alimentación se utilizó, en qué momento se dieron las pautas madurativas (aguantar la cabeza, empezar a gatear, a deambular, etc.), quién cuidaba de él y las enfermedades que pasó.
CA m
Centro de acogida.
compromiso socioeducativo m
Documento administrativo. Convenio que firman los progenitores o personas titulares de la tutela o la guarda del niño y el ente local, cuando les devuelven la tutela de los niños retirados o cuando estos niños están en situación de riesgo grave y hay que mantener un seguimiento del EAIA. El compromiso debe contener la descripción de la situación de riesgo y la evaluación, y ha de concretar las medidas que se tienen que aplicar (art. 103.4 de la LOIDA).
CRAE m
Centro residencial de acción educativa.
DGAIA f
Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia.
EAIA m
Equipo de atención a la infancia y a la adolescencia.
EIPI m
Equipo Interdisciplinar Pequeña Infancia (conocido en otros puntos de España como Equipo de Atención Precoz).
ETCA m
Equipo técnico del centro de acogida.
EVAMI m
Equipo de valoración del maltrato infantil.
factor m
Elementos, circunstancias o influencias que contribuyen a producir un resultado.
factores de fragilidad m pl
Situaciones de crisis, dificultad o vulnerabilidad de las familias. Estas situaciones se pueden superar desde un abordaje preventivo y de apoyo.
factores de protección m pl
Elementos o circunstancias que compensan o disminuyen los efectos de los factores de riesgo de maltrato.
factores de riesgo de maltrato m pl
Factores de fragilidad, pero cuando contribuyen o facilitan el desencadenamiento de un maltrato infantil.
genograma m
Diagrama o representación gráfica de la estructura de una familia a lo largo de tres generaciones o más.
ICIF f pl
Instituciones colaboradoras de integración familiar.
indicador m
Instrumento para señalar la presencia de un fenómeno o el valor de la magnitud de este fenómeno.
indicadores de maltrato m pl
Hechos, conductas y síntomas que señalan la presencia de maltrato.
LDOIA f
Ley 14/2010, de los derechos y las oportunidades en la infancia y la adolescencia.
parentalidad f
Suma de las capacidades de los padres para cubrir correctamente las necesidades de los niños de cuidado, protección, educación, respeto, empatía y vínculo.
plan de mejora m
Herramienta de trabajo del EAIA con la familia. Documento escrito en el que se refleja lo que se pide a la familia que haga para poder mejorar. Es un pacto consensuado con ellos y firmado por las dos partes. Cuando el niño es lo bastante grande, se incluye en el plan con compromisos específicos. El plan de mejora es temporal y hay que revisarlo y modificarlo a medida que avanza.
plan de trabajo m
Herramienta de trabajo de los profesionales en la que queda explicitada la intervención de cada servicio para lograr el objetivo que se plantea con la familia y sus miembros.
red f
Metodología de trabajo entre los profesionales y los servicios, tanto públicos como privados. El trabajo en red ofrece la posibilidad de sumar el esfuerzo de todos los profesionales, servicios y entidades que intervienen con la familia. Permite compartir miradas y lenguajes, pensar juntos para interaccionar y construir de manera conjunta el caso, afrontar la situación del problema con algún objetivo compartido. El consenso permite potenciar la fuerza de la intervención y favorecer, también, el conocimiento mutuo de los servicios mediante el trabajo compartido.
resiliencia f
Capacidad o recurso para mantener un proceso normal de desarrollo a pesar de las condiciones difíciles en las que se viva. Es decir, la capacidad para superar los problemas y construir una vida. Hablamos de desarrollo positivo ante grandes dificultades.
situación de desamparo f
Situación de hecho en la que se encuentra un niño o adolescente que carece de los elementos básicos para el desarrollo integral de la personalidad, siempre que para su protección efectiva sea necesaria la separación del núcleo familiar (art. 105 de la LDOIA).
situación de riesgo f
Limitación o perjuicio del desarrollo y el bienestar del niño o el adolescente por cualquier circunstancia personal, social o familiar, siempre que para la protección efectiva del niño o el adolescente no haga falta la separación del núcleo (consultad el artículo 103 de la LDOIA, mucho más explícita).
SSB m pl
Servicios sociales básicos.
SSE m pl
Servicios sociales especializados. En este grupo están los EAIA.
Udepmi f
Unidad de detección y prevención del maltrato infantil.

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Anexo

Cronología de legislación
Marco internacional:
  • En abril de 1919, con la idea inicial de que los niños tienen derechos que les son debidos, la inglesa Eglantyne Jebb crea la unión internacional Save the Children. En 1923, publica los diez puntos de su programa de acción, en los que recogía las necesidades más básicas de la infancia. Esta es la primera Carta de los derechos de los niños, que llegaría a conocerse como la Declaración de Ginebra.

  • La Declaración de los derechos de los niños o Declaración de Ginebra. Acabada la Segunda Guerra Mundial, en 1924 la Sociedad de Naciones realizó su Carta de los derechos de los niños y la aprobó en septiembre. En 1946 se funda Unicef y se empieza a elaborar la propia Carta, cuya redacción duró trece años.

  • Tienen que pasar más de treinta años para que la Asamblea General de las Naciones Unidas apruebe lo que se conoce como la Declaración universal de los derechos de los niños, el 20 de noviembre de 1959.

  • Al cabo de treinta años, el 20 de noviembre de 1989, fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Convención sobre los derechos del niño (ratificada por el Estado español el 21 de diciembre de 1990, que entró en vigor el 5 de enero de 1991):

    • Se trata de un documento con fuerza jurídica obligatoria.

    • Ofrece una imagen global de la infancia.

    • Otorga pleno reconocimiento del niño como sujeto de derecho.

    • Reconoce a los niños titularidad de derechos civiles y políticos (arts. 12-16).

    • Incluye la idea de interés superior del menor (art. 3).

    • Tiene una cláusula de difusión (art. 42) que prevé un mecanismo de control, el Comité de los Derechos del Niño, y un grado de cumplimiento (art. 43).

  • El 21 de mayo del 2000, la Asamblea aprueba dos protocolos facultativos:

    • Uno relativo a la participación en conflictos armados (aumento de la edad a dieciocho años y prohibición de reclutamiento antes de los dieciocho años).

    • Otro relativo a la venta de niños, prostitución y utilización en pornografía. Promueve la cooperación internacional.

  • La Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado establece dos convenios:

    • Sobre la competencia de las autoridades y la ley aplicable en materia de protección. Las autoridades judiciales y administrativas del Estado de residencia habitual del niño son competentes para adoptar las medidas preventivas para protegerlo.

    • Sobre aspectos civiles de la sustracción internacional (25 de octubre de 1980). Se protege a los niños de los efectos nocivos de los secuestros y las retenciones, y se establece un sistema de cooperación entre las autoridades.

  • En materia de adopción internacional (29 mayo de 1993), se garantiza que las autoridades se deben someter al interés superior del menor y a los derechos.

Marco estatal:
  • La Constitución española de 1978. Significa el reconocimiento de la igualdad de las personas ante la ley. En el artículo 1, habla de Estado social (obligación de intervenir en los problemas sociales) y democrático (criterio de igualdad) de derecho (gobierno de la ley). El artículo 9 dice que corresponde a los poderes públicos promover (hacer cosas) las condiciones para que la libertad, la igualdad (...), y remover los obstáculos (por ello, la intervención de oficio). En el capítulo tercero, artículo 39.4, dice: «Los niños disfrutarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos».

  • Reformas del Código civil español, iniciadas en 1981 e introducidas en 1987. Encontramos la equiparación de todos los hijos. La patria potestad pasa a ser compartida por padre y madre. Se ejerce en beneficio del hijo. La infancia pasa a ser considerada un problema social, de responsabilidad colectiva, y los padres tienen el deber de la protección integral de los hijos. Para evitar la violación de los derechos fundamentales del niño, se otorga a los poderes públicos la facultad de intervención.

  • Ley 21/1987, de 11 de noviembre. El Ministerio de Justicia promovió una reforma que marcó las políticas de atención a la infancia.

  • Ley orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor. Trata de derechos fundamentales. El artículo 11.2 habla de los principios de actuación de los poderes públicos referidos a menores, y el artículo 17, de las actuaciones en situación de riesgo.

  • Ley orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores (ha tenido cuatro modificaciones). De ella, destacamos lo siguiente:

    • Tiene naturaleza penal, pero es sancionadora y educativa en cuanto a procedimiento y medidas.

    • Reconoce el interés del menor y las garantías derivadas de la Constitución.

    • Distingue diferentes tramos de edad (de catorce a dieciséis años, y de dieciséis a dieciocho años) a efectos sancionadores. Establece normas de protección para los menores de catorce años.

  • Legisla que el juez tiene flexibilidad en la adopción de medidas y en la ejecución. Otorga la competencia en la ejecución a las comunidades autónomas. En Cataluña, se ha hecho efectiva en la Ley 27/2001, de 31 de diciembre, de justicia juvenil.

Marco autonómico
El Estatuto de Cataluña. Con este Estatuto, en 1981 la Generalitat asumió las transferencias de los servicios de protección a la infancia. El artículo 40.3 recoge el interés superior del niño en las actuaciones de los poderes públicos y las instituciones privadas. El Parlamento ha promulgado las disposiciones que regulan el régimen jurídico civil de la protección de menores (leyes catalanas). El Estatuto reconoce el derecho de los menores a recibir la atención necesaria para el desarrollo de su personalidad y su bienestar en el contexto familiar y social.
  • Ley 11/85, de 13 junio, de protección de menores. Incluía tanto facultades reformadoras como protectoras y de prevención; sin embargo, de los sesenta artículos que tiene, solo siete son de protección.

  • Ley 26/1985, de 27 de diciembre, de servicios sociales. Incluye la atención y la promoción del bienestar de la infancia y de la adolescencia. A partir de ahí, se inicia el doble tratamiento legislativo de servicios sociales y específico de la infancia.

  • Decreto 338/1986, de 18 de noviembre. Señala la creación y el despliegue inicial de los EAIA, con el objetivo de prevenir y eliminar las causas que conducen a la marginación en el ámbito de la infancia y la adolescencia.

  • Ley 12/1988, de 21 de noviembre (modificaba la Ley 11/85). Posteriormente fue derogada por la Ley 37/91, de 30 de diciembre, sobre medidas de protección de los menores desamparados y de la adopción.

  • La DGAIA fue creada por el Decreto 258/1988, de 9 de septiembre. La última reestructuración fue en virtud del Decreto 243/2005, de 8 de noviembre.

  • Ley 37/1991, de 30 de diciembre. Tiene un doble objetivo: segregar la potestad protectora de la reformadora. Por lo tanto, regula la función tutelar de la protección como materia civil. Para los menores que no pueden ser mantenidos en el entorno familiar, regula la figura de la adopción.

  • Ley 8/1995, de 27 de julio, de atención y protección de los menores y de los adolescentes y de modificación de la Ley 37/1991. En esta ley, posterior a la entrada en vigor de la Convención (30 de noviembre del 1990), es donde por primera vez el niño es considerado con una visión global. Quiere dar respuesta a las necesidades de todos los menores en general, por el hecho de serlo.

  • Ley orgánica 1/1996, de protección jurídica del menor. Amplió y generalizó el principio de interés superior del niño. Implica al niño como entidad independiente de sus padres. Hace una distinción entre el interés del niño y el de su familia, y establece una supremacía del interés del niño.

  • Decreto 2/1997, que establece que la valoración del desamparo y de las medidas de protección corresponde a los equipos técnicos; actualmente son el EAIA, el ETCA y el EVAMI, y la decisión corresponde a la DGAIA.

  • Ley 9/1998, de 5 de julio, del Código de familia. Incorpora los aspectos que hacen referencia a la adopción y a la declaración de desamparo.

  • Ley 8/2002, de 27 de mayo, que modifica la Ley 37/91. Regula la atención especial a los adolescentes con conductas de alto riesgo social. Tiene dos apartados nuevos:

    • Creación de unidades de actuación urgente.

    • Nuevas medidas respecto a la población adolescente indocumentada que rechaza la medida de protección.

  • Ley 18/2003, de 4 de julio, de apoyo a las familias. Fija la finalidad de establecer las bases y las medidas para una política de apoyo a la familia.

  • Ley 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de autonomía de Cataluña. Establece la competencia exclusiva de la Generalitat en materia de protección a la infancia y a la adolescencia.

  • Ley 12/2007, de 11 de octubre, de servicios sociales. Establece un nuevo modelo de atención.

  • Ley 14/2010, de 27 de mayo, de los derechos y las oportunidades de la infancia y la adolescencia. Ley marcada por la voluntad de abarcar toda la legislación catalana sobre infancia y adolescencia y reunir en un solo instrumento jurídico la regulación destinada, por un lado, a la infancia y la adolescencia en general y, por otro, a la protección de los niños y los adolescentes cuando se han producido situaciones de riesgo o desamparo.

    • Transversalización de las políticas de infancia y adolescencia. Se dirigen a satisfacer el interés superior del menor.

    • Creación de mesas territoriales de infancia como órganos colegiados que tienen que coordinar, impulsar y promover las políticas.

    • La Administración debe desarrollar las actuaciones para la prevención.

    • Protección pública ante el maltrato. Centro de investigación.

    • Nuevo modelo de protección. Desamparo y riesgo.